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Capítulo ciento seis "una niña increíble"

La tarde caía lentamente sobre Nueva York, envolviendo la ciudad en una luz dorada y cálida. Caminaba con paso firme, sintiendo la brisa suave en su rostro. Melody, trotaba a mi lado, aferrada a mi mano. Era un día normal, o al menos, eso parecía.

De repente, sentí una pequeña mano aferrarse a la mía con fuerza. Miré hacia abajo y vi a Melody escondiéndose detrás de mí, sus ojos grandes y asustados.Antes de poder preguntar qué pasaba, lo vi. Andrew estaba frente a nosotras, con esa mirada intensa que me hacía sentir incómoda. No esperaba volver a verlo después de lo que pasó en el apartamento.

—Hannah... —dijo, sus ojos brillando con una intensidad que odié al instante.

Intenté mantener la calma y darle una sonrisa tensa.—Andrew —respondí.

—sé que soy la persona que menos quieres ver ahora pero...—miró a mi hija unos segundos antes de clavar su oscura mirada en mis ojos otra vez. —quería disculparme por lo que pasó el otro día. —se rascó la parte posterior de su cabeza con nerviosismo —me gustaría empezar de nueva cuenta con ustedes.

—respiré hondo —está bien, acepto tus disculpas pero, hay algo que quiero dejarte claro —dije con voz firme —solo puedo ofrecerte amistad, mi corazón es de Scott.

—está bien, es suficiente para mí —sonrió apenas —¿Les gustaría ir por un café?

—sí, claro —acepté, la verdad quería al apartamento y echarme en la cama a dormir.Sólo acepté el café más por cortesía que por otra cosa.

Nos dirigimos a una cafetería cercana, y aunque intenté relajarme, no pude dejar de sentirme tensa. Melody se sentó a mi lado, sus ojos observando a Andrew con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

—¿Te gusta Nueva York, Melody? —intentó iniciar una conversación, sonriendo hacia ella.Melody solo asintió y se apretó más contra mi lado.

Puse una mano tranquilizadora sobre su cabeza y respondí por ella.—Nos está gustando mucho, aunque es un poco abrumador a veces —dije, forzando una sonrisa.

—Sí, entiendo. Es una ciudad grande. —Andrew se quedó en silencio un momento, luego añadió—. ¿Y qué planes tienen para hoy?

—Solo pasear un poco, disfrutar de la ciudad —dije, deseando que la conversación terminara pronto.

Andrew trató de mantener la conversación fluida, aunque yo respondía con monosílabos.—¿Ya han visitado Central Park? —preguntó.

—Sí, fuimos el otro día. Es hermoso —respondí, intentando ser cortés.

—¿Y han probado algún restaurante interesante? Hay tantos buenos aquí —continuó, intentando encontrar un tema que nos conectara.

—Hemos comido en algunos sitios, pero aún no hemos explorado mucho en ese sentido —respondí, mirando a mi pequeña que parecía cada vez más incómoda.

—Bueno, si necesitan recomendaciones, conozco algunos lugares geniales —dijo con una sonrisa.

—Gracias, lo tendremos en cuenta —dije, queriendo finalizar la conversación.

Después de un rato, Andrew se dio cuenta de que la conversación no iba a ninguna parte y decidió despedirse.

—Bueno, ha sido bueno verlas. Cuídense, Hannah. Melody —dijo, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Igualmente, Andrew —respondí, antes de girar y alejarme rápidamente con Melody.

Mientras nos alejábamos, Melody me miró con sus grandes ojos preocupados.—¿Está todo bien, mamá? —preguntó, su voz apenas un susurro.

—Sí, cariño. Todo está bien. —sonreí tratando de tranquilizarla. —solo...intentaremos darle una oportunidad.

—no me siento cómoda con él —admitió —pero Robbie me agrada —me miró —¿podría volver a verlo?

—ah no lo sé Cariño, ni siquiera estoy segura de que siga en la ciudad —hice una mueca. Ella bajó la mirada apenada —pero, de todas formas luego podrías verlo cuando regresemos a Beacon Hills.

—¡Sí! ¡Y a Fenris, también! —exclamó con alegría.

—reí enternecida —Derek, Cariño. Se llama Derek. —ella asintió.

...

Al día siguiente, luego de una tranquila jornada de trabajo, fui a recoger a Melody a la escuela. La vi esperándome en la puerta, con su mochilita lila colgando de un hombro y una expresión triste en su carita. Al acercarme, noté algo que me hizo detener en seco: un feo arañazo adornaba su mejilla.

—¡Melody! ¿Qué te pasó? —le pregunté, agachándome para estar a su altura.

Ella bajó la mirada, su vocecita temblando un poco al responder.—Fue una niña de la escuela... Ella siempre me molesta.

La furia me recorrió el cuerpo. No podía permitir que alguien lastimara a mi hija y se saliera con la suya. Tomé su mano con firmeza y me dirigí a la oficina de la escuela, donde pedí hablar con la directora y la madre de la niña.

Después de unos minutos, apareció una mujer que reconocí como la madre de la niña problemática. Tenía una expresión severa y altiva, sus ojos se posaron en Melody con una mezcla de desdén y despreocupación.

—¿Qué pasa aquí? —demandó la mujer, cruzando los brazos.—Su hija arañó a mi hija en la cara —dije, señalando la marca en la mejilla de Melly—. Quiero una explicación.

La mujer rodó los ojos, su actitud completamente defensiva.—Son solo niñas, se pelean. No es gran cosa.

—No es solo una pelea. Mi hija ha dicho que su hija la molesta constantemente —respondí, tratando de mantener la calma—. Esto no es aceptable.

La mujer se encogió de hombros, completamente indiferente.—No puedo controlar todo lo que mi Heather hace. Los niños son así.

La directora, que hasta ese momento había permanecido en silencio, intervino.—Señora, entiendo su preocupación, pero es importante que resolvamos esto de manera constructiva. Hablaremos con ambas niñas y trabajaremos en una solución.

La madre de la niña simplemente resopló y miró hacia otro lado. En ese momento, entendí por qué su hija se comportaba de esa manera. No tenía un buen ejemplo en casa.

—Espero que esto se resuelva pronto —dije, mirando a la directora—. No quiero que mi hija tenga que pasar por esto otra vez.

—Lo entiendo, señorita. Haremos todo lo posible para asegurar que Melody se sienta segura en la escuela —respondió la directora con sinceridad.

Tomé la mano de mi pequeña nuevamente y la conduje fuera de la oficina, tratando de mantener la calma por su bien. Una vez fuera, me agaché y la abracé con fuerza.

—Cariño, vamos a resolver esto. Nadie tiene derecho a lastimarte —le susurré.

Melody asintió, aferrándose a mí. Sabía que esto era solo el comienzo de un problema mayor, pero estaba decidida a proteger a mi hija a toda costa.

Cuando llegamos al apartamento, mi niña corrió hacia su habitación y se encerró allí. Con el corazón devastado, me acerqué a la puerta y escuché su llanto, lo cual me partió el alma. Abrí despacio la puerta y la vi tendida en la cama boca abajo, sus pequeños hombros sacudidos por el llanto.

Me acerqué con cuidado y me senté a su lado, acariciando suavemente su espalda.—Melody, mi amor, ¿qué pasa? —le pregunté con voz suave.

Ella se giró un poco, sus ojos llenos de lágrimas.—No me gusta aquí, mamá. Quiero regresar a Beacon Hills, quiero a mi papá.

Sentí una punzada en el pecho al escuchar sus palabras. Sabía que esta situación era difícil para ella, más de lo que había imaginado.

—Lo sé, cariño. Yo también extraño a tu papá y a todos en Beacon Hills —le dije, tomándole la mano y apretándola suavemente—. Pero necesitamos estar aquí un poco más para que estemos seguras.

—¿Cuánto tiempo más, mamá? —preguntó entre sollozos, sus ojos llenos de esperanza y tristeza.

Suspiré, deseando poder darle una respuesta definitiva.—No mucho más, prometo. Papi está trabajando para resolver todo lo más rápido posible —la abracé con fuerza sentandola en mis piernas —. Mientras tanto, vamos a estar juntas y vamos a hacer cosas divertidas, ¿sí? ¿Qué tal si mañana vamos a ver la estatua de la libertad?

Ella asintió levemente, pero su tristeza no desapareció del todo.—¿Podemos llamar a papá? —preguntó, su voz apenas un susurro.

—Claro que sí, mi amor. Vamos a llamarlo ahora mismo.

Saqué mi celular y marqué el número de Scott. Después de un par de tonos, escuché su voz familiar y cálida.—Hola, Annieh. ¿Cómo están?

—Scott, Melody tuvo un mal día —dije, tratando de mantener mi voz firme.

—¿Qué pasó? —preguntó Scott, con preocupación evidente en su voz.

—una niña de la escuela le...arañó la cara —admití sintiéndome horrible por no haberlo evitado. —por supuesto hablé con la directora y su madre, ¡estaba furiosa!

—No puedo creer que haya pasado esto —dijo finalmente—. Pásame a Melody, quiero hablar con ella.

—Claro. —Le pasé el teléfono a la pequeña, quien lo tomó con manos temblorosas.

—Papá...

—Hola, princesa. ¿Cómo estás? —La voz de Scott sonaba llena de preocupación y ternura.

—Papi, quiero volver a casa. No me gusta aquí —dijo, sus lágrimas volviendo a fluir.

—Lo sé, cariño. Mamá me contó lo que pasó. Pero pronto estarás de vuelta. Prometo que haré todo lo posible para que regresen lo antes posible. Mientras tanto, sé fuerte por mamá, ¿de acuerdo?

—Está bien, papá. Te extraño mucho.

—Yo también te extraño mucho, mi dulce Melodía. Te amo.

—Yo también te amo.

Melody le devolvió el teléfono y me miró con ojos brillantes pero aún llenos de tristeza.

—¿Ves? Todo va a estar bien. —La abracé una vez más, sintiendo su pequeño cuerpo relajarse un poco en mis brazos—. Vamos a salir adelante, juntas.

Ella asintió y finalmente se calmó, su respiración volviéndose más tranquila. Aunque sabía que aún quedaba un camino por recorrer, en ese momento, sosteniéndola cerca, sentí que todo era posible.

Scott volvió al teléfono.—Annah, trataré de apresurar las cosas aquí. No puedo soportar saber que ustedes están pasando por esto.

—Lo sé, Scott. Estas haciendo lo mejor que puedes y lo entiendo.

—Solo quiero que estén a salvo. —Su voz se quebró un poco al final.

—Lo estaremos. —Le aseguré—. Te mantendré informado de todo.

—Gracias, Cariño. Cuídense mucho

—Lo haré. Te amo, Scottie.

—Yo también te amo, Annieh. Hablamos pronto.

Colgué el teléfono y me quedé sentada en la cama junto a Melody, alcé un poco su mentón con delicadeza para ver la herida en su mejilla —tenemos que desinfectar eso —le digo con suavidad—. No queremos que te salga una segunda nariz, ¿verdad?

Melody suelta una pequeña risita, y su expresión se suaviza un poco.—Eso sería raro, mamá —dice, aún con una sonrisa tímida.

—Sí, sería muy raro. Pero, ¿sabes qué? A las mamás les encanta cuidar de sus princesas valientes. —Le devuelvo la sonrisa mientras limpio con cuidado la herida con un algodón y desinfectante.

—yo no soy una princesa —negó despacio.

—¿Ah no? —incliné mi cabeza a un lado —¿y qué eres?

—¡una loba como papi!

—mi lobita valiente, entonces —sonreí.Melody se queda quieta, observándome con atención mientras trabajo.—¿Duele mucho? —le pregunto, queriendo asegurarme de que está bien.

—No tanto —responde, su voz más tranquila—. Mamá, ¿crees que me va a quedar una cicatriz?

—No te preocupes, mi amor. Las cicatrices son solo señales de que somos fuertes y valientes —le digo, depositando un beso suave en su frente—. Pero haremos todo lo posible para que no te quede ninguna.

Melody asiente, más tranquila, y me abraza con fuerza.—Gracias, mamá.

—Siempre, princesa. Siempre estaré aquí para ti.

Con la herida desinfectada y Melody un poco más tranquila, nos preparamos para la cena.
Mientras decidiamos que íbamos a cocinar, el timbre del apartamento sonó, extrañaba porque no esperaba a nadie me acerqué y abrí, era Andrew con una caja grande de pizza en una mano.

—¡Andrew! ¿Qué haces aquí? —inquirí levemente sorprendida.

—Estaba por la zona y pensé que sería una buena idea pasar con una rica pizza —respondió con una sonrisa—. De paso, podríamos probar la famosa pizza de Bleeker Street.

Suspiré, aún un poco sorprendida, pero lo dejé pasar. Lo guié hacia la cocina donde Melody estaba esperando, sentada en la barra.—Melody, mira quién vino a cenar —le dije, tratando de mantener un tono neutral.

Ella levantó la mirada y sus ojos se abrieron al ver a Andrew. Se quedó en silencio por un momento, luego dirigió su atención hacia la caja de pizza.—Hola, Andrew —dijo finalmente, con una mezcla de curiosidad y cautela.

—Hola, Melody —respondió él con una sonrisa—. Espero que te guste la pizza. Traje de pepperoni y queso.

Mientras Andrew colocaba la pizza en la mesa, me acerqué a Melody y le di un apretón suave en el hombro, tratando de transmitirle tranquilidad. Me giré hacia Andrew.

—Bueno, ¿por qué no servimos la pizza? —dije, tratando de mantener la situación lo más normal posible.

Mientras comíamos, tratamos de mantener una conversación trivial, aunque la incomodidad flotaba en el aire.

—Así que, ¿qué tal ha sido tu día, Melody? —preguntó Andrew, tratando de iniciar una conversación.

Melody dudó un momento antes de responder. —ah...pues...he tenido mejores días —se encogió de hombros, la respuesta de la niña hizo reír al jóven.

—¿Qué pasó hoy? —quiso saber.

—una niña me lastimó la cara —señaló su mejilla derecha. —Es una niña que siempre me molesta en la escuela. Hoy se enojó porque no le di mis colores y me arañó.

Andrew asintió, pensativo.—Sabes, cuando era niño, también tuve un compañero que me molestaba. Mi abuelo siempre me decía que las personas que lastiman a otros a menudo tienen sus propios problemas. No es justo ni está bien, pero a veces ayuda a entenderlo.

Melody lo miró con interés.—¿Y qué hiciste?

—Bueno, traté de hablar con él. No fue fácil, pero poco a poco dejamos de pelear tanto. A veces, mostrar amabilidad puede sorprender a los que son malos.

La pequeña asintió lentamente, procesando sus palabras.—¿Crees que eso funcione con ella?

—Nunca está de más intentarlo. Y si no, siempre puedes hablar con un adulto de confianza, como tu mamá o un profesor.

Melody sonrió levemente y Andrew le devolvió la sonrisa.

Mientras escuchaba el consejo que Andrew le daba a mi hija, tuve que morderme el labio para no soltar una risa irónica. No porque el consejo me pareciera gracioso, sino porque me recordó mi vida pasada. Recordé lo que había pasado entre Tayen, él, y yo.

La ironía no se me escapaba: aquí estaba Andrew, dando consejos sobre amabilidad y entendimiento, cuando en otra vida habíamos estado atrapados en un ciclo de amor y conflicto.

Tuve una repentina y absurda urgencia de preguntarle si, por casualidad, el niño que lo molestaba no era Tayen, pero me contuve. No tenía sentido traer a colación recuerdos de vidas pasadas que solo complicarían más las cosas en el presente.

Andrew, ajeno a mis pensamientos, continuaba hablando con Melody, y ella parecía más animada. Decidí que por el momento, lo mejor era enfocarme en el ahora y en lo que era mejor para mi hija.

—Además, tengo un truco secreto —dijo Andrew, bajando la voz como si fuera un gran secreto—. Siempre que me sentía triste o herido, pensaba en algo que me hiciera reír. ¿Quieres que te cuente uno de mis chistes favoritos?

Melody asintió, curiosa.—¿Qué le dice un pez a otro pez? —preguntó Andrew.

—¿Qué? —respondió ella

—¡Nada!

Melody soltó una risa, y el ambiente en la cocina se volvió un poco más ligero.—Ese es tonto —dijo, pero con una sonrisa en el rostro.

—Los mejores chistes siempre lo son —respondió el castaño con un guiño.

Mientras observaba la interacción, sentí una mezcla de gratitud y cautela. Apreciaba el esfuerzo de Andrew por conectar con Melody, pero nunca bajaría la guardia cuando se trataba de proteger a mi hija y mucho menos conociendo su pasado.

—Bueno, parece que tenemos una deliciosa pizza esperando por nosotros —dije, tratando de cambiar el tema y aligerar el ambiente—. Melody, ¿quieres servirme un poco mientras yo busco algo para beber?

—¡Sí, mamá! —respondió, saltando de su asiento con más energía.

Luego de la una agradable cena llevé a la pequeña a la cama, la arropé y me quedé allí acariciando su cabello hasta que se quedó dormida. Aunque la distancia nos separaba, sentí la fuerza del amor de Scott dándonos el valor para seguir adelante.

Regresé con Andrew y comencé a lavar los tastres, mientras lo hacía sentí la mirada de él en mi espalda, eso me incomodaba un poco pero, traté de no hacerlo notar.

—¿Te ayudo? —se acercó con un trapo limpio para secar los trastes.

—gracias —murmuré concentrándome en mi tarea de lavar. —tu hija es muy dulce

—Sí, es una niña increíble —respondí, sonriendo levemente mientras pensaba en Melody.

—Me sorprende que no tenga un padre presente.

Me detuve y lo miré, sintiendo una punzada de molestia.—Scott sí está presente —dije con firmeza—. Puede que no esté físicamente aquí en Nueva York, pero él es parte de nuestras vidas cada día. No dudes de eso.

Andrew levantó las manos en un gesto de disculpa.—Lo siento, no quise ofenderte. Simplemente me refería a que es raro ver una conexión tan fuerte con solo uno de los padres alrededor.

Relajé un poco mi postura, pero mantuve mi tono firme.—Scott y yo hacemos todo lo posible para que Melody sepa que siempre puede contar con nosotros, sin importar dónde estemos.

Andrew asintió, y por un momento, pareció estar reflexionando sobre mis palabras. Le pasé un plato sin despegar la mirada de la bacha, quería terminar con esto lo antes posible.
Sentí un tirón y cuando voltee para ver que sucedía, me encontré con que su mano sujetaba la mía y observa con sorpresa el anillo en mi dedo.

—¿Es un anillo de...? —asentí —él si que es rápido —murmuró soltando mi extremidad con suavidad.

—oye, lo nuestro no terminó bien —le recordé —tú fuiste el que nos delató ante Powhatan, por ti no pude tener la vida que soñé con el hombre que amaba.

—creí que eso había quedado en el pasado —admitió.

—quisiera que así fuera pero...es complicado.

—sí, lo entiendo —asintió.

—pero, aún podemos ser amigos...—hice una mueca —solo si dejas de intentar algo conmigo.

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