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Capítulo ciento cincuenta y nueve "El recital"

Desperté al amanecer con la luz suave entrando por la ventana, llenando la habitación de un resplandor dorado. Melody seguía acurrucada en los brazos de Scott, que aún dormía plácidamente. La luna roja había desaparecido, reemplazada por el sol naciente que traía un nuevo día lleno de promesas y oportunidades.

Me levanté con cuidado para no despertar a Scott y a Melody, y me dirigí a la cocina para preparar el desayuno. Mientras preparaba una simple comida matutina, mis pensamientos estaban en la conexión con la luna y lo que significaba para nosotros como familia. Aunque sabía que aún había mucho por descubrir y enfrentar, me sentía optimista, confiada en que, juntos, podríamos superar cualquier obstáculo.

Mientras preparaba el desayuno, el aroma del café recién hecho y el sonido del pan tostándose llenaban la cocina. Me sentía en paz, disfrutando de la tranquilidad del nuevo día. De repente, escuché el suave crujido de la puerta y la sentí abrirse lentamente. Giré la cabeza para ver a Scott aparecer en la cocina, aún en pijama, con el cabello desordenado y una expresión de sueño en su rostro.

—Buenos días, amor —dije con una sonrisa, mientras me giraba para mirarlo—. ¿Dormiste bien?

Scott se acercó a mí con una sonrisa perezosa, sus ojos llenos de cariño. Se inclinó para besarme en la mejilla, un gesto tierno que me hizo sonreír aún más.

—Buenos días —respondió con voz aún dormida—. Despertar con Melody en brazos me hizo sentir como si estuviera en una nube. Y tú, ¿cómo estás?

—Mucho mejor ahora —dije, y me incliné hacia él para un beso suave en los labios—. Gracias por estar a mi lado anoche.

Él me rodeó con los brazos y me atrajo hacia él, envolviéndome en un abrazo cálido. Sentí su amor y su presencia reconfortante, y me acomodé en sus brazos con gusto.

—No hay de qué —murmuró, mientras su abrazo se hacía más estrecho—. Siempre estaré aquí para ti.

Su cercanía y el roce de su piel contra la mía me hicieron sentir completamente en paz. Sentí una oleada de gratitud y felicidad, sabiendo que estábamos construyendo una vida juntos llena de amor y apoyo mutuo.

—¿Puedo ayudarte con algo? —preguntó, separándose ligeramente para mirarme con una sonrisa juguetona—. O si prefieres, puedo simplemente hacerte compañía mientras terminas de preparar el desayuno.

Me reí suavemente y sacudí la cabeza.

—Claro que sí. Puedes empezar por probar el café para asegurarte de que no esté demasiado fuerte —dije, entregándole una taza con una sonrisa—. Luego, siéntate y relájate un poco. Te mereces un descanso.

Scott tomó la taza y dio un sorbo, su expresión mostrando que estaba satisfecho con el sabor. Luego se sentó en la mesa, observándome con admiración mientras trabajaba en los últimos detalles del desayuno.

—Todo huele increíble —comentó, con una sonrisa satisfecha—. Y aún más increíble es saber que estoy a tu lado, construyendo nuestra vida juntos.

Sentí una cálida oleada de amor al escuchar sus palabras. Terminando de preparar el desayuno, me dirigí hacia la mesa con la comida, y Scott se levantó para ayudarme a colocar los platos.

Mientras servía los últimos detalles del desayuno, decidí hacer la mañana aún más especial. Me senté sobre las piernas de Scott, rodeada por su abrazo, mientras él se acomodaba en la silla con una sonrisa complacida.

—Creo que este es el mejor lugar para disfrutar del desayuno —dije, mientras me acomodaba con suavidad en su regazo. Scott rió suavemente, rodeándome con los brazos.

—No podría estar más de acuerdo —respondió, su voz llena de calidez—. Este es el mejor comienzo de día posible.

Con una sonrisa, tomé un pedazo de tostada y lo llevé a la boca de Scott, alimentándolo con una pequeña mordida. Sus ojos brillaron con diversión y cariño mientras tomaba el bocado, y me devolvió una sonrisa agradecida.

—¿Te gusta? —pregunté, jugando con el pedazo de comida en mi mano. Scott asintió con entusiasmo.

—Está delicioso —dijo, tomando un sorbo de café que le pasé. —Aunque me gusta aún más el hecho de que tú estás aquí conmigo.

De vez en cuando, le ofrecía pequeños bocados de comida, cada uno acompañado de una sonrisa y un gesto cariñoso. Cada vez que él tomaba un bocado, me miraba con un brillo especial en sus ojos, mostrando cuánto valoraba esos momentos simples pero significativos.

—Eres increíble —dijo Scott, mientras me pasaba un brazo alrededor de la cintura—. No sólo por preparar un desayuno tan delicioso, sino por hacer que cada momento juntos sea tan especial.

Le devolví la sonrisa, sintiendo una profunda conexión en ese momento de intimidad. La calidez de su cuerpo, el ritmo de nuestras respiraciones sincronizadas, y la sensación de estar completamente a gusto y amado eran todo lo que necesitaba para sentirme plena.

—Yo también te amo —respondí, inclinándome para darle un beso suave—. Estos momentos contigo son lo que hacen que cada día valga la pena.

Continuamos desayunando en esa posición cómoda y afectuosa, disfrutando de la compañía del otro mientras el sol se alzaba más alto en el cielo. Los pequeños gestos de cariño y las sonrisas compartidas eran el testimonio de una vida llena de amor y complicidad.

—Cariño, tienes...—dijo Scott, señalando la comisura de mi boca con una sonrisa traviesa.

—¡Oh! —exclamé, sorprendida y un poco sonrojada. Iba a tomar una servilleta para limpiarme, pero antes de que pudiera hacerlo, él me detuvo con un gesto suave.

—Tengo una mejor forma de limpiarte —dijo, su sonrisa se tornó más pícaro. Se inclinó hacia mí, su rostro acercándose al mío con una mirada llena de complicidad y cariño.

Antes de que pudiera reaccionar, sus labios se encontraron con los míos en un beso tierno y juguetón. Sentí la calidez de su boca y el suave roce de sus labios, y me reí suavemente contra su boca, disfrutando del gesto dulce y divertido.

Cuando se separó, me miró con satisfacción y una chispa de diversión en los ojos.

—Ahora estás perfectamente limpia —dijo con un tono de orgullo, mientras me daba un pequeño beso en la nariz.

Reí y le di un pequeño empujón cariñoso, sintiendo cómo el amor y la alegría llenaban el aire entre nosotros. La mañana había comenzado con una nota perfecta, y esos momentos simples pero llenos de cariño solo reforzaban lo que ya sabía: que cada día con Scott era un regalo.

—Mm... tú también tienes un poco de sirope en los labios —dije, inclinándome hacia él con una sonrisa juguetona. Nuestros labios se encontraron en un beso que comenzó suave, pero pronto se tornó más apasionado.

Mis labios se movían contra los de Scott con una intensidad creciente. Sentí su aliento cálido mezclándose con el mío, mientras nuestras bocas se exploraban con fervor. Sus manos, primero suaves, se volvieron firmes, rodeando mi cintura y acercándome aún más a su cuerpo. El roce de sus dedos a lo largo de mi espalda provocó una oleada de sensaciones que me hizo suspirar.

El beso se profundizó, con nuestros labios presionándose y nuestros corazones acelerándose. El sirope que quedaba en nuestros labios se mezcló con la dulzura de nuestro contacto, creando una experiencia tan intensa como placentera.

Sin embargo, nuestra escena romántica se interrumpió abruptamente por una exclamación sorpresa.

—¡Buen...! ¡AGH! ¡Me quedé ciega! —La voz de Melody nos hizo separarnos rápidamente. Nos giramos para ver a nuestra pequeña en la puerta de la cocina, con las manitas tapando su rostro y una expresión de mezcla entre sorpresa y diversión.

Scott y yo nos miramos, nuestras mejillas sonrojadas mientras tratábamos de controlar la risa.

—Lo siento, cariño —dije, tratando de mantener una expresión seria mientras me levantaba de su regazo—. No queríamos que te sorprendieras.

Melody, aún con las manos en los ojos, comenzó a reír tímidamente. Finalmente, bajó las manos y nos miró con una sonrisa juguetona.

—¡No puedo creer que estén besándose a las seis de la mañana! —dijo, tratando de contener la risa—. ¿No tienen algo más que hacer?

Scott se levantó y se acercó a ella, rodeándola con los brazos en un abrazo cálido.

—Me parece que alguien con muchos rizitos también quiere besitos —dijo el castaño, mirando a la pequeña con una sonrisa traviesa.

—¡No! —exclamó Melly, alejándose rápidamente con una risita.

Scott, con una risa contagiosa, la persiguió por la cocina. Ella intentó esquivarlo, pero su padre logró atraparla en un abrazo tierno.

—¡Papi, no! —gritó entre risas, mientras Scott le daba una serie de besitos en las mejillas y el cuello. Su risa se convirtió en un contagioso estallido de alegría que llenó la cocina.

—¡Ah, pero sí! —respondió Scott, riendo mientras la besaba y la abrazaba tiernamente.

Cada beso que Scott le daba a Melody provocaba una risa aún más fuerte de la pequeña, y la atmósfera se llenó de una felicidad contagiosa. Él continuó con su ataque de besitos, asegurándose de cubrir cada rincón de la cara de nuestra hija, mientras ella se retorcía y se reía sin parar.

Finalmente, Scott la soltó, y Melody, aún riendo, se alejó un poco y se lanzó a los brazos de su madre.

—¡Eso estuvo terrible! —dijo Melody, con una sonrisa radiante y un brillo en los ojos.

—¿Terrible? —pregunté, acariciando su cabello—. Más bien parece que te divierte mucho.

Melody asintió, aún entre risas, y se acomodó en mis brazos mientras Scott regresaba a la cocina para terminar de preparar el desayuno.

—Sí, pero me encantan esos besitos de papi —admitió, abrazándome con cariño.

—Me alegra saberlo —dije, dándole un beso en la frente—. Ahora, ¿qué te parece si preparamos juntos un desayuno especial?

Melody asintió con entusiasmo, y pronto estábamos todos en la cocina, trabajando juntos para hacer que el desayuno fuera tan especial como la mañana que habíamos compartido. La risa, el amor y la calidez llenaban cada rincón, haciendo de ese momento una parte inolvidable de nuestra vida familiar.

—Hoy es un día muy importante —dijo Melody mientras desayunaba, su rostro iluminado por la emoción.

—¿Ah sí? —inquirí, con curiosidad—. ¿Por qué?

Ella dejó de comer y nos miró con una expresión de sorpresa mezclada con un toque de preocupación.

—¿Ya lo olvidaron? —se afligió—. ¡Hoy es mi recital de ballet!

Scott y yo nos miramos, dándonos cuenta de que, en medio de las sorpresas de la mañana, habíamos olvidado ese detalle importante.

—¡Oh, cariño! —dije, dándole una sonrisa de apoyo—. ¡Claro que lo recordamos! Estábamos tan emocionados por verte brillar en el escenario.

—Sí, lo tenemos en la agenda —confirmó Scott, acercándose para darle un abrazo reconfortante—. No podríamos perdernos tu recital. Vamos a estar allí animándote en cada paso.

Melody sonrió, aliviada y emocionada, y volvió a comer su desayuno con renovado entusiasmo. La anticipación por su presentación era evidente en su rostro, y esa emoción era contagiosa.

—¡Gracias, papi y mami! —dijo, con una sonrisa radiante—. ¡Voy a dar lo mejor de mí!

Después de un desayuno lleno de charlas alegres y animadoras, nos preparamos para el recital de ballet de Melody. La mañana estaba llena de promesas y la emoción de verla en el escenario, haciendo que cada momento fuera aún más especial.

Estábamos en nuestra habitación arreglándonos para el recital de ballet, el ambiente estaba lleno de una mezcla de nervios y emoción.

—No puedo creer que lo hayamos olvidado —murmuró Scott, con un tono de preocupación en su voz mientras se ponía una camisa.

—Es tu culpa —le respondí en tono juguetón—. Cuando te tengo cerca, no puedo pensar con claridad.

Scott levantó una ceja y me miró con una mezcla de sorpresa y diversión.

—¿Ah, sí? —preguntó, sonriendo—. ¿De verdad crees que tengo ese efecto en ti?

—Definitivamente —admití, acercándome para ajustar su corbata. —Tu presencia me distrae y me hace olvidarme de todo lo demás.

Scott sonrió y me rodeó con los brazos, dándome un beso en la frente.

—Entonces me alegra saber que puedo ser esa distracción para ti —dijo, con un toque de ternura en su voz.

—Solo espero que no olvidemos algo tan importante otra vez —dije, con una sonrisa—. Melody está contando con nosotros.

—Prometo que no olvidaremos nada más —respondió Scott, apretando suavemente mi mano—. Vamos a asegurarnos de que esté orgullosa de nosotros hoy.

—Mami, ¿me peinas? —preguntó Melody, entrando en la habitación con sus rizos aún más desordenados de lo que solían estar, si eso era posible.

—¡Oh, Santa Virgen de la Papaya! —murmuré, sorprendida por el trabajo que implicaba peinar esos rizos con algo tan simple como un moño. Los cabellos de Melody parecían tener vida propia.

Me acerqué a ella, intentando no dejarme abrumar por el desafío que tenía ante mí. Aunque intentaría hacer algo especial, sabía que sería complicado.

—Vamos a hacer que esos rizos queden perfectos —le dije, tratando de mantener la calma mientras comenzaba a trabajar en su cabello—. Voy a hacer un moño que te hará lucir fantástica para tu recital.

Melody se sentó pacientemente mientras intentaba controlar sus rizos rebeldes. Con cada movimiento de mi cepillo y cada ajuste del elástico, le hablaba para distraerla y mantener el ánimo.

—¡Papi y yo estamos tan emocionados por tu presentación! —le dije mientras trabajaba—. Seguro que vas a ser la estrella del recital.

—Gracias, mami —dijo Melody, sonriendo con gratitud—. Estoy un poco nerviosa, pero estoy lista para hacerlo bien.

—Lo harás increíble —le aseguré, dándole un último toque al moño—. Ahora estás lista para brillar en el escenario.

Con el cabello arreglado y Melody lista para el recital, salimos de la habitación y nos dirigimos al evento. La emoción y el orgullo llenaban el aire mientras nos preparábamos para ver a nuestra pequeña hacer su debut en el escenario.

—Me hubiera gustado que el tío Stiles estuviera aquí —dijo Melody, mientras llegábamos al lugar del recital. Su rostro mostraba un toque de tristeza al notar la ausencia de su tío.

—Yo también lo extraño —le respondí, acariciando su cabello—. Pero sé que está pensando en ti y enviándote buenos deseos desde donde esté.

Miré alrededor y vi a Lydia, Malia, Liam, Hayden, Mason, Melissa y mi padre esperándonos. Todos estaban listos para apoyar a Melody en su gran día. A pesar de la ausencia de Stiles, el apoyo de la familia y amigos estaba presente.

—¡Hola a todos! —saludé, acercándome al grupo—. Gracias por venir a animar a Melody.

—¡No podríamos perdernos esto! —dijo Lydia, con una sonrisa cálida—. Melody está increíblemente emocionada, y queremos estar aquí para ella.

—Estamos aquí para apoyarla en todo momento —agregó Malia—. Seguro que hará un trabajo excelente.

Liam y los demás asintieron, mostrando su entusiasmo. Melissa y mi padre se acercaron a darnos un abrazo y a felicitar a Melody por su esfuerzo.

—No te preocupes, amor —le dije a Melody, inclinándome para mirarla a los ojos—. El tío Stiles siempre ha estado orgulloso de ti, y aunque no pueda estar aquí hoy, está pensando en ti.

Melody asintió, aún un poco triste pero reconfortada por el cariño y apoyo que la rodeaba. Con una sonrisa, entramos al auditorio, listos para disfrutar del recital y para apoyar a Melody en cada paso del camino.

Acompañé a mi hija al backstage. Estaba nerviosa, lo podía sentir en la manera en que su pequeña mano apretaba la mía, pero trataba de mostrarse valiente. A sus siete años, era tan fuerte como su padre, y sin embargo, hoy sus nervios parecían estar ganándole la batalla.

—¿Estás lista, cariño? —le pregunté, inclinándome para estar a su altura. Su cabello rizado estaba perfectamente peinado en un moño alto, y su pequeño tutú rosa brillaba bajo la tenue luz tras bambalinas.

Melody asintió, aunque sus labios temblaban. —Sí, mami... creo que sí.

Sonreí, dándole un suave beso en la frente. —Lo harás increíble, solo diviértete, ¿de acuerdo?

Nos encontramos con su maestra y sus compañeritas. La maestra, una mujer de semblante sereno, le dio una sonrisa alentadora. —Melody, vas a brillar ahí afuera, cariño.

Vi cómo ella soltaba mi mano para tomar la de la maestra. Le di una última mirada antes de regresar con los demás al público. Scott ya estaba sentado, con su mirada inquieta recorriendo el escenario. A su lado, Malia conversaba con Lydia, ambas tratando de mantener el ánimo arriba mientras la espera comenzaba a impacientar a los más pequeños del grupo.

Me senté junto a Scott, cruzando las manos sobre mi regazo. Sentía el corazón latir con fuerza, pero no podía mostrar mis nervios. Esto debía ser algo que Melody disfrutara, no que la intimidara, y yo tenía que estar fuerte por ella.

El recital comenzó, pero el grupo de Melody no salía. La música de los otros números seguía sonando, las luces del escenario brillaban, pero cada minuto que pasaba sin verla hacía que mi pecho se apretara un poco más.

—¿Dónde está Melody? —susurró Scott, girando hacia mí con el ceño fruncido. —¿No era ahora su turno?

Asentí, sintiendo la misma inquietud. Traté de decirme que tal vez había habido algún retraso, pero no podía evitar mirar una y otra vez hacia el backstage, esperando verla aparecer.

De repente, la maestra de ballet se acercó a nosotros, su rostro reflejando preocupación.

—Señorita McCall —dijo suavemente, aunque lo suficientemente alto para que Scott y yo la escucháramos. —Melody está teniendo un ataque de pánico. No puede salir al escenario.

Mi corazón se detuvo por un instante.

—¿Qué? —susurré, levantándome rápidamente de mi asiento. Sentí a Scott ponerse de pie a mi lado, tan desconcertado como yo.

—Ha estado nerviosa todo este tiempo,— explicó la maestra, —y aunque trató de calmarse, ahora que es el momento, simplemente no puede hacerlo. Está muy asustada.

Quise correr tras ella de inmediato, abrazarla y decirle que todo estaba bien, que no tenía que hacer esto si no quería, pero sabía que no podía irrumpir en medio de todo. La maestra nos estaba mirando, esperando alguna reacción.

—Voy a verla, —dije con firmeza. Sabía que mi hija me necesitaba, y en ese momento, no importaba nada más.

Scott puso una mano en mi hombro. —Voy contigo.

Asentí y nos apresuramos tras la maestra, caminando por los pasillos estrechos y llenos de ruido hasta el backstage. Podía oír la música desde el escenario y las voces de otros padres animando a sus hijos, pero todo ese ruido se desvanecía ante una sola cosa: el miedo de Melody.

Al llegar, vi a mi pequeña acurrucada en una esquina, con su tutú arrugado en sus manitas temblorosas. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y respiraba con dificultad. Verla así hizo que mi corazón se partiera en mil pedazos.

Me agaché frente a ella sin pensarlo dos veces. —Melody, cariño, —le susurré suavemente, extendiendo la mano para tocarle el hombro. Su piel estaba fría a pesar de todo el calor del lugar. —Estoy aquí. Todo está bien.

Ella levantó la mirada hacia mí con los ojos muy abiertos, respirando de manera irregular. —Mami… no puedo hacerlo. —Su voz era apenas un susurro, llena de miedo. —No puedo salir, tengo miedo...

Sentí a Scott arrodillarse junto a mí. Su rostro mostraba esa mezcla de calma y preocupación que solo él podía lograr, intentando no asustarla más. —No tienes que hacerlo si no quieres, Mel,— dijo en un tono suave, pero firme. —Lo más importante es que estés bien.

—Pero… pero practiqué mucho, —sollozó, sus pequeños hombros sacudiéndose mientras las lágrimas le caían por las mejillas. —No quiero fallar… quiero hacerlo, pero…

Le acaricié el cabello, tratando de calmarla. Cada rizo suave entre mis dedos me recordaba lo pequeña y frágil que era, pero también lo valiente que había sido al intentar enfrentarse a sus miedos.

—No estás fallando, amor, —le dije con la voz entrecortada. —Ya eres increíble por intentarlo. Mira todo lo que has hecho, lo mucho que te esforzaste. No tienes que demostrarle nada a nadie. Y si no te sientes bien, está bien parar.

Scott asintió, apoyando mi mensaje. —Es solo un recital, Mi vida. Lo importante es que estés feliz. Todos te queremos y estamos orgullosos de ti, pase lo que pase.

Por un momento, Melody dejó de llorar. Sus ojos se movieron entre Scott y yo, intentando procesar nuestras palabras, pero seguía asustada, atrapada entre querer hacerlo y el terror que sentía.

—¿Qué hago? —preguntó con una pequeña voz temblorosa.

Tomé su carita entre mis manos, secándole las lágrimas con mis pulgares. —Haz lo que te haga sentir bien, amor. Si quieres salir, tu papá y yo estaremos ahí, mirándote, apoyándote. Si no quieres, nos vamos a casa, nos tomamos un helado y olvidamos todo esto. Pero la decisión es tuya.

Ella se quedó en silencio por un momento, pensando, mientras el ruido del recital continuaba a nuestro alrededor. Podía ver cómo luchaba internamente, con su deseo de ser valiente y el miedo paralizante que la abrumaba. Entonces, finalmente, asintió despacio.

—Quiero intentarlo… pero, ¿pueden quedarse cerca?

—Siempre, —le aseguré, sonriendo. —Estaremos justo aquí, en primera fila, mirándote. Si en algún momento no te sientes bien, simplemente sal del escenario y te esperaremos.

Melody tomó una respiración profunda, tratando de calmarse. Vi cómo sus manos dejaron de temblar un poco, aunque sus ojos seguían brillando con incertidumbre. Pero esta vez, había una pequeña chispa de determinación.

Scott se inclinó hacia ella, tocándole suavemente la frente con la suya. —Eres mi valiente pequeñita,—le susurró. —Y no importa qué pase ahí afuera, siempre serás mi bailarina.

Con una última mirada entre nosotros, Melody se puso de pie lentamente, tomando la mano de su maestra que ya esperaba para llevarla al escenario. Mi corazón seguía latiendo desbocado, pero sabía que lo más importante era que ella sintiera nuestro apoyo.

Nos quedamos mirando cómo desaparecía entre bambalinas, y entonces Scott y yo nos dirigimos de vuelta a nuestros asientos. El público seguía disfrutando del espectáculo, ajeno a la tormenta emocional que acababa de pasar detrás de las cortinas.

Cuando llegamos a nuestros asientos, las luces se atenuaron y la música cambió. Y entonces, ahí estaba ella, mi pequeña Melody, de pie en el escenario junto a sus compañeras. Aunque desde donde estábamos no podía verle la cara claramente, sabía que seguía nerviosa. Pero estaba ahí. Estaba siendo valiente.

Scott me tomó la mano, y yo la apreté con fuerza. No podía quitar los ojos de ella mientras la música comenzaba. Y cuando dio sus primeros pasos, algo dentro de mí explotó en orgullo. Melody lo estaba haciendo. Había vencido su miedo, aunque fuera solo por un momento.

Tal vez no sería perfecta, tal vez se equivocaría en algún paso, pero eso no importaba. Lo que importaba es que ahí estaba, frente a todos, mostrando su fuerza y su valentía.

Y para mí, para nosotros, eso era más que suficiente.

Scott apretaba mi mano con fuerza mientras Melody comenzaba a moverse en el escenario, siguiendo el ritmo de la música. Yo estaba al borde de las lágrimas, no podía creer lo valiente que estaba siendo nuestra pequeña. La luz iluminaba su pequeña figura, y aunque podía ver que aún estaba nerviosa, lo estaba haciendo.

De repente, escuché un sonido a mi lado. Me giré ligeramente y vi que mi novio se estaba limpiando los ojos con la manga de su chaqueta. Al principio, fue discreto. Pensé que tal vez alguna lágrima se le había escapado, igual que a mí.

Pero entonces, lo escuché sollozar.

—Scott…—susurré, dándole un pequeño codazo. —¿Estás bien?

Él asintió rápidamente, pero sus ojos estaban completamente llenos de lágrimas. Su labio temblaba como el de un niño que había perdido su helado, y lo siguiente que supe fue que estaba llorando, pero no solo un llanto discreto. No. Scott estaba llorando como si le hubieran arrebatado el alma.

—¡Es tan hermosa! —sollozó con fuerza, su voz quebrada. —Mira lo que está haciendo, Han, ¡es perfecta!

Alrededor de nosotros, varias personas comenzaron a voltear, primero con curiosidad, luego con sorpresa. Scott, el siempre calmado y fuerte, estaba teniendo un auténtico derroche de emociones justo en medio del recital de ballet.

—Scott, cariño…—intenté calmarlo, pero era inútil. Estaba demasiado emocionado. Cada vez que nuestra niña hacía un pequeño giro, él dejaba escapar otro sollozo fuerte, como si la escena en el escenario fuera lo más hermoso que había visto en toda su vida.

—No puedo… no puedo con esto, Amor,—dijo, agarrándome con ambas manos, su rostro completamente empapado de lágrimas. —¡Es demasiado para mí! ¡Mira a nuestra niña! ¡MI BEBÉ ESTÁ BAILANDO!

Liam, que estaba sentado a nuestro lado, no podía contener la risa. —Dios mío, Scott. ¿Quién diría que tenías tanta agua dentro de ti?

Scott lo ignoró completamente, y continuó con su espectáculo de emociones desbordadas. Mientras yo intentaba calmarme y no seguir su ejemplo, él seguía llorando con una intensidad que jamás había visto, ni siquiera cuando Melody nació.

De alguna manera, logró calmarse un poco cuando el grupo de Melody terminó su número. Todos aplaudimos y Scott finalmente dejó de sollozar, aunque aún se limpiaba las lágrimas. —Ya está, ya está —murmuraba para sí mismo, respirando profundo.

Suspiré, aliviada. —Ves, ya pasó. Lo hizo muy bien, estamos orgullosos.

Pero justo cuando pensé que todo había terminado, la maestra de ballet anunció: —Ahora, un número especial a cargo de Melody McCall.

Mis ojos se abrieron de par en par. ¿Un solo? ¿Melody iba a cantar? Antes de que pudiera procesarlo, la vi regresar al escenario, de pie bajo un suave foco de luz, sosteniendo un micrófono con ambas manos.

—Cariño, ¿tú sabías sobre esto? —susurré, incrédula.

Él negó rápidamente, y antes de que pudiera decir nada más, nuestra bebé comenzó a cantar.

Y fue entonces cuando Scott se desmoronó por completo. No habían pasado ni tres palabras cuando él soltó el sollozo más fuerte que había escuchado en mi vida.

—¡No puedo, Annieh! —exclamó, cubriéndose el rostro con ambas manos mientras las lágrimas corrían sin control. —¡Es tan hermosa, nuestra niña está cantando, y… y su voz…!

La gente a nuestro alrededor comenzó a mirarlo con una mezcla de sorpresa y diversión. Incluso algunos niños en el escenario parecían desconcentrados por el llanto escandaloso de Scott. Lydia y Stiles, por supuesto, estaban al borde de las carcajadas.

—Scott, por favor…—dije, dándole palmaditas en el brazo. —Va a pensar que estás sufriendo más que ella.

Pero era inútil. Estaba completamente inmerso en su mar de emociones. Cada vez que Melody alcanzaba una nota, Scott lloraba más fuerte. Y cuando terminó la última frase de la canción, él dejó escapar un grito ahogado que resonó por todo el teatro.

Para cuando terminó el número, Scott se había desplomado contra el respaldo de su asiento, con los ojos hinchados y la nariz roja, mientras todos aplaudían emocionados por el solo de nuestra hija. Y, entre aplausos, escuché a Liam inclinarse hacia Scott y murmurar con una sonrisa maliciosa:

—Bro, cuando nazca tu segunda hija, ¿te van a tener que llevar en ambulancia o qué?

—afortunadamente faltan muchos años para eso —reí.

Scott, con los ojos todavía llenos de lágrimas, intentaba hablar entre hipo y sollozos. —Es que… es que…—se ahogaba en sus palabras. —¡Es un ángel! ¡Es tan hermosa! ¡Y LA HICE YO!

La sala estalló en carcajadas, no solo por la intensidad de su emoción, sino por la forma en que lo dijo, como si él fuera el único responsable de nuestra pequeña maravilla.

Lo miré con una ceja levantada y una sonrisa en los labios, cruzándome de brazos. —¿Y qué hay de mí, eh? Yo agonice para traerla al mundo, —le recordé, claramente divertida pero también un poco ofendida por su falta de mención a mi parte en todo este proceso.

Scott, con los ojos bien abiertos y todavía llorosos, se volvió hacia mí. —¡Tú también, claro que tú también! ¡Pero es que… MIRA CÓMO BAILA Y CANTA!

Volvió a sollozar ruidosamente, y esta vez no pude evitar reírme junto con el resto de la familia. Mason, riendo a carcajadas, le dio una palmada en la espalda. —Vaya, hermano, nunca pensé que vería el día en que Scott McCall se convirtiera en un charco de lágrimas en público. Esto es oro puro.

Él no se inmutó. Entre hipos, murmuró: —Es que no puedo… es demasiado perfecta. ¡Mi pequeña estrella!

Lydia, que también estaba tratando de contener la risa, me susurró —Tienes que admitirlo, es adorable… aunque un poco escandaloso.

Asentí, sonriendo. —Sí, lo es. Pero este hombre está a dos segundos de necesitar una bolsa de papel para respirar.

Malia, desde su asiento un poco más atrás, se inclinó hacia adelante con una sonrisa traviesa en los labios. —Que no se note la debilidad del gran Alfa verdadero —dijo en tono burlón, cruzando los brazos. —Su cachorrita.

Scott, todavía hipando, trató de recomponerse, pero fracasó estrepitosamente cuando escuchó a Malia. —¡Es que lo es! —exclamó, secándose las lágrimas con ambas manos de manera desesperada. —¡Es mi cachorrita, mi pequeña, y es perfecta!

Liam soltó una carcajada y se giró hacia Malia, guiñándole un ojo. —Parece que el gran Alfa tiene un punto débil. ¿Quién lo diría? Y no es un monstruo sobrenatural esta vez, sino una niña con tutú.

Scott trató de responder, pero otro sollozo lo traicionó, y sólo logró decir —No… no puedo… ¡Es demasiado para mí!

—Bueno, al menos su cachorrita no está llorando tanto como él —dijo la pelifresa, divertida. —Quizás Melody heredó más de ti, Hannah.

Sonreí con orgullo y miré a Scott, que ahora estaba intentando respirar profundamente para calmarse. —Sí, es probable. Aunque,—lo miré de reojo, —también heredó algo de su padre dramático, claramente.

El castaño soltó una risa entrecortada. —Lo siento, lo siento… es que… no puedo con tanto orgullo.

—Tienes que tranquilizarte, —le susurré, acariciando su espalda con suavidad mientras aún trataba de controlar sus emociones.

—Eso intento, —respondió con la voz entrecortada. —Pero mi Dulce Melodía no me lo hace fácil.

Lo miré con ternura, aún emocionada por todo lo que estábamos viviendo. Y entonces, sin pensarlo dos veces, tomé su rostro entre mis manos, suavemente, y uní nuestros labios en un beso inesperado. Scott contuvo la respiración, sorprendido, como si el mundo se hubiera detenido por unos segundos.

Sus ojos se abrieron de golpe, pero pronto los cerró, dejándose llevar por el momento. Era el ancla que necesitaba, el toque para calmar el torbellino de emociones que había desbordado en él.

Cuando nos separamos, él se quedó en silencio, con su frente apoyada en la mía, respirando profundamente, ya mucho más tranquilo. —Gracias… lo necesitaba, —susurró, todavía un poco abrumado, pero con una sonrisa suave asomándose en sus labios.

Sonreí también, acariciando su mejilla. —Y yo te necesitaba a ti.

Nos quedamos así, por unos instantes, sin necesidad de palabras.

Finalmente, el recital terminó y nos dirigimos hacia el backstage para reunirnos con Melody. Apenas nos vio, sus ojos se iluminaron y salió corriendo hacia nosotros, saltando con los brazos extendidos. Scott la atrapó en el aire con facilidad, riendo mientras la levantaba y la abrazaba fuertemente.

—Papi, ¿por qué llorabas tanto? — preguntó, inclinando su cabeza con curiosidad, sus rizos rebotando suavemente.

Él se mordió el labio, pero no pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas otra vez. —Porque me emocioné al ver a mi terremotito de amor siendo tan valiente.

Melody sonrió, todavía acurrucada en los brazos de Scott. —No lo hubiera podido hacer sin ustedes —admitió, mirando entre su padre y yo con una dulzura que casi me desarmó.

Y justo ahí, Scott hizo un puchero, su barbilla temblando ligeramente. —No… otra vez, —murmuré, conteniendo una carcajada. —Cariño, por favor, deja de hacer llorar a tu padre, se nos va a secar,—reí, dándole una pequeña palmada en la espalda.

La niña soltó una risita, y con una ternura que nos derretía a ambos, apoyó sus pequeñas manos en las mejillas de Scott. Luego, acercó su naricita a la de su padre y la frotó suavemente en un gesto lleno de amor, antes de dejar un beso delicado en su frente.

Scott cerró los ojos y suspiró, completamente rendido. —Te amo tanto, mi pequeña, —murmuró, su voz cargada de emoción.

Yo sonreí, sintiendo que mi corazón estaba tan lleno como nunca antes. En ese momento, no importaba nada más en el mundo, solo nuestra pequeña familia, unida en ese instante perfecto.

—¿Tú también lloraste, mami? —preguntó, sus ojitos mirando a los míos con curiosidad.

—Sí, admití con una sonrisa, aunque fui más discreta que papi. —Miré a Scott con diversión y luego regresé la mirada a mi pequeña —¡Estoy muy orgullosa de ti, cariño!

Justo en ese momento, Malia apareció con Lydia, Mason, Liam y Hayden a su lado. Malia lanzó una mirada a Scott y comentó con una sonrisa traviesa —Asegúrense de no ver Titanic con él, o será un desastre.

Liam soltó una risa y agregó: —Ya me lo imagino. "¿Por qué tenía que ser él? ¡Había espacio en la tabla!” —hizo una imitación de Scott, que estaba tratando de esconder su risa.

Élnse rió nerviosamente, desviando la mirada. —Para que sepan, ya me vi la película.

—¿Y lloraste? —preguntó Lydia, con una sonrisa intrigada.

Scott, con una actitud de falsa indiferencia, respondió —No.

Pero antes de que pudiera seguir con su intento de mantener la compostura, yo intervine con un tono juguetón. —Sí, lloró, como un bebé.

El castaño se sonrojó ligeramente, y la risa general que siguió hizo que se pusiera aún más incómodo, aunque no podía ocultar una sonrisa de satisfacción.

—Bueno, ahora que lo sabemos,—dijo Malia con una risa, ya estamos preparados para cualquier cosa que venga. ¡Felicidades por el recital, Melody!

Melody, radiante y contenta, nos abrazó a todos y nos agradeció, mientras nosotros seguimos bromeando sobre la emotividad de Scott y celebrando el éxito de nuestro recital. El ambiente estaba lleno de risas y amor, y no podía haber mejor manera de terminar el día.

Llegamos a casa y lo primero que hicimos fue cambiarnos a ropa cómoda. Nos dirigimos a nuestra habitación, donde el ambiente era tranquilo y relajado después del bullicio del recital.

Me deslicé sobre la cama y me tumbé, sintiéndome aliviada por el cambio a algo más cómodo. Scott, que estaba a punto de hacer lo mismo, me lanzó una mirada juguetona.

—Para el próximo recital, recuérdame llevarte agua,—bromeé, sonriendo mientras me acomodaba en la cama.

—Deja de burlarte, —respondió con una sonrisa, acercándose a mí con pasos lentos. Se inclinó sobre mí, sus ojos fijos en los míos. —No fue fácil mantenerme seco con todo lo que vi hoy.

Le di un empujón suave, pero con cariño. —Oh, por favor, Scott. Estabas emocionado, sí, pero también tenías un poco de ayuda. Melody fue increíble, y eso lo hizo aún más especial.

—Sí, lo sé —dijo, tomando mi mano en la suya y entrelazando nuestros dedos. —Pero lo que vi hoy me recordó cuánto te amo a ti también. Eres increíble, y la forma en que has estado ahí para ella, para nosotros, no tiene precio.

Me sonrojé ligeramente, sintiendo un calor suave en mi pecho. —Scott…

Se inclinó para besarme, sus labios encontrando los míos en un beso suave y tierno. Fue un beso lleno de la emoción y el amor que habíamos compartido a lo largo de los años, un recordatorio de nuestra conexión profunda.

Cuando nos separamos, me miró con una expresión llena de devoción. —Cada vez que te veo, me doy cuenta de lo afortunado que soy. No solo porque seas la madre de nuestra hija, sino porque estás aquí conmigo, compartiendo todo esto.

—Y yo soy afortunada por ti, —susurré, acariciando su rostro. —No importa cuánto lloramos o reímos, lo que más importa es que lo hacemos juntos.

Scott se recostó a mi lado, y nos acurrucamos en la cama, disfrutando de la tranquilidad de la noche. Me rodeó con los brazos, y yo me acomodé contra su pecho, sintiendo su respiración calmada.

—Creo que tenemos mucho por celebrar,—dijo Scott en voz baja, susurrando en mi oído. —Y mucho por disfrutar juntos.

—Definitivamente, —respondí, cerrando los ojos mientras me dejaba envolver por su calor. —Estoy lista para todos los momentos que vienen.

Nos quedamos en silencio, disfrutando de la cercanía y el amor que compartíamos, sabiendo que, sin importar los desafíos que vinieran, siempre tendríamos uno al otro.

Mientras estábamos acurrucados, disfrutando del momento, unos pasos apresurados resonaron en el pasillo. La puerta se abrió de golpe y Melody entró corriendo, con una sonrisa radiante en su rostro.

—¡Terremotito de amor! —exclamó Scott, extendiendo los brazos mientras Melody saltaba en la cama, riendo y abrazándonos a ambos con entusiasmo.

La risa de Melody llenó la habitación mientras se tumbaba entre nosotros, haciendo que el ambiente se llenara de energía y alegría. Scott la rodeó con un brazo, riendo junto a ella mientras yo me acomodaba a su lado.

—¡Mami, papi, no puedo esperar para contarles cómo fue todo! —dijo, entre risas. —¡Fue tan divertido!

—Lo sé, cariño, —respondí, abrazándola también. —Te vimos desde el público, y estabas maravillosa.

El castaño, aún riendo, le dio un pequeño empujón juguetón. —¿Así que estás lista para otra ronda de abrazos de terremotito de amor?”

Melody asintió vigorosamente. —¡Sí!

Nos rodeamos mutuamente en un abrazo cálido y apretado, el tipo de abrazo que solo se siente cuando estás rodeado de las personas que más amas. Mientras estábamos allí, juntos en la cama, me di cuenta de cuán perfecta era nuestra pequeña familia.

Scott besó la cabeza de Melody con ternura, y yo miré a ambos, sintiendo una inmensa gratitud por estos momentos de unión y amor. Era como si todo el estrés y la emoción del día se disolvieran en la calidez de este simple pero significativo momento familiar.

—Mami, tengo hambre, —dijo, frunciendo el ceño ligeramente.

Scott soltó una risa suave, dándole un apretón cariñoso. —Bueno, parece que nuestro terremotito de amor necesita una merienda.

—Sí, y yo también estoy lista para una, —añadí, con una sonrisa. —Creo que ha llegado el momento perfecto para una fiesta de celebración en casa.

—¡Sí! —exclamó Melody, sentándose en la cama con entusiasmo. —¿Podemos hacer una fiesta de pizza?

—Pizza, ¿eh? —preguntó Scott, mirando a Melody con una sonrisa. —Parece que tenemos una fiesta de pizza en marcha.

Nos levantamos juntos, Melody corrió hacia la cocina con la misma energía que había mostrado en el recital, mientras Scott y yo la seguíamos. Preparar la comida se convirtió en una nueva oportunidad para disfrutar juntos, con Melody ayudando a elegir los ingredientes y a ponerlos sobre la masa.

Mientras esperábamos que la pizza se horneara, nos sentamos en la mesa de la cocina, conversando y riendo sobre el día. La calidez de la casa, la alegría de estar juntos y la anticipación de una deliciosa comida hicieron que el final del día fuera aún más especial.

Cuando la pizza estuvo lista y servida, nos sentamos alrededor de la mesa, disfrutando de cada bocado mientras contábamos historias del recital y hacíamos planes para el futuro. La noche se llenó de risas, historias y, por supuesto, de pizza.

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