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Capítulo ciento cincuenta y cuatro "Stydia"

El portal se cerró, y nadie pasó. Una sensación de decepción me recorrió el cuerpo, mientras observaba el espacio vacío.

—¿Stiles? —preguntó Lydia, su voz llena de incertidumbre.

—Lydia —dijo Scott suavemente.

—¿Dónde está? —insistió ella, su mirada ansiosa mientras se volvía hacia nosotros—. Estaba funcionando, ¿lo vieron o no lo vieron?

Malia negó con la cabeza —No vimos a nadie —admitió.

—Yo sí lo vi —dije, asintiendo lentamente. Los chicos me miraron con sorpresa.

—No, él estaba aquí —aseguró con firmeza, volteándose hacia el lugar donde había estado el portal—. Lo sé, Stiles estaba aquí.

Sentí una punzada de tristeza por Lydia. Con Melody en mis brazos, como pude, me acerqué a Scott y lo abracé, buscando consuelo. No podía imaginar lo que ella estaba sintiendo, porque aunque Stiles y yo somos hermanos, Lydia y él... ellos son almas gemelas, como Scott y yo.

La angustia en sus ojos me recordó lo profundo que puede ser el amor cuando se comparte una conexión tan intensa como la que ellos tenían. Aunque aún no habíamos logrado traer a Stiles de vuelta, sentía que estábamos más cerca, pero también comprendí el dolor de Lydia por no tenerlo a su lado en ese instante.

Melody empezó a despertarse lentamente en mis brazos, frotándose los ojos mientras se estiraba.

—¿Cuándo vamos a ir a casa? —preguntó con su vocecita adormilada, mirando alrededor con curiosidad.

La miré con una sonrisa suave, acariciando su cabello. —Pronto, cariño —le respondí—. Solo un poquito más y nos iremos.

Scott se acercó y le dio un beso en la frente. —No te preocupes, pequeña. Estamos casi listos.

Melody asintió, aunque su carita mostraba un poco de impaciencia.
En silencio, Scott nos guió de nuevo al búnker. El ambiente era tenso, cargado de incertidumbre. Justo cuando él estaba cerrando la puerta, Liam apareció inesperadamente.

—¿Liam? —preguntó Scott con sorpresa, ya lo habíamos dado por borrado de la existencia, como los demás.

—Tienes que ver algo —dijo el beta con urgencia, mirándolo directamente.

—¿Sigues aquí? —respondió el castaño, claramente desconcertado.

—Pero todos los demás se fueron —admitió, su voz llena de preocupación—. Todos ellos... tienes que venir conmigo.

—¿Qué pasa? —preguntó Scott, empezando a preocuparse más.

—No puedo explicarlo, tienes que verlo —repitió con urgencia.

Scott nos miró a todas antes de decidir—. Ah... ustedes quédense aquí, por si acaso.

—¿Por si Stiles regresa? —pregunté, con la esperanza aún en mi corazón.

—Sí —asintió —. Si hay esperanza, deben seguir intentándolo.

Cuando estaba a punto de marcharse, no pude evitar acercarme y detenerlo.

—Papi, no te vayas —dijo Melody, expresando lo que yo también sentía, su pequeña voz temblando.

Scott se agachó para besar su frente—. Voy a regresar, te lo prometo, Dulce Melodía.

—No quiero que te vayas —admití con lágrimas acumulándose en mis ojos mientras tomaba su brazo.

—Tengo que hacerlo —dijo suavemente, aunque podía ver en su mirada que le costaba tanto como a nosotras.

Bajé la mano desde su brazo hasta tomar la suya—. Regresa a mí —supliqué, mis palabras llenas de temor.

Scott me dio un corto beso en los labios, su toque breve pero reconfortante—. Siempre —prometió antes de darse la vuelta y salir, cerrando la puerta del búnker tras de él.

Nos quedamos en silencio, la sensación de vacío palpable en el aire.

Estuvimos un rato ahí, en silencio, pero la desesperación comenzó a invadirme. No podía seguir esperando sin hacer nada. Me levanté, caminé hasta la puerta y la destrabé, abriéndola de par en par. El sonido llamó la atención de las chicas, que me miraron con sorpresa.

—¿Qué haces? —preguntó Lydia, frunciendo el ceño.

—Iremos por Stiles —respondí con determinación, sintiendo la adrenalina empezar a correr por mis venas.

—Scott dijo que nos quedáramos aquí por si regresa —me recordó, pero no podía aceptar solo esperar.

—Apoyo a Han —intervino Malia—. Stiles no va a aparecer aquí, si lo fuera a hacer, ya lo hubiera hecho, ¿no es así?

—¿Crees que funcionó, verdad? —inquirí, mirando a Lydia directamente a los ojos mientras tomaba con fuerza la manito de Melody, quien me miraba con curiosidad.

Lydia vaciló un segundo antes de asentir lentamente—. Sé que lo vi —admitió.

—Nunca te equivocas en esto —afirmé, tratando de darle confianza en lo que sentía.

—No diría que nunca —difirió, todavía algo insegura.

—¿Pero ahora? —insistió Malia, dándole un ligero empujón con la mirada.

Lydia respiró profundo antes de decir—. Ahora no me equivoqué. Stiles está ahí afuera, lo siento —confesó finalmente.

—¿Y qué hacemos aquí paradas entonces? —dije con convicción, dando un paso hacia afuera.

Sin más dudas, las chicas se acercaron a mí, y juntas salimos del búnker, decididas a encontrar a Stiles.

Cuando salimos al estacionamiento de la escuela, notamos las marcas de un auto en el suelo. Lydia observó las huellas con detenimiento.

—Esto se ve fresco —opinó, señalando las marcas.

—Es el jeep de Stiles —dije con certeza. —Debe haberse ido.

—¿Sin las llaves? —preguntó Malia, frunciendo el ceño.

—La mitad del tiempo lo encendía con un destornillador —recordé, haciendo una mueca ante la memoria.

—Está aquí, tenemos que decirle a Scott —dijo Lydia, tratando de mantener la calma.

De repente, Malia se acercó a Lydia, ayudándola a ponerse de pie mientras miraba hacia un punto adelante con atención.

—Tal vez debamos decirle eso también —dijo Malia, su tono cargado de preocupación.

La seguimos hasta la entrada de la escuela, donde las vías del tren cruzaban el área. Nos detuvimos, observando el paisaje y buscando cualquier señal que nos indicara a dónde había ido Stiles.

—¿Por qué hay vías de tren cruzando la escuela? —preguntó Melody, con curiosidad en la voz. —No hay trenes en Beacon Hills, ¿o sí?

—No, no hay trenes aquí —respondió Lydia, mirando alrededor con confusión. —Esto definitivamente es raro.

—Tal vez esto tenga algo que ver con lo que está pasando —sugirió Malia, mirando las vías con interés.

Seguimos las vías con cuidado, las cuales nos llevaron adentro de la escuela. Al abrir las puertas, nos encontramos con una escena surrealista: la biblioteca se había transformado en una estación de tren con personas en trance, que parecían estar allí como si fuera una espera eterna.

—¿Por qué hay una estación de trenes en medio de la biblioteca? —preguntó Malia, sin poder creer lo que veía.

—Igual que en la Cacería Salvaje —murmuró Lydia, su mirada enfocada en el caos frente a nosotros.

—¿Crees que todo esto esté conectado? —inquirí, tratando de enlazar las piezas del rompecabezas.

—Estoy ciento por ciento segura—confirmó mientras avanzábamos lentamente entre las personas en trance.

—Si hay una estación de trenes, debe haber un tren —dijo la coyote, mirando alrededor con preocupación.

—Y si hay un tren, es probable que vaya hacia la Cacería Salvaje —añadió la pelifresa, con un tono de urgencia en su voz.

—Entonces se llevarán a todos —dije, dándome cuenta de la gravedad de la situación.

—No podemos permitir que eso pase —negó Lydia, su expresión grave.

Miré a nuestro alrededor, buscando una manera de alertar a las personas y sacarlas de allí. —Sí...am...— Malia se adelantó, tomando la iniciativa.

—¡Escuchen bien, tenemos que salir de aquí, ahora! —gritó, con la voz llena de pánico.—¡Esto es malo, debemos irnos! —añadió, sin obtener respuesta de las personas en trance.

Lydia y yo nos acercamos a las personas, intentando llamar su atención de diferentes maneras. —¿Hola? —dijo ella, sin éxito.

—¿Hola? —chasqueé los dedos frente a varias personas, pero nada cambió. —¿Señor? —me erguí, frustrada.

—¿Cómo hacemos que se vayan si no pueden oírnos? —preguntó Melody, mirando a su alrededor con preocupación.

—Tal vez haya alguien aquí que pueda ayudarnos —dijo Lydia, señalando a una figura conocida en la multitud. Nos acercamos y, para nuestra sorpresa, era Peter Hale, quien también parecía estar en trance.

—Peter —lo llamé, esperando que su presencia pudiera ser la clave para desbloquear a los demás.

—¡Peter! —gritó Malia, con desesperación en su voz, pero él no reaccionó.

—Malia —la llamé, tratando de mantener la calma.

—¿Qué? —dijo ella, sin dejar de intentar llamar la atención de su padre.

—Solo pudimos atravesar la cacería usando una conexión emocional —le recordé, con la esperanza de que entendiera la gravedad de la situación.

—¡Oh rayos! —exclamó, visiblemente frustrada. —Ojalá pudiera ayudarte. —La miré con un suspiro resignado. —No voy a decirlo —negó, claramente molesta. —¡No voy a decirlo!

—Bueno —dijo Lydia, mientras nos dábamos unos pasos hacia atrás, buscando una solución. —Entonces todos morirán.

—Vamos, tía Mal, no es tan difícil —dijo Melody, con una mezcla de inocencia y preocupación en su voz.

—Para ti es fácil decirlo, tu padre no es un maldito —comentó la castaña, con un toque de amargura en su tono. —Te envidio, niña. —Gruñó suavemente, como un coyote, mientras observábamos el ruido de las hojas del diario que Peter leía pasar sin parar.—Papá —lo volteó a ver, y lo llamó con una evidente falta de entusiasmo, pero se notaba que estaba obligada a hacerlo. —¡Papá! ¡Papá!

—Dilo... de verdad —dijo Lydia, insistiendo con determinación.

Malia se agachó para estar a la altura de Peter, sus ojos llenos de súplica. —Papá —dijo con sinceridad y un toque de dolor en su voz. —Por favor, despierta.

De repente, Peter salió del trance. Soltó el diario que había estado leyendo y se puso de pie, mirando a Malia con una mezcla de sorpresa y reconocimiento.

—Malia —dijo Peter, enfocando su atención en su hija, y luego en el resto de nosotros. Su mirada era de confusión y preocupación, pero al menos estaba despierto y consciente.

"Atención, caballeros, el tren llegará en dos minutos", oímos de repente.

Las personas comenzaron a levantarse de sus asientos, preparándose para abordar el tren. Peter se volvió hacia nosotros con una expresión de preocupación.

—¿Yo? —preguntó, mirando a las personas que se levantaban. —¿Quieren que yo los detenga? ¿Saben cuántos son?

—Sí, muchísimos, así que ve —dijo Malia, tirando de su brazo con urgencia.

—Hay cientos de salas de espera en esta estación —explicó el hombre—, la cual al parecer también es una biblioteca de preparatoria. Es imposible.

—Podemos intentarlo —insistió la coyote con determinación mientras nos movíamos por el lugar.

—¿De dónde sacas ese optimismo imposible? —inquirió Peter, mirando a su hija con escepticismo.

—No de mi padre, por supuesto —replicó ella con una sonrisa irónica.

—No tenemos tiempo para esto —interrumpí—. Alguien tiene que escucharnos. —Bajé la mirada a Melody—. No te sueltes, cielo. —ella asintió apretando mi mano con la suya.

—Creo que ya lo hicieron —dijo el Hale, deteniéndose y señalando hacia adelante.

Frente a nosotros apareció un jinete, acercándose lentamente. El ambiente se volvió tenso, y el tiempo parecía haberse detenido mientras todos esperábamos la siguiente acción.
Puse a Melody detrás de mí, lista para atacar, pero Lydia se adelantó y se colocó frente a nosotras.

—Detrás de mí —dijo con firmeza—. No se llevarán a una banshee.

—¿Estás segura de eso? —Peter avanzó, desafiando al jinete.

El jinete atacó con su látigo, y él lo esquivó con agilidad, intentando contraatacar con sus garras. Sin embargo, sus golpes no afectaban al jinete en lo más mínimo.

Mientras Peter luchaba, tomé a Melody de la mano y corrimos junto a las chicas, tratando de escapar. Pero otro jinete nos bloqueó el paso y lanzó un latigazo que alcanzó a Malia en el brazo. Ella se quejó de dolor, y Peter, al escucharla, corrió hacia nosotras.

—¡Malia! —gritó mientras la empujaba hacia nosotras—. Chicas.

Lydia abrazó a Malia mientras veíamos al Hale enfrentarse al jinete.

—Lo hizo —murmuró la coyote, sorprendida de ver a su padre protegiéndola.

Otro jinete se sumó a la pelea. Peter, ahora luchando por su vida, gritó con desesperación.—¡Malia, corran!

Sin pensarlo dos veces, corrimos hacia la salida. Pero justo cuando estábamos a punto de salir, Malia se detuvo, volteando a mirar a su padre. Sus ojos brillaron con intensidad, y soltó un rugido antes de lanzarse de vuelta para ayudarlo.

—¡Vamos, hija! —dije, tirando de Melody para que continuáramos corriendo junto a Lydia.

—Mami, tengo miedo —admitió con un susurro.

—Todo está bien, mi amor. Vamos a buscar a papi, ¿sí? —le aseguré, y ella asintió con valentía.

Cuando miré adelante, me di cuenta de que había perdido de vista a Lydia. Comencé a buscarla frenéticamente, cuando de repente escuchamos el desgarrador grito de banshee de ella. Melody se tapó los oídos hasta que el sonido cesó.

—Está por ahí —dijo la pequeña, señalando uno de los pasillos.

—Amo que seas una lobita —sonreí, tomando su mano mientras nos dirigíamos hacia esa dirección.

Cuando llegamos a los vestidores, los vi. Lydia y Stiles, juntos, besándose.

—¡Stydia es real! —chilló Melody emocionada—. ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! —y empezó a hacer un pequeño bailecito de felicidad.

Ambos se separaron rápidamente al escuchar la voz de Melody. Voltearon a verla con sorpresa, sus rostros se llenaron de una mezcla de incredulidad y vergüenza. Lydia se sonrojó un poco y Stiles se rascó la cabeza, incómodo.

—¡Stydia es real! —repitió mi niña con una sonrisa traviesa, haciendo un pequeño bailecito de celebración.

Lydia y Stiles intercambiaron miradas, y aunque estaban claramente avergonzados, una leve sonrisa se dibujó en sus rostros.

—Bueno… supongo que ya lo sabe todo el mundo —dijo Stiles con una risa nerviosa, mirando a su sobrina y luego a mí.

—Definitivamente —asentí divertida, mientras ella seguía bailoteando de alegría.

Lydia miró a Stiles y, aunque trataba de mantener la compostura, no pudo evitar reírse suavemente. —Nunca pensé que nuestro mayor fan sería tan pequeña —dijo, mientras se acercaba a Melody para acariciarle la cabeza con cariño.

—¡Siempre lo supe! —replicó la niña orgullosa— ¡tío Stiles y tú son perfectos!

Cuando Stiles y yo cruzamos miradas otra vez, no pude contenerme, ignoré el hecho de que habia pasado unos minutos desdeque nos vimos. Corrí hacia él, saltando y abrazándolo con todas mis fuerzas.

—¡Mischief! —lloré de alegría—. ¡Estás aquí!

—Aquí estoy —me dijo, abrazándome de vuelta.

—Te extrañé mucho, hermanito —admití, separándome un poco para mirarlo.

—Hermano —me corrigió con fastidio fingido. Ambos reímos.

—¡Tío Stiles! —gritó mi pequeña mientras corría hacia él —¡es mi turno!—Stiles la atrapó en el aire y la abrazó con cariño.

—¡Princesita! —exclamó, girándola en el aire con una gran sonrisa.

—Mel, cariño, vamos —dije estirando mi mano hacia ella—. Hay que ir con papá.

—Han, no sé si sea buena idea —dijo Stiles con preocupación.

—No voy a dejarlo solo, somos un equipo —respondí decidida, sin dudar un segundo antes de salir corriendo de ahí.

Corrimos hacia afuera de la escuela, y fue entonces cuando lo vi: Scott estaba cara a cara con Douglas. Nos movimos sigilosamente, tratando de acercarnos sin ser notados.

—Creo que disfrutas esto, Scott —dijo Douglas con una sonrisa burlona, mientras Scott se acercaba a él—. Empeñarte en tareas completamente inútiles.

—Aléjate de las vías —ordenó Scott con firmeza—, o te obligaré a hacerlo.

—Una manera muy alemana de hacer las cosas —comentó él con tono sarcástico, sin retroceder—. Debiste ser de las juventudes hitlerianas.

—Tal vez no me escuchaste. ¡Te dije que retrocedas! —repitió el alfa, visiblemente más molesto.

Douglas se transformó en su forma de lobo-león, gruñendo con los ojos brillando en un tono verde intenso—. Parece que tú no me oíste a mí —rugió, y Scott, sin dudar, se transformó también, devolviéndole el rugido con igual intensidad.

En un abrir y cerrar de ojos, vi cómo Melody fue arrancada de mi lado de un tirón.

—Mira lo que tenemos aquí —dijo el nazi sujetando a mi hija con una sonrisa maliciosa—. Es tu cachorra, ¿verdad? —Pasó una garra por la mejilla de mi hija, dejándole un pequeño corte.

—¡Déjala! —grité, saliendo de mi escondite y acercándome rápidamente, sintiendo cómo mis poderes empezaban a reaccionar en la punta de mis dedos. Mis ojos brillaron en un tono plateado.

—Papi —susurró Melody, asustada.

—¡Suéltala! —gruñó Scott, con los ojos llenos de furia—. Esto es entre tú y yo. Ella no tiene nada que ver.

—Claro que tiene que ver —respondió con una sonrisa cruel—. La metiste en el juego al desafiarme.

—¡Te dije que sueltes a mi hija! —grité, liberando una ráfaga de poder que salió disparada de mis manos y golpeó a Douglas con fuerza, enviándolo volando unos metros. Melody aprovechó el momento para correr hacia los brazos de su padre.

Douglas se recuperó rápidamente, levantándose de un salto. Su mirada furiosa se clavó en mí mientras Scott me ponía detrás de él y me pasaba a Melody.

—Protéjela —me dijo Scott con un tono grave.

Cuando tuve a Melody en mis brazos, la revisé con preocupación, enfocándome en su mejilla. Por suerte, ya había sanado, y aunque aún quedaba una ligera marca, su piel estaba volviendo a la normalidad rápidamente.

—Estás bien, mi amor —le dije suavemente, acariciando su cabello mientras ella me miraba con ojos aún llenos de miedo.

—Sí, mami, estoy bien —susurró, abrazándome con fuerza, buscando seguridad en mis brazos.

Scott se acercó, sus ojos aún brillando con su transformación, y nos envolvió a ambas en un abrazo protector.

—Nunca dejaré que te hagan daño, Mel —le prometió, su voz ronca por la adrenalina del enfrentamiento.

—Lo sé, papi —respondió, aferrándose también a él—. Estaba asustada, pero sabía que me salvarías.

Desplegué mis alas, cubriendo a Melody con ellas para protegerla.

—¿Tienes un ángel en tu manada? —se burló Douglas—. Y yo que pensé que habías caído bajo con el humano.

—Si tocas a una de ellas, lo vas a lamentar —dijo Scott, sus ojos rojos brillando con una intensidad feroz.

—Cariño, escúchame —miré a mi hija entre mis alas—. ¿Recuerdas lo que papi y yo te enseñamos para defenderte? —Ella asintió—. Es hora de que lo pongas en práctica.

—Pero tengo miedo —replicó.

—No tienes que tenerlo, eres poderosa, Melly, eres hija del alfa verdadero. Eres más fuerte de lo que crees —le dije con firmeza, tratando de infundirle la confianza que sabía que llevaba dentro—. Tienes la fuerza de papá y la mía. Confía en ti misma, Melly.

—¿Y si no puedo? —susurró, sus ojos llenos de dudas.

—Confía en mí, Melly —le respondí, inclinándome para que nuestras frentes se tocaran—. Tú puedes. Sientes ese latido en tu pecho, ¿verdad? Es tu fuerza. Está ahí dentro, solo tienes que dejarla salir.

Vi cómo tragaba saliva, luchando contra su miedo. La rodeé con mis alas, abrazándola con todo el amor que tenía.

—Recuerda lo que siempre te decimos: nunca estás sola. Siempre estaremos contigo, aunque no estemos cerca. Papá y yo creemos en ti.

Sus ojos se iluminaron un poco y, aunque aún había temor en su mirada, pude ver un destello de la valentía que siempre había estado allí.

—Eres una McCall, Melly —le dije suavemente—. Y eso significa que nunca te rindes. —ella asintió —Ahora, respira profundo —le pedí—. Si algo te asusta, no te detengas. Enfréntalo con todo lo que tienes. Recuerda, la verdadera fuerza no es la ausencia de miedo, sino la valentía de enfrentarlo.

La pequeña asintió lentamente, sus pequeños dedos apretando mi mano con determinación.

—Está bien, mamá. Lo intentaré.

Le sonreí, sintiendo un orgullo inmenso. Con un último apretón de mano, me aparté para darle espacio. Voltee hacia el rubio, mientras bajaba a Melody con cuidado.

El rubio levantó su mano con un movimiento brusco, y de repente, muchos jinetes comenzaron a aparecer alrededor nuestro.

—Para tu información, soy una diosa —dije con una voz firme, mirando directamente a Douglas—. La Diosa Luna.

Al alzar la mirada, sentí el poder fluir a través de mí cuando la luna, en lo alto, comenzó a brillar con más intensidad, iluminando el escenario de manera casi mística. Los jinetes se detuvieron un instante, como si la luz los incomodara, o tal vez los confundiera.

—¿La Diosa Luna? —soltó una risa burlona, pero había un destello de preocupación en sus ojos mientras observaba el cambio en el ambiente—. ¿Qué clase de truco es este?

—No es ningún truco —respondí, desplegando completamente mis alas y sintiendo cómo mi energía se sincronizaba con el poder de la luna—. Te lo advertí, Douglas. No te atrevas a tocar a mi familia.

Scott, ahora a mi lado, rugió con fuerza, respaldando mis palabras. Los jinetes titubearon, pero seguían acercándose lentamente. El nazi, sin embargo, no parecía dispuesto a retroceder.

—¿De verdad crees que una luna brillante va a detenerme? —dijo con desprecio.

Antes de que pudiera responder, un rayo de luz lunar descendió sobre nosotros, envolviéndome y a Scott en un aura plateada. Pude sentir la fuerza fluir a través de nosotros, más poderosa que nunca.

—Estás a punto de descubrir de lo que somos capaces —dije, mis ojos brillando con la luz de la luna, lista para enfrentar cualquier cosa que viniera.

Los jinetes se empezaron a acercar rápidamente, demasiados para que pudiéramos enfrentarlos solos. Scott, Melody y yo nos preparábamos para lo peor, sintiendo la presión de su presencia y el peligro inminente.

—¿Qué hacemos? —preguntó Melody, con su voz temblando ligeramente, pero con valentía en sus ojos.

Antes de que pudiéramos responder, Douglas soltó una carcajada, su voz cargada de burla.

—¿Tú? —dijo, mirándola con desdén—. No puedes hacer nada, niñita. Tal vez seas hija del Alfa verdadero, pero eres débil. No tienes ningún poder real.

Las palabras de Douglas resonaron como un eco cruel, pero en lugar de quebrarla, hicieron que Melody reaccionara de la misma manera que lo hizo cuando Theo la subestimó. Vi cómo la ira comenzó a arder en sus ojos. Su pequeño cuerpo temblaba, pero no de miedo. Era furia pura.

—¡No soy débil! —rugió con una fuerza sorprendente, sus ojos brillando con un intenso tono violeta, más brillante y feroz de lo que jamás había visto. En ese momento, todo su ser se transformó, liberando un poder que nos dejó a todos boquiabiertos. El rugido que salió de su garganta fue mucho más fuerte, más profundo, y más intimidante que el de Scott.

El suelo bajo nosotros vibró ligeramente, y los jinetes, que hasta ahora se acercaban con confianza, se detuvieron momentáneamente, sorprendidos por la fuerza que emanaba de ella.

Scott y yo intercambiamos una mirada de asombro, sabiendo que algo en ella había cambiado, algo mucho más poderoso de lo que habíamos imaginado.

Melody se adelantó, con la mirada firme y desafiante. Su transformación completa, los ojos aún brillando en un tono violeta que iluminaba el lugar, la hacía parecer mucho más grande y poderosa de lo que cualquier niño de su edad debería ser.

—Soy Melody McCall, hija del Alfa verdadero —declaró con una voz fuerte y decidida, su pecho hinchado de orgullo—. ¡Y no soy débil!

Su presencia era imponente, y aunque Douglas intentó mantener su arrogancia, vi cómo vacilaba brevemente, sorprendido por la fuerza y el poder que irradiaba de ella. Los jinetes también se detuvieron, como si algo en Melody los hubiera desconcertado.

Scott, detrás de ella, se enderezó con orgullo, sabiendo que su hija no solo había heredado su linaje, sino también su fuerza interna. Me acerqué a ellos, envolviendo a Melody y Scott con mis alas, protegiéndonos como una unidad.

—Ahora —dijo Melody, mirando a Douglas con furia en sus ojos—, te sugiero que te alejes de mi familia, o vas a lamentarlo.

—Increíble —murmuró el rubio—, aún ante posibilidades insuperables, no sé si es suicidio o estupidez.

—Tal vez ambas —dije, tomando un respiro—, pero como sea, llegaré a esa palanca.

—Tú deberías saber más que nadie lo que les pasa a los lobos solitarios —miró a Scott con una sonrisa burlona.

Scott gruñó, pero antes de que pudiera responder, la voz de la última persona que esperaba oír apareció.

—No están solos —dijo Theo, acercándose por detrás del alfa —, tiene una manada.

—Y Theo no está en ella —agregó Malia, apareciendo detrás de él—, pero yo sí.

—No estoy en la manada —apuntó Peter, acercándose con calma—, pero a nadie le gustan los Nazis.

—Y me tiene a mí, y a Melody —dije firme—. Y nunca lo dejaremos solo —miré a Scott—, porque somos un equipo.

Sin perder más tiempo, corrimos hacia los jinetes, esquivando sus balas y ataques, pero golpeándolos con fuerza. Estábamos decididos, nada nos iba a detener. Mientras peleaba con uno de los jinetes, me encontré espalda con espalda con Scott.

—Han, toma a Melody y huyan de aquí, vuela lejos de Beacon Hills —gruñó entre golpes.

—¿En serio? —giré un poco para mirarlo—. Ni muerta te dejo aquí solo —le declaré con firmeza.

Mis ojos buscaron a mi hija, y la vi luchando con coraje contra varios jinetes. Scott también la vio, su rostro mostrando preocupación.

—No puede estar peleando a esta edad —dijo con desesperación.

—Es más fuerte de lo que crees, Scott —respondí con una mezcla de orgullo y tristeza. Sabía que Melody no debía estar enfrentando todo esto, pero también sabía que no podía evitarlo.

—¡Cuidado! —gritó Theo, lanzando una estaca hacia un jinete que estaba a punto de atacarnos.

Scott y yo intercambiamos una rápida mirada antes de que él asintiera. No nos íbamos a rendir, no ahora.

—¡Melody! —le grité mientras me deshacía de otro jinete—. ¡Quédate cerca!

Ella asintió, su determinación visible en su mirada. A pesar de todo, ella seguía siendo nuestra hija, y no íbamos a permitir que la separaran de nosotros. Scott corrió hacia ella, golpeando a un jinete que intentaba alcanzarla, y yo me lancé hacia la palanca que teníamos que detener.

Scott se lanzó hacia Douglas, sus movimientos rápidos y precisos en un intento de desestabilizar al enemigo. Douglas, sin embargo, se mostró igual de ágil y pronto estaba contraatacando con una furia implacable. Los dos se enfrentaron en una feroz batalla, intercambiando golpes y rugidos. Scott logró conectar un par de golpes, pero Douglas, con su fuerza y agilidad, logró derribar a Scott en un momento crítico.

—Tus amiguitos no pueden detener la cacería salvaje —dijo Douglas, abriendo los brazos como si estuviera en el centro de un espectáculo—. Nosotros somos muchos y ustedes son muy pocos.

El castaño, a pesar de estar en el suelo, no se dio por vencido. Se levantó con determinación y continuó atacando, pero Douglas parecía tener la ventaja. La pelea entre ellos era un caos de movimientos rápidos y golpes brutales.

Al ver la llegada de más jinetes, Malia y yo intercambiamos una mirada decidida. Sabíamos que no podíamos dejar que la situación se desbordara más. Nos lanzamos hacia los nuevos jinetes con determinación, cada una asumiendo su papel en la batalla. Melody, con el mismo coraje que la había llevado a luchar antes, se unió a nosotras, peleando con la habilidad y la valentía que había demostrado en su entrenamiento.

La batalla se intensificó. Malia usó su fuerza y agilidad para derribar a varios jinetes, mientras yo utilizaba mis habilidades para desarmarlos y mantenerlos a raya. Melody, a pesar de su juventud, se movía con sorprendente destreza, utilizando su habilidad de ballet para esquivar y atacar.

Entre el caos, Scott seguía enfrentándose a Douglas. Cada uno de sus movimientos estaba cargado de furia y determinación, pero Douglas parecía tener una ventaja.

—¡No podemos dejar que gane! —grité a Malia y a Melody, mientras seguíamos combatiendo.

—¡Lo sé! —respondió Malia con voz firme, empujando a un jinete hacia atrás.

—¡Vamos a acabar con esto! —añadí, tratando de mantener la moral alta.

Nos mantuvimos luchando, sin permitir que el número creciente de jinetes nos desalentara. Cada golpe y cada movimiento contaban. Melody estaba a nuestro lado, luchando valientemente, mientras Scott y Douglas seguían enfrentándose en el centro del conflicto.

La batalla seguía sin cesar, pero sabíamos que no podíamos rendirnos. La victoria estaba al alcance, y teníamos que luchar hasta el final para asegurarnos de que la cacería salvaje no prevaleciera.

La llegada del tren y su luz brillando en la estación marcaron un momento crucial. Al ver la oportunidad, tomé el látigo que había encontrado y se lo lancé a Scott. Con precisión, él lo atrapó y lo usó para sujetar la palanca, desactivando el tren que se dirigía hacia Beacon Hills. El tren pasó sin detenerse, desviándose y dejando claro que habíamos logrado nuestro objetivo: detener la cacería salvaje.

—Perdiste tu tren —dije con una sonrisa burlona mientras miraba a Douglas.

El nazi, visiblemente frustrado, observó cómo el tren se alejaba. Mientras tanto, Scott rugió con fuerza, su rugido resonando y casi igualando el poderoso rugido de Melody. Era una señal para Liam y Mason de que podían proceder con su parte del plan.

El sonido de los rugidos y el ruido del tren alejándose llenaron el aire, mientras nosotros nos manteníamos firmes, listos para enfrentar cualquier cosa que Douglas pudiera intentar. La victoria estaba cerca, pero sabíamos que aún teníamos que asegurarnos de que la amenaza estuviera completamente neutralizada.

Los jinetes se arremolinaron frente a nosotros, creando una atmósfera tensa y amenazante mientras una tormenta parecía acercarse. De repente, los jinetes que previamente nos habían apuntado con sus armas las guardaron y comenzaron a alejarse.

—¿A dónde van? —preguntó Douglas, visiblemente frustrado. —¡Basta! —ordenó en alemán, pero los jinetes no le prestaban atención y seguían alejándose. —¡Regresen y mátenlos! —dijo, su voz cargada de desesperación.

—Llama a tu ejército —dijo Theo, desafiante. —¿O no te obedecen?

—¡Soy su líder! —gritó, volviéndose hacia ellos.—¡Obedezcanme! —ordenó en alemán. Los jinetes se detuvieron y lo miraron, pero no parecían interesados en seguir sus órdenes. —¡Matenlos! —Douglas volvió a mirar hacia nosotros mientras los jinetes regresaban. —¡A todos!

Miré a mi costado y le hice una señal sutil a Melody para que se pusiera detrás de Scott, y ella obedeció rápidamente. Nos preparamos para defendernos una vez más, pero algo inesperado ocurrió. Los jinetes rodearon a Douglas.

—Los jinetes no tienen un líder —explicó Peter. —Ellos no se doblegan ante nadie.

Los jinetes se acercaron a Douglas, y, en un giro inesperado, lo tomaron y lo convirtieron en uno de ellos. Luego, montaron el rayo y se alejaron, dejandolo transformado y sin poder hacer nada.

La tormenta se desvaneció y todo volvió a la normalidad. Los que habían sido llevados por los jinetes regresaron a Beacon Hills, y el caos que había invadido la ciudad comenzó a disiparse. La cacería salvaje había sido detenida, y aunque la batalla había sido dura, habíamos prevalecido.

—mami —volteé hacia mí hija, la pequeña apenas podía mantenerse de pie —no me siento...—de repente se desmayó, Scott que estaba más cerca la tomó con rapidez.

Él sostuvo a Melody en sus brazos, su preocupación evidente. Ella estaba agotada, su energía claramente se había agotado después del enfrentamiento.

—Solo es agotamiento —dijo Peter mientras se acercaba, su tono trataba de ser tranquilizador. —La niña hizo un gran esfuerzo. —Miró a Scott y luego a mí. —Sí, oí su rugido. Fue impresionante.

—¿Está bien? —pregunté, acercándome con ansiedad.

—Debería estar bien después de descansar un poco. —Él se acercó para examinar a Melody con cuidado. —Es normal que se sienta cansada después de algo tan intenso. Pero necesitamos asegurarnos de que esté bien.

—Vamos a llevarla a casa —dijo Scott, envolviendo a Melody con suavidad en sus brazos. —Ella necesita descansar.

—Voy contigo —dije, sintiendo un peso en el pecho. —Déjame ayudar.

—los alcanzó en mi auto —dijo Malia sacando la llaves.

Con un último vistazo a los restos del caos, nos dirigimos hacia el lugar donde habíamos dejado el auto. La calma había regresado a Beacon Hills, pero la tensión de los eventos recientes aún era palpable. Mientras Scott y yo ayudábamos a Melody a acomodarse en el asiento trasero del auto, el sentimiento de alivio y preocupación se mezclaba.

—¿Cómo estás, princesa? —le pregunté con ternura mientras le pasaba una manta.

—Cansada, mami —murmuró Melody, su voz suave y agotada.

—Lo hiciste increíble —le dije, acariciando su cabello. —Vamos a casa y podrás descansar.

A medida que nos dirigíamos de regreso, la intensidad de lo ocurrido se asentaba. Aunque el peligro había pasado, el costo emocional de la batalla era palpable. La noche se cerraba sobre Beacon Hills, y la promesa de un futuro más tranquilo era el faro que nos guiaba hacia adelante.

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