Capítulo ciento cincuenta y ocho "La marca del alfa"
—Cariño, ¿puedes revisar mi cuello? —pregunté, tocando el lugar donde Scott me había mordido, aún sintiendo el cosquilleo de la mordida.
Scott frunció el ceño, preocupado, mientras sus dedos recorrían suavemente la zona que había mordido. El contacto de sus manos era cálido y reconfortante, pero aún notaba su preocupación.
—Lo siento, por lo de la mordida —dijo en un tono bajo—. Yo... no sé por qué lo hice.
Lo miré a los ojos, notando que aún tenían ese brillo rojizo intenso, pero ahora había un toque de arrepentimiento en ellos. Le acaricié la mejilla suavemente.
—Hey, no tienes que disculparte —susurré—. Fue... intenso, sí, pero no me dolió. No sé qué significa todo esto, pero no me asusta. Estamos juntos en esto.
Scott suspiró y bajó la mirada antes de besar mi frente de nuevo.
—Nunca quiero hacerte daño, Han. Me aterra perder el control contigo.
—No lo has hecho —le aseguré, abrazándolo más fuerte—. Estoy bien. Siempre estoy bien contigo.
—Debemos ir con Deaton —dijo Scott, con el ceño fruncido y preocupación en su voz—. Nunca había visto que una mordida de lobo se viera así.
—¿Viste muchas? —le pregunté, alzando una ceja mientras trataba de aliviar la tensión.
Sonrió de lado, encogiéndose de hombros.—Bueno, las pocas que vi —admitió—. Pero ninguna con ojos rosa metálico.
Solté una risa suave, pero en el fondo entendía la seriedad del asunto. Algo extraño había ocurrido, y aunque no me sentía mal, era mejor asegurarnos.
—¿Cómo se ve la mordida? —pregunté, tocando mi cuello con cuidado, sintiendo una mezcla de curiosidad y preocupación.
Scott se inclinó hacia mí, moviendo mi cabello hacia un lado para poder examinarla mejor. Su expresión cambió rápidamente, sus cejas se fruncieron más, y un leve suspiro escapó de sus labios.
—Es... diferente —murmuró, casi en un susurro—. No parece una mordida de lobo normal. El área está... como si brillara. La piel alrededor de la mordida tiene un resplandor rosado, y no parece infectada ni herida, pero definitivamente no es algo común.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda al escuchar eso, pero me esforcé por mantener la calma. No era el momento de entrar en pánico, aunque las palabras de Scott me dejaban intranquila.
—¿Brillando? —repetí, algo incrédula—. ¿Desde cuándo las mordidas brillan?
Él negó con la cabeza, aún observando el área de la mordida como si buscara alguna respuesta en el patrón extraño que ahora cubría mi piel.
—No lo sé, Han. Nunca he visto algo así.
Sentí su preocupación crecer y, aunque trataba de hacerme la valiente, la incertidumbre comenzaba a invadirme.
Nos vestimos con rapidez y nos dirigimos a la clínica veterinaria para hablar con Deaton. Al llegar, él nos miró con curiosidad.
—¿Qué ocurre? —preguntó Deaton.
—Bueno, pues—dije, mientras me apartaba el cabello para mostrarle la mordida en mi cuello—. Se trata de esto.
El druida frunció el ceño al examinar la marca en mi piel, y luego levantó la vista hacia Scott.
—¿Cómo ocurrió esto? —preguntó, mirando a Scott con una mezcla de curiosidad y preocupación.
El castaño se sonrojó un poco, mirando hacia abajo antes de responder.
—Bueno... estábamos teniendo relaciones—explicó, nervioso—. Y, en un momento, no sé cómo decirlo... solo la tomé y la mordí. No lo pensé, simplemente lo hice.
Deaton suspiró y se acercó para examinar la mordida más de cerca.
—Esto es lo que se llama "la marca del alfa" —explicó—. Es un fenómeno que solo ocurre con alfas verdaderos y solo si ellos encuentran a su mate. —Me miró de reojo—. Esto es una manifestación de su conexión profunda.En tu caso, parece que esta mordida ha creado una marca que refleja esa conexión.
—¿Y qué puedes decirnos de esto? —pregunté, señalando el brillo metálico en mis ojos.
El hombre frunció el ceño al observar el brillo en mis ojos.
—El rosa metálico es porque Scott dejó algo de él en ti —dijo, mirandolo—. Esto indica una profunda conexión entre ustedes.
Volteé a ver a Scott, frunciendo el ceño.—¡Te voy a castrar!
Deaton, al darse cuenta de la confusión, trató de aclarar.
—No, creo que me malinterpretaste —dijo —. No me refería a que están esperando un hijo.
Suspiré aliviada.
—Por lo que me has dicho —continuó, dirigiéndose a Scott—, no eras consciente de lo que hacías cuando la mordiste.
Scott asintió.—Exacto, estábamos a punto de llegar al clímax —admitió—. No pensé en morder a Hannah, simplemente sucedió.
—¿Te dolió? —preguntó Deaton, volviendo a mirarme.
—No, apenas lo sentí —respondí, aliviada.
El druida asintió, satisfecho con la respuesta.
—En ese caso, el brillo en tus ojos es un signo de la conexión entre ustedes, influenciada por la marca del alfa. No es peligroso, pero sí es algo a lo que deben prestar atención. Manténganse atentos a cualquier otro cambio y contáctenme si surge algo nuevo.
—¿Pero esto no me afecta como Diosa? —pregunté, preocupada.
Él pensó por un momento antes de responder.
—No debería afectar tu estatus como Diosa —dijo—. La marca del alfa es una manifestación de la conexión entre un alfa y su mate, no un indicio de un cambio en tu propia identidad o poder. Sin embargo, la conexión podría influir en tus percepciones y emociones, ya que ahora estás más unida a Scott de una manera que va más allá de lo físico.
—¿Entonces, qué debo hacer? —pregunté, aún insegura.
—Solo asegúrate de estar atenta a cualquier cambio en tu cuerpo o en tus habilidades —respondió —. La conexión entre tú y Scott es fuerte, pero debe equilibrarse con tus responsabilidades y poderes como Diosa. Mantén una mente abierta.
Le agradecimos y nos despedimos de Deaton, saliendo de la clínica con una mezcla de alivio y curiosidad por lo que el futuro podría deparar para nosotros.
Subimos al jeep y regresamos a casa, ambos en profundo silencio. La noche había dejado una marca más profunda de la que esperábamos.
—¿Estás bien? —preguntó Scott, rompiendo el silencio mientras conducía. Su tono era preocupado, su mirada fija en la carretera.
—Sí, solo... necesito procesar todo esto —admití—. Fue mucho para asimilar.
—Entiendo —asintió—. Nunca quise que las cosas salieran así. No planeaba morderte, no estaba en mi mente en absoluto.
—No te preocupes —le respondí, intentando tranquilizarlo—. Solo me sorprendió, eso es todo. Me alegra saber que no hay efectos secundarios graves.
—Deaton dijo que todo estará bien —añadió —. La marca es algo raro, pero solo confirma lo que ya sabíamos. Eres mi mate, y eso no cambia.
Asentí, mirando por la ventana. La noche estaba tranquila, y el brillo de la luna parecía hacer eco de nuestro propio estado emocional. Scott giró en la entrada de casa, y el jeep se detuvo.
—Quiero que sepas que lo que más me importa es tu bienestar —dijo Scott, tomando mi mano—. No quiero que esto sea un peso para ti.
—Lo sé —le respondí, apretando su mano—. Lo único que quiero es que estemos bien. Y, a pesar de todo, estoy feliz de tenerte a mi lado.
Ambos salimos del jeep y entramos a casa, el aire en el hogar se sentía un poco más ligero. Sabíamos que el camino hacia adelante podía ser complicado, pero lo enfrentaríamos juntos.
—¿Sabes? —comencé a decir—. Cuando me miraste con esos ojos rojos, algo en mí despertó. Fue una sensación tan poderosa, como si hubiera un nuevo lazo entre nosotros.
—Lo sentí también —admitió Scott—. Como si ahora fuéramos... inseparables, de una forma más profunda.
—Sí, y aunque suene un poco aterrador —agregué—, también es emocionante. Pero lo más importante es que no importa lo que pase, siempre estamos juntos.
—Eso es lo único que importa —susurró Scott, acariciando mi cabello.
Nos quedamos así un rato, en silencio, disfrutando de la presencia del otro. A pesar de la incertidumbre que el futuro podía traer, esa noche estábamos tranquilos, seguros en nuestra conexión y en lo que sentíamos.
Finalmente, Scott se inclinó para besarme suavemente en los labios.
—Vamos a superar esto —dijo con una sonrisa—. Juntos.
—Siempre juntos —le respondí, sonriendo también.
Después de un día largo, decidí darme un buen baño. El agua caliente corría sobre mi piel, relajando los músculos tensos, y mientras me frotaba el cuello, mis dedos rozaron una cicatriz en la base. Me quedé inmóvil un momento, dejando que la sensación me invadiera. Sabía bien lo que era: la marca del alfa. Sentí una punzada de incredulidad, a pesar de conocer su significado.
"La marca del alfa..." Susurré para mí misma, sin poder evitarlo. Sabía que Scott y yo estábamos conectados desde mucho antes de esta vida. Era algo que siempre había sentido, esa especie de hilo invisible que nos unía, esa energía inexplicable que compartíamos. Pero ser su mate, su compañera destinada... nunca lo hubiera imaginado de esta manera.
Me miré en el espejo del baño, con el vaho aún empañando parte del reflejo. Mi mirada se dirigía una y otra vez a la marca. Era discreta, pero al mismo tiempo poderosa, un recordatorio de lo que Scott y yo compartíamos. "Esto es real," pensé, sintiendo el peso de ese lazo más fuerte que nunca.
Terminé de secarme, tratando de despejar mi mente. Me envolví en la toalla y caminé hacia el dormitorio. Saqué algo cómodo del armario, unos pantalones de algodón y una camiseta holgada, lo primero que encontré. Me vestí con rapidez, todavía sintiendo la tensión en mi pecho al recordar la mordida, el momento en que nuestras almas parecieron enlazarse de una manera más profunda.
Me dejé caer en la cama, tumbándome de lado mientras esperaba a que Scott terminara su ducha. Había entrado en cuanto yo salí del baño, y ahora el sonido del agua cayendo me resultaba casi hipnótico. Mi mente, sin embargo, seguía en otra parte. "¿Cómo llegamos hasta aquí?", me pregunté. Todo lo que habíamos vivido juntos, las batallas, las pérdidas, y aun así, después de todo, seguíamos de pie, más unidos que nunca.
Sabía que nuestra conexión venía desde mucho tiempo atrás, desde otras vidas, pero ahora sentía que el vínculo había trascendido incluso esa idea. "Ser su mate..." Lo repetí en mi mente, tratando de acostumbrarme a las palabras. La realidad de lo que significaba me llenaba de incertidumbre, pero también de una extraña paz. Había algo seguro en saber que Scott y yo estábamos destinados a esto, a estar juntos. No era solo amor, era algo más profundo, más antiguo, algo que había sobrevivido al tiempo y al espacio.
Giré la cabeza hacia la puerta del baño cuando escuché que el agua se apagaba. Scott saldría en cualquier momento, y lo vería de nuevo, con esa sonrisa que siempre lograba calmar mis temores. Pero ahora lo miraría de una manera diferente. Sabía lo que éramos, lo que compartíamos, y eso lo cambiaba todo.
Me acomodé entre las almohadas, cerrando los ojos por un momento. "Estamos juntos en esto..." me recordé.
El sonido de la puerta del baño abriéndose me sacó de mis pensamientos. Scott apareció en el umbral, con el cabello aún mojado y una toalla colgada de su cuello. Me sonrió, esa sonrisa que siempre lograba hacer que mi corazón se sintiera un poco más ligero, como si todo fuera a estar bien sin importar lo que ocurriera. Pero esta vez, había algo más en sus ojos. Quizás él también lo sentía: esa nueva capa de conexión que ahora compartíamos.
Se acercó a la cama, y sin decir nada, se tumbó a mi lado, su cuerpo caliente por la ducha. Estaba tan cerca que pude sentir su respiración acariciando mi piel. Por un momento, simplemente nos quedamos así, en silencio, compartiendo el espacio, sabiendo que no hacía falta hablar para entendernos.
Finalmente, rompí el silencio.
—Scott... —susurré, girando un poco para mirarlo a los ojos. Él levantó una ceja, esa expresión que siempre me hacía sonreír, como si me invitara a decir lo que estaba rondando en mi cabeza.
—¿Qué pasa? —me preguntó suavemente, su voz cargada de curiosidad y preocupación.
Me mordí el labio, sin saber muy bien cómo formular lo que sentía. Pero al final, las palabras simplemente salieron.
—Somos mates. —No era una pregunta, sino una afirmación. Algo que ambos sabíamos, pero que nunca habíamos dicho en voz alta. Lo vi asimilar mis palabras, y su mirada se suavizó.
—Lo sé —respondió, acercándose un poco más para rozar mi mejilla con sus dedos—. Siempre lo supe, en algún nivel. Tal vez no conscientemente, pero lo sentí desde el principio.
Asentí lentamente. Sabía exactamente lo que quería decir. Había algo en Scott, algo que me hacía sentir segura, como si estuviera en el lugar al que siempre pertenecí. Y ahora, esa sensación se había vuelto más fuerte, más clara.
—¿Cómo te sientes con esto? —preguntó, sus ojos buscando los míos, queriendo asegurarse de que estuviera bien con lo que significaba. Sabía que no me iba a presionar, que siempre respetaría mis decisiones. Esa era una de las razones por las que lo amaba tanto.
Suspiré, dejando que mis dedos acariciaran su brazo.
—No lo sé exactamente —admití—. Es mucho para asimilar. Pero al mismo tiempo, es como si todo tuviera sentido ahora. Como si siempre hubiéramos estado destinados a esto. A ser... lo que somos.
Scott me miró en silencio por un momento, como si estuviera evaluando mis palabras. Luego, asintió lentamente, acercándose un poco más hasta que su frente rozó la mía.
—No tienes que sentirte de ninguna manera en particular —dijo en voz baja—. No hay ninguna presión. Siempre estaremos juntos, sea lo que sea que signifique ser mates. Yo estoy aquí para ti, siempre.
Sus palabras, suaves y llenas de amor, me hicieron sonreír. Porque sabía que lo decía en serio. No importaba lo que significara esta nueva etapa de nuestra vida; lo enfrentaríamos juntos, como siempre lo habíamos hecho.
Tomé su rostro entre mis manos, atrayéndolo hacia mí, y lo besé con una intensidad que no sabía que tenía guardada. Fue un beso profundo, apasionado, cargado de todo lo que no había podido poner en palabras. Sentí sus labios respondiendo a los míos, esa conexión que siempre nos había unido, pero ahora era aún más fuerte, más potente. Como si el mundo alrededor se desvaneciera y solo existiéramos él y yo, unidos en ese momento.
Cuando finalmente nos separamos, quedé con la respiración agitada, mis manos aún sosteniendo su rostro. Abrí los ojos lentamente, observando cómo sus labios todavía parecían buscar los míos, con una ligera sonrisa juguetona en su expresión. Sabía que sentía lo mismo.
—¿Sabes? —dije, con una chispa de diversión en mi voz mientras mordía mi labio inferior, disfrutando del sabor que él había dejado en mí—. Mi hobby favorito definitivamente es besarte.
Soltó una risa suave, esa que siempre lograba hacer que mi corazón latiera un poco más rápido. Sus ojos se iluminaron, y pude ver el calor y el amor que reflejaban.
—¿Solo tu hobby favorito? —respondió, con esa sonrisa traviesa que siempre me derretía. Sus dedos rozaron suavemente mi mejilla, y sentí cómo la electricidad del momento nos envolvía de nuevo.
Me incliné hacia él, dejando que mis labios rozaran los suyos, apenas un susurro de contacto.
—Tal vez sea más que un hobby —admití, en un tono más bajo, mis palabras llenas de promesas.
Scott sonrió ante mi respuesta, y sus ojos brillaron con ese fuego que siempre lograba encender algo en mí. El aire entre nosotros se sentía cargado, como si cada segundo se estirara y se llenara de algo más profundo, más fuerte que las palabras. Podía sentir su respiración entrecortada cerca de mí, igual que la mía.
—¿Más que un hobby, eh? —susurró, con su tono provocador, pero sus ojos decían otra cosa, algo mucho más serio, más intenso.
Me acerqué más, mis labios rozando los suyos otra vez, pero sin besarlo del todo, disfrutando de la tensión que se creaba entre nosotros. Sabía que a Scott le encantaba ese juego, y a mí también.
—Mucho más que un hobby... —murmuré contra sus labios, mis dedos acariciando suavemente su mandíbula, sintiendo la aspereza de la barba incipiente. El contacto con su piel me hacía estremecerme, y su presencia tan cercana me envolvía por completo.
Él no necesitó más invitación. En un solo movimiento, me atrajo hacia él, y sus labios buscaron los míos con una urgencia que me dejó sin aliento. El beso fue intenso, lleno de deseo y necesidad, como si el simple hecho de estar cerca ya no fuera suficiente. Sus manos se deslizaron por mi espalda, atrayéndome más hacia él, y yo me rendí completamente a la sensación.
Había algo en esos momentos con Scott, algo que me hacía olvidar todo lo demás, como si nada en el mundo pudiera tocarme mientras él estuviera conmigo. Era más que amor, era esa conexión indescriptible, ese lazo que sabíamos que venía de mucho más allá de esta vida. Cada toque, cada beso, me recordaba cuánto habíamos pasado juntos, y cuánto aún nos quedaba por vivir.
Cuando finalmente nos separamos, respirando pesadamente, nuestras frentes se tocaron suavemente. Sentía el calor de su piel, su corazón latiendo al mismo ritmo que el mío. Sonreí, incapaz de contener la felicidad que me embargaba.
—Definitivamente más que un hobby —repetí, casi en un susurro, riendo suavemente mientras lo miraba.
Scott me miró con una ternura que hizo que mi corazón se desbordara.
—No hay nada que me guste más que hacer feliz a mi compañera —dijo con una sonrisa, y me acarició la mejilla, su pulgar trazando un pequeño círculo en mi piel.
Me incliné hacia él, dándole un suave beso en la comisura de los labios, un gesto lleno de cariño.
—Eres bueno en eso —murmuré—. En hacerme feliz.
Scott me envolvió en sus brazos, y me acurruqué contra su pecho, sintiendo el latido constante de su corazón bajo mi oído. Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando simplemente de estar juntos. El día había sido largo, pero ahora, con él a mi lado, todo parecía perfecto.
—Sabes —dije después de un rato—, nunca pensé que estaría aquí, contigo, de esta manera. No solo como pareja, sino como... algo más. Como si siempre hubiéramos estado destinados a esto.
Acarició mi cabello con una suavidad que me hizo cerrar los ojos.
—Yo tampoco lo esperaba —admitió—, pero siento que esto es lo correcto, como si todo lo que hemos vivido nos hubiera llevado a este punto. Y no cambiaría nada de lo que hemos pasado, porque nos trajo hasta aquí.
Sonreí, asintiendo. Sabía que, pase lo que pase, siempre lo tendríamos el uno al otro.
Sus dedos jugaban suavemente con mi cabello. Scott siempre tenía esa habilidad de hacerme sentir segura y amada con solo un toque, una mirada, o en este caso, con sus palabras.
—Me quedaría toda la noche besándote —admitió, su voz ronca por la cercanía, y pude sentir la calidez de su aliento contra mi piel. Luego rió suavemente, dejando escapar un suspiro mientras continuaba—. ¡Dios! Te besaría hasta desgastarte los labios...
Mi sonrisa se amplió, mis ojos buscando los suyos, llenos de una mezcla de ternura y diversión. Pero entonces, su tono cambió, y dejó caer una frase que me hizo reír.
—...pero es hora de dormir.
Suspiré, fingiendo un pequeño puchero, aunque en el fondo sabía que tenía razón. La noche había sido larga, y el cansancio ya comenzaba a hacer acto de presencia. Aun así, me resistía a dejar ir ese momento, acurrucada en sus brazos, sintiéndome como si no hubiera otro lugar en el mundo donde quisiera estar.
—Sabes que podríamos simplemente quedarnos así, ¿verdad? —dije en voz baja, bromeando mientras me acercaba más a él, apoyando mi cabeza en su pecho—. Besándonos hasta que no podamos más.
Scott rió de nuevo, ese sonido profundo y reconfortante que siempre lograba hacerme sonreír, aunque no quisiera.
—No me tientes —respondió, besando la parte superior de mi cabeza con un gesto cariñoso—. Aunque no te voy a mentir, la idea no suena nada mal.
Levanté la cabeza para mirarlo de nuevo, viendo esa sonrisa juguetona que siempre me derretía. Pero, por mucho que quisiera seguir perdiéndome en él, el cansancio finalmente estaba ganando la batalla.
—Está bien, ganaste —dije en tono dramático, dejando escapar un suspiro—. Hora de dormir.
Nos ajustamos para dormir. Me giré, buscando más comodidad y, sin pensarlo dos veces, pasé una pierna por encima de Scott, acomodándola entre las suyas. Siempre había algo reconfortante en estar tan cerca de él, sintiendo su calor, su respiración constante y el latido de su corazón bajo mi oído.
Él me envolvió en sus brazos, atrayéndome más hacia él, y ambos nos quedamos en silencio, rodeados por la tranquilidad de la noche. El ritmo de su respiración comenzó a calmarme, haciendo que el sueño llegara poco a poco, mientras me sentía completamente segura y protegida.
—Duerme bien —murmuré en un susurro, sintiendo que mis párpados ya pesaban demasiado.
Scott besó mi cabello y susurró de vuelta
—Tú también, amor.
De repente me encontré en el Monte Olimpo, rodeada de inmensas columnas de mármol que brillaban bajo un cielo azul vibrante. A mi lado estaba Hyperion, el titán del fuego y la luz, imponente como siempre. Me miró con esos ojos dorados que parecían contener la sabiduría de los siglos.
—¿Qué hago aquí? —le pregunté, confundida, mirando a mi alrededor.
—Debemos hablar, Selene —dijo con su voz profunda y resonante—, sobre la marca que has recibido.
—¿La marca? —Repetí, tocándome el cuello donde Scott me había mordido.
—Sí, la marca del alfa. —asintió—. Lo que has recibido no es solo un símbolo de tu unión con Scott, sino también algo más profundo. Esa marca conecta no solo sus cuerpos, sino sus almas.
—¿Y qué significa eso exactamente? —le pregunté, inquieta.
—Significa que ahora eres parte de él y él de ti. —Hyperion comenzó a caminar, indicándome que lo siguiera—. Tus poderes de diosa y su naturaleza de alfa están entrelazados. Sentirás lo que él siente, sus emociones, su dolor, incluso sus impulsos. Y viceversa.
—Eso ya lo imaginaba, pero... —me detuve un momento, intentando procesarlo—, ¿cómo afectará esto a mis poderes como diosa?
—Aún no lo sabemos con certeza. —me miró con seriedad—. La combinación de una diosa y un alfa verdadero es algo que no tiene precedentes. Pero lo que sí sé es que tu fuerza ha aumentado. Ambos han despertado algo en el otro, algo que puede cambiar todo.
—¿Y cómo manejo esto? —pregunté, preocupada.
—No hay manual para esto, Selene. —Hyperion sonrió ligeramente—. Pero confía en tu instinto. Tú y Scott son más fuertes juntos, pero deben aprender a equilibrar sus poderes, o de lo contrario, podrían consumirlos.
—Genial —suspiré—, otra cosa de la que preocuparme.
—No temas, hija. —puso una mano sobre mi hombro—. Eres más capaz de lo que crees.
—Eso suena a que mi vida acaba de volverse más complicada —murmuré, cruzando los brazos mientras miraba al horizonte de nubes blancas que rodeaban el Monte Olimpo.
Hyperion soltó una pequeña risa, el sonido profundo y casi reconfortante.
—Los grandes poderes siempre traen grandes desafíos, Selene. Pero recuerda, la complejidad no siempre es mala. —Se detuvo, mirándome a los ojos con intensidad—. A menudo, es lo que revela quiénes somos realmente. Tú y Scott tienen la capacidad de alcanzar un equilibrio que otros no podrían.
—¿Y qué pasa si no lo hacemos? —le pregunté, con una nota de inquietud en mi voz.
Hyperion hizo una pausa, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.
—Si no logran equilibrar sus energías, podrían enfrentarse a consecuencias peligrosas. —Me miró de manera penetrante—. El poder de un alfa combinado con el de una diosa es algo explosivo. Si uno se descontrola, el otro también podría perder el control.
—Eso suena... reconfortante —dije con sarcasmo.
—No temas tanto, Hija. —Hyperion sonrió levemente—. Tienes el potencial para mantener esa armonía, pero debes confiar en él tanto como en ti misma. No es solo tu carga, es de ambos.
—¿Y si no podemos? —pregunté, más preocupada de lo que quería admitir.
—No pienses en eso ahora —me respondió, casi como si pudiera leer mis pensamientos—. Trabaja en el presente. La conexión que comparten puede ser la clave para superar los desafíos que están por venir. Pero la clave está en la confianza y la comunicación.
—Siempre volvemos a eso, ¿no? —susurré, pensando en las veces que Scott y yo habíamos superado cosas gracias a esa conexión.
—Exactamente. —asintió con aprobación—. Si mantienen su vínculo fuerte, no habrá nada que no puedan enfrentar.
Asentí, todavía tratando de procesar todo lo que me había dicho. No era la primera vez que me encontraba lidiando con lo desconocido, pero esto... esto era diferente. Más profundo. Más personal.
—Una última cosa —dijo Hyperion, interrumpiendo mis pensamientos—. Esta marca... no es solo un símbolo de poder. También representa un lazo irrompible. Lo que sea que ocurra, lo enfrentarán juntos.
—Juntos... —repetí suavemente, comprendiendo el peso de sus palabras.
Y con eso, Hyperion se desvaneció, dejándome sola en el Monte Olimpo con una sensación de responsabilidad y un extraño consuelo. Sabía que mi vida, y la de Scott, estaba por cambiar para siempre, pero al menos lo haríamos juntos.
De repente, el sueño comenzó a disiparse, y la realidad volvió a mí mientras despertaba en mi cama.
Con sumo cuidado, me deslicé fuera de su agarre, tratando de no despertarlo. Me levanté de la cama y caminé en silencio hacia la puerta. Algo en mí necesitaba estar sola, procesar todo lo que había pasado. Salí de la casa y sentí el aire fresco de la noche en mi piel mientras me dirigía al jardín.
Me abrazé a mí misma mientras miraba hacia el cielo, la luna llena brillando intensamente. Era imposible no sentir la conexión. Como diosa, sabía que la luna reflejaba lo que yo sentía, intensificaba mis emociones, mis pensamientos.
Susurré al cielo, casi sin darme cuenta: —¿Qué me está pasando?
Me quedé un rato allí, perdida en la inmensidad del cielo nocturno, hasta que sentí unos brazos rodeando mi cintura. Giré la cabeza para encontrar a Scott detrás de mí, su respiración cálida en mi cuello.
—¿Qué haces despierta, cariño? —preguntó, su voz aún cargada de sueño.
—No podía dormir —respondí, apoyando mi espalda contra su pecho. —Necesitaba estar aquí, sola con mis pensamientos.
—¿Sobre qué? —su voz era suave, reconociendo la preocupación en sus palabras.
—Sobre la marca, sobre lo que eso significa para nosotros —dije, mirando la luna. —He tenido sueños extraños... sobre el monte Olimpo y Hyperion. Me dijo que debía prepararme para el cambio que esto traerá.
Scott apretó un poco más su abrazo, como si quisiera brindarme toda la seguridad posible. —Lo sé, es mucho para procesar. Pero estoy aquí contigo, lo que sea que venga, lo enfrentaremos juntos.
Me volví para mirarlo, sus ojos reflejaban la luz de la luna. —¿Estás seguro de eso?
—Más que nunca —dijo con una sonrisa. —Ahora volvamos adentro. Mañana será otro día para enfrentar, y yo quiero que estés a mi lado.
Lo seguí de regreso a la casa, dejando atrás el consuelo de la luna, pero con la certeza de que, a pesar de los desafíos que se avecinaban, no tendría que enfrentarlos sola.
Antes de entrar, lo detuve, sintiendo la necesidad de compartir un momento íntimo. Lo miré a los ojos y, sin decir una palabra, lo besé con pasión. Su respuesta fue inmediata, y nuestros labios se encontraron en un abrazo ardiente. La conexión entre nosotros era intensa, y en ese beso sentí todo el amor y la determinación que compartíamos.
Cuando finalmente nos separamos, noté que Scott estaba mirando algo detrás de mí, con una expresión de asombro en su rostro. Me giré para ver qué había captado su atención, y mi corazón se detuvo por un momento al ver la luna en el cielo. Lo que antes había sido un brillante y plateado orbe ahora estaba teñido de un rojo profundo, como una luna de sangre.
—¿Tú lo hiciste? —preguntó, su voz cargada de sorpresa.
Me volví hacia él, intentando procesar la transformación que acababa de ocurrir. La luna roja parecía resonar con el poder que había comenzado a comprender.
—Bueno, soy Selene —dije con una leve sonrisa—, así que supongo que la luna refleja lo que siento.
Scott observó la luna con admiración y una mezcla de inquietud.
—Es increíble —murmuró—. Nunca he visto nada como esto.
Sentí una oleada de orgullo y responsabilidad. La luna roja era un símbolo de mi poder y de la profunda conexión con mi verdadera naturaleza como Diosa Luna. Era un recordatorio de que mi presencia y mis emociones tenían un impacto tangible en el mundo que me rodeaba.
—La luna refleja nuestras emociones y nuestro poder —expliqué—. Es una manifestación de lo que soy y de cómo me siento. Ahora que entiendo más sobre mi conexión con la luna, puedo ver cómo mi influencia puede cambiar la realidad a mi alrededor.
Scott asintió, su mirada aún fija en la luna roja.
—Es fascinante y un poco aterrador —admitió—. Pero estoy aquí contigo, Han. No importa lo que esto signifique.
Sus palabras fueron un bálsamo para mi inquietud. La luna roja era un nuevo y poderoso símbolo en nuestra vida, y enfrentar su significado junto a Scott me daba la confianza necesaria para seguir adelante.
—Gracias, Cariño—dije, sonriendo con ternura—. Significa mucho saber que estás a mi lado en esto.
Nos tomamos de la mano y entramos juntos en la casa, la luna roja iluminando nuestro camino. El poder y la conexión que compartíamos eran más fuertes que nunca, y estaba lista para enfrentar el futuro con la certeza de que, con Scott a mi lado, podríamos superar cualquier desafío.
Cuando llegamos a las escaleras, vimos a Melody esperándonos en el umbral, sus pequeños rizos encuadrando su rostro preocupado. La luz tenue de la casa iluminaba su figura, haciendo que sus ojos brillaran con una mezcla de tristeza y miedo.
—¿Qué haces aquí, amor? —preguntó Scott con preocupación, agachándose a su altura.
—Tuve una pesadilla —admitió, frotándose los ojos con las manos todavía pequeñas y temblorosas.
Scott y yo intercambiamos miradas, y entendí que este momento necesitaba nuestra atención y apoyo. Me agaché junto a él para estar al nivel de Melody, tratando de ofrecerle una sonrisa reconfortante.
—¿Quieres contarnos sobre tu pesadilla? —le pregunté con suavidad, tomando su mano en la mía.
Melody asintió lentamente, su mirada fija en el suelo mientras intentaba recordar los detalles.
—Soñé que había un monstruo en mi habitación —dijo, su voz quebrada por el miedo—. Estaba oscuro y no podía ver bien, pero sentí que el monstruo estaba cerca y me asustaba mucho.
Scott la miró con una expresión de ternura y preocupación.
—No tienes que tener miedo, Melly—dijo con voz tranquilizadora—. Los monstruos no pueden hacernos daño mientras estamos despiertos y seguros en casa.
Me incliné y le di un abrazo reconfortante, sintiendo la pequeña figura temblando en mis brazos.
—A veces, las pesadillas pueden parecer muy reales, pero estamos aquí para protegerte —le dije con ternura—.
—¿Puedo dormir con ustedes esta noche? —preguntó en un susurro, sus ojos llenos de una mezcla de miedo y anhelo.
Scott y yo intercambiamos miradas, comprendiendo lo importante que era para ella sentirse segura ahora. Con una sonrisa reconfortante, asentí.
—Claro, cariño —dije suavemente—. Puedes dormir con nosotros esta noche.
Melody sonrió aliviada y me extendió los brazos. La tomé con cuidado, sintiendo su pequeño cuerpo tembloroso contra el mío. Scott me siguió mientras subíamos las escaleras, llevando a Melody en brazos.
A medida que caminábamos hacia nuestra habitación, hundí mi nariz en el suave cuellito de Melody, inhalando su dulce aroma a bebé. Su fragancia era un recordatorio de la pureza y el amor que traía a nuestras vidas. Con una mano libre, acaricié su cabello rizado, sintiendo la suavidad de sus mechones entre mis dedos.
—Todo estará bien, mi amor —le murmuré, intentando infundirle tranquilidad—. Estás a salvo con nosotros.
Ella se acurrucó más en mis brazos, su respiración comenzando a hacerse más relajada. Scott, al ver la escena, se acercó y me tomó de la mano libre, ofreciéndome una sonrisa cálida.
—Vamos, pequeña —dijo Scott con ternura—. Será una noche tranquila.
Una vez en nuestra habitación, Scott y yo nos acomodamos a su lado, brindándole la seguridad y el amor que necesitaba. La luz suave de la lámpara nocturna proyectaba sombras tranquilizadoras, y pronto, Melody comenzó a relajarse, sintiéndose segura con nuestra compañía.
—Gracias, mami y papi—susurró, su voz comenzando a relajarse con el sueño.
—Siempre estaremos aquí para ti —le prometí, dándole un beso en la frente.
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