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Capítulo ciento cincuenta y seis "El baile de graduación"

Scott, Stiles y yo nos subimos al Jeep, la emoción palpable mientras nos dirigíamos a casa de Lydia. El aire fresco de la noche entraba por las ventanas abiertas, y la conversación fluía naturalmente entre nosotros. Scott conducía, y Stiles estaba en el asiento del pasajero, haciendo comentarios ocasionales sobre la música que sonaba en la radio. Yo me acomodé en el asiento trasero, disfrutando de la compañía y del clima festivo.

-¿Listos para esta noche? -preguntó, lanzando una rápida mirada hacia Stiles y a mí.

-Más que listos -respondí, sintiendo un cosquilleo de anticipación en el estómago.

Llegamos a la casa de Lydia y, al bajar del Jeep, nos encontramos con un espectáculo de luces y decoraciones que indicaba que el evento estaba a punto de comenzar. Lydia y Malia estaban afuera, esperando junto a Liam, que tenía una expresión de nerviosismo mezclada con emoción. La pelifresa, con su elegante vestido y su cabello perfectamente arreglado, parecía radiante. Y la coyote, a su lado, también estaba deslumbrante.

Liam se acercó a Stiles para saludarlo y luego nos dirigimos a la puerta de la casa de Lydia. Natalie, nos recibió con una gran sonrisa y una cámara en mano.

-¡Es el momento de las fotos! -dijo, dirigiéndonos a todos hacia el área designada para las fotos.

Scott, Stiles y yo nos alineamos junto a Lydia, Malia y Liam. Natalie hizo varias tomas, capturando nuestras sonrisas y poses mientras disfrutábamos del momento. Me sentí afortunada de tener a mis amigos y a Scott a mi lado, y de poder compartir una noche tan especial con ellos.

Después de que Natalie terminara con las fotos, nos dirigimos hacia el lugar del baile. La música ya se escuchaba a lo lejos, y la entrada al salón estaba adornada con luces brillantes y flores. La atmósfera era festiva, llena de anticipación y emoción.

-¡Vamos, vamos! -nos apuró Stiles mientras subía al asiento del conductor-. ¡No podemos llegar tarde! No todos los días es el baile de graduación, chicos.

Mientras el Jeep se ponía en marcha y nos dirigíamos hacia la escuela, el aire estaba cargado de emoción. La música sonaba desde los altavoces, y todos hablábamos y reíamos, disfrutando del momento. Sentía una mezcla de nervios y anticipación, pero con Scott a mi lado, su mano sosteniendo la mía, me sentía más tranquila y segura.

La escuela estaba decorada de manera impresionante para el baile. Las luces brillaban en la distancia y la entrada estaba adornada con arcos de flores y cintas. Parecía un escenario sacado de un cuento de hadas. Nos estacionamos, y al bajar del Jeep, fui recibida por el sonido de la música que resonaba desde el gimnasio, mezclándose con las risas y conversaciones de los demás estudiantes.

Scott me ayudó a bajar del coche, y su mano firme en la mía me dio una sensación de consuelo. Estaba emocionada, casi tanto como cuando escuché la voz de Melody resonar en los altavoces de la escuela para pedirme que fuera al baile con su papá. Ese momento había sido mágico, y la noche prometía ser igual.

Nos reunimos con Stiles, Lydia, Malia y Liam en la entrada, todos ansiosos por entrar. Había un ambiente eléctrico en el aire, lleno de promesas de una noche inolvidable.

-Bueno, ¿listos para la mejor noche de nuestras vidas? -preguntó mi hermano, sonriendo ampliamente mientras miraba a todos.

-¡Claro que sí! -respondí, apretando la mano de mi pareja y sonriendo.

Nos dirigimos hacia las puertas del gimnasio, donde las luces parpadeaban y la música se sentía más fuerte con cada paso que dábamos. La decoración era impresionante, con un techo lleno de estrellas brillantes y un suelo cubierto de suaves nubes de humo que creaban un efecto de ensueño. La pista de baile estaba llena de estudiantes, todos con sus mejores galas, moviéndose al ritmo de la música. Las risas y los murmullos llenaban el aire, y la emoción era palpable.

Scott se volvió hacia mí, con una sonrisa que podría iluminar la noche más oscura.

-Han, esta noche es para nosotros -dijo, su voz firme pero suave-. Vamos a disfrutarla al máximo.

Asentí, sintiendo mi corazón latir con fuerza. Él me guió hacia la pista de baile, donde las luces giraban y la música retumbaba. Me rodeó con sus brazos y comenzamos a movernos al ritmo de la música, sintiéndonos como si fuéramos los únicos en la sala.

En ese momento, no importaba nada más. Estábamos juntos, rodeados de amigos y sumergidos en un mar de música y luces. La noche acababa de empezar, y sentía que cada segundo estaba lleno de posibilidades. Mientras bailábamos, la risa de Lydia resonaba a nuestro alrededor, y vi a Stiles haciendo uno de sus característicos movimientos tontos en la pista de baile, haciendo que todos a su alrededor se rieran.

Miré a Scott a los ojos, y vi en su mirada el mismo amor y felicidad que sentía yo. La vida podía ser complicada y a veces difícil, pero esa noche, todo era perfecto. Me acerqué a él y, con una sonrisa, susurré:

-Gracias por hacer de esta noche algo inolvidable.

Sonrió y me acercó más a él, sus labios rozando mi oído.

-Siempre, Mi amor. Por ti, cualquier cosa.

Y con esas palabras, nos dejamos llevar por la música, sabiendo que esta noche sería un recuerdo que atesoraríamos por siempre.

Los brazos de Scott me rodeaban con firmeza, y yo descansaba mi cabeza en su hombro, dejándome llevar por el momento. Estaba perdida en la melodía y el calor de su cuerpo, cuando un recuerdo, casi olvidado, emergió de las profundidades de mi mente, transportándome a otro tiempo, a otro baile.

"Tenía doce años, y el aire de primavera estaba cargado de emoción por el baile de fin de curso. Los pasillos de la escuela estaban llenos de estudiantes que se reían y susurraban sobre quién iría con quién. Estaba en mi casillero, buscando mis libros entre el desorden habitual, cuando escuché una voz familiar y alegre.

-¿A qué no sabes? -Lydia se apoyó en los casilleros junto a mí, una sonrisa radiante en su rostro.

Levanté la vista y sonreí, viendo la expresión de felicidad de mi mejor amiga.

-¿Qué? -pregunté, alejándome un poco de mi casillero para darle mi atención completa.

-¡Matt me invitó al baile! -anunció, su voz llena de entusiasmo. Matt, su novio de aquel entonces, era el chico más popular de la escuela, y no era ninguna sorpresa que Lydia fuera con él.

-¡Qué bueno, Lyds! -dije con sinceridad, sintiendo una mezcla de alegría por ella y un ligero toque de envidia.

-¿Y tú? ¿Aún no te lo han propuesto? -me preguntó, y su pregunta me hizo bajar la mirada, mordiéndome el labio con nerviosismo.

Negué con la cabeza, tratando de no mostrar lo mucho que eso me afectaba. Me miré en el pequeño espejo que tenía pegado dentro de mi casillero. Mi reflejo me devolvió la mirada, y no pude evitar preguntarme si había algo en mi apariencia que estaba mal. No era la chica más popular ni la más coqueta, pero nunca me consideré fea. Sin embargo, la falta de atención de los chicos me hacía dudar.

-No lo sé -suspiré, evitando la mirada de ella-. Debo ser muy fea, porque ningún chico se acerca. ¡Ni siquiera Scott! -dejé escapar en un susurro.

-¿Y quién es Scott? -preguntó, con una ceja arqueada.

-El amigo de mi hermano -respondí, pensando en el chico de ojos cálidos y hoyuelos que siempre me hacía sonreír-. Ya sabes, el castaño de hoyuelos y mandíbula dispareja.

Lydia frunció el ceño, claramente sin recordar a mi mejor amigo, lo que me hizo sonreír un poco.

-¿Tienes hermanos? -preguntó sorprendida, como si fuera la primera vez que lo mencionaba.

-Solo uno -suspiré, tratando de no mostrar mi desánimo-. En verdad espero evitar la humillación de tener que ir con mi hermano al baile.

-Yo espero que puedas evitarlo, eso sería tan humillante -dijo Lydia, alzando la mirada, siempre tan directa y sin filtro.

-Sí... -murmuré, cerrando mi casillero con un movimiento brusco. Justo cuando lo hice, un papelito cayó al suelo. Me agaché para recogerlo y vi que era una nota. La abrí con curiosidad, y mi corazón dio un vuelco al leerla.

"¿Te gustaría ir al baile conmigo? -S."

Las letras estaban cuidadosamente escritas, y mi corazón empezó a latir más rápido al ver la firma al final. Una "S".

Caminé rápidamente por los pasillos, buscando a alguien a quien mostrarle la nota. Finalmente, encontré a Stiles, mi hermano, en su casillero, medio oculto tras una pila de libros y papeles. Caminé directamente hacia él y le mostré el papel, sintiendo que mi rostro ardía.

-¿Esto es tuyo? Porque te juro que lo haré una bola y te lo meteré por la garganta -gruñí, la frustración de mis inseguridades saliendo a la superficie-. No es gracioso, Stiles.

Mi hermano tomó la nota y la leyó con atención, una sonrisa burlona apareciendo en su rostro.

-Annieh, esto no es mío -dijo, y luego añadió con un tono que indicaba que estaba disfrutando la situación-. Y parece que fuiste lo suficientemente torpe como para no darte cuenta de que no es mi letra.

Arranqué la nota de sus manos y la estudié con más atención. No era la letra de Stiles, eso estaba claro. Y había una firma... una "S".

-¿Y entonces de quién es? -pregunté en voz alta, más para mí misma que para Stiles.

Él levantó la mirada, una chispa de conocimiento en sus ojos.

-Está firmada con una "S" -dijo, como si fuera lo más obvio del mundo.

Mis ojos se abrieron de par en par mientras lo miraba, y ambos susurramos al mismo tiempo:

-¡Scott!

Sin esperar más, le arranqué la nota de las manos y salí corriendo por el pasillo, buscando desesperadamente a Scott. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de nervios y emoción, mientras me abría paso entre los estudiantes.

Con el papel arrugado en la mano, mi corazón acelerado, finalmente, lo vi en su casillero, hablando con algunos amigos. Sin pensarlo, me dirigí hacia él con determinación.

-¡Scott! -llamé, mi voz un poco entrecortada por la prisa y la emoción.

Él levantó la vista, sorprendido al verme. Sus ojos se posaron en el papel que llevaba en la mano, y su expresión pasó de confusión a sorpresa.

-¿Qué pasa? -preguntó, alzando una ceja.

Le extendí el papel, sin poder ocultar mi entusiasmo.

-¿Qué significa esto? -pregunté, tratando de mantener la calma mientras su mirada se movía entre el papel y mi rostro.

Scott tomó la nota y la leyó en voz alta, sus ojos ampliándose al reconocer la firma:

"¿Te gustaría ir al baile conmigo? -S."

Sin embargo, al final del mensaje había algo más, una pequeña nota escrita en la parte inferior que no había notado antes.

"He estado esperando el momento perfecto para pedirte esto. Eres increíble y me encantaría que compartieras esta noche conmigo. Espero que digas que sí."

Scott levantó la vista de la nota, una mezcla de nerviosismo y esperanza en su mirada.

-No puedo creerlo... -dijo, casi en un susurro. -No sabía que había escrito esto.

-¡Claro que sí! -dije, mi voz rebosante de emoción-. ¡Me encantaría ir contigo al baile!

Sonrió ampliamente, su rostro iluminado por una expresión de alivio y alegría.

-¡Genial! -exclamó, acercándose a mí y envolviéndome en un cálido abrazo-. Estaba preocupado de que te lo hubieras perdido.

Mi corazón se aceleró aún más mientras nos abrazábamos, sintiendo un torbellino de emociones. La noche se volvió aún más mágica en ese instante."

La música lenta del baile de graduación me trajo de vuelta al presente. Scott seguía sosteniéndome en sus brazos, ajeno a la ráfaga de recuerdos que había invadido mi mente. Me separé un poco y lo miré a los ojos, una sonrisa suave en mis labios.

-¿Qué pasa? -preguntó, su voz baja y llena de cariño.

-Solo... -dudé, las palabras bailando en mi mente-. Recordé algo. La primera vez que me pediste ir a un baile.

Él sonrió, los hoyuelos apareciendo en sus mejillas.-¿Lo recuerdas?

Asentí, mi corazón latiendo en un ritmo constante y feliz.

-Sí, y fue igual de especial que esta noche. -suspiré y alcé la mirada encontrandome con sus hermosos ojos castaños -Eres el único que se atrevió a invitarme. -mi voz temblando ligeramente-. Creía que era demasiado fea para los otros. Nadie me había propuesto ir a un baile antes.

Scott frunció el ceño, su expresión grave mientras me miraba. Luego, con un gesto de firmeza y cariño, dijo -Eso no es cierto. -su voz era cálida y consoladora-. No eres fea en absoluto. Quizás ellos no pueden ver lo hermosa que eres, pero eso es su problema, no el tuyo.

Sus palabras me hicieron sentir una calidez en el corazón. La inseguridad que había sentido en ese momento se desvaneció con la seguridad que él me ofrecía. Me sentí un poco más ligera, un poco más esperanzada.

-Gracias -susurré, sintiendo una oleada de gratitud y afecto por Scott.

"El recuerdo continuó en el baile de primavera, en el mismo gimnasio decorado con luces y flores. Scott y yo estábamos bailando, rodeados de compañeros que se movían al ritmo de la música alegre. Era una noche mágica, llena de risas y conversaciones animadas.

Me miró con una sonrisa enigmática mientras bailábamos, y luego, con un tono de confidencia, comenzó a hablar.

-Sabes, en realidad, varios chicos querían invitarte al baile -Admitió, su voz baja y un poco juguetona-. Pero yo me las arreglé para que no lo hicieran.

Lo miré, sorprendida, casi sin creer lo que estaba escuchando.

-¿Tú? Eres debilucho y un poco torpe -le respondí con una sonrisa incrédula, sacudiendo la cabeza-. ¿Cómo pudiste hacer eso?

Scott soltó una risa, su mirada brillando con un toque de picardía.

-Tengo algunos contactos -dijo, encogiéndose de hombros de manera despreocupada-. Y además, no quería que nadie más tuviera la oportunidad de invitarte. Esa noche era para nosotros.

Me reí, maravillada por su ingenio y por el hecho de que había hecho todo lo posible para asegurarse de que nuestro momento fuera especial.

-Eres increíble -dije, mi voz llena de admiración-. Gracias por hacerlo.

Él me miró con ternura, sus ojos reflejando un profundo amor y cariño.

-No había otra manera de hacerlo -dijo-. Para mí, siempre has sido especial."

Cuando regresé del recuerdo, no pude evitarlo. Sin pensarlo dos veces, uní nuestros labios en un beso suave y lleno de cariño. Sentí cómo Scott se quedaba ligeramente inmóvil, sorprendido, pero en cuestión de segundos correspondió al gesto, sus manos apoyándose suavemente en mi cintura.

Al separarnos, vi su mirada confusa, pero llena de ternura.

-¿Y eso? ¿Por qué fue? -preguntó con una sonrisa tímida, como si no entendiera del todo lo que acababa de pasar.

Lo miré a los ojos y sonreí, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza en el pecho.

-Porque me di cuenta de algo -respondí, acariciando suavemente su mejilla con mis dedos-. Tú siempre has estado ahí para mí, desde el primer momento. Incluso cuando yo no creía en mí misma, tú lo hacías... y eso significa más de lo que puedas imaginar.

Scott bajó la mirada por un segundo, como si procesara mis palabras, y luego me volvió a mirar con esos ojos cálidos que siempre me habían dado paz.

-Siempre lo haré, Han -dijo en un susurro-. Siempre estaré aquí para ti.

-Siempre fuiste tú, Scott -le dije en un susurro, con una claridad que nunca antes había sentido-. Ahora más que nunca estoy segura de lo mucho que te amo.

Mientras esas palabras escapaban de mis labios, noté que Scott dejó de moverse. Su mano, que antes me guiaba mientras bailábamos, se detuvo en seco. Yo también me detuve, confundida.

-¿Scott? -le llamé con suavidad, pero él seguía inmóvil, mirándome como si acabara de soltar la mayor revelación del mundo. Su expresión era una mezcla de sorpresa y emoción que me hizo sentir una pequeña punzada de nervios.

El silencio se volvió inquietante, y mi corazón empezó a latir con fuerza. Le di un pequeño empujón en el pecho, medio en broma, medio preocupada.

-¡Di algo! -exclamé, casi con desesperación.

Parpadeó, como si acabara de volver a la realidad. Sus ojos brillaban con una intensidad que nunca había visto antes, y una sonrisa suave se formó en su rostro.

-Han... -susurró, dando un paso hacia mí y antes de que pudiera decir algo más, me tomó suavemente por la nuca y me besó. Fue un beso profundo, cargado de todas las emociones que habíamos compartido a lo largo de los años. Cada duda, cada miedo y cada sentimiento no dicho se disolvió en ese instante.

Cuando nos separamos, ambos estábamos sin aliento, pero una sonrisa cómplice se dibujó en nuestros rostros.

-Yo también te amo, más de lo que puedo poner en palabras -dijo finalmente, mirándome con esa ternura que siempre me hacía sentir en casa-. Y siempre será así.

Una voz alegre resonó por el altavoz, captando la atención de todos los presentes.

-¡Atención, atención! -anunció Natalie, su voz llena de entusiasmo-. Ha llegado el momento de coronar a los reyes de esta noche tan especial.

Scott y yo intercambiamos una mirada divertida, sin darle demasiada importancia al anuncio. Nunca me había considerado alguien que pudiera ser coronada como reina de graduación, y estaba segura de que Scott sentía lo mismo respecto a ser rey. Era un honor que siempre había asociado con aquellos que eran más populares o llamativos.

La directora continuó, creando suspenso mientras sacaba un sobre dorado de un elegante sobre.

-Y los reyes de la graduación dosmil trece son... -hizo una pausa dramática- ¡Scott McCall y Hannah Stilinski!

El gimnasio estalló en aplausos y vítores. Me quedé paralizada, sin poder procesar lo que acababa de escuchar. Miré a Scott con los ojos muy abiertos, buscando en su rostro alguna señal de que esto no era real, que tal vez habíamos escuchado mal. Pero la sonrisa amplia y orgullosa que me devolvió confirmó que, efectivamente, éramos nosotros los elegidos.

-¡No puede ser! -exclamé, llevándome una mano a la boca, mi corazón latiendo rápidamente.

Scott rió, encantado por la sorpresa, y tomó mi mano, apretándola con suavidad.

-Lo es, Han. Somos nosotros -dijo, su voz llena de incredulidad y alegría-. ¿Ves? Te dije que siempre hemos sido un gran equipo.

Nos llevaron al centro de la pista, donde un par de alumnos se acercaron con las coronas.Scott tomó la mía con mucho cuidado, su sonrisa suave pero llena de orgullo. Se acercó lentamente, y con delicadeza colocó la corona en mi cabeza. Pude sentir su mano rozando mi mejilla mientras ajustaba la corona, lo que me hizo sonreír aún más.

-Te queda perfecta -susurró, mirándome con esos ojos que siempre me hacían sentir especial.

Tomé la corona que le correspondía y, con la misma ternura, la coloqué sobre su cabeza. Nuestros ojos se encontraron por un momento, y el tiempo pareció detenerse. La sala, la gente, los aplausos, todo desapareció por unos segundos. Solo éramos Scott y yo, compartiendo ese instante.

La voz del DJ interrumpió el momento. -Y ahora, es hora de su primer baile como reyes de la graduación.

La música comenzó a sonar de nuevo, una melodía suave y romántica que envolvía el salón. Scott me ofreció su mano, y yo la acepté con una sonrisa nerviosa pero emocionada. Nos dirigimos al centro de la pista de baile, donde todos nos miraban con expectativas, pero en ese momento, solo me importaba estar con él.

Scott me acercó suavemente, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura, y yo rodeé su cuello con los míos. Comenzamos a movernos al ritmo de la música, despacio, disfrutando del momento. Sentí su respiración tranquila cerca de mí, y la calidez de su cuerpo me hacía sentir segura. No necesitábamos palabras; todo lo que importaba estaba en ese momento, en esa conexión silenciosa que siempre habíamos tenido.

-Gracias por estar aquí conmigo -susurré, apoyando mi cabeza en su hombro mientras nos balanceábamos al compás de la música.

-No hay otro lugar donde quisiera estar -respondió él, apretando suavemente mi cintura.

-Dime, ¿qué hiciste para que fuéramos los reyes? -le pregunté con una sonrisa divertida, sin dejar de movernos al ritmo de la música.

Él soltó una pequeña risa, bajando la mirada por un momento antes de devolverme la mirada con total sinceridad.

-Nada -admitió, con esa expresión de inocencia que tanto lo caracterizaba-. Yo no tuve nada que ver.

Lo miré, algo confundida. Sabía que Scott no era de los que tramaban planes elaborados, pero algo no me cuadraba. Entonces, sin decir nada, comencé a buscar con la mirada entre la multitud. Y ahí, en un rincón del salón, vi a Stiles y a Lydia.

Lydia sonreía, pero Stiles... Bueno, Stiles tenía esa expresión satisfecha, casi maliciosa, que delataba todo. Lo supe al instante.

-Oh, claro -dije, rodando los ojos mientras una risa incrédula escapaba de mis labios-. Fueron Stiles y Lydia, ¿verdad?

Scott siguió mi mirada y también los vio. Se encogió de hombros, intentando ocultar una sonrisa.

-No sé de qué hablas -dijo en tono juguetón-. Pero, si ellos tuvieron algo que ver... bueno, parece que hicieron un buen trabajo.

No pude evitar reírme mientras me recostaba ligeramente contra su pecho. Lo que fuera que Stiles y Lydia habían hecho para asegurarse de que Scott y yo fuéramos coronados reyes de la graduación, no podía más que agradecerles. Quizás en algún momento les reclamaría por haberlo planeado sin decirme nada, pero en ese instante, me sentí demasiado feliz para preocuparme por eso.

-Típico de Stiles -murmuré, sonriendo para mí misma.

Scott me abrazó un poco más fuerte, acercándome más a él.

-Típico de él, pero estoy feliz de que lo haya hecho -respondió suavemente.

Y así, seguimos bailando, con esa complicidad que solo nosotros teníamos, agradeciendo silenciosamente a nuestros amigos por hacer esa noche aún más especial.

Cuando dejamos de ser el centro de atención en la pista de baile, Scott me tomó de la mano y me llevó fuera del gimnasio. Mi corazón seguía latiendo rápido, pero ahora por la emoción de lo que él tenía planeado.

-¿A dónde me llevas, rey? -pregunté divertida, con una sonrisa que no podía borrar de mi rostro.

Scott me miró con una sonrisa traviesa, esos ojos cálidos y misteriosos.

-Es una sorpresa, mi reina -respondió con un tono de secreto.

Caminamos hasta el estacionamiento, donde el aire fresco de la noche nos envolvía. Nos dirigimos hacia el Jeep, y mi corazón dio un pequeño salto al ver el vehículo que tantas aventuras había vivido con nosotros.

-¿Stiles sabe que le robamos a Roscoe? -pregunté, refiriéndome al Jeep con una ceja levantada, mientras él abría la puerta del copiloto para que subiera.

Él me ayudó a subir con un gesto cuidadoso y luego cerró la puerta con suavidad antes de dar la vuelta y subirse al asiento del piloto. Se sentó, encendió el motor, y por un segundo pude ver cómo una sonrisa nerviosa cruzaba su rostro.

-Ah... -me miró de reojo mientras ponía el Jeep en marcha-. Algo así.

No pude evitar reír. Era tan típico de Scott y Stiles meterse en pequeñas travesuras sin pensar demasiado en las consecuencias. Sabía que Stiles no tardaría en enterarse, y seguramente no se lo tomaría tan mal... aunque seguro pediría algún favor a cambio.

-Bueno, si Stiles nos encuentra, la corona de rey no te va a salvar -bromeé, mientras el Jeep se deslizaba por las calles oscuras, alejándonos del bullicio del baile.

-Lo sé -rió, mirándome un segundo antes de volver la vista al camino-. Pero creo que vale la pena.

Miré por la ventana, la brisa fresca acariciando mi piel, mientras sentía que la noche apenas comenzaba. Estaba intrigada por saber a dónde íbamos, pero al mismo tiempo, confiaba plenamente en Scott y en lo que fuera que estuviera planeando. Sabía que cualquier lugar con él sería especial.

Mientras el Jeep avanzaba por las calles vacías y el ruido del baile se desvanecía en la distancia, una mezcla de emoción y curiosidad me invadía. Scott no había soltado ni una sola pista sobre adónde íbamos, pero su sonrisa juguetona me decía que sería algo especial.

-¿Al menos me vas a dar una pista? -pregunté, mirándolo de reojo, aunque ya sabía que no iba a revelar nada tan fácilmente.

-Y arruinar la sorpresa, ¿de verdad crees que lo haría? -respondió, riendo suavemente mientras mantenía la vista en el camino.

Me crucé de brazos, fingiendo estar molesta, pero no pude evitar sonreír.

El silencio entre nosotros era cómodo, lleno de esa conexión que siempre había tenido con Scott, como si no hiciera falta hablar para entendernos. La noche era tranquila, y las estrellas brillaban en el cielo, iluminando nuestro trayecto mientras nos alejábamos cada vez más del bullicio del pueblo.

De repente, giró por un camino que reconocí al instante. Mi corazón dio un pequeño salto cuando me di cuenta de adónde íbamos.

-¿El lago? -pregunté con una mezcla de sorpresa y alegría en mi voz.

Scott asintió, deteniendo el Jeep cerca de la orilla. El lugar estaba tranquilo, iluminado solo por la luz de la luna y el reflejo de las estrellas en el agua. Bajó del Jeep primero, rodeando el vehículo para abrir mi puerta con una elegancia que me hizo sonreír.

-Damas primero -dijo, ofreciéndome su mano mientras me ayudaba a bajar.

-¿Has estado planeando esto todo el tiempo? -pregunté mientras caminábamos hacia el borde del lago, el césped suave bajo nuestros pies.

-Digamos que quería que esta noche fuera especial -respondió, deteniéndose justo en el muelle. Me miró con una sonrisa más suave esta vez, esa que siempre me hacía sentir como si fuera la única persona en el mundo.

Nos sentamos en el borde del muelle, nuestros pies colgando sobre el agua mientras las suaves olas rompían contra la orilla. El sonido del lago era tranquilizador, y el cielo sobre nosotros parecía más brillante que nunca.

-Recuerdo cuando solíamos venir aquí con Stiles -dije, dejando que los recuerdos fluyeran-. A veces, nos quedábamos hasta tarde, hablando de todo y de nada. Siempre me sentí en paz aquí.

Asintió, mirándome con esa calidez que solo él tenía.

-Es nuestro lugar -susurró-. Y esta noche, quería compartirlo contigo, solo nosotros dos.

Sentí que mi corazón se llenaba de una mezcla de felicidad y nostalgia. Me recosté ligeramente sobre su hombro, sintiendo su brazo envolverme con naturalidad. Estar con él en ese lugar, en ese momento, era todo lo que necesitaba.

-Gracias -dije en voz baja, cerrando los ojos y disfrutando del momento-. Por esta noche. Por todo.

Scott besó mi cabeza suavemente, sin necesidad de decir más. La noche era nuestra, y la sorpresa había sido perfecta. Tomó mi mano izquierda justo donde descansaba el anillo de compromiso y lo acarició con ternura.

-Y pensar que en unos cuantos meses serás mi esposa -dijo con una sonrisa que iluminó su rostro.

-Ya no puedo esperar -admití feliz, sintiendo una oleada de emoción mientras mi piel se erizaba por el frío de la noche. Por inercia, comencé a acariciar mis brazos en busca de calor.

Él notó mi incomodidad y se sacó el saco que llevaba. Con un gesto suave, lo colocó sobre mis hombros. Sumergí mi nariz en la tela, disfrutando del aroma a su colonia y del calor que me ofrecía. Él me abrazó, envolviéndome en su calidez.

Mientras me acomodaba en su abrazo, miré mis manos y fue entonces cuando recordé un detalle importante.

-¡Oh por Dios! -exclamé, sorprendiendo a Scott.

-¿Qué pasó, Han? -preguntó, su tono lleno de preocupación.

-No le dijimos a mi padre -dije, con la voz temblando de asombro-. No le dijimos que nos vamos a casar, y me lo propusiste hace año y medio cuando di a luz a Melody.

Scott respiró profundamente, tratando de calmarse.

-En realidad... lo sabe. Le pedí tu mano a él y a Stiles también.

-¿Qué? -pregunté, con un hilo de voz-. Cuéntame cómo fue.

Asintió, mirando al horizonte mientras recordaba.

-Fue un poco antes de la propuesta. Me aseguré de que tu padre supiera lo importante que eres para mí. Quería hacerlo bien, y no quería que hubiera sorpresas desagradables.

Recostó la cabeza en la mía y continuó.

-Le pedí tu mano en un momento privado. Estábamos en la sala de espera luego de que Melly naciera.Me acerqué a hablar con él, recuerdo que estaba muy nervioso pero intenté lucir relajado.

Scott sonrió, con la mirada perdida en los recuerdos.

-Tu padre me escuchó en silencio, y luego me dio su bendición. Me aseguró que estaba feliz por nosotros y que le gustaba que supiera cómo nos hacíamos felices mutuamente. Me ayudó a entender qué era lo que realmente significaba para ti y para tu familia.

-¿Y Stiles? -pregunté, intrigada.

-Stiles... bueno, eso fue algo más complicado -dijo con una sonrisa divertida-.Le dije todo lo que sentía por ti. Le expliqué que mi intención era hacerte feliz y que esperaba que aceptara ser parte de nuestro futuro.

Se rió suavemente, recordando la expresión de mi hermano.

-Stiles estaba más sorprendido que molesto, aunque me advirtió que si alguna vez te hacía daño, tendría que enfrentarme a él. Fue un momento intenso, pero creo que entendió que lo que sentía por ti era real.

Lo miré, conmovida por la forma en que había manejado todo. Sentía una mezcla de gratitud y amor hacia él.

-Nunca dejaste de sorprenderme, ¿lo sabías? -dije suavemente, acurrucándome más cerca de él.

-Me alegra que te haya gustado -respondió, besando la parte superior de mi cabeza-. Quería que supieras que estoy comprometido con este futuro que estamos construyendo juntos.

Scott sonrió y su expresión se suavizó con nostalgia.

-Recuerdo que tu padre me dijo algo que me quedó grabado. -empezó, mirándome con esa mezcla de ternura y respeto que solía tener cuando hablaba de cosas importantes-. Dijo: "Claudia me mataría si no te diera mi bendición. Ella siempre supo que ustedes terminarían juntos y creo que hasta soñaba con su casamiento. Y debo decir que me alegra que seas tú; eres como un hijo para mí, Scott."

Me quedé en silencio, conmovida por las palabras de mi padre. Sentí que el peso de esos momentos y la forma en que Scott había manejado todo eran testimonio de lo mucho que había invertido en nuestra relación.

-Esas palabras significan mucho para mí -dije, con la voz un poco temblorosa por la emoción-. Saber que mi padre estaba tan seguro de nosotros y que te considera parte de la familia... es algo realmente especial.

Él asintió, su mirada fija en el lago mientras las olas suaves reflejaban la luz de la luna.

-Quería que supieras cuánto significas para mí, y no sólo por lo que siento por ti, sino también porque entiendo la importancia de tu familia en nuestra vida juntos -dijo con sinceridad-. No quería que nada quedara sin resolver o sin compartir antes de dar el siguiente paso.

Sentí una oleada de amor y gratitud hacia Scott, al ver cómo se preocupaba por todos los detalles, cómo había considerado a mi familia y cómo estaba comprometido con nuestro futuro.

-Gracias, Cariño-dije, acercándome más a él-. Por ser tan atento, por preocuparte y por hacer que cada detalle sea especial. Todo esto hace que mi amor por ti crezca aún más.

Scott me miró con una sonrisa genuina, y nos quedamos en silencio, disfrutando del momento compartido en la tranquilidad del lago. La conexión entre nosotros era palpable, y el compromiso de él me daba una sensación de paz y seguridad mientras nos preparábamos para el próximo capítulo de nuestras vidas juntos.

-¿Esta es la parte en que te beso? -preguntó, su voz cargada de ternura.

Sonreí y levanté una ceja, jugando con la pregunta.

-¿Tú qué crees? -respondí con un toque de picardía, dándole una oportunidad para hacer el primer movimiento.

Rió suavemente, y sus labios se curvaron en una sonrisa antes de inclinarse hacia mí. La proximidad de su rostro y la intensidad en su mirada hicieron que mi corazón latiera más rápido. Con un gesto lleno de amor, me besó suavemente, y el mundo a nuestro alrededor pareció desvanecerse.

El beso fue dulce y lleno de promesas, un reflejo de todo el amor y el compromiso que compartíamos. Mientras nos fundíamos en ese momento, supe que cada detalle de nuestra relación estaba perfectamente alineado para el futuro que estábamos construyendo juntos.

Scott sacó su celular del bolsillo y, con una sonrisa que prometía algo especial, comenzó a buscar una canción. En cuanto las primeras notas de "Everything I Do" de Bryan Adams llenaron el aire, mis ojos se abrieron sorprendidos. Era una de mis canciones favoritas, esa que habíamos escuchado tantas veces pero que siempre encontraba una nueva manera de emocionarme.

Me tendió su mano, con una expresión suave en el rostro.

-Quiero bailar una pieza contigo a la luz de la luna -admitió, su voz llena de una sinceridad que me derritió.

Tomé su mano sin dudar, sintiendo la calidez y la seguridad que siempre transmitía, y me puse de pie. La luna brillaba sobre el lago, reflejándose en el agua de manera casi mágica, mientras el viento suave acariciaba nuestras pieles. El escenario era perfecto, como si el universo mismo hubiera conspirado para regalarnos ese momento.

Me atrajo hacia él con suavidad, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello mientras sus manos se posaban en mi cintura. Mis pies parecían moverse por sí solos al ritmo de la música, mientras nuestros cuerpos se balanceaban lentamente, en perfecta armonía con la melodía. Apoyé mi cabeza en su pecho, escuchando los latidos de su corazón que marcaban un compás más íntimo que la propia canción.

-No puedo imaginar mi vida sin esto -murmuré, apenas capaz de encontrar las palabras para describir lo que sentía-. Sin ti.

-Nunca tendrás que hacerlo -me susurró al oído, su voz baja y reconfortante-. No pienso ir a ningún lado, Han. Estoy aquí, ahora y siempre.

Sentí un nudo en la garganta, y mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no de tristeza, sino de una felicidad abrumadora. El amor que Scott y yo compartíamos era más profundo de lo que había soñado alguna vez. Estaba tan lleno de promesas cumplidas, de pequeños momentos como este, que no podía evitar sentirme completamente segura en sus brazos.

Mientras la canción avanzaba, alzó mi barbilla suavemente, obligándome a mirarlo a los ojos. Los reflejos de la luna en sus pupilas hacían que pareciera casi irreal, pero sabía que todo esto era verdadero, tangible, y mío. Nuestro.

-Te amo, Han -dijo, sus palabras cargadas de un peso que solo el amor verdadero lleva consigo-. Y cada día que pase, te lo seguiré recordando.

Le devolví la mirada, sin poder ocultar la emoción en mis ojos.

-Yo también te amo, Scottie. Más de lo que nunca podré explicar.

Nos quedamos allí, bailando bajo la luz de la luna, rodeados por el silencio del lago y la melodía de nuestra canción. No había más que nosotros dos y ese instante perfecto. Sentí sus labios rozar los míos, despacio y lleno de ternura, sellando nuestra promesa en el aire nocturno.

La música llegó a su fin, pero nosotros seguimos abrazados, sin prisa por separarnos. Sabía que este sería uno de esos momentos que recordaríamos por el resto de nuestras vidas, uno de esos que contaríamos una y otra vez, aunque las palabras nunca fueran suficientes para describirlo por completo.

Era solo el comienzo de nuestro "para siempre".

-Es hora de regresar antes de que Stiles enloquezca -rió Scott, sacándome de ese momento perfecto.

Le devolví la sonrisa, apoyándome en su pecho una última vez antes de que nos soltáramos.

-Ya es tarde -me reí, uniéndome a su broma-. Enloqueció hace rato.

Él negó con la cabeza, divertido, mientras me rodeaba con su brazo, guiándome de regreso al jeep.

-Eres mala -dijo con una sonrisa de lado, su tono lleno de cariño.

-Solo digo la verdad -repliqué con una sonrisa traviesa, encogiéndome de hombros mientras lo miraba de reojo.

Nos acercamos al jeep, y Scott me ayudó a subir antes de dar la vuelta y ponerse al volante. Mientras ponía el motor en marcha, el ambiente seguía siendo ligero, pero lleno de esa complicidad que siempre habíamos compartido. Sabía que no importaba cuánto tiempo pasara, Scott siempre encontraría una forma de hacerme reír, de convertir los momentos más simples en algo inolvidable.

-No puedo esperar a ver la cara de Stiles cuando nos vea llegar -comenté, mirando por la ventana mientras el paisaje nocturno pasaba junto a nosotros.

-Ya me lo imagino -respondió, sonriendo-. Seguro dirá algo como "¿Dónde demonios estabas? ¡Roscoe tiene un límite de uso, McCall!"

Ambos nos reímos ante la inevitable escena que sabíamos que nos esperaba. Con Stiles, siempre había una buena dosis de drama y comentarios sarcásticos, pero también un cariño que superaba cualquier situación. Era parte de la dinámica que hacía que todo fuera tan natural entre nosotros.

A medida que nos acercábamos al lugar de la graduación, el bullicio de la fiesta volvió a hacerse presente. Pero ese pequeño escape al lago, ese momento íntimo entre Scott y yo, quedaría grabado en mi corazón para siempre.

Sabía que al regresar, volveríamos a la realidad, a la fiesta, a nuestros amigos y la emoción del día. Pero también sabía que momentos como el que habíamos compartido eran los que realmente importaban, los que construían los cimientos de la vida que estábamos creando juntos. Y con Scott a mi lado, estaba segura de que sería una vida llena de amor, risas y muchos más recuerdos como este.

Cuando llegamos de vuelta al estacionamiento, las luces del gimnasio brillaban en la distancia y la música retumbaba desde el interior. Scott apagó el motor del jeep, pero antes de bajar, me tomó la mano una vez más.

-¿Estás lista para volver al caos? -preguntó con una sonrisa divertida, sus ojos reflejando la luz suave de la luna.

Lo miré, y una parte de mí quería quedarnos allí, en la tranquilidad de nuestro pequeño escape, pero sabía que nuestras vidas estaban entrelazadas con las de nuestros amigos, con ese caos al que Scott se refería.

-Siempre que estés a mi lado -respondí, apretando su mano suavemente.

Salimos del jeep, y Scott, como siempre, me ayudó a bajar antes de que nos dirigimos de nuevo al gimnasio. Apenas cruzamos la puerta, las luces y el ruido nos envolvieron. Había gente por todos lados, riendo, bailando, disfrutando de la última noche como estudiantes de secundaria.

No pasaron ni dos segundos antes de que vi a Stiles acercarse a nosotros con una mezcla de preocupación y ligera irritación en el rostro.

-¡Ah, ahí están! -exclamó con los brazos cruzados-. ¡Me tienen aquí preguntándome si tengo que llamar a la policía! ¿Dónde se habían metido? ¡Y, por cierto, gracias por robar a Roscoe! -Su tono era sarcástico, pero sus ojos estaban llenos de alivio.

Scott alzó las manos en un gesto de rendición.

-Solo tomamos prestado a Roscoe un rato. Sabes que siempre lo cuidamos -respondió, echando un vistazo a su amigo, que claramente estaba exagerando por diversión.

-Eso no es excusa, McCall -dijo Stiles, fingiendo indignación, aunque sus labios ya comenzaban a esbozar una sonrisa.

-Relájate, Mischief. Lo dejé en perfecto estado -dije, uniéndome a la broma mientras le daba una palmadita en el hombro.

Stiles bufó, pero luego sonrió ampliamente.

-Bueno, al menos están de vuelta. Lydia está buscándolos. Ella quería una foto grupal antes de que termine todo esto.

No me sorprendió escuchar que Lydia quería inmortalizar cada momento. Siempre había sido la organizadora, asegurándose de que todo fuera perfecto. Sabía que una foto grupal con todos nosotros sería su forma de cerrar la noche.

-Vamos entonces, antes de que se enfade -dije, tomándole el brazo a Scott mientras caminábamos hacia donde Lydia nos esperaba.

Cuando llegamos, Lydia estaba de pie junto a Malia, Liam y otros amigos, mirando su reloj con evidente impaciencia.

-¡Por fin! -exclamó Lydia al vernos-. Pensé que se iban a perder la foto más importante de la noche.

Nos alineamos todos juntos, formando un círculo imperfecto, pero lleno de risas y bromas. El fotógrafo levantó la cámara y, justo antes de tomar la foto, sentí que Scott me apretaba la cintura y me susurraba al oído:

-No importa lo que pase, siempre quiero estar en tus recuerdos.

Me volví hacia él, conmovida por sus palabras, y le sonreí.

-Lo mismo digo -susurré de vuelta.

Y justo en ese momento, el flash de la cámara capturó nuestra sonrisa compartida, sellando para siempre uno de los momentos más felices de mi vida.

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