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Capítulo ciento cuarenta y cinco "La mejor pareja"

A la mañana siguiente, me desperté sintiéndome mejor de lo que me había acostado la noche anterior. La tristeza se había disipado, y me había propuesto disfrutar al máximo el tiempo que me quedaba con Stiles antes de que se fuera a Washington. Tenía que aprovechar cada momento y no desperdiciar ni un segundo lamentándome.

Además, hoy era un día especial: tomarían la foto para nuestro último anuario, y por coincidencia, también lo harían en la primaria de Melody. Me encantaba la idea de que ambas tendríamos recuerdos fotográficos de este día. Con ese pensamiento en mente, comencé a preparar a Melody para que luciera preciosa en su primera foto de anuario. Le cepillé el cabello con cuidado, haciendo que sus rizos cayeran suavemente sobre sus hombros, y le pregunté qué quería ponerse.

—¿Qué dices, Melly? —le pregunté mientras sostenía un vestido color lavanda en una mano y un conjunto de falda y blusa en la otra—. ¿Cuál de los dos te gusta más?

Melody me miró con sus grandes ojos brillantes, pensativa por un momento, antes de sonreír.

—El vestido me gusta —dijo con entusiasmo, señalando el vestido color lavanda—. ¡Es mi favorito! Me hace sentir como una princesa.

Sonreí al ver su emoción y asentí.

—El vestido, entonces. Vas a estar hermosa, mi pequeña princesa —dije mientras comenzaba a ayudarla a ponérselo.

Mientras le colocaba el vestido, ella me observaba con una expresión de emoción en su rostro. No podía evitar sonreír al verla tan feliz. Después de vestirla y asegurarme de que todo estaba en su lugar, le di un último vistazo y la giré hacia el espejo.

—¡Mira lo hermosa que estás! —exclamé, arrodillándome a su altura.

Melody se miró en el espejo y sonrió, girando un poco para que el vestido se moviera con ella.

—¡Soy una princesa, mamá! —dijo riendo, y mi corazón se llenó de alegría.

—Eso eres, mi amor. Ahora, vamos a asegurarnos de que mamá también luzca bien para su foto, ¿de acuerdo? —dije, y Melody asintió con entusiasmo.

Me giré hacia mi propio armario, pensando en qué ponerme para la foto del anuario. Mientras lo hacía, podía escuchar a Melody tararear una canción alegre para ella misma. Su felicidad era contagiosa, y me hizo sentir más segura y feliz también. Opté por un vestido sencillo pero elegante color lavanda, sin mangas, con escote cuadrado y acampanada a medio muslo, con tirantes finos. Para cerrar con el look, el collar de luna qué Scott me regaló descansando en medio de mis clavículas.

Hoy iba a ser un día especial, un día para recordar, y quería asegurarme de que ambos tendríamos hermosas fotos para mirar y recordar estos momentos juntos.

Después de colocarme el vestido, me apliqué un poco de maquillaje para resaltar mis facciones y me peiné con cuidado, dejando caer mi cabello en suaves ondas. Quería que mi look combinara con el de mi pequeña, así que también me aseguré de agregar un toque de brillo con un pasador delicado en mi cabello.

Una vez que estuve lista, me giré hacia Melody, quien me observaba desde la cama con una sonrisa expectante. Sus rizos brillaban bajo la luz del sol que entraba por la ventana, y su carita reflejaba la misma emoción que yo sentía por el día de hoy.

—¿Y tú? —le pregunté acercándome con un peine en mano—. ¿Cómo te gustaría que te peine?

Ella se quedó pensativa por un momento, frunciendo ligeramente el ceño mientras consideraba sus opciones. Finalmente, una sonrisa se extendió por su rostro, iluminando sus ojos.

—Quiero una trenza, mamá —dijo con decisión—. Pero de esas que tienen muchas trencitas pequeñitas y se juntan en una sola, como una corona.

Sonreí ante su elección. Melody siempre había tenido un sentido del estilo sorprendentemente sofisticado para su edad. Asentí, contenta de cumplir su deseo.

—Me parece perfecto. Serás la princesa más hermosa de todas —le dije mientras me sentaba detrás de ella, comenzando a dividir su cabello en pequeñas secciones.

Trabajé con cuidado, entrelazando los rizos de Melody en finas trencitas que luego uní en una trenza más grande, formando una corona que rodeaba su cabeza. Mientras trenzaba, la pequeña se quedó quieta, concentrada en su reflejo en el espejo y en la sensación de mis dedos trabajando en su cabello. De vez en cuando, su pie se movía en un suave vaivén al ritmo de la canción que todavía tarareaba.

Al terminar, aseguré la trenza con unos pequeños pasadores y le coloqué una cinta lavanda a juego con nuestro vestido alrededor de la corona trenzada. Me eché hacia atrás para admirar mi trabajo y sonreí. Melody se veía preciosa, su cabello recogido realzaba sus facciones infantiles y hacía que sus ojos brillaran aún más.

—¡Listo! —anuncié, girándola hacia el espejo—. ¿Qué opinas?

Melody se miró en el espejo, y su sonrisa se ensanchó. Sus ojos brillaban de emoción al ver su reflejo. Se tocó suavemente la trenza, como si quisiera asegurarse de que realmente era suya.

—¡Me encanta, mamá! —exclamó, girando su cabeza de un lado a otro para que la trenza se moviera con ella—. ¡Me veo como una verdadera princesa!

Mi corazón se llenó de ternura al verla tan feliz y segura de sí misma. Me incliné y le di un beso en la coronilla.

—Eso es porque eres una princesa, mi amor. Y hoy seremos las princesas lavanda más lindas en nuestras fotos de anuario —dije, sintiendo un calor de satisfacción y amor mientras la abrazaba suavemente.

—¡Vamos a mostrarle a papá! —dije, emocionada, tomando su pequeña mano para bajar a la primera planta.

Agarró mi mano con fuerza, y juntas nos dirigimos hacia las escaleras, nuestras faldas de lavanda ondeando mientras descendíamos. Podía escuchar los pasos ligeros de Melody junto a los míos y, al llegar al pie de la escalera, nos encontramos con Scott en la sala.

Él estaba de pie junto a la mesa del comedor, revisando su teléfono, pero al escuchar nuestros pasos, levantó la vista. La expresión de concentración en su rostro se transformó en una de pura adoración al vernos a Melody y a mí. Sus ojos se iluminaron, y una sonrisa apareció en su rostro.

—¡Wow! —exclamó, dejando el teléfono sobre la mesa y acercándose a nosotras—. ¡Pero miren nada más a estas dos hermosas princesas! —dijo con entusiasmo.

Melody soltó mi mano y corrió hacia él, girando sobre sí misma para mostrarle su vestido y su peinado.—¡Mira, papá! —dijo con una risa alegre—. ¡Mamá me peinó como una princesa!

Scott se agachó a su nivel y le tomó las manitas, mirándola con ternura.—Te ves increíble, Melly. Eres la princesa más hermosa que he visto jamás —le dijo, haciéndola sonreír aún más.

Luego, se levantó y se acercó a mí, tomándome de la mano. Sus ojos se suavizaron al mirarme, y en su mirada encontré ese amor profundo que siempre me hacía sentir especial.—Y tú también te ves hermosa, Han —dijo, besándome la frente suavemente—. Creo que hoy voy a tener que cuidar de dos bellezas que robarán muchas miradas.

Reí suavemente, sintiéndome dichosa. La calidez en su voz y la ternura en su toque hacían que todo se sintiera perfecto, como si nada pudiera romper la burbuja de felicidad en la que estábamos. Melody sonrió entre nosotros, disfrutando de la atención y el cariño.

Dejamos a Melly en la cocina, felizmente desayunando su cereal favorito. Su risa suave resonaba en el fondo mientras Scott y yo subíamos las escaleras hacia nuestra habitación para recoger nuestras cosas. Al entrar, Scott se dejó caer en la cama, con los codos apoyados en las rodillas, como si necesitara un momento para procesar el ajetreo del día.

No pude evitar sonreír al verlo tan relajado. Me acerqué y, sin pensarlo dos veces, me senté en sus piernas, mis brazos rodeando su cuello. Él me recibió con una sonrisa cálida, sus manos se posaron en mi cintura para sostenerme en su regazo.

—No puedo creer que hoy nos tomarán la última foto para nuestro último anuario —dije suavemente, tomando su rostro entre mis manos y besándolo con ternura.

Scott suspiró contra mis labios antes de apartarse lo suficiente para mirarme a los ojos.—Lo sé —respondió, su voz teñida de una nostalgia compartida—. Parece que fue ayer cuando estábamos comenzando el primer año, preocupados por encajar, por los exámenes... y ahora aquí estamos, a punto de terminar.

Asentí, mis dedos acariciando su cabello suavemente.—Tantas cosas han cambiado desde entonces —dije, con una mezcla de alegría y tristeza en mi voz—. Pero no me arrepiento de nada. Todo lo que vivimos nos trajo hasta aquí, a este momento.

El castaño sonrió, y sus ojos brillaron con emoción.—Y todavía nos queda mucho por delante, Hannah. Este es solo el final de un capítulo, pero el comienzo de muchos otros. Vamos a vivir muchas cosas más, con Melly, con nuestros amigos... juntos.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, no de tristeza, sino de una profunda felicidad y gratitud por todo lo que teníamos. Incliné mi cabeza para besarlo de nuevo, esta vez más lentamente, dejando que el beso expresara todo lo que sentía.

—Te amo, Scott McCall —susurré contra sus labios.

—Y yo a ti, Hannah Stilinski—respondió él, envolviéndome en sus brazos y abrazándome con fuerza—. No importa lo que venga después, siempre estaré a tu lado. —me miró con ternura de arriba abajo—Por otro lado... —dijo, inclinándose para besarme suavemente en los labios. Su mano se deslizó lentamente por mi muslo, metiéndose debajo del vestido con una caricia ligera y sedosa. Sentí el calor de su toque y una chispa de anticipación. —No sé si quiero que vayas con este vestido.

Solté una risita, divertida por su actitud juguetona. —No seas tóxico —respondí, dándole un ligero empujón en el pecho.

Scott sonrió, la mirada en sus ojos se suavizó con cariño. —Te queda hermoso —dijo, admirando el vestido que llevaba puesto, el cual acentuaba mi figura de una manera que él parecía apreciar. Con un gesto amoroso, tomó entre sus manos el collar de luna que llevaba puesto. —Y aún más con el collar de luna.

Lo miré mientras sus dedos rozaban el collar, y su toque me hizo sentir aún más especial. La joya resplandecía con la luz que entraba por la ventana, añadiendo un brillo sutil a mi atuendo.

—Gracias —le dije con una sonrisa, sintiendo la calidez de su elogio y el amor en sus ojos. —Sabes cómo hacer que me sienta bien.

Scott me miró con una mezcla de ternura y admiración. —Siempre quiero que te sientas así. Y hoy, más que nunca, quiero que sepas lo increíble que te ves.

Me acerqué a él, dándole un beso más profundo, mientras me acomodaba en sus brazos. En ese momento, las preocupaciones del día parecían desvanecerse, y todo lo que importaba era la conexión que compartíamos.

Reí con alegría y tiré de él, poniéndome de pie. —¡Vamos! —exclamé, con entusiasmo. —Tenemos que irnos.

Scott se levantó, pero de inmediato me atrajo hacia él, haciéndome chocar contra su pecho. Me tomó de la cintura, su aliento cálido se sintió en mi cuello mientras sus labios se posaban allí en un beso suave. —¿Y si mejor nos quedamos? —susurró, su voz llena de tentación.

Me separé un poco, sacudiendo la cabeza con una sonrisa. —No, no. Tenemos que ir.

—Está bien, iremos —dijo, y de repente me elevó en brazos, girando conmigo en un movimiento juguetón y alegre.

—¿Qué haces? —reí, aferrándome a él mientras nos daba vueltas. La risa me salía de manera espontánea, y el giro me hizo sentir un torbellino de emociones felices y excitantes.

Scott se detuvo, riendo junto a mí mientras me mantenía en sus brazos. Su mirada estaba llena de diversión y cariño. —Solo quería hacerte reír un poco más antes de que salgamos —dijo, y me abrazó con ternura antes de bajarme suavemente al suelo.

Nos miramos el uno al otro con una sonrisa compartida, sabiendo que este momento, aunque pequeño, era un reflejo perfecto de nuestro amor y complicidad. —Ahora sí, vamos —dije, tomándole de la mano mientras nos dirigíamos hacia la puerta, listos para enfrentar el día con la misma alegría con la que habíamos comenzado.

...

Estábamos afuera en la escuela, en una de esas mesas de picnic que parecen hechas para conversaciones interminables. Scott estaba concentrado en su tarea, su rostro ligeramente fruncido por el esfuerzo. Lydia y yo conversábamos, mientras observábamos a Stiles, que claramente estaba interrumpiendo a Malia mientras le tomaban la foto del anuario.

—Lo arruinaste —dijo Malia, frustrada, mientras se sentaba sobre la mesa con nosotros.

—¿Por qué arruinaría tu foto del anuario? —preguntó Stiles, confundido.

—¿Por qué no te registraste para tomarte tu propia foto? —respondió, con una evidente expresión de resignación.

—Claro que sí —dijo mi hermano, sacando un formulario en blanco y mostrándoselo.

—Está en blanco —dijo Malia, con una mezcla de exasperación y sorpresa.

—Ah... —dijo, mirando la hoja con confusión.

—O...tal vez sublimas el estrés de la graduación evitando los momentos clave —comentó Scott, sin apartar la vista de su tarea. Nos miró con una expresión entre pensativa y desafiante.

Los cuatro lo miramos, perplejos y sorprendidos por su repentina sabiduría.

—Tarea de psicología —explicó al ver nuestras caras de asombro.

—Ya decía yo que había sonado demasiado inteligente para salir de ti —le dije, sonriendo mientras me inclinaba hacia él y le daba un pequeño golpe en el hombro.

—Amor, puedo ser muy inteligente cuando me lo propongo —respondió Scott, tomando mi cintura y atrayéndome hacia él.

—Por cierto —dije, haciendo una mueca—, voy a necesitar que prestes tus apuntes.

—No lo puedo creer —comentó Lydia asombrada—. ¿En dónde estabas en la clase de psicología?

Suspiré, sacando un papel de mi cuadernillo.

—Estaba ahí, al menos físicamente —dije algo nerviosa —. Mentalmente no. Dibujé esto.

Mostré el dibujo de un jinete vestido de vaquero, esqueletico, montado sobre un caballo. Stiles, Lydia y Malia se inclinaron para mirar el dibujo con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—Okay, esto es raro —admitió Malia—. ¿Será la nueva amenaza de turno?

—Yo espero que no, pero... creo que así es —suspiré, guardando el dibujo con cuidado en mi cuadernillo.

—Oye, el oficial revisó el auto —dijo Stiles, mirando a Scott—. No había agujero de salida y la dirección que Alex le dio a papá —me miró a mí— es una casa abandonada. —Ninguno reaccionó—.¡Por favor!, padres desaparecidos, hombres sospechosos a caballo, bala mágica. ¿Quién me acompaña?

—Tengo que tomar mis fotos de nuevo —le recordó la coyote.

—Sí... no me interesa —admitió Lydia, echando una mirada hacia Stiles.

—Ah... no lo sé, Mischief —dije, haciendo una mueca mientras pensaba en la idea.

—No puedo faltar más a clases —dijo Scott, con un tono decidido.

—Scott —lo miró, sin creerle—. ¿En serio?

—Falté a treinta y ocho clases el semestre pasado —admitió Scott—. Por la mamá de Lydia sigo aquí, después de clases. –propuso.

—¿Saben qué? ¡Olvidenlo! —dijo, con un gesto de frustración—. Llevaré a Liam. —Lo volteamos a ver, estaba en un banco, besándose con Hayden y no parecían querer parar, se veían muy concentrados en ello.—. Creo que no llevaré a Liam.

—¿Quieren una foto? —preguntó Sidney, acercándose con una cámara en la mano.

—¡Ah! ¡Sí, claro! —dije, tomando a mi hermano por el brazo y acercándolo a la mesa. Lo senté junto a Scott y luego me acomodé sobre las piernas de mi novio.

—Ah bueno, si me explican por qué esto es azul —dijo Stiles, sacando un vidrio del auto—. Lo olvidaré.

Scott lo examinó detenidamente. El vidrio parecía tornasolado en tonos celestes, y había algo intrigante en su aspecto.

—Sonrían, amigos —dijo la castaña, ajustando la cámara.

Me acerqué a Scott, abrazándolo y juntando nuestras caras. Sidney tomó la foto con rapidez.

—Es tu turno para la foto, Han —dijo Sidney, devolviéndose a su lugar.

Me levanté de las piernas de Scott sin querer hacerlo y me dirigí al taburete. Me senté y posé para la foto con una sonrisa.Cuando ya estaba por bajar del taburete, sentí unos brazos envolviéndome en la cintura desde atrás. Me giré con una sonrisa y vi a Scott, que me abrazaba con ternura.

—¿Qué haces? —pregunté, riendo mientras lo miraba.

Sonrió y me miró con cariño.—Solo quería aprovechar para salir en la foto contigo —respondió él, su voz cargada de afecto.Justo en ese momento, escuchamos el clic del obturador de la cámara. La volteamos a ver un poco sorprendidos.

—Lo siento, se veían muy lindos —dijo Sidney, desde su lugar, capturando el instante.

Scott me apretó un poco más cerca, y yo reí mientras le devolvía el abrazo.—Gracias por el detalle —dije, levantando un poco la cabeza para darle un beso en la mejilla.

—De nada —respondió el castaño, sonriendo con complicidad—. No podía perderme este momento.

—Ahora también quiero una foto contigo —dije, dándole un rápido beso en los labios.

Sidney tomó la foto mientras estábamos en medio del gesto.—Sin duda ustedes son la mejor pareja —opinó, al ver las fotos en su cámara.

Scott me ayudó a bajar del taburete con suavidad, sus manos firmes en mi cintura mientras mis pies tocaban el suelo. Con una sonrisa, me tomó de la mano y me guió de vuelta hacia nuestros amigos, que seguían charlando alrededor de la mesa de picnic. Una vez allí, me abrazó de nuevo por detrás, apoyando su barbilla en mi hombro. Sentí su calor contra mi espalda y no pude evitar sonreír.

De repente, su voz empezó a susurrar en mi oído, suave y melodiosa, mientras cantaba una parte que reconocí de Heaven de Bryan Adams.

"Baby, you're all that I want, when you're lying here in my arms..."—cantó Scott con esa voz dulce que siempre lograba desarmarme—. "I'm finding it hard to believe we're in heaven..."

Cerré los ojos por un momento, dejándome llevar por la calidez de su voz y la letra de la canción. Me sentí inundada de una paz inmensa, casi como si todo a nuestro alrededor se hubiera desvanecido, dejando solo su voz y la sensación de sus brazos alrededor mío.

—¿Sabes lo mucho que me gustas cuando haces eso? —le susurré, volviendo ligeramente el rostro hacia él, encontrando sus ojos brillantes y llenos de ternura.

—Lo sé —respondió con una sonrisa traviesa—. ¿Y sabes cuánto me gusta hacerte sonreír?

Asentí suavemente, inclinando mi cabeza para que nuestros rostros quedaran más cerca.

—Sigue así y nunca dejaré de sonreír —le dije.

Scott rio en voz baja y me besó en la mejilla antes de apoyar su frente contra la mía, manteniendo el abrazo.

—Entonces nunca dejaré de hacerlo —prometió, susurrando contra mis labios. —And love is all that I need, And I found it there in your heart,
It isn't too hard to see,
We're in heaven —continuó cantando un poco más.

En ese momento, me sentí como si estuviéramos realmente en el cielo, justo como en la canción. No importaba lo que viniera después ni las sombras que siempre parecían acecharnos. Mientras estuviéramos juntos, siempre encontraríamos nuestro propio paraíso.

—Dejen de comer pan delante de los pobres —gruñó Stiles al pasar por nuestro lado, cruzando los brazos con una expresión de fingida indignación.

Me giré para mirarlo, una sonrisa divertida apareciendo en mis labios.

—¿Perdón? —respondí, arqueando una ceja—. Yo veo a una chica que espera a que tengas el valor de hablarle y decirle lo que sientes por ella.

Mientras decía esto, lancé una mirada de reojo a Lydia, asegurándome de que Stiles captara a quién me refería. Lydia, que estaba ocupada revisando su teléfono, levantó la vista justo a tiempo para encontrarse con mi mirada y esbozar una sonrisa enigmática.

Stiles abrió la boca para replicar, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Sus ojos se movieron nerviosamente entre la pelifresa y yo, y luego carraspeó, tratando de recomponerse.

—Eso... eso no es... quiero decir... —tartamudeó, sus mejillas poniéndose un poco rojas—. ¿Por qué siempre tienes que hacer esto, Han?

Sonreí con picardía, disfrutando de su nerviosismo.

—Porque es divertido —admití, encogiéndome de hombros—. Y porque sé que en el fondo, sabes que tengo razón.

—Vamos, Stiles —añadió Scott desde detrás de mí, todavía con sus brazos alrededor de mi cintura—. Han tiene un punto. A veces, solo tienes que lanzarte y ver qué pasa.

Lydia siguió fingiendo estar distraída, pero había un brillo en sus ojos y una ligera curva en sus labios, como si supiera exactamente de qué estábamos hablando. Stiles pareció tomar una decisión interna, su postura cambió ligeramente, como si estuviera reuniendo el valor.

—Tal vez... tal vez lo haga —dijo finalmente, aunque su tono todavía sonaba un poco inseguro.

—Ese es el espíritu —lo animó Scott, dándole una palmada en la espalda.

Mi hermano rodó los ojos, pero una sonrisa apareció en sus labios mientras miraba de nuevo a Lydia. Era un pequeño paso, pero quizás el comienzo de algo más grande. Y si yo podía ayudar a empujarlo en la dirección correcta, lo haría una y otra vez.

—Le gusta desde tercero, yo no entiendo por qué... —empecé a decir, pero Scott me besó suavemente para callarme.—¿Y eso? —reí, sorprendida por el repentino gesto.

—Tú no puedes decir nada, estuviste en la misma situación conmigo —me recordó, con una sonrisa traviesa en sus labios.

—Sí, pero tuve el valor, ¿no? Y tú no —dije, haciéndome la pensativa—. Fui a buscar tus pelotas —recordé con una mueca juguetona—. Por cierto, aún no las encuentro.

—¿Ah, sí? —Scott alzó una ceja, su expresión volviéndose más desafiante—. ¿Eso quieres?

Me reí, disfrutando de la dinámica entre nosotros.

—Quizás —respondí, haciéndome la pensativa—. Pero si realmente quieres impresionar, podrías empezar por dejar de esconderlas.

Scott se inclinó hacia mí, sus labios apenas rozando los míos mientras susurraba—¿Es esto lo que querías?

Sentí un cosquilleo en el estómago mientras nuestros labios se encontraban en un beso más profundo. La tensión y el juego entre nosotros seguían intensificándose, y en ese momento, todo lo demás parecía desvanecerse. Solo estábamos nosotros, rodeados de amigos, pero completamente inmersos en nuestro propio mundo.

—Oigan, están en la escuela —nos recordó Malia con un tono burlón—. Tráguense en otro lado.

Me separé de Scott, sintiendo las mejillas enrojecidas. Me escondí en su cuello, tratando de ocultar mi sonrojo mientras escuchaba su risa suave y contagiosa. Me rodeó con un brazo, apoyando la cabeza en el mío mientras se reía.

—Lo siento, Malia —dijo Scott, aún riendo—. No pudimos evitarlo.

—Sí, sí —resopló la coyote con una sonrisa—. Solo recuerden que no todos están tan interesados en sus demostraciones públicas de afecto.

—Prometemos comportarnos —le aseguré, levantando la vista y sonriendo tímidamente.

—Bueno, espero que sí —dijo Lydia con una sonrisa cómplice—. Aunque, no puedo negar que es bonito verlos tan felices.

Scott me dio un beso rápido en la cabeza antes de soltarme, y juntos nos unimos al grupo, la conversación continuó con un tono más ligero. A pesar del momento incómodo, me sentí agradecida por el cariño y la risa compartidos, y por la comprensión de nuestros amigos.

...

Salimos de clases y fuimos directamente al jeep. El día estaba soleado, y una ligera brisa movía las hojas de los árboles que rodeaban el estacionamiento.

—Debemos ir por Melody primero —les dije a los chicos mientras caminábamos hacia el jeep, sabía que querían ir cuanto antes a la casa embrujada.

—No hay problema —dijo Stiles, sacando las llaves de su bolsillo y tendiéndomelas—. Conduce tú.

Tomé las llaves con una sonrisa en los labios. Subí al auto y, antes de encenderlo, acaricié el volante con cariño.

—¿Me extrañaste, Ros? —le susurré al jeep.

—Es un auto, no te va a contestar —gruñó mi hermano desde el asiento trasero, con los brazos cruzados y una expresión de fingido fastidio.

—Sí lo hace, pero a su manera —respondí mientras insertaba la llave en el contacto.—Vamos, bebé —le hablé con una mezcla de cariño y reto en la voz—. Quiero oírte rugir.

Scott, sentado a mi lado, sonrió divertido.—Está bien, pero voy a aturdirte un poco —dijo en tono de broma.

—Cállate —respondí rodando los ojos y dándole un ligero empujón en el hombro antes de girar la llave. El motor del jeep rugió al encenderse, fuerte y claro, como si respondiera a mi llamado.—¡Sí! ¡Eso es, cariño! —exclamé con entusiasmo.

Stiles se inclinó hacia adelante desde el asiento trasero, apoyando sus codos en los respaldos de los asientos delanteros.

—No es justo, contigo no se rompe —se quejó.

—Es que soy su favorita —le respondí con una sonrisa de satisfacción.

Conduje hasta la escuela de Melody, concentrándome en llegar lo más rápido posible. Los chicos hablaban entre ellos, pero mi mente estaba en otro lado, imaginando qué podría estar pasando con nuestra pequeña.

Al llegar, estacioné el jeep frente a la entrada principal de la escuela. Apagué el motor y miré a Scott, con una mezcla de nerviosismo y expectativa en mi mirada.

—Ve tú, le encantará verte —le dije.

Scott asintió, entendiendo sin necesidad de más palabras. Bajó del jeep y caminó hacia la entrada de la escuela con paso firme pero apresurado. Me quedé mirando cómo se alejaba, sintiendo una mezcla de alivio y aprehensión.

Vi a Melody iluminarse al ver a su padre, y la felicidad en su rostro me tranquilizó al instante. Bajé del auto rápidamente, queriendo abrazarla.Scott sostenía su pequeña mano mientras caminaban hacia mí. La pequeña soltó su mano y corrió a mi encuentro. Me agaché para recibirla y la envolví en un abrazo cálido.

—Hola, cariño —le dije suavemente mientras me separaba un poco para mirarla a los ojos—. ¿Cómo te fue hoy? ¿Pudiste tomarte la foto del anuario?

Melody asintió con entusiasmo, losn rizos sueltos de su peinado rebotando alrededor de su rostro.—¡Sí! —dijo con una sonrisa de oreja a oreja—¿Tú crees que me vea bien, mami?

Sonreí, acariciando suavemente su mejilla.—Estoy segura de que te verás hermosa, como siempre —le aseguré.

Mi hija y yo nos acomodamos en el asiento trasero, mientras Stiles subía al asiento del conductor.Giró la llave en el contacto, pero el jeep no arrancó. Soltó un gruñido frustrado y golpeó el volante con las manos.—¡Maldita chatarra! —gruñó—. ¿Por qué la prefieres a ella, Roscoe? ¡Hannah es mala!

Reí ante su frustración, disfrutando de su pequeño drama con el jeep.—Para empezar, soy amorosa con Ros, y tú no —le respondí en tono burlón, dándole una palmadita en el hombro.

Finalmente, después de un par de intentos más y que Stiles le suplicara al auto casi llorando, arrancó y nos pusimos en marcha.

—¿Están bien ahí atrás? —preguntó Scott, volteando a mirarnos por encima del hombro luego de un rato.

—Sí —respondí con una sonrisa, asegurando a Melody entre mis brazos.
—Estamos bien —la pequeña bostezó, recostando su cabecita contra mi hombro.

Noté que no dejaba de mirarnos, su expresión era suave y llena de cariño, como si en ese momento nada más importara.

—¿Qué? —pregunté, alzando una ceja con una sonrisa—. ¿Por qué nos miras así?

Scott se encogió de hombros, pero su sonrisa se ensanchó.

—Es que no puedo evitarlo —dijo con los ojos brillando de ternura—. Son lo mejor de mi vida.

Me derretí un poco ante sus palabras. Era imposible no sentirse afortunada con un hombre que nos miraba a Melody y a mí como si fuéramos su mundo entero.

—A veces pienso que eres demasiado dulce para ser un alfa —dije, sacudiendo la cabeza con diversión—. Deberías ser más intimidante.

Melody, siempre rápida para unirse a las bromas, alzó la vista y agregó en tono de juego —Sí, papi, tienes que gruñir más —agregó Melody en tono de juego, imitando un gruñido en voz baja.

Scott soltó una carcajada.

—Oh, ya veo cómo es —dijo, fingiendo una expresión seria—. Las dos en mi contra. No sé si podré con ustedes.

Nuestra hija rió, esa risa pura y cristalina que siempre iluminaba cualquier habitación. La abracé más fuerte, disfrutando de la calidez de su cuerpo contra el mío.

—Sabes que te amamos, Scott —dije suavemente, queriendo que él sintiera cuánto significaba para nosotras.

Él asintió, volviendo la vista al frente mientras miraba el paisaje, pero su sonrisa no desapareció.

—Y yo las amo a ustedes, más de lo que las palabras pueden decir —contestó, su voz llena de sinceridad.

—Oye —Stiles volteó a ver a Scott con una mueca de disgusto—. No babees mi Jeep.

Scott soltó una carcajada, ignorando el comentario sarcástico de su amigo.—Pero Stiles, míralas —nos señaló, una expresión de orgullo y amor en su rostro—. ¿No son lo más hermoso que hayas visto?

Mi hermano rodó los ojos, mostrando una sonrisa burlona mientras miraba a Melody y luego a mí.—Melly sí, Hannah no —dijo, volteándose para mirarme con una sonrisa de suficiencia—. Cara fea —me sacó la lengua, como si todavía fuéramos niños.

Reí ante su broma y le lancé una mirada desafiante.—¿Sabes qué, Mischief? Al menos yo no tengo que rogarle llorando a mi propio auto para que arranque.

Melody soltó una risita, entretenida con nuestra dinámica. Stiles fingió ofenderse, llevándose una mano al pecho.—¡Oh, eso fue bajo, Han! —dijo, poniendo cara de dolor dramático

—Roscoe tiene sentimientos, ¿sabes? Solo necesita un poco de cariño... y menos abuso —comenté divertida.

....

Holi! Como están? Espero que les esté gustando la novela 😊
Quería hacerles una pregunta, hice esta encuesta en tik tok pero aun no estoy el todo segura: a Hannah ¿se la llevan los jinetes o no?  ¿A Ustedes que les gustaría que pasara?

¡espero sus respuestas!

¡nos leemos!

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