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Parte única


El corazón es un niño: espera lo que desea
Proverbio ruso



Respiró profundo y sonrió una vez más ante la cámara, los fotógrafos alabaron su energía y lanzaron sin demora destellos a su rostro y cuerpo, modificó el semblante y cambió de posición, había estado trabajando arduamente los últimos días, todo para conseguir tener libre el día que estaba por llegar. Era su cumpleaños, pero lo interesante no se encontraba en una trivialidad anual, sino que coincidía con el descanso de Xiao. Sonrió sin poder evitarlo, y agachó la mirada ganando con ello nuevos elogios por la variación de brío, pensar en él tenía ese efecto.

Yibo todavía no creía lo rápido que había cambiado su vida después de aquel programa, ese en donde lo había visto por primera vez, ese segundo en donde todo lo que conocía y sabía del amor quedó olvidado y obsoleto ante la intensidad con la que latía su corazón, y la necesidad que lo obligaba a salvar la distancia entre ellos; por suerte, estaban en público, de lo contrario... Yibo no quería imaginar qué habría pasado si hubiese tenido la oportunidad de hablar con él a solas.

Lo primero que vio había sido su expresión de felicidad, ese gesto mundano que él elevaba a lo sublime, Xiao había hecho de su sonrisa un arte digno de contemplar. Luego, admiró esa forma tan fácil y natural que tenía para mostrarse sin tapujos ni miedos, Yibo no podía hacer eso, era como si dentro de sí tuviera cadenas que restringieran sus modos, no se quejaba, de hecho, le daba igual, hablar mucho o hacerlo poco no alteraba nada, aunque sin duda lo segundo ahorraba energía para usarla mejor después.

—¡Muy bien, Wang! —felicitó un fotógrafo—. Ahora sé más... felino.

Acató la orden de inmediato y con toda la discreción que pudo observó el reloj pegado a la pared, eran casi las diez de la noche, era temprano, pero cuando se trataba de llegar a Xiao siempre era tarde. Una hora después, consiguió la libertad, y agradeció a los escenógrafos, editores, y maquillistas por trabajar con él. Cogió sus cosas y marchó sin mayor dilación. Incluso si pisaba a fondo el acelerador, no llegaría hasta una hora después. Yibo deseaba encontrar despierto a Xiao, pero tampoco lo esperaba cuando sabía que era el más ocupado de los dos, y que cargaba con varios años más que él. Cómo le gustaba bromear acerca de eso...

Las vacas viejas comen hierba tierna

Era consciente de que tenía que cuidar más sus impulsos, pero a veces era tan difícil como dejar de respirar por largos periodos, tener a Xiao a su lado sublevaba todas sus pasiones y enterraba en lo recóndito su razón, no pensaba, solo sentía, no tenía cerebro, solo corazón. Sin embargo, aceptaba sin culpa que disfrutaba de las reacciones que Zhan le obsequiaba cuando lo agarraba con la guardia baja, eran más genuinas, y lo que era mejor: se debían y eran para él.

Sin querer descubrió cuán posesivo podía llegar a ser, o tal vez ya lo sabía y no había conocido a la persona que lo hiciera mostrarse tal cual era, pero en cuanto refería a cuidar a Xiao no toleraba que nadie se acercara si no era con fines laborales o bajo la explícita consigna de ser necesario.

Extrañaba trabajar con él y aborrecía desde lo profundo de su ser a las personas que habían empleado su tiempo en perjudicarlo, y lograr que les prohibieran hacer proyectos juntos, por ser demasiado... cercanos. A veces se arrepentía y muchas más se reprochaba no haber podido actuar con mayor madurez y esconder lo que su corazón gritaba, pero ya era tarde, no podían ser vistos juntos. Eso causaba, inevitablemente, que sus celos fueran mayores, si las personas veían a Xiao solo se harían ideas equivocadas, y no, Xiao no estaba soltero, solo era... discreto.

El reloj marcaba las doce y cuarto cuando llegó a su departamento, prácticamente era el día siguiente. Entró con cuidado sabiendo que Xiao descansaría ya, se descalzó y fue hasta la recámara que compartían. Su delgada figura estaba encogida, con las rodillas cerca del pecho, Yibo sintió de nuevo cómo sus costillas retumbaban desde dentro, golpeadas por algo que se suponía no debía hacer más que oxigenar la sangre.

Se quitó la camisa y los pantalones antes de entrar a la cama, el roce de su piel fue una caricia y lo abrazó a la par que deslizaba la nariz hasta su nuca. Realmente le gustaba dormir con él, Zhan lo percibió y entrelazó los dedos.

—Feliz cumpleaños —murmuró y cayó rendido.

Cuando despertó, no estaba a su lado y Yibo experimentó algo similar al miedo, no de la clase que hace gritar o rezar a dios, sino más de aquel que se siente cuando se sabe que todo está perdido, que no importa cuánto se esmere no cambiará el resultado. Se incorporó y recargó la espalda en la cabecera de la cama. Un segundo después, ese al que llamaba novio apareció con un platito de hot cakes y leche.

—¿Estás cansado? —preguntó mientras depositaba la mesita de desayuno frente a él.

—Gracias.

Negó con suavidad y atacó la comida, anoche no había cenado. Cuando terminó, Xiao retiró la bandeja y volvió a la cama con una enorme sonrisa, Yibo quiso lanzarse sobre él, pero se contuvo. Su amado debió ver la indecisión en su rostro porque entonces tomó el mando y capturó su boca con los labios, resistirse estaba fuera de discusión y correspondió su energía abandonando su posición para elevarse por encima de Zhan, tomó su mentón entre las manos y delineó el hueso de su mandíbula, él le dio la bienvenida.

Existían muchas cosas que le gustaban de él, desde su tierna mirada de conejo hasta esa personalidad extrovertida que lo caracterizaba; sin embargo, en cuanto a la cama refería, Yibo jamás se cansaría de cuán receptivo se mostraba, lo jalaba hacia sí y separaba las rodillas invitándolo a tomar más, llegados a ese punto no había retorno, no existía agua que apagase su fuego, ni comida que calmase su hambre. Nunca se negaba a complacerlo, a darle en placer todo lo que le costaba expresar sus sentimientos.

Tomó las almohadas y las colocó bajo la cabeza de Xiao, estaban usando la cama al revés. Su compañero se dejó hacer y Yibo posicionó la palma izquierda en su nuca mientras la derecha se deslizaba furtivamente al interior de sus pantalones, Xiao gimió apenas sus yemas acariciaron, por encima de la última línea de protección, su miembro.

No negaría que encontraba placer en sus gemidos, era un hombre al final de cuentas, pero bajo su voz, bajo su deseo ardía algo más, algo puro y casi irreal que, de no experimentarlo no lo creería, y cómo iba a hacerlo... si no había existido en su vida ningún otro ser humano capaz de conducirlo al abismo de la destrucción con un beso. Xiao podía hacer de él un títere, y Yibo en su infinito amor no objetaría.

Burló la última barrera y su mano ansiosa finalmente entró en contacto con el duro deseo de Zhan, su hombre volvió a gemir y Wang profundizó el beso; acarició su falo desde el nacimiento hasta la punta, abrazando toda su anchura y con la presión que sabía lo conduciría al éxtasis, Yibo había hecho de su onanismo casi una ciencia. Llevó su mano hasta los pliegues de su fertilidad, apretó tiernamente cada uno y en conjunto por igual antes de retornar a su miembro, y consentirlo con rápidas y copiosas caricias. Temblaba y estaba húmedo, más que húmedo, goteaba en necesidad, lo frotó con ahínco incrementando el ruido que hacía su mano al deslizarse por los fluidos.

Arriba, sus labios no permitieron que los de Xiao llegaran a concentrarse en algo más que no fuera él, su lengua exploró y toqueteó traviesa cada centímetro de su cavidad haciendo a Zhan jadear y que se volviera todavía más dócil a su mando, se encontraba en el punto en donde haría lo que fuera para saciar su libido.

Entonces necesitó más, lo quiso todo y dibujó pequeños besos por su mandíbula causando que riera en el proceso, para Yibo hacerle el amor cobraba otro significado. Se alejaba de lo morboso y de lo puritano, no era ni lo uno ni lo otro, era algo más...

Descendió hasta su cuello, y dejó tras de sí una estela acuosa, su lengua trazando líneas, círculos y redescubriendo su sabor a un tiempo, jugó con el hueco que existía entre el cuello y el pecho, besó los prominentes huesos de Xiao, le encantaban. Una vez alguien se había atrevido a cuestionar su delgadez, Yibo había visto rojo, y le costó una barbaridad replicar así de amablemente como lo hizo, porque, aunque a ojos de muchos había sido grosero, pudo haber sido peor.

La manzana de Adán de Zhan se agitó nerviosa, jadeaba y su respiración entrecortada la hacía sacudirse, Yibo la atendió succionándola, besándola y mordiéndola suavemente. Sabía que sus caricias lo estaban complaciendo, no solo por los rumores que hacía, sino también por la humedad cada vez mayor en su mano derecha, la fuerza con la que se contraía su hombría era directamente proporcional a la cercanía de su liberación, aceleró sus movimientos y sus labios regresaron a la boca de Xiao. Unos segundos después, su novio soltó un grito al llegar al éxtasis.

—Es tu cumpleaños —murmuró con el rostro erubescente—. Se supone que debería ser yo quien te dé placer.

—Lo haces —respondió y besó su frente antes de acomodarse entre las rodillas de Xiao de tal guisa que estas quedaron elevadas a sus costados, cuidó no limpiarse su arrobamiento—. Además, ¿quién dice que hemos terminado?

Tenerlo en la cama era la causa de su frenesí, la única emoción que superaba la adrenalina que sentía al andar en moto. Zhan se incorporó lo suficiente para besarle el pecho, cerró los ojos en deleite, su lengua cálida era un mimo al corazón, se alejó a tiempo evitando perderse en el sentimiento. Usando el lubricante natural, cortesía de su amante, deslizó la mano hasta su entrada, la masajeó provocando en escasos segundos que Xiao elevara la cadera y echara la cabeza hacia atrás, volvía a estar en el juego. Debía admitir que pese a ser mayor, su resistencia superaba a la de Yibo.

Tuvo que alejarse unos centímetros, los necesarios para alargar el brazo hasta el cajón del buró que removió impaciente hasta dar con el frasco de lubricante. Sonrió y dejó caer una generosa cantidad en su mano derecha, a la sazón retomó la tarea una vez más. Un primer dedo se escurrió al interior de Zhan quien lo compensó con un obsceno jadeo, lo movió en círculos por breves instantes antes de que un segundo dedo lo acompañara, entonces comenzó a presionar y separar, a buscar su punto dulce y estimularlo. Su amante le hizo saber cuando lo encontró, un espasmo lo recorrió y su piel apretó instintivamente a sus intrusos dedos, esperó un poco antes de introducir el tercero. Se dedicó a resabiar ese punto que lo conduciría de nuevo al cielo, los puños de Zhan tomaron las sábanas, sus piernas temblaban.

—No... no así —objetó entre jadeos—. Por favor, tu... Te quiero a ti. —Su voz fue un suspiro.

Su hombre lo conocía tanto como Yibo a él, sabía que pidiendo por favor ser follado, no haría sino exactamente eso, retiró sus dedos con parsimonia.

Xiao cambió de posición y, se apoyó sobre las palmas y rodillas, exhibiéndose, mostrándole el corazón de su sexualidad. El miembro de Yibo se contrajo y pensó que podría correrse con tan solo verlo así, codició su cuerpo ante el panorama, la urgencia de estar dentro de él se intensificó. Su falo palpitó y su ropa interior se mostró húmeda y levantada. Zhan volvió el rostro, su mirada impúdica repasó su cara hasta detenerse en su sexo, maldijo cuando relamió sus labios, olvidó la antigua sumisión mostrada y se abalanzó sobre su silueta. Usó la lengua por encima de la ropa, incluso así, Wang sintió su calor como si fuera a flor de piel.

Lo despojó de la ropa interior con los dientes, quedándose olvidada en sus rodillas. Su boca atrapó su miembro y lo succionó con maestría, desde la primera vez se había mostrado bastante hábil en el arte de dar placer con los labios, en esa ocasión se había corrido en muy, pero muy pocos segundos, recordarlo todavía lo avergonzaba... Si seguía así, se vendría antes de poder penetrarlo. Lo alejó a regañadientes haciendo que sus miradas quedaran a la par.

—¿Quieres montarme o prefieres que yo lo haga? —susurró a su oído ganándose un golpe en el brazo.

Pero Xiao se volteó y elevó su sexo a él con los hombros sobre la cama por segunda ocasión, palpó su alrededor en busca del lubricante hasta dar con él, vertió sobre su miembro otra copiosa cuantía.

Yibo besó su espalda y su atrio a la par que se tocaba a sí mismo y embadurnaba gel en toda su longitud, al principio siempre era doloroso. Colocó la punta de su virilidad en la pequeña oquedad, y se hundió con cuidado hasta que toda su piel desapareció en el interior de Zhan.

Asió sus caderas, y las atrajo a él con delicadeza, con la plena consciencia de que su compañero todavía seguía estrecho y requería unos momentos para acoplarse a su tamaño. Xiao no dijo nada, tan solo movió la cabeza indicándole con ello que podía continuar, apremió sus embistes. Los gemidos de su amante se intensificaron azuzando su placer, incrementando las sensaciones de su cuerpo.

Su voluntad demandó más, más fuerte, más rápido, más de Zhan. Su amante pareció sufrir de la misma urgencia, lo instó entre jadeos a más... ¿Qué era más para él? Todo. Se movió con mayor resolución, entrando y saliendo como se lo exigía su hombre, los ruidos que sus cuerpos producían superaban por mucho la obscenidad, debía existir alguna palabra para denominar eso que hacían, ese vigor con el que se entregaban y ese animal en el que se convertían, pero no la conocía.

Sus manos jugaron sobre la espalda de Xiao, perfilando los huesos de su columna, costillas, y los omoplatos que sobresalían en su intento de mantener la posición, repentinamente se rindió al peso y dejó que su cuerpo reposara por completo sobre las sábanas, Yibo se acomodó entre sus muslos sin salir de él, gimiendo cuando penetró todavía más profundo, sus manos se apoyaron a la altura de sus costillas. La nueva situación le permitió llegar a los hombros de Zhan, y su boca no se resistió a besarlo ni a morderlo casi a partes iguales, le gustaba más lo segundo. Apretaba tanto la carne entre los dientes arriesgándose con júbilo a dejar evidencia, aunque con la certeza de que no lo haría, siempre se detenía antes de que pasara. A ninguno de los dos les molestaba, pero sus cuerpos no eran suyos, no del todo y explicar cómo había llegado algún chupetón sería un embrollo.

Sintió su cavidad apretarse, era tan sensible a los cambios en el cuerpo de Xiao que a veces se asustaba, entendió que estaba por llegar una vez más, con la mano derecha apretó la base de su miembro y se quedó allí por unos segundos más, una vez creyó estar al mismo nivel que Zhan lo soltó, y continuó moviéndose en su interior, las contracciones fueron mayores y eso ayudó a su propio orgasmo, el placer llegó y se extendió no solo por su falo, se filtró hasta sus piernas y abdomen, su corazón golpeaba con fuerza y su respiración pareció fallarle. Salió de él y se acomodó a su lado, la cabeza de Xiao sobre su brazo.

El placer y esfuerzo los sumieron nuevamente en la inconsciencia, sin interesarles su desnudez o lo sudados que estaban. Besó sus labios y lo envolvió antes de cerrar los ojos.

Se despertó primero y vio la hora en el reloj, casi las tres. Retiró su brazo con templanza para no despertar a Xiao y fue a la ducha, al regresar su amante estaba bocabajo con el mentón apoyado sobre el dorso de las manos, una amplia sonrisa se deslizó en sus labios. Wang pensó que no podía existir ser más hermoso en el mundo.

Su amor se encontraba en el paroxismo, y Yibo no concebía la idea de que un día perdiera el sentimiento, no creía capaz que llegara el instante en donde la existencia de Xiao no le importara. Hacía más de un año que estaban juntos, y el manojo de emociones que lo hacía sentir no había hecho nada por menguar, lo amaba... aceptó, lo amaba tanto como el sol a la luna, y lo necesitaba incluso más que al aire que respiraba. Llegaría el día, sin embargo, se prometió, en que podrían estar juntos sin esconderse, aquel en el que pudieran salir de la mano, robarse besos sin ser juzgados y por qué no, contraer matrimonio, si no en esta vida en otra, porque si de algo estaba seguro, era que su amor era tan grande que superaría las barreras del tiempo y el espacio, que no bastaba una vida para vivirlo y expresarlo.

Xiao se levantó y fue a asearse.

—¿Qué quieres comer? —inquirió una vez regresó.

Su cabello todavía estaba mojado, su torso desnudo y con diminutas gotas de agua, la parte baja solo era salvaguardada por una toalla... Yibo estaba viendo lo que le gustaría comer, pero no respondió eso.

—Donde sea está bien.

Su novio sonrió satisfecho, como si hubiera estado esperando esa respuesta, comenzó a vestirse. Tenía un par de cajones exclusivos donde su ropa se encontraba, cómo había pasado, ni él mismo sabía ni le importaba, pero existía y eso era lo único que merecía atención.

Una gorra, gafas oscuras y un cubre bocas, esos eran los accesorios para su disfraz. Observó su reflejo en el cristal, para los despistados no hacía falta, pero la población difícilmente sería toda distraída así que debían extremar precauciones.

Yibo se regocijaba ante la más mínima salida con Xiao, no importaba si tenía que cubrirse por completo, lo haría si eso significaba pasear con él, experimentar con él. Wang usaría una bolsa de papel en la cabeza de ser menester, de no ser porque era más conspicuo que nada, lo haría.

Salir a la calle y pretender ser amigos no era tan difícil, salir a la calle y soportar las miradas de las muchachas a Xiao era otra historia, por suerte esa vez nadie reparaba en él, tenía el rostro escondido bajo un cubre bocas y una gorra. Concluyó que ser obligados a separarse tenía una ínfima cosa buena: tenían que esconderse, y eso significaba de todos y todo el tiempo.

El restaurante al que lo llevó lo dejó atónito, conseguir reservación incluso para la comida, no se dijera una cena, significaba una espera de por los menos tres meses; fue inevitable no sentirse querido, Xiao lo veía en su futuro y prueba de ello era el acceso que les concedieron cuando preguntaron por su nombre. Tres meses atrás Yibo seguía sin pensar en algo más que hacerle el amor a cada rato, ni siquiera tenía cabeza para pensar en el mañana. Una vez más, su novio hacía alarde de una madurez superior.

Tuvieron que dejar los celulares en la recepción, política del lugar. Se sintió a salvo, si iban a comer se quitarían las máscaras, así que saber que nadie tenía celular adentro lo alivió. La mesa que Xiao había elegido era de las más discretas y retiradas, no cabía duda de que era mayor que Yibo en más de un sentido, había pensado y cuidado los detalles de esa tarde.

La comida transcurrió sin incidentes, siendo la sobremesa una agradable conversación en donde las risas y bromas acudieron con naturalidad, de las últimas él era el mayor culpable. Recordó con nostalgia su tiempo en el set de grabación, ese al que le había costado tres intentos y muchas noches de ensayo conseguir entrar... Pero quién podía culparlo, si se trataba de Xiao. Agachó la mirada y sonrió.

—¿Qué? —exigió su compañero—. ¿De qué te ríes? ¿Tengo comida en la cara?

—Te quiero —confesó en lugar de contestar.

Zhan abrió la boca y exhaló avergonzado, oteó a los costados en busca de miradas indiscretas, cuando se aseguró de que nadie los había escuchado hizo amago de golpearlo.

La verdadera razón tras su repentina timidez se debía al recuerdo de la pueril actitud que había adoptado en el set en un intento de llamar la atención del protagonista, lo golpeaba, lo halagaba e incluso le mandaba fotos de sí mismo. Xiao respondió mejor de lo que habría soñado, y su relación se convirtió en lo que ni en sueños se atrevió a plasmar. El hábito de enviarse intimidades no había acabado todavía, y de vez en cuando seguía sorprendiendo a su amante.

Alzó el vino de su copa y fue entonces cuando reparó en ella. Una muchacha los veía con insistencia, desvió la mirada alarmado y al escuchar pasos cercanos maldijo por lo bajo.

—Eres Xiao Zhan, ¿verdad? —preguntó y sin darle tiempo al susodicho para responder se colocó a su lado, demasiado pegada, frotando parte de su cadera en él, sabiéndose intocable de algún modo—, permite que me tome una foto contigo, por favor. —Alzó su teléfono y la aplicación de la cámara se abrió.

Yibo sudó frío, no pensó y reaccionó protegiendo su privacidad. Tomó la muñeca de la chica con toda la sutileza que pudo, y bajó su mano evitando que la foto se lograra.

—Disculpa, hoy no —murmuró.

La mujer se molestó y zafó su mano ipso facto, frunció el ceño y comenzó a maldecir e insultarlos por lo poco profesionales y amigables que eran con sus fans. El personal del lugar no tardó en aparecer, Xiao tomó la batuta y les explicó lo ocurrido. Entonces abandonaron el lugar luego que el gerente se disculpara.

Regresaron al departamento en silencio, Xiao se adelantó a la recámara y él se dejó caer en el sofá de la sala, había sido un idiota, su autocompasión no duró mucho y alcanzó a su compañero.

—Lo siento —bisbiseó con la cabeza recargada en el marco de la puerta.

—¿Por qué? —preguntó con el tono más casual del mundo.

—No debí...

—Nos protegías, era eso o ser parte del escándalo de nuevo. —Sonrió—. Gracias.

Alzó la mirada para encontrarse con la de Zhan, no estaba enojado, tampoco decepcionado... Pero sí que había algo allí: aceptación. Yibo quiso hacer una rabieta en ese momento, lo estaba tratando como a un niño, veía en él a un infante y por ello lo perdonaba por sus impulsos. ¡No era un niño! Mordió su labio inferior y calló, si verbalizaba su conflicto interno entonces luciría exactamente como uno.

Se acercó para tomarlo del mentón y depositar un suave beso en sus labios ofreciéndole, en el intercambio, redención, pero Xiao no lo dejó ir tan rápido y profundizó el contacto. Sus manos se deslizaron hasta su cadera y lo condujo a la cama, su libido se endureció ante la expectativa, se resistió al principio, pero su voluntad era endeble cuando de su novio se trataba.

Zhan lo desvistió con ternura, besando cada nueva parte de su piel expuesta, correspondió a sus deseos y lo desnudó casi a la par, en esa ocasión, fue Xiao quien estuvo encima de él mientras se dejaba hacer y su novio besaba sus pezones y pellizcaba aquel sin atender. Su lengua descendió desde su pecho hasta el ombligo, y dejó vestigios aguosos alrededor hasta caer en la diminuta depresión. Sus pantalones habían desaparecido desde el comienzo, así que su erguida virilidad se mostraba orgullosa y altanera, Xiao le dedicó esa sonrisa que lograba combinar la lascivia y lindeza simultáneamente antes de tomarlo con la boca.

Su calidez le despertó en el cuerpo delectación, y los ecos que hacía intensificaban los hilillos de placer que lo embargaban estorbándole para razonar o hacer algo más que disfrutar.

—Xiao, ¿qué...?

Ahora fue turno de su amante lubricarlo, prepararlo para recibirlo. La intrusión era extraña al comienzo, pero Zhan se encargaba de que se tornara en placer tan rápido que apenas reparaba en lo primero, frotó sus dedos en su interior y dedicó especial atención a esa área que lo hacía jadear. Luego lo penetró.

Yibo sufrió de un pequeño colapso mental en donde el placer y el saber quién se lo daba apagó la parte de su cerebro que debía pensar, dejando prendida solo la que debía sentir. Xiao le hizo el amor con gentileza, casi como si lo venerara.

Sentía la piel de su amante sobre él, y su respiración cosquillearle la oreja izquierda, Zhan descansaba parte de su peso una mano mientras con la otra le apresaba los pezones. Wang cayó en un remolino de placer que atacó todo su cuerpo, su sexo, su pecho y hasta sus oídos, la respiración trabajosa y los jadeos de Xiao eran poderosos estimulantes, sintió como su miembro se contraía con vehemencia avisándole cuán pronto tocaría las estrellas, pero no sucedió. Xiao lo hizo cambiar de posición quedando abajo mientras se Yibo sentaba sobre su pubis, y lo recibía poco a poco, una vez lo hubo absorbido sin reservas, movió la cadera casi tanto como cuando bailaba, recordándole silenciosamente a quién se follaba, Xiao sonrió y sostuvo su mirada, el deseo ardía en sus pupilas que casi pudo sentirlo como propio... Tal vez lo era.

Redujo la cadencia de sus vaivenes, y Xiao enterró los dedos en sus piernas, una silenciosa queja, pero era necesario. Yibo descendió y se apoyó en las manos mientras su novio se sujetaba a su cuerpo y comenzaba a penetrarlo gracias a la nueva libertad adquirida, estaba cediendo el mando, no lo hizo por mucho y retomó pronto la antigua posición. Igualó su premura a la anterior y Xiao gimió su nombre casi al borde de la sima. Sonrió satisfecho.

Eso era lo que buscaba, que Xiao aceptara quién provocaba sus orgasmos, que no olvidara a quién pertenecía, entonces se movió casi con desesperación, también estaba por alcanzar su orgasmo. Un sonoro gemido le indicó que lo habían encontrado juntos.

Era Yibo ahora quien descansaba sobre el brazo de Xiao, su amante acariciaba sus pezones casi por inercia.

—Tú regalo está bajo la cama —informó de repente.

¿Su regalo? Se incorporó de inmediato, ¿no era acaso pasar el día con su amado obsequio suficiente?

—No tenías...

—Me gusta dártelos—rebatió.

Y contra esa sonrisa, Yibo no tenía defensas.

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