Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo ciento cuarenta y cuatro "Princesa Scottie"

Cuando volví a casa luego de una mañana para mí, todo estaba tranquilo en el primer piso. Dejé las llaves en la mesa y me quité el abrigo mientras llamaba.

—¡Hola! ¿Scott? ¿Melody? ¡Ya regresé, mis amores!

Escuché risitas provenientes del segundo piso.

—¡Estamos aquí arriba, mami! —respondió Melody con su vocecita dulce.

Sonreí y subí las escaleras, dirigiéndome a la habitación de Melody. Al abrir la puerta, la risa brotó de mis labios al ver la escena que tenía delante. Scott, completamente caracterizado como una princesa, lucía una tiara en la cabeza, maquillaje en el rostro, una boa de plumas alrededor del cuello, y... —espera un segundo— ¡¿ese es mi vestido?!

—¿No le queda lindo? —preguntó Melody con una sonrisa traviesa, mirándome con esos ojos brillantes que siempre me desarman.

—¿Qué le hiciste a papi, cielo? —pregunté, tratando de contener la risa.

—Es mi princesa —respondió orgullosa mientras tomaba una tacita de té de juguete.

El castaño, por su parte, no se veía tan cómodo. —Esto es muy vergonzoso —comentó con un suspiro, ajustando la tiara que se le resbalaba un poco.

No pude evitar una carcajada. —Oye, al final Stiles tenía razón —reí más fuerte—, ¡sí eres una chica sexy!

Scott me lanzó una mirada entre divertida y resignada. —Cállate —gruñó, aunque con una sonrisa en los labios—. Y por favor, no se lo digas.

Saqué mi celular, incapaz de resistirme. —¿Para qué decírselo si una imagen vale más que mil palabras?

Antes de que pudiera reaccionar, tomé la foto y la mandé al grupo de la manada. No pasó mucho tiempo antes de que los mensajes empezaran a llegar, cada uno más burlón que el anterior.

Stiles: "¡JAJAJAJA! Sabía que ese vestido te quedaría bien, hermano. ¡Ahora eres oficialmente la princesa del grupo!"

Lydia: "¡Oh por Dios! Scott, tienes que enseñarme tus secretos de maquillaje. ¡Te ves fabuloso!"

Malia: "¿Estás seguro de que no es tu verdadero yo, Scott? 😏"

Hannah: "¡Esto es lo mejor que he visto en semanas! 😂 Cariño, podríamos hacer una fiesta de princesas."

Liam: "😂 ¡Necesitamos que la próxima reunión de la manada sea un concurso de disfraces!"

Melissa: "Scott, te crié para ser un alfa fuerte y ahora eres una princesa... Me siento tan orgullosa. 😆"

Noah: "Stiles me acaba de mostrar la foto... Scott, nunca dejes de sorprenderme."

—vas a pagarmela —dijo volteando a verme con una sonrisa traviesa,luego de leer los mensajes del grupo.

—¿aceptas billete chico? —comenté como quién no quiere la cosa.

—no acepto dinero —me miró con un brillo pícaro en los ojos.

—La princesa Scottie y yo estamos tomando el té, ¿te quieres unir? —preguntó Melody, extendiéndome una pequeña taza de porcelana.

—Sería un honor, princesa Melly —dije mientras me sentaba junto a ellos.

Scott, tratando de mantener la compostura, me ofreció un plato diminuto con galletas. —¿Galletas, princesa Annah?

Solté una risita mientras aceptaba el plato. —No podré mantener el papel contigo así. —Lo miré mejor, examinando su maquillaje—. ¿Ese es mi labial? —pregunté, sorprendida—. ¿Qué más te pusiste que sea mío? ¿Mi ropa interior?

Abrió los ojos como platos y fingió estar ofendido. —¡No! —exclamó, aunque el rubor en sus mejillas contaba otra historia.

Suspiré, dándome cuenta de lo que me esperaba más tarde. —Tendré una tarde larga quitándote todo eso... y a Melody también —miré a nuestra hija, que también estaba maquillada.

Scott levantó las manos, mostrándome sus uñas pintadas de un rosa brillante. —Sí, sobre eso... —dijo con una mezcla de resignación y humor—. ¿Cómo me quito esto?

No pude evitar reírme mientras me imaginaba a Scott luchando con el quitaesmalte. —Bueno, princesa Scottie, parece que vas a aprender todo sobre la belleza hoy.

Melody soltó una risita y alzó su taza de té. —¡Por las princesas!

Sonreí, levantando mi propia taza en respuesta. —Por las princesas. —Y, por un momento, todo era perfecto.

La tarde pasó entre risas, juegos y una buena dosis de paciencia. Después de nuestra pequeña fiesta de té, Scott y Melody decidieron que era hora de un desfile de princesas, lo que significó que Scott tuvo que ponerse no solo un vestido, sino también una capa de tul que Melody había encontrado en su baúl de disfraces.

—¡Vamos, papi! ¡Desfila como una verdadera princesa! —la pequeña aplaudía emocionada mientras Scott caminaba de un lado a otro de la habitación con la mayor dignidad que podía reunir.

—Esto se está volviendo cada vez más ridículo —murmuró Scott mientras me lanzaba una mirada de súplica.

—Oh, no te preocupes —le respondí, mordiéndome el labio para no reír—. Creo que lo estás haciendo de maravilla. Además, Melody está disfrutando mucho.

Scott suspiró, resignado, y continuó con su papel de princesa, girando torpemente en su vestido y haciendo una reverencia exagerada. Melody estalló en carcajadas, aplaudiendo con entusiasmo.

No pude resistirme. —Amor —lo llamé, tratando de sonar seria.

Scott se detuvo en seco y me miró con curiosidad. —¿Qué pasa, cariño? —preguntó, arqueando una ceja.

Señalé el piso cerca de sus pies, intentando mantener mi expresión lo más neutral posible. —Se te cayó algo.

El castaño miró hacia abajo, frunciendo el ceño mientras trataba de ver qué podría haberse caído. Tomó el borde del vestido y lo levantó un poco, moviéndose de un lado a otro, buscando. —¿Qué cosa? Yo no veo nada —dijo, mirando alrededor del suelo.

—¡Tu dignidad! —exclamé, soltando una carcajada.

Por un momento, Scott se quedó congelado, luego se enderezó y me lanzó una mirada fingidamente ofendida. —Muy graciosa, Han, muy graciosa —dijo, cruzando los brazos y tratando de no sonreír, aunque el brillo en sus ojos lo delataba.

—¡Eso fue genial, mamá! —rió la pequeña, aplaudiendo y casi doblándose de la risa. —¿Qué es dignidad? —ladeó su cabecita confundida.

—algo que papi, ya no tiene —respondió Scott por mí.

—Deberías ver la cara que pusiste, mi amor —añadí, secándome una lágrima de risa—. Estabas tan concentrado en encontrar algo en el suelo.

Él negó con la cabeza, pero no pudo evitar reírse también. —Solo tú podrías hacerme esto y salirte con la tuya —dijo, caminando hacia mí y dándome un pequeño empujón en el hombro.

Le sonreí y le di un beso en la mejilla. —Es porque me amas —respondí con una sonrisa traviesa.

—Sí, sí, y yo pensando que la parte más humillante era llevar tu sostén —bromeó Scott, rodando los ojos.

—Oh, eso sigue siendo bastante humillante —respondí, riendo—. Pero nada se compara con perder tu dignidad en un desfile de princesas. —Fue entonces cuando lo que dijo realmente me cayó en cuenta, y lo miré con los ojos entrecerrados—. ¿Cómo dices que dijiste? ¿Mi sostén?

Scott se quedó inmóvil por un segundo, como si buscara la manera de salir del aprieto. —Ah... eh... bueno pues... el vestido se caía un poco y... —titubeó, sus mejillas comenzando a ponerse rojas.

Sin pensarlo dos veces, me acerqué rápidamente y tiré de la parte delantera del vestido, revelando las correas familiares. Abrí los ojos de par en par, incapaz de contener mi sorpresa. —¡Genial! ¡Ese era mi mejor sostén! —exclamé, llevándome una mano a la cara mientras trataba de decidir si estaba más molesta o divertida.

Scott alzó las manos en un gesto defensivo. —¡Hey! Fue una emergencia de vestuario —dijo, tratando de justificarse—. No quería arruinar la experiencia de Melody viéndome desfilar con el vestido caído.

Finalmente estallé en carcajadas —¡Oh, esto es demasiado! —gemí entre carcajadas—. Scott, de todas las cosas que podrías haber hecho, ¡usar mi sostén!

—¿Sabes lo difícil que es rellenar un vestido así? —se quejó, mirandome con una expresión de falso reproche—. No es como si tuviera muchas opciones.

Nos reímos todos juntos, la habitación llena de las resonancias de nuestras bromas y del cariño compartido.

—solo te pusiste el sostén, ¿verdad? —inquirí con curiosidad.

—Fue solo el sostén, lo prometo. Ya puedes respirar tranquila. —aseguró con una sonrisa divertida.

No pude evitarlo, la curiosidad me ganó. Alcé la falda del vestido, esperando lo peor, solo para asegurarme de que Scott no estuviera usando también mis panties. Antes de que pudiera ver algo, él reaccionó rápidamente, sujetando la falda para bajarla y cubriéndose como si su vida dependiera de ello.

—¡Oye! —exclamó, con una mezcla de indignación y diversión en su voz. Me miró con las cejas alzadas y una sonrisa pícara—. Invítame un café primero, ¿no? —dijo, guiñando un ojo y tratando de parecer ofendido.

No pude evitar soltar una carcajada. La expresión de Scott, la situación entera, todo era demasiado cómico. —¡Perdón! Solo necesitaba asegurarme —me defendí, aún riendo—. Después de todo, si ya estás usando mi sostén, ¿quién sabe hasta dónde podrías haber llegado?

Scott se inclinó hacia mí, manteniendo la falda firmemente en su lugar con una mano, y con la otra me acercó para un rápido beso en la mejilla. —Te aseguro que tu ropa interior está a salvo... por ahora —bromeó, guiñándome el ojo de nuevo.

—¡Scott McCall, eres imposible! —dije, dándole un empujoncito en el pecho, aunque no pude dejar de sonreír.

Después de un rato, cuando finalmente convencimos a Melody de que era hora de guardar los disfraces, Scott y yo nos llevamos a nuestra pequeña al baño para limpiarle el maquillaje.

—Eres una princesa muy bonita, Melly —le dije mientras le quitaba cuidadosamente el pintalabios.

—Como tú, mami —respondió ella, mirándome con una sonrisa brillante—. Pero papi también es muy bonito, ¿verdad?

Scott, que estaba de pie a un lado, con su rostro aún cubierto de purpurina, nos miró divertido. —Bueno, no diré que soy bonito todos los días, pero hoy… —hizo una pausa y levantó una ceja—. Hoy soy una princesa profesional.

La pequeña se echó a reír y luego me miró con curiosidad. —¿Y papi se va a quitar el maquillaje también?

Asentí, limpiando el último rastro de colorete de las mejillas de Melody. —Sí, cielo, ahora le toca a papi. ¿Por qué no vas y haces un dibujo para recordar este momento?

—¡Sí! —gritó emocionada, saliendo corriendo hacia su habitación.

Cuando nos quedamos solos en el baño, me acerqué a Scott y levanté el quitaesmalte. —Bueno, princesa, es hora de devolverte a tu forma normal.

Él me miró con una mezcla de diversión y exasperación. —Si alguna vez vuelvo a dejar que Melody me convenza de hacer algo como esto, recuérdame que me gusta más ser un lobo que una princesa.

—Lo haré —dije riendo mientras empezaba a limpiar el esmalte de sus uñas—. Aunque, si te soy sincera, creo que la manada nunca te dejará olvidar esto.

Scott suspiró y sacudió la cabeza, resignado. —Ya puedo imaginarme a Stiles recordándomelo en cada oportunidad.

Le sonreí mientras continuaba quitándole el maquillaje. —De todas formas, te ves adorable. Y además, ver a Melody tan feliz ha valido la pena, ¿no crees?

Sonrió, sus ojos suavizándose mientras pensaba en nuestra hija. —Sí, eso sí. Siempre vale la pena.

Finalmente, cuando todo rastro de la princesa había desaparecido, lo miré de nuevo, viendo al alfa que siempre había sido para mí. Scott me tomó por la cintura, acercándome a él, y pude ver en sus ojos que también sentía lo mismo.

—Te amo, Scottie —susurré, apoyando mi frente contra la suya—. Gracias por ser todo lo que necesito, sin importar la forma que tomes.

—Te amo más, Han —respondió, su voz baja y llena de emoción—. Siempre estaré aquí, siendo tu alfa, siendo lo que necesites.

No hizo falta decir más. Scott inclinó la cabeza, y unió nuestros labios en un beso suave pero lleno de pasión. Fue un beso que contenía todas las promesas que habíamos hecho, todo el amor que compartíamos y la certeza de que, sin importar lo que enfrentáramos, siempre lo haríamos juntos. Me aferré a él, dejándome llevar por la calidez y el amor que nos envolvía, sabiendo que en sus brazos era donde siempre quería estar.

Al separarnos, aún con nuestros frentes unidas, le sonreí.—Eres todo para mí, Scott. Mi alfa, mi compañero... mi amor.

—Y tú eres mi luna —respondió él, su voz apenas un susurro, pero suficiente para que el mundo entero desapareciera a nuestro alrededor.

...

La noche había caído sobre nosotros como una manta oscura y tranquila. Afuera, el viento susurraba entre los árboles, y en el interior, la quietud se sentía casi abrumadora. Después de todo lo que había sucedido con la Bestia, parecía que Beacon Hills finalmente se había calmado. Tal vez, un poco demasiado. Scott y yo nos miramos desde el sofá, ambos sintiendo el mismo leve hastío de los días sin acción. Melody estaba en su habitación, entretenida con sus muñecas, mientras esperábamos a Stiles, quien había prometido pasar por la casa para salir a relajarnos un poco.

Justo cuando me acomodé mejor en el sofá, un trueno resonó en la distancia, profundo y vibrante, sacudiendo la tranquilidad de la casa. En un parpadeo, Melody apareció en la puerta de la sala, sus ojos grandes y asustados. Antes de que pudiera decir una palabra, corrió hacia Scott, lanzándose a sus brazos.

—¡Papi! —gritó, enterrando su carita en el pecho de Scott—. ¡Tengo miedo!

Scott la abrazó inmediatamente, envolviéndola con sus brazos protectores. —Tranquila, cielo —murmuró, acariciando su cabello—. Solo es una tormenta, nada de qué preocuparse. Estoy aquí contigo.

Me acerqué y me arrodillé junto a ellos, acariciando suavemente la espalda de la pequeña. —No pasa nada, Melly. Solo son ruidos fuertes, no pueden hacernos daño —le aseguré, tratando de calmarla.

—¿Seguro? —susurró, mirando a Scott con ojos llenos de confianza y un poco de temor.

Él sonrió y asintió con la cabeza. —Claro que sí, princesa. ¿Recuerdas cómo me enfrento a cosas mucho más grandes y aterradoras que una tormenta? —dijo, sonriendo para animarla—. Esto no es nada para nosotros. Además, siempre cuidamos de ti, mamá y yo.

—¿Y el tío Stiles también? —preguntó Melody, relajándose un poco al escuchar a Scott.

—El tío Stiles también —respondí, sonriendo—. De hecho, él es quien hace los mejores chistes cuando hay tormentas. Apuesto a que si le pedimos, hará que te olvides del trueno en un abrir y cerrar de ojos.

Ella soltó una risita, finalmente dejando de temblar. —¿De verdad? —preguntó con un toque de esperanza.

—De verdad —confirmó Scott, besando su frente.

Otro trueno resonó, pero esta vez Melody no se apartó. Solo se abrazó un poco más fuerte a Scott y yo los rodeé a ambos con mis brazos, formando un pequeño refugio familiar.

—¿Qué tal si ponemos una película mientras esperamos a Stiles? —sugerí—. Algo divertido, para que nos olvidemos de la tormenta.

Melody asintió vigorosamente, y Scott la dejó bajar de su regazo. Ella corrió hacia la televisión, ya mucho más tranquila. Observé a Scott mientras él la miraba, su expresión suave y protectora.

—Eres un gran papá —le susurré, tocando su mano.

Scott me miró y sonrió, entrelazando sus dedos con los míos. —Y tú eres una gran mamá —respondió—. Lo estamos haciendo bien, ¿no?

Asentí. —Sí, lo estamos haciendo muy bien.

Nos quedamos así, disfrutando del momento de paz en medio de la tormenta, sabiendo que mientras estuviéramos juntos, nada podría asustarnos realmente.

Más tarde, el sonido inconfundible del Jeep destartalado se escuchó al acercarse a la entrada de nuestra casa. Scott, Melody y yo salimos al porche para recibirlo, todavía riendo por la película que habíamos visto. Melody llevaba su abrigo favorito y saltaba de emoción, siempre encantada de ver a su tío Stiles.

—¡Hey, familia! —saludó Stiles con su entusiasmo habitual, inclinándose para bajar el volumen de la música en el coche mientras se detenía frente a nosotros—. ¿Están listos para una noche épica de tacos y... lo que sea que se nos ocurra después?

Scott sonrió y asintió. —¡Listos! —respondió, ayudando a Melody a subir al Jeep antes de dirigirse al asiento del copiloto.

Justo cuando Scott estaba a punto de cerrar la puerta, Stiles subió el volumen de la radio de nuevo y comenzó a cantar a todo pulmón. La melodía de "Un mundo ideal" de Aladdin llenó el aire, y Stiles, con una expresión dramática, extendió la mano hacia Scott mientras entonaba con exageración

—"Yo te quiero enseñar... Un fantástico mundo..." —cantaba, estirando la mano hacia Scott con ojos soñadores—. "Ven, princesa... Y deja a tu corazón soñar..."

Mi pequeña y yo estallamos en carcajadas. La cara de Scott era un poema, a medio camino entre la diversión y la resignación. Se giró en su asiento, encontrándose con mi mirada y luego con la de Melody, que reía sin parar en la parte trasera.

—¿En serio? —preguntó, con una ceja levantada, aunque no pudo evitar que una sonrisa tirara de las comisuras de sus labios.

—¡Vamos, Scott! —exclamó Stiles, moviendo las manos con teatralidad—. ¡Entra en el papel! Eres la princesa de esta noche, ¿recuerdas? ¡Esto es como la escena eliminada del desfile de moda! —dijo, haciendo un gesto de coronación sobre la cabeza de Scott con una mano imaginaria.

Scott suspiró, pero sus ojos brillaban con diversión. —"Un mundo ideal..."—cantó, uniéndose a la canción mientras se llevaba la mano al pecho, como si realmente estuviera en un musical de Disney.

—¡Eso es! —gritó mi hermani, animado—. ¡Ahora sí pareces una verdadera princesa!

Melody reía tan fuerte que casi se caía del asiento, y yo estaba casi igual, sujetándome el estómago. La energía contagiosa de Stiles y la disposición de Scott para seguirle el juego eran demasiado. Este era uno de esos momentos que recordaría con cariño, una de esas simples locuras que hacían que nuestra vida, por caótica que fuera a veces, se sintiera plena y feliz.

—¡Vamos, Stiles! —grité entre risas—. ¡Sigue cantando, que el show apenas comienza!

Stiles guiñó un ojo y, sin perder el ritmo, siguió cantando mientras conducía. Scott y yo lo seguimos, nuestras voces mezclándose con la música, mientras Melody aplaudía desde atrás, disfrutando del espectáculo.

El ambiente festivo en el Jeep se esfumó en un instante cuando la radio policial emitió un código de emergencia. Todos nos quedamos en silencio mientras las palabras "robo en progreso" se repetían en la estática de la radio.Stiles giró bruscamente el volante, tomando una curva cerrada en dirección al lugar del incidente. Melody se agarró a la parte trasera del asiento, con los ojos muy abiertos, mientras yo sujetaba con fuerza el asiento de copiloto, tratando de no perder el equilibrio.

—¡Esto se va a poner interesante! —dijo Stiles, con una mezcla de emoción y preocupación.

Scott se giró hacia mí, sus ojos brillando con esa chispa característica de su instinto protector. —Han, tú y Melody quédense en el Jeep, ¿de acuerdo? —me dijo con seriedad.

Asentí, consciente de que discutir en ese momento no serviría de nada. Mi hermano aceleró por una calle lateral y pronto divisamos la camioneta del ladrón. Scott bajó la ventanilla, sus sentidos de lobo alertas. En un abrir y cerrar de ojos, saltó del Jeep al capó de la camioneta del ladrón, transformándose en el proceso. Su cara se llenó de rasgos lupinos, sus ojos brillaban con un fulgor rojo, y sus garras rasgaron la pintura del vehículo mientras se aferraba a él.

—¡Scott! —grité, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.

Stiles no se quedó atrás. Pisó a fondo el acelerador, emparejando la velocidad del Jeep con la camioneta. Scott, con una fuerza sobrehumana, se sostenía y le rugía al tipo para que frenara.

—¡Eso es, Scott! —exclamó Stiles, frenando de golpe y saltando del Jeep para ayudar a inmovilizar al ladrón.

Scott gruñó, todavía en su forma de hombre lobo, mientras retenía al ladrón hasta que llegó la policía. Melody miraba con ojos enormes desde el asiento trasero del Jeep, asomándose para ver mejor. Bajé y corrí hacia ellos, mi corazón todavía acelerado.

—¡Todo bajo control! —dijo mi mellizo con una sonrisa triunfante mientras las sirenas se acercaban—. Justo a tiempo para el espectáculo.

Pero el verdadero espectáculo comenzó cuando nuestro padre, el sheriff, apareció en escena. Con el ceño fruncido, se abrió paso entre los policías y se acercó a nosotros.

—¿Qué demonios estaban pensando? —nos volteamos a verlo justo al mismo tiempo que acercaba a nosotros.

—Solo queríamos ayudar —respondió Scott, todavía con una sonrisa de satisfacción por su hazaña.

—¿Por qué no me ayudan a entender qué demonios pasó aquí? —preguntó nuestro padre, perplejo.

Stiles se adelantó, siempre el portavoz cuando las cosas se ponían difíciles. —Pues... nosotros queríamos convencerlo de detenerse gentilmente —dijo, encogiéndose de hombros.

Los tres intercambiamos miradas, recordando que eso no fue exactamente lo que había sucedido. La palabra “gentilmente” estaba bastante lejos de describir cómo Scott había saltado sobre el capó de la camioneta.

En ese momento, Melody bajó del Jeep y corrió hacia nosotros, interrumpiendo la tensión en el aire.

—¡Abuelo! —exclamó con su vocecita alegre, extendiendo los brazos hacia el sheriff.

Nuestro padre se agachó y la recogió en brazos, su expresión suavizándose por completo. —¿Lo hicieron con ella? ¿Qué ejemplo le están dando? —preguntó, mirándonos con desaprobación mientras besaba la frente de Melody—. Hola, pequeñita.

Luego volvió su mirada hacia mí, sus ojos llenos de sorpresa y decepción. —Hannah, no puedo creer que los hayas dejado hacer esto.

Levanté las manos en defensa. —Pues creímos que era una emergencia grave —expliqué, sintiendo un poco de vergüenza.

—¡Estaba escapando! —dijo Scott, todavía intentando justificar nuestras acciones.

—¡Escapó! —corrigió el sheriff, levantando una ceja.

Stiles, sintiendo que necesitaba añadir algo, levantó una mano como si estuviera en clase. —Claro, ¡porque es una mente maestra criminal, papá! —exclamó, tratando de añadir dramatismo a la situación.

El sheriff suspiró profundamente y señaló la parte trasera de la camioneta. —¿Quieren adivinar qué era la mercancía robada? —Nos acercamos mientras abría la puerta trasera, y todos nos asomamos para ver.

Dentro había varios tanques grandes de metal. Me tomó un segundo darme cuenta.

—¿Equipo médico que salvaría vidas? —aventuró mi mellizo.

Nuestro padre negó con la cabeza. —No.

—¿Gas venenoso? —continuó, intentando adivinar.

—No —repitió el sheriff.

—¿Lleno de drogas? —preguntó Stiles, con los ojos brillando ante la posibilidad.

—Es helio —dije, finalmente cayendo en cuenta de lo que estábamos viendo.

El sheriff asintió, mirándome con aprobación. —Exacto.

—¿Helio? —repitió Stiles, parpadeando sorprendido.

Nuestro padre cerró la puerta de la camioneta con un golpe. —Sí, helio. Y ahora, ya váyanse antes de que decida arrestarlos a ustedes también.

Nos miró a cada uno, y todos asentimos al unísono, sabiendo que no era momento para discutir. Stiles, Scott, Melody y yo nos dirigimos de vuelta al Jeep en silencio, sabiendo que habíamos tenido suerte de salir de esta sin más problemas.

Fuimos al Jeep, y antes de que pudiera subir, Stiles miró a Scott y le lanzó una sonrisa traviesa. —¿Quieres conducir, princesa?

Scott le respondió con un gruñido mientras se dirigía al asiento del conductor. —A veces, Stiles, realmente me das ganas de hacer que te conviertas en una princesa en serio.

Stiles se rió y se subió al asiento de copiloto para acompañarlo. Yo acomodé a nuestra hija en los asientos traseros y luego salí para ir de copiloto, pero Stiles se me adelantó.

—¿Qué haces? —le pregunté, cruzándome de brazos.

—Ah... ¿sentarme? —dijo con una expresión obvia.

—Si Scott conduce, yo voy a su lado —dije, mirándolo fijamente.

—¿Por qué? Separarse un poco no les hará mal. En lo personal, no creo que sea bueno que estén todo el día pegados como lapas. Dale espacio al chico —argumentó, con un tono de sabiduría que no le quedaba bien.

—Stiles...–dije con un tono de advertencia propio de una madre molesta.

—Stiles, ve atrás —dijo Scott, girándose ligeramente para mirarlo—. Asegúrate de que Melly esté bien.

—¿Disculpa? ¡Yo soy el dueño de Roscoe! —protestó, señalando el Jeep con orgullo.

—Yo también, tonto —le recordé, manteniendo la calma mientras me dirigía al asiento del copiloto.

—¿De verdad? —Stiles me miró, perplejo.

—Sí —respondí, mientras subía al asiento del copiloto—. Fui la primera copiloto de este Jeep y nunca firmé los papeles de renuncia.

Mi novio soltó una risa baja mientras comenzaba a ajustar los espejos. —Deberías escuchar a tu hermana. Ella tiene un punto.

Stiles cruzó los brazos, claramente no muy contento con el curso de la discusión. —¿Así que ahora también es abogada? Genial. Además de princesa, Diosa y madre, ahora tenemos a la abogada Hannah Stilinski en el equipo. —Rodó los ojos pero terminó moviéndose hacia el asiento trasero con Melody.

—Gracias por la cooperación, abogado Stiles —dije, dándole una palmadita en la cabeza mientras subía al asiento del copiloto.

—No te pongas tan cómoda —murmuró  desde el asiento trasero, abrochándose el cinturón de seguridad. Melody le sonrió, claramente disfrutando de la situación.

Desde el asiento del copiloto, me volví hacia Scott con una sonrisa juguetona. —Hola, muñeco. ¿De qué juguetería te escapaste?

—De la misma que tú, muñeca —respondió, apoyando una mano en mi pierna y dándome una mirada cómplice.

—¡No, Dios! No queremos espectáculo en vivo —se burló Stiles con un tono sarcástico propio de él, desde el asiento trasero.

Aprovechando que Scott aún no había avanzado con el Jeep, me incliné hacia él, tomando su cuello y acercando nuestros labios para un beso. —Hacía mucho que no te besaba —le susurré antes de unirme a él en un beso suave y apasionado.

—¡Pero si lo besaste hace cinco minutos! —exclamó Stiles, asomándose por entre los asientos delanteros. Estiré mi mano para empujarlo hacia atrás, riendo.

—Stiles, ¿te importaría hacer algo con tu vida y dejar de entrometerte? —le dije, mientras Scott y yo compartíamos una sonrisa y un beso más breve.

Mi hermano se encogió de hombros, volviendo a su asiento con una mueca de resignación. —Lo que sea, sólo no esperes que te ponga un trofeo por el beso más largo.

—No te preocupes, no te lo pediría ni aunque ganara el oro —le respondí, mientras Scott me miraba con una sonrisa satisfecha.

El Jeep volvió a moverse, y mientras el paisaje se deslizaba por la ventana, disfrutamos del momento, sabiendo que, a pesar de las pequeñas intrusiones de Stiles, estos eran los momentos que realmente hacían que nuestra vida juntos fuera especial.

Pronto nos encontrábamos rodando por las calles de Beacon Hills. El viento entraba por las ventanas, creando una sensación de libertad y normalidad. A pesar de los desafíos y las sorpresas de la vida en la ciudad, este pequeño momento de calma era un recordatorio de que, en el fondo, éramos una familia que encontraba alegría incluso en las situaciones más inesperadas.

—Entonces, ¿cuál es el plan, princesa? —preguntó Stiles, asomándose entre los asientos delanteros con una expresión de curiosidad.

Scott lo miró, concentrado en la carretera. —No hay un plan, solo pasarla bien. Aunque tengo que decir, ser una princesa puede ser bastante agotador.

Sonreí al escuchar a Scott, disfrutando de la conversación ligera.

Un rato después, mientras el Jeep avanzaba por la carretera y nuestras charlas fluían sin cesar, el tema del ladrón que intentamos detener volvió a salir.

—Esto podría ser bueno —comentó Scott con una sonrisa ligera.

—¿Salvar el helio? —dijo Stiles, visiblemente cansado.

Scott soltó una pequeña risa. —No, hablaba de que… —hizo una pausa breve— ya no nos necesiten.

—Nos necesitan, pero aún no lo saben —insistió, no convencido.

—Iremos a la universidad pronto, Beacon Hills tendrá que sobrevivir sin nosotros —comenté, mirando por la ventana mientras hablaba.

—Beacon Hills arderá sin nosotros —dijo Stiles con una seguridad desmesurada.

—Stiles —Scott lo miró de reojo— no nos necesitan.

En ese momento, el sonido del celular de mi mellizo rompió el silencio. Lo revisó rápidamente y su expresión cambió a una mezcla de sorpresa y entusiasmo.

—Papá —murmuró, leyendo el mensaje— ¡nos necesitan! —exclamó, levantando el celular para mostrarlo.

—¿Mami, nos vamos a mudar? —preguntó Melody, su pequeña voz interrumpiendo la conversación.

—¿Por qué preguntas eso, cariño? —la miré, curiosa.

—Papi dijo que van a ir a la universidad pronto. Su universidad está lejos, ¿no?

—Sí, cariño, lo está —le respondí, acariciando su cabello—. Pero no te preocupes, todavía no hemos decidido nada definitivo.

—Entonces, ¿vamos a mudarnos o no? —preguntó, sus ojos grandes y llenos de curiosidad.

—No lo sé todavía, cielo —le sonreí, tratando de tranquilizarla—. Pero estamos aquí ahora, y eso es lo que importa.

...

Llegamos a la estación de policía poco después, y la atmósfera estaba cargada de tensión. Papá estaba en su oficina, hablando con un niño que parecía estar muy alterado. Liam y Hayden lo habían encontrado en un auto.

—¿Qué está pasando? —pregunté, acercándome a papá mientras observaba al niño, que se veía asustado y confundido.

—Es un niño que Liam y Hayden encontraron en un auto —explicó —. No recuerda lo que ocurrió y está muy agitado. La situación es complicada porque necesitamos entender qué pasó para ayudarlo, pero él está bloqueado mentalmente.

Scott se acercó a mí y miró al niño con una expresión de preocupación. —Podríamos intentar algo más... —dijo en voz baja—. Si consigo entrar en su mente, tal vez podamos obtener respuestas. Pero eso significa que tengo que usar mis garras para acceder a sus recuerdos.

—¿Estás seguro de eso? —pregunté, preocupada—. No es algo que hagas a menudo.

—Lo sé —dijo Scott—. Pero es nuestra mejor opción para ayudar al niño.

Papá nos miró y asintió. —Entiendo tu preocupación, Hannah. Pero si crees que esto puede ayudar, entonces hagámoslo. Necesitamos entender lo que le pasó para protegerlo y evitar que ocurra de nuevo.

La idea de usar las habilidades de Scott para entrar en su mente nos pareció la mejor opción, pero Stiles tenía otra sugerencia.

—Esperen —dijo Stiles, con Melody en brazos—. ¿Y si lo hace Hannah? Ella ve cosas cuando toca a las personas, ¿no? —me miró—. Eso no le dolerá al niño.

—A veces, no siempre... pero podría intentarlo —me encogí de hombros.

Entré a la oficina donde el niño estaba sentado, mirando a su alrededor con desconfianza. Papá se alejó para darme espacio y me dirigí al pequeño con una sonrisa reconfortante.

—Hola, pequeño —dije, agachándome a su altura—. Voy a tocarte la mano, ¿sí? Así podré ver si recuerdas algo que nos ayude a encontrar a tus padres.

El niño asintió con la cabeza, pero me miró con curiosidad. —¿Eres mamá, cierto? —preguntó, su voz temblorosa—. Tienes esa mirada, mi mamá tenía la misma... o eso creo.

—Sí, lo soy —asentí con una sonrisa—. Tengo una pequeña, se llama Melody. Vamos a hacer esto ahora, ¿sí? —volví a sonreírle y él asintió.

Tomé su mano con suavidad y cerré los ojos, tratando de concentrarme. De repente, una serie de imágenes y sonidos invadieron mi mente. Vi cascos de caballos resonando cerca, acompañados por truenos que parecían retumbar en mi cabeza. La imagen más vívida fue la de un esqueleto montado en un corcel, vestido de vaquero.

Las visiones fueron abrumadoras y caí hacia atrás, soltando la mano del niño. Mi padre y Scott se apresuraron a ayudarme, sus rostros llenos de preocupación.

—¡Hannah! —exclamó Scott, mientras me ayudaba a sentarme—. ¿Qué pasó? ¿Qué viste?

—Jinetes... jinetes esqueléticos en sus corceles —murmuré, sintiéndome aún aturdida—. Era todo muy... oscuro y aterrador.

Papá frunció el ceño, mirando a Scott. —¿Qué significa esto? ¿Qué hacemos ahora?

—Scott, creo que si tienes que usar tus garras, hazlo —dije, poniéndome de pie con su ayuda—. No vi nada de sus padres, solo los jinetes.

Él asintió. —Está bien —se acercó al niño—. ¿Listo? —El niño asintió y Scott sacó sus garras sin que él las viera, las clavó en la nuca del pequeño.

Después de unos momentos, Scott retiró las garras y salió rápidamente de la mente del niño. Su respiración estaba un poco acelerada.

—¿Estás bien? —le pregunté, tomando su brazo con preocupación—. ¿Qué viste?

—A un hombre en un caballo —dijo Scott, mientras se giraba hacia mí.

—¿Un caballo? —preguntó Stiles, frunciendo el ceño.

—tenía un arma —confirmó Scott, antes de mirarme de nuevo—. Tu visión fue muy acertada. —murmuró en voz baja para que el niño no escuchara.

—Muy bien, un hombre con un arma suena a mi especialidad —dijo papá—, no a la de ustedes.

—¿Y sus padres? ¿Qué pasó con ellos? —inquirió mi hermano, mirando a Scott.

—No lo sé, es todo lo que recuerdo, pero... tengo una sensación —dijo el castaño, lanzándome una mirada. Sabía a lo que se refería: los jinetes fantasmas.

—¿Qué clase de sensación? —preguntó el sheriff, con interés.

—Van a regresar —dijo el niño, temblando—. Y vienen por mí.

Mientras Scott y yo esperábamos afuera del auto donde Liam y Hayden encontraron al niño, la presencia de Lydia era un alivio. Melody, al ver a su tía Lydia, corrió hacia ella con una sonrisa radiante.

—¡Tía Lydia! —exclamó, dándole un abrazo. Lydia se agachó para devolverle el abrazo y sonrió a mi hija, sus ojos brillaban con un entendimiento casi intuitivo.

—Hola, pequeña —dijo la pelifresa, acariciando el cabello de Melody—. ¿Cómo estás?

—¡Bien! —respondió Melody con entusiasmo—. ¿Qué haces aquí?

—Vine a ayudar a tus papás con una situación complicada —explicó Lydia mientras miraba hacia el auto—. ¿Puedo ver qué está pasando?

—Claro, ven —dije, invitándola a acercarse.

La Banshee se inclinó hacia el auto y entró con Stiles, que ya estaba revisando el interior. Scott y yo observamos mientras ella se concentraba en la tarea, su expresión se tornó seria al intentar captar cualquier indicio sobrenatural.

De repente, Malia apareció en forma de coyote y, al transformarse nuevamente en humana, recibió ropa de Lydia, la cual bajó del auto en cuanto la vió.

—No creo que estén muertos —dijo la pelifresa, segura de sí misma.

—Están muertos, tal vez despedazados —afirmó Malia seriamente—, pero no entiendo por qué no hay sangre.

—No están muertos —dije yo, recordando la sensación que tuve cuando toqué al niño.

—Exacto, no lo están —asintió la banshee—, de lo contrario, lo sentiría.

—Si estuvieran vivos, los olería —dijo la coyote, vistiéndose.

—Sí, yo tampoco siento nada —comentó Scott, de acuerdo con Malia.

—Scott, ¿de qué hablas? —inquirió Stiles, confundido—. Estuviste en su mente cuatro minutos, lo medí.

—No es una ciencia exacta y es un niño, está muy asustado para recordar —se encogió de hombros.

—¿Por qué importa si están muertos? —preguntó Malia, desinteresada—. Muerto es muerto.

—Bueno, si solo es un robo, no podemos ayudarlos —dijo mi hermano, afligido—. Y si es algo sobrenatural, nuestro papá —me miró— no puede ayudarlos.

—Suena a que quieres que sea sobrenatural —opiné, tomando a Melody en brazos ya que se estaba durmiendo.

—Pasó algo hace tres meses —dijo Stiles, recordando.

—Sí, me sacas de la cama una vez por semana como si fuera un detector de lo sobrenatural —respondió la pelifresa, su tono de voz denotaba fastidio.

—Bueno, es mucho más a menudo —aceptó mi mellizo —. No puedes pensar que esto es solo una serie de imposibles coincidencias.

—Solo digo que tal vez eso no sería malo —dijo Lydia, tratando de hacerlo cambiar de opinión.

Las chicas se fueron, Stiles regresó al auto y se subió. Observó que el parabrisas estaba roto por el disparo de ese jinete, que era lo único que teníamos.

—Déjame ayudarte —dijo Scott, acercándose y tomando a la pequeña ya dormida de mis brazos, dejando un pequeño beso en los labios en el proceso.

—No dejas de ver el parabrisas —dije, acercándome a la ventanilla del piloto.

—Algo no está bien —murmuró mi hermano, mirando los autos estacionados.

—Está roto —comentó Scott, examinando el parabrisas—. Y no fue una bala mágica, fue una bala normal, rompió un parabrisas normal. —Se giró hacia los autos cercanos—. Como ese —señaló un auto—. Y como ese —miró otro auto—. Y como ese —esta vez le resultó extraño, todos estaban astillados, pero este auto tenía el vidrio destrozado.

Stiles sacó un trozo de vidrio del auto con el parabrisas roto—. La bala mágica —murmuró.

Finalmente decidimos irnos. Stiles nos llevó a casa, ya que al día siguiente teníamos escuela y debíamos descansar lo que quedaba de la noche. Mientras entrábamos a la casa, Stiles me detuvo en la puerta.

—¿Podemos hablar? —preguntó con una expresión seria.

—Si es sobre la visión del jinete... —comencé a decir, pero él negó con la cabeza.

—No, no es sobre eso —suspiró con cansancio—. Es sobre la universidad.

—Ya decidiste qué estudiar —dije, anticipando su respuesta. Él asintió con la cabeza.

—Hannah... quiero ser agente del FBI —admitió finalmente.

Mi mente quedó en blanco. Las palabras de Stiles resonaron en mi cabeza mientras mi respiración se volvía entrecortada.

—No, espera—negué, intentando procesar la información—. Significa que... —mi voz se quebró—. No —las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos—. No puedes irte.

—Tengo que hacerlo. La academia está en Washington DC —explicó él, intentando ser razonable.

—Stiles... nunca nos habíamos separado antes —la tristeza clara en mi voz—. ¿Cómo vamos a hacerlo si estás al otro lado del país?

—Lo sé —dijo él, con un tono de voz que revelaba su propia frustración—. Pero es algo que tengo que hacer por mí mismo. No puedo seguir esperando. No quiero que esto te haga daño, pero es una oportunidad que no puedo dejar pasar.

—Pero ¿cómo enfrentaremos esto? —pregunté, sollozando—. ¿Cómo seguiremos juntos si estás tan lejos?

—Siempre encontraremos una manera —dijo, tomando mi mano en un gesto reconfortante—. Prometo que haremos todo lo posible para mantenernos en contacto. No quiero perder esto, pero también necesito seguir mi camino.

—Te extraño ya y ni siquiera te has ido —las lágrimas deslizándose libremente por mi rostro—. No sé cómo manejar esto sin ti aquí.

—Lo sé, y lo siento mucho. Pero también sé que serás fuerte. Scott está aquí para ti y para Melody. No quiero que esto te lastime, y haré todo lo posible para no ser una carga. Solo quiero que entiendas que esto es importante para mí.

Nos abrazamos en un silencio lleno de emociones, sintiendo el peso de la separación inminente. El abrazo era una mezcla de consuelo y tristeza, una despedida temporal que ya comenzaba a doler. Sabía que era inevitable, pero aceptar que mi hermano se iría al otro lado del país era más doloroso de lo que había imaginado.

—Te quiero, Mischief —comenté al separarnos, el peso de la despedida aún pesado en mis palabras.

—También te quiero, Annieh —respondió, con una expresión que mezclaba tristeza y cariño.

Luego de que Stiles se fuera, entré a la casa y subí a la habitación de Scott, al entrar por su expresión supe que sintió mi tristeza.

—¿Estás bien? —preguntó Scott, al ver mi expresión preocupada mientras entraba a la habitación.

Suspiré, tratando de mantenerme fuerte, pero la tristeza era evidente en mi rostro. —Stiles va a mudarse a Washington DC para la academia del FBI. No puedo creer que se vaya tan lejos.

Scott se acercó y me abrazó, ofreciendo su apoyo silencioso. —Lo sé, es un gran cambio. Pero también es una gran oportunidad para él.

—Lo entiendo, pero nunca nos hemos separado antes. —Mi voz se quebró ligeramente—. Me siento perdida sin él cerca.

—Estará lejos, pero siempre será parte de tu vida. Y si necesitas algo, siempre estaré aquí para ti.

Aprecié su consuelo, agradecida por su comprensión en ese momento difícil. Aunque las cosas cambiarían, sabía que contaría con Scott para superar esta nueva etapa.

—Además, aún no se ha ido —dijo tratando de animarme—. Vamos, no quiero verte triste aún.

—Tienes razón —asentí con una débil sonrisa—. Aún tenemos tiempo antes de que se mude.

Scott me rodeó con su brazo, guiándome hacia la cama. —Vamos a disfrutar de lo que tenemos ahora. No dejes que la tristeza arruine el tiempo que nos queda con él aquí.

Nos pusimos el pijama y nos acostamos. Scott se giró y se subió completamente sobre mí.

—¿Qué haces? —reí—. ¡Me aplastas! –lo abracé.

—¡Ahí está! —exclamó, incorporándose un poco para verme.

—¿Qué cosa? —fruncí el ceño.

—El sonido más hermoso que haya oído —sonrió—. Tu risa.

Me hizo cosquillas a propósito, y no pude evitar reír más fuerte.

—¡Basta! ¡No respiro! —exclamé entre risas.

Scott se apartó un poco, sonriendo. —Tengo que admitir que tu risa y la de Melody son los sonidos más hermosos que conozco.

Su sinceridad me conmovió. Sentí un calor reconfortante en el pecho.

Scott bajó la mirada con una sonrisa traviesa, y antes de que pudiera reaccionar, sopló en mi ombligo. La sensación de cosquillas me tomó por sorpresa, y me eché a reír mientras me retorcía.

—¡Ya vas a ver! —exclamé entre risas, enrollando mis piernas en torno a su cintura. Con un movimiento ágil, lo dejé bajo mí en la cama, y comencé a hacerle cosquillas también. Scott intentó zafarse, pero nuestras risas se mezclaban mientras ambos nos debatíamos en la cama.

Después de unos minutos de caos divertido y risa incontrolable, finalmente nos detuvimos, exhaustos pero felices. Scott me miraba con una sonrisa amplia, su mirada llena de ternura y diversión. Me tomó un momento darme cuenta de cuánto significaba esto para ambos, este instante de felicidad y conexión pura.

Nos miramos el uno al otro, y sin que ninguno de los dos hablara, nos inclinamos hacia adelante al mismo tiempo. Nuestros labios se encontraron en un beso suave y lleno de ternura. Era un beso que decía todo lo que no necesitábamos decir con palabras: la alegría de estar juntos, el consuelo de tenernos el uno al otro, y la promesa de que, sin importar lo que viniera, siempre estaríamos ahí.

Nuestros labios se movían en sincronía, y el beso se volvió más profundo, cargado de emoción y afecto. Nos separamos lentamente, todavía sonriendo, y nuestras frentes se tocaron mientras nos mirábamos con ojos brillantes. Sabíamos que, aunque el futuro pudiera ser incierto, este momento era nuestro, y nos aferrábamos a él con todas nuestras fuerzas.

Scott acarició mi cabello con ternura, y su voz suave me sacó de la burbuja de felicidad en la que estábamos inmersos.

—¿Vamos a dormir? —preguntó, su tono tranquilo y lleno de cariño.

Asentí, sintiendo el cansancio de las risas y el calor del abrazo. Nos acomodamos en la cama, sus brazos rodeándome de manera protectora. Me acurruqué contra su pecho, sintiendo el latido de su corazón y el suave vaivén de su respiración. Scott se acomodó a mi lado, y pronto el silencio de la noche nos envolvió.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro