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Capítulo ciento dieciocho "Príncipes y Princesas"

El tiempo paso, yo me encontraba mas fuerte que nunca como si no hubiera estado en coma pero, las sombras de Nueva York aún nos perseguían, especialmente en nuestras pesadillas. Melody y yo revivíamos constantemente el horror de lo vivido con Andrew, y aunque intenté ocultarlo, Scott comenzaba a sospechar.

Una noche, los gritos de Melody nos despertaron a ambos.—¡Papá! ¡Papá! —se escuchaba desesperada desde su habitación.

Scott saltó de la cama y corrió hacia ella. Encontró a nuestra pequeña hecha un bollito contra la cabecera de la cama, con el rostro empapado en lágrimas y aferrando su muñeco favorito.

La tomó en sus brazos, acunándola mientras intentaba tranquilizarla.—Tranquila, cariño, estoy aquí. Todo está bien —le murmuraba, besando su frente.—¿Qué soñaste, pequeña? —le preguntó suavemente, pero Melody no respondió.

Melody sollozó, aferrándose a él con desesperación.—No dejes que el hombre malo me haga daño.

Scott la miró con determinación, sus ojos llenos de amor y protección.—Amor, escúchame. No dejaré que nadie te haga daño, ¿entendido? Estoy aquí para protegerte siempre —dijo con voz firme pero tranquilizadora.

Ella asintió con la cabeza, sus sollozos comenzando a calmarse mientras se aferraba a Scott como si fuera su escudo contra todo mal.

—¿Puedo dormir con ustedes? —pidió ella con voz temblorosa, sus ojos llenos de terror.

—Claro que sí, mi vida—contestó Scott sin dudarlo, llevándola a nuestra habitación. La acostó entre nosotros, y aunque Melody aún estaba aferrada a él, comenzaba a calmarse.—Hannah, ¿qué está pasando? —me preguntó en un susurro, sin apartar la mirada de nuestra hija.

Su tono era serio, cargado de preocupación.Miré a mi pequeña y luego a Scott, sintiendo una opresión en el pecho. Sabía que no podía seguir ocultándolo. Las imágenes de lo ocurrido comenzaron a invadir mi mente, y antes de darme cuenta, las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro.

—Scott, yo... —empecé, pero mi voz se quebró. Tomé aire y comencé de nuevo— Andrew... no solo nos acosó. Nos amenazó con un arma. Intentó entrar al apartamento para hacernos daño. Lo enfrenté, pero no pude evitar que Melody lo viera. Lo ha estado reviviendo en sus pesadillas desde entonces.

Melody, escuchando mi relato, comenzó a temblar de nuevo. Se aferró con más fuerza a Scott.—Papi, no dejes que nos pase otra vez —susurró, su voz quebrada por el miedo.

La incredulidad y la furia se reflejaron claramente en el rostro de Scott. Se apartó de la pequeña, quien se aferró aún más a él con miedo, y se volvió hacia mi

—¿Por qué demonios no me dijiste nada? —gruñó, su voz llena de dolor y decepción.

Mordí mi labio inferior, sintiéndome abrumada por la reacción de Scott.—No quería preocuparte. Pensé que... pensé que podíamos manejarlo nosotras solas. pero, Robbie estuvo ahí para protegernos —dije, buscando desesperadamente justificar mi silencio.

Él cerró los puños con fuerza, su mandíbula tensa por la ira contenida.—¿Le hizo daño a Melody? —preguntó, sus ojos buscando los míos con intensidad.

—No, usé mi magia para salvarla y la llevé al departamento y luego Robbie nos ayudó —respondí rápidamente, sintiéndome culpable por no habérselo dicho desde un principio.

Scott se apartó de mí, caminando de un lado a otro de la habitación con gestos bruscos.—Ese debí ser yo —murmuró con amargura, su voz llena de frustración y tristeza.

Me acerqué a él, tratando de tocar su brazo para consolarlo, pero se apartó bruscamente.—No deberías habérmelo ocultado, Hannah. Eso era algo importante, algo que necesitaba saber para proteger a mi familia —dijo Scott, su tono firme pero lleno de dolor.

Me sentí destrozada por la decepción de Scott. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas para disculparme.

—Lo siento, Cariño. No volverá a pasar. Te lo prometo —murmuré, con la voz quebrada por el remordimiento.

Él me miró intensamente, el peso de la situación cayendo sobre sus hombros.—No lo vuelvas a hacer,Annah. Necesito que confíes en mí. Somos una familia, estamos juntos en esto —dijo finalmente, con una mezcla de firmeza y vulnerabilidad en su voz.

Asentí con la cabeza, sintiendo el peso de mi error y la promesa de no volver a ocultar nada tan importante de Scott.

Regresamos a la cama junto con Melody que nos observaba con ojos lagrimosos, cuando Scott quiso abrazarla ella se alejó —¡No! Fuiste malo con mamá —se aferró a mí. —no te quiero.

Las palabras de Melody golpearon a Scott como un puñetazo en el estómago. Sintió una punzada de dolor al ver a su hija apartarse de él con tanto miedo. No quería que Melody tuviera esa imagen de él, y su corazón se rompió al darse cuenta de cómo había afectado la situación.

—Hijita, lo siento mucho —dijo Scott, su voz temblando mientras intentaba mantener la calma—. No quería asustarte. Lo siento.

La pequeña no se movió de mis brazos, todavía temblando. Scott me miró con desesperación en los ojos, buscando mi ayuda para arreglar las cosas.—dale tiempo —dije suavemente, acariciando el cabello de Melody—. Ella solo necesita sentirse segura.

Él asintió, sintiéndose impotente y culpable. Se acostó al lado de la pequeña, manteniendo una distancia respetuosa para no incomodarla más. La observó aferrarse a mí, su pequeña figura temblorosa y vulnerable.—Te prometo que nunca más te voy a asustar, Mi Dulce Melodía —dijo Scott con voz suave, tratando de calmar a su hija—. Te quiero mucho y siempre voy a estar aquí para protegerte.

Melody, aunque todavía recelosa, pareció relajarse un poco al escuchar las palabras de su padre. Continué acariciándola y susurrando palabras tranquilizadoras. Scott, con el corazón apesadumbrado, decidió que haría todo lo posible para reparar el daño y demostrarle a su hija que podía confiar en él.

—Cielo, mamá también se portó mal con papi —dije, intentando suavizar la situación—. Le oculté algo muy importante, y eso no estuvo bien. Está bien que se enoje conmigo.

Melody se apartó un poco de mí para mirarme a los ojos, su expresión seria.—No, no está bien —replicó la niña con firmeza—. Así no es como los príncipes tratan a sus princesas.

Parpadeé, confundida por la respuesta de mi hija.—¿Qué quieres decir, cariño? —pregunté, acariciando su rostro.

Scott intervino, entendiendo el comentario de su hija.—Cuando estabas en coma, Melody solía decir que tú eras la Bella Durmiente y que yo era tú príncipe —explicó con una sonrisa melancólica—. Ella piensa que los príncipes siempre deben proteger a sus princesas.

Lo miré, comprendiendo por fin. Mis ojos se llenaron de lágrimas, conmovida por la dulzura y la inocencia de mi hija.—Oh, Mel —susurré, abrazandola con fuerza—. Los príncipes también cometen errores, y los príncipes y las princesas deben aprender a perdonarse y a seguir adelante juntos.

Melody pareció considerar las palabras de su madre por un momento antes de asentir lentamente.—Está bien, mamá. Pero, papá, no vuelvas a ser malo con mamá —dijo, mirando a Scott con ojos llenos de esperanza.

—Te lo prometo, Mel —respondió, su voz firme—. Nunca más.

Nos quedamos en silencio, cada uno tratando de encontrar consuelo en la cercanía del otro. Melody, aún aferrada a mí, levantó la vista y miró a su padre con seriedad infantil.

—Papá, tienes que pedirle disculpas a mamá —dijo con voz firme—. Y mamá, tú también tienes que pedirle disculpas a papá. Y luego tienen que darse un besito de amor verdadero.

Intercambiaron miradas, ambos conmovidos y ligeramente avergonzados por la sinceridad de nuestra hija.—Melody tiene razón —dijo Scott, rompiendo el silencio—. Annieh, lo siento mucho por haberte asustado y por no haber estado allí para protegerte a ti y a Melody cuando más me necesitaban.

Asentí, mis ojos brillando con lágrimas no derramadas.—Yo también lo siento, Scottie. Debí confiar en ti y decirte la verdad desde el principio. No quería preocuparte, pero sé que lo manejé mal.

Él se acercó a mí, sus ojos llenos de arrepentimiento y amor. Tomó mi mano y la apretó con suavidad.—¿Un besito de amor verdadero? —susurró, esbozando una sonrisa tímida.

Sonreí, asintiendo. Me incliné hacia él y nuestros labios se encontraron en un beso suave y reconfortante. Melody, observando la escena, sonrió y se relajó un poco más en mis brazos.

—Así está mejor —dijo con una voz satisfecha—. Ahora todos podemos dormir.

Reímos suavemente, agradecidos por la inocencia y la sabiduría de nuestra pequeña. Nos acomodamos nuevamente en la cama, Melody acurrucada entre nosotros, y poco a poco, la tensión en la habitación se disipó, reemplazada por una sensación de esperanza y amor renovado.

—Buenas noches, Mel —murmuró Scott, besando la frente de su hija.

—Buenas noches, papá y mamá —respondió Melody, cerrando los ojos con una sonrisa.

Scott y yo nos se miraron una última vez antes de apagar la luz, sabiendo que aunque el camino sería difícil, lo enfrentarían juntos, como una familia.

Mientras intentaba dormir algo resonó en mi cabeza, me acomodé de frente con la mirada en el techo y, con una chispa de entusiasmo, dije —Esperen. Si fuéramos un príncipe y una princesa, no seríamos la Bella Durmiente y el príncipe Philip. Seríamos Ariel y Eric, ya que tenemos una hija llamada Melody.

Scott, a punto de relajarse, no pudo evitar reírse.—No puedo creer que se te ocurra eso ahora —dijo, sacudiendo la cabeza.En voz muy baja, pero lo suficientemente fuerte como para que se escuchara, murmuró —Seríamos La Bella y la Bestia.

—¡Scott! —exclamé, riendo.

—Claro que tú serías la Bestia —añadió con una sonrisa traviesa.

Melody y él rompieron en risas, llenando la habitación con una calidez que había estado ausente durante demasiado tiempo. Los miré, sintiendo una profunda gratitud por su pequeña familia.

—¿La Bella y la Bestia? —dijo Melody, todavía riendo—. ¡Papá, tú serías una bestia muy chistosa!

Él tomó a la pequeña y le hizo cosquillas, luego paró y la miró unos segundos con orgullo antes de dejar muchos besitos en su rostro mientras ella reía, finalmente la abrazó.

—¿Y mamá? —preguntó, con una sonrisa —¿Ella sería una Bella perfecta, verdad? —Melody asintió con entusiasmo, yo, aún sonriendo, me incliné para besar a Scott en la mejilla.

—Buenas noches, mi príncipe Eric —dije, juguetonamente.

—Buenas noches, mi Ariel —respondió Scott, dándome un último beso.

....

Era muy temprano en la mañana cuando llegamos a mi casa. El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte, y la casa estaba sumida en un tranquilo silencio. Sabíamos que Stiles todavía dormía, así que Scott y yo decidimos aprovechar el tiempo haciendo el desayuno. La cocina estaba llena del aroma del café recién hecho y del crujido de las tostadas en la sartén.

Scott se acercó por detrás y me abrazó suavemente, apoyando su barbilla en mi hombro.—Amo estos momentos tranquilos contigo —susurró en mi oído, haciendo que se me erizara la piel.

—Yo también, amor —respondí, girando la cabeza para darle un suave beso en los labios.

—¿Qué te parece si después del desayuno llevamos a Melody al parque? —sugirió Scott mientras revolvía los huevos.

—Suena perfecto. Hace tiempo que no tenemos un día solo para nosotros —dije, sonriendo.

De repente, se escuchó un grito desde la habitación de Stiles.

—¡Melody, pequeña demonio! —se oyó, seguido de unos pasos apresurados.

Melody apareció corriendo en la cocina, con los ojos llenos de travesura, y se escondió detrás de Scott.—¡Papi, ayúdame! —rogó, aferrándose a su pierna.

Stiles entró furioso en la cocina, con el pelo teñido de un verde fluorescente.

—Vaya, Stiles, ¿te hiciste algo en el pelo? Te ves... diferente —dije, tratando de contener la risa.

—¡Muy graciosa, Hannah! —bufó Stiles.—¿Qué le hiciste a mi pelo? —se quejó, mirando a mi hija con frustración. —Melody, explícame qué me hiciste. —No pude evitar reírme ante la escena.

Melody fingió no saber de qué hablaba, poniendo su mejor cara de inocencia.—Yo no hice nada, tío Stiles —dijo, mirándonos a Scott y a mí con ojos suplicantes.

Scott se quedó pensativo por un momento.—¿Estás seguro de que fue Melody? —preguntó, arqueando una ceja.

Stiles miró a Melody, luego a Scott y finalmente a mí.—Ahora que lo mencionas, no parece el tipo de broma que una niña de siete años haría...

Ambos hombres se volvieron a mirarme, y yo fingí inocencia, levantando las manos en señal de que no sabía de qué hablaban.

Ambos hombres se volvieron a mirarme con sospecha.—¿Por qué me miran así? —pregunté, levantando las manos en señal de inocencia.

Stiles, que me conocía mejor que nadie, se dio cuenta rápidamente.—¡Fue Hannah! —exclamó, apuntándome con el dedo.

—¿Yo? ¿Por supuesto que...? —me alejé rápidamente.

Antes de que pudiera reaccionar, Stiles comenzó a perseguirme alrededor de la cocina. Luego salí y la carrera siguió por la casa.

—¡Scott, ayúdame! —grité mientras corría.

Scott se rió saliendo hacia la sala, se acercó a mí y en un movimiento rápido, logró atraparme y levantarme en sus brazos.—Te tengo, pequeña bromista —dijo, mirándome con una sonrisa triunfante.

—¡No, Scott! —dije, riendo y tratando de soltarme. —¡No lo hagas!

Scott me sostuvo firmemente y comenzó a llevarme hacia Stiles.—Tengo que hacerlo —dijo, sonriendo.

Tomé su rostro en mis manos besándolo con el fin de distraerlo y así poder escapar. Pero no funcionó.—Melody, ayúdame —imploré a mi hija.

—No va a funcionar —dijo Scott. —Melody me es fiel a mí.

—Eso no es cierto —respondí, tratando de mantener mi dignidad.

Scott y Melody se miraron, compartiendo una complicidad evidente. La pequeña no dijo nada, pero su silencio lo decía todo.

La miré esperanzada.—¿Melody? —pregunté, esperando que dijera que no era cierto.

Melody se quedó en silencio, y su pequeña cara traicionó su lealtad hacia su padre.

Murmuré, sorprendida —No puede ser...

Scott sonrió victorioso.—Soy su favorito —dijo, inflando el pecho de orgullo.

Fingí ponerme mal, llevándome una mano al corazón.—Oh, vaya... —dije, dramatizando mi tristeza.

Melody me miró, visiblemente afectada por mi actuación.—¡Mamá, no te pongas triste! —exclamó, corriendo hacia mí y abrazándome.

Sonreí, sintiendo que mi pequeña broma había funcionado.—Bueno, puede que no sea tan mala después de todo —murmuré, besando su cabeza como pude.

—Y bien, hermanita, ¿algo que decir? —preguntó Stiles, cruzando los brazos.

—Nope —respondí, tratando de mantener mi dignidad.

Stiles miró a Scott y asintió. Scott asintió en su dirección y comenzó a hacerme cosquillas sin piedad.—¡Para, para! —grité entre risas, tratando de detenerlo sin éxito.

—Admite que fuiste tú —dijo Scott, sin dejar de hacerme cosquillas.

—¡Está bien, está bien! —dije finalmente, riendo. —¡Lo admito, fui yo! —dije, riendo. —¡Era una broma inofensiva! —Stiles se rió, satisfecho, y Scott me dejó en el suelo.—Eso me enseñará a no subestimarlos —dije, respirando hondo.

—Será mejor que a partir de hoy duerma con un ojo abierto —dijo Scott, dirigiendo una mirada significativa a Stiles.

—No te haríamos una broma, papi —aseguró Melody, abrazando a Scott.

—No lo digo por ti —respondió, guiñándome un ojo.

Finalmente, nos sentamos todos juntos a desayunar, riendo y disfrutando del caos matutino que se había desatado.

....

El tiempo había traído consigo la tan ansiada tranquilidad. Las pesadillas habían cesado y nuestras vidas retomaron un curso más normal. Nos encontrábamos en el último tramo de las vacaciones, disfrutando del tiempo en familia y apreciando cada momento de paz.

Esa misma tarde en la que ya nos encontrabamos relajados, Stiles, Scott y yo estábamos en la sala riendo y hablando de tonterías.

—¿Te acuerdas de aquella vez que intentaste cocinar para la cena de Navidad y casi incendias la cocina? —le dije a Stiles, tratando de contener la risa.

Stiles puso los ojos en blanco y se rió. —Sí, claro, como si tú fueras mejor cocinera. ¿Quién quemó la cena de Acción de Gracias el año pasado?

—No me lo recuerdes —contesté, llevándome una mano a la frente con una sonrisa. —Pensé que el pavo era más sencillo de cocinar.

Scott se unió a las risas. —La verdad es que todos tenemos nuestros momentos desastrosos en la cocina. Recuerdo cuando traté de hacer una tarta de manzana para Melody y terminó pareciendo... bueno, no sé ni cómo describirlo.

—¡Parecía una pizza! —exclamó mi mellizo, riéndose a carcajadas.

—A decir verdad, creo que cualquier cosa que no se queme ya es una victoria para nosotros, —dije, riendo también.

Stiles se acomodó en el sofá y nos miró a Scott y a mí con una sonrisa pícara. —¿Y qué tal tu vida amorosa, hermano? ¿Alguna vez pensaste que terminarías así, siendo un hombre de familia?

Scott sonrió y me tomó de la mano. —No, la verdad es que no lo planeé, pero estoy feliz de cómo resultaron las cosas. Aunque, hablando de familia, me sorprende que Stiles siga con Malia.

—¡Oye! —protestó él —Soy un buen novio, y bueno en la cama. —admitió guiñando un ojo —pero, no se preocupen todavía me tienen disponible para cuidar de ustedes cuando las cosas se complican.

—Claro, claro, —dije, rodando los ojos. —Siempre disponible para salvar el día, ¿no es así, Stiles?

Mi hermano asintió con fingida solemnidad. —Exactamente. Alguien tiene que mantener el equilibrio en esta familia.

De repente, se quedó pensativo y luego preguntó, —Oye, hablando de equilibrio, ¿quién decidió que las tortugas son mejores que los gatos?

Scott y yo nos miramos, confundidos. —¿De qué estás hablando? —le pregunté.

—Piensa en esto —dijo Stiles, levantando un dedo como si estuviera a punto de dar una conferencia. —Las tortugas pueden vivir más de cien años. Los gatos, no tanto. Las tortugas son básicamente tanques de la naturaleza. Los gatos, aunque geniales, no son tan resistentes.

Mi chico y yo estallamos en risas. —Stiles, creo que tienes demasiado tiempo libre, —dijo Scott.

—Lo que pasa —dije, aún riendo, —es que Stiles siempre tiene una teoría loca para todo.

—Y por eso lo queremos —añadió el alfa, dándole una palmadita en la espalda a su amigo.

—Ya regreso, voy por mi celular —les dije mientras me levantaba y me dirigía a mi habitación.

Una vez allí, mi mano se desvió del celular y, casi sin darme cuenta, tomé un lápiz. Entré en un trance, movida por una fuerza que no podía controlar. Cuando volví a mí, vi el dibujo frente a mí y sentí que el mundo se desplomaba. Empecé a hiperventilar, el miedo y la desesperación me envolvieron. Tropecé y caí, sintiendo un dolor punzante en mi pie, pero eso era lo de menos. Comencé a tener un ataque de pánico, la realidad se distorsionaba a mi alrededor.

En la sala, mientras Scott tomaba de un poco de agua, sintió una punzada en su interior, una conexión profunda que le decía que algo no estaba bien. El vaso que sostenía en la mano cayó al suelo, rompiéndose en mil pedazos.

—¡Hannah! —gritó mientras corría hacia la habitación.

Cuando Scott llegó, me encontró acurrucada en una esquina, hiperventilando, con lágrimas surcando mi rostro y un pie herido. Se acercó rápidamente, sus ojos llenos de preocupación.

—Cariño, respira. Estoy aquí —dijo, tomando mi rostro entre sus manos.

—No puedo... no puedo respirar —logré decir, tomando su cuello como si fuera mi ancla.

—¡Stiles! —gritó el castaño —¡Algo le está pasando a Hannah!

Stiles llegó corriendo y vio la escena. Scott trataba de calmarme, pero la ansiedad me dominaba.—Es un ataque de pánico —dijo mi hermano — y Creo que sé por qué. —Tomó el dibujo del suelo y lo levantó para que Scott lo viera—¿Quién es este, Annah?

Entre jadeos, logré decir: —An... Andrew.

Scott me miró con más intensidad, sus ojos llenos de preguntas y preocupación.—¿Qué viste, Mi amor? —me preguntó suavemente.

Negué con la cabeza, las lágrimas fluyendo sin control. No podía respirar, el miedo me consumía.—¡bésala! Eso podría calmarla —dijo Stiles.

Mi novio dudó por un segundo, pero la desesperación en mis ojos lo convenció. Se inclinó y presionó sus labios contra los míos. El contacto me hizo contener la respiración y, poco a poco, mi corazón empezó a calmarse. Sentí el calor de sus brazos rodeándome y me aferré a él con todas mis fuerzas.

—Estamos bien, Annieh. Estoy aquí —murmuró contra mi cabello, acariciando mi espalda en un intento de consolarme.

Finalmente, pude hablar, aunque mi voz aún temblaba.—Lo vi... aquí en Beacon Hills. Viene por nosotras.

Scott se giró hacia Stiles con una mirada determinada.—Llama a tu padre y dile lo que ocurre, hay que ponerle a ese tipo una orden de alejamiento, no lo quiero cerca de Annah y mucho menos de mi hija.

Stiles asintió pero hizo una pausa.—Necesitamos su nombre completo.

Tratando de recordar, las imágenes de la última vez que estuvimos en la cafetería se hicieron presentes. Viendo su tarjeta de crédito al pagar.—Heck. Su apellido es Heck.

Mi hermano salió rápidamente de la habitación, dejándonos solos. Scott acarició mi mejilla, sus ojos llenos de una promesa silenciosa.—Todo va a estar bien. No dejaré que te pase nada, ni a ti ni a Melody.

En ese momento, notó el olor a sangre. Bajó la mirada y vio el feo tajo en mi pierna.—Cariño, estás herida —dijo, su preocupación intensificándose.

Asentí débilmente, el dolor que antes había ignorado ahora se hacía presente.
Scott me tomó en sus brazos con delicadeza, como si no pesara nada, y me llevó al baño. Me dejó suavemente sobre el retrete mientras buscaba el botiquín de primeros auxilios.

—Está en el armario, al lado de las toallas —dije débilmente, señalando con la cabeza.

Él encontró el botiquín rápidamente y comenzó a curar mi herida con movimientos firmes y seguros. Su concentración era absoluta, pero sus manos eran suaves, llenas de cuidado.

—Ser hijo de una enfermera sirve de algo, ¿eh? —comenté, intentando aligerar el ambiente con un tono medio divertido.

Scott esbozó una pequeña sonrisa mientras limpiaba la herida y aplicaba una venda.—Sí, definitivamente tiene sus ventajas —respondió, aunque sus ojos aún reflejaban preocupación.

Terminó de vendar la herida y se arrodilló frente a mí, tomando mis manos en las suyas.—Annah, vamos a superar esto. Juntos. No voy a dejar que nada te pase a ti o a Melody.

Asentí, tratando de contener las lágrimas. Saber que Scott estaba a mi lado me daba una fuerza que no sabía que tenía. Nos quedamos así un momento, tomándonos de las manos, en silencio, pero con una nueva determinación compartida.

Finalmente, rompí el silencio con una pregunta que me rondaba la cabeza.—¿Cómo supiste que necesitaba ayuda? —le pregunté suavemente, mirándolo a los ojos.

Scott me devolvió la mirada con una expresión de ternura y seriedad.—Lo sentí. Algo en mi interior me dijo que algo no estaba bien contigo. No podía ignorarlo.

Una oleada de gratitud me invadió. Sabía que nuestro vínculo era fuerte, pero esto lo confirmaba aún más.—Gracias, Amor. De verdad. Pero hay algo más .—Hice una pausa, asegurándome de que me prestaba toda su atención—. No podemos decirle nada de esto a Melody, no quiero que...no quiero que se asuste.

Scott asintió, sus ojos llenos de comprensión y determinación.—Estoy de acuerdo, ella no tiene que saberlo.

Nos quedamos mirándonos por un momento. Tomé su rostro en mis manos y lo acerqué lentamente hasta que nuestros labios se encontraron en un beso profundo. Sus manos acariciaron mis muslos y luego se apoyaron en los costados de mi cuerpo para sostenerse. Pasé mis brazos por su cuello, disfrutando de cada segundo.Al separarnos, me quedé mirándolo con una sonrisa, y él me devolvió la misma expresión.

—¿En qué piensas? —preguntó, sus ojos brillando de curiosidad y amor.

Lo miré fijamente, sintiendo una calidez invadir todo mi ser.—En que definitivamente estoy completa e irrevocablemente enamorada de ti —respondí, mi voz llena de sinceridad y emoción.

Él sonrió, una sonrisa que iluminó todo su rostro. Sus ojos reflejaban la misma profundidad de sentimiento que yo sentía.—Y yo de ti, Hannah. No hay nada en este mundo que pueda cambiar eso —dijo, acercándose de nuevo para darme un suave beso en la frente.

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