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i. steven grant rogers

AMERICA'S SWEETHEART― ❛ capítulo uno ❜

↷ ⋯ ♡ᵎ

steven grant rogers


―¡SUFICIENTE!

Stella ya había alzado su brazo derecho para encajar su cuchillo sobre el bastante desmejorado rostro frente a ella, cuando una mano se enrolló alrededor de su muñeca con fuerza. Ella opuso resistencia, hasta que la tensión sobre su piel aumentó, presionando un nervio clave que la obligó a soltar su cuchillo.

Con un puchero de resignación, Stella guardó su arma en la funda que colgaba de su cinturón.

―Siempre le quitas la diversión a las cosas ―le espetó a su entrenador, Dante Reeves.

―Y tú siempre tienes que hacer un jodido desastre ―la reprimió de regreso.

Él no estaba equivocado. Su pequeña obra de arte la había salpicado de sangre por todas partes. Sus manos comenzaban a sentirse viscosas debido a la rapidez en la que este cálido líquido carmesí se secaba. Stella suspiró ahí de rodillas al lado del cuerpo, mientras se limpiaba la cara con su antebrazo.

El olor a gasolina ya comenzaba a molestarla, por lo que optó por ponerse de pie y seguir al fornido hombre a la salida.

―No entiendo cuál es el gran problema. Vamos a quemar cualquier evidencia igual ―murmuró a sus espaldas.

―Estás entrenada para terminar con las misiones e irte. Ser práctica. No que abordes las situaciones como una completa psicópata.

Stella se detuvo en sus pasos y frunció el ceño. Dante siempre encontraba de qué quejarse. Ella rodó los ojos y volvió a apresurarse para alcanzarlo al verlo doblar la esquina.

―¿Me viste esta mañana en los noticieros? ―quiso cambiar de tema con un deje de entusiasmo, bajando las escaleras detrás de él.

Dante rio sin gracia.

―¿Salvando a los niños en ese autobús escolar? Sí, te vi.

Ella sonrió de oreja a oreja, sintiendo mariposas en su estómago al recordar la escena.

―¿Quieres saber cómo lo hice? ¿Quieres?

―Nop.

―Aflojé las tuercas de dos de sus llantas. Le calcule unos... 25 kilómetros. ¿Sabes qué estaba a 25 kilómetros de la escuela primaria? ―Dante simplemente murmuró algo inaudible de mala gana, mientras continuaban bajando piso por piso del edificio abandonado―. ¡Exacto! El puente. Y el autobús se descarriló. Iban a caer el río, te lo juro. Todos ellos. Muerte segura.

―No me digas.

Un par de balas fueron disparadas en su dirección, dando contra la pared muy cerca de sus cabezas. La mujer sacó una cuchilla de su bota para calibrarla en su mano y lanzarla con precisión hacia un atacante que se estaba escondiendo en la escalinata del piso inferior a ellos. Se escuchó al arma cortar el viento con un silbido, hasta encajarse de lleno en la garganta del hombre, haciéndolo caer de rodillas ahogándose con su propia sangre.

Stella continuó con su conversación como si nada, bajando escalón por escalón.

―Ajá. Como decía, muerte segura. Hasta que... ¿Qué era eso? ¿Un ave? ¿Un avión? Nop, era yo. Los salvé de una caída libre directo al agua. Todos los niñitos me agradecieron y las personas comenzaron a gritar―Stella acomodó ambas manos a los lados de su boca para amplificar su voz e imitar el sonido de una multitud―: ¡Pink Patriot! ¡Pink Patriot!

―Que conveniente.

―Buenísimo. ¿Sabes qué fue más conveniente? Que la camioneta de un noticiero viniera justo detrás de nosotros ―afirmó con una sonrisita―. La cámaras me aman, Dante.

Ambos alcanzaron el punto, donde yacía el hombre que había intentado emboscarlos. Dándole reflejos rosados, Stella ubicó su cuchilla y rodeó el mango de esta. Empujándolo del pecho con una patada, ella extrajo su arma del sangrante cuerpo del hombre y continuó su camino detrás de Dante.

―¿Que no McVoy había hecho exactamente lo mismo?

Stella ladeó la cabeza hacia un lado, alcanzando el paso del hombre. Él siempre iba dando las más grandes zancadas.

―¿Lauren?

―Sí, lo de salvar un autobús y todo eso. Hace como un año ―recalcó de mal genio.

―Pues... Es decir... ―Stella frunció los labios, intentando formular una buena respuesta para contraponer su comentario―. Pues sí, pero el de ella estaba llena de ancianas. Y el mío con niños. ¿No suena bien? Tan vulnerables y chiquitos ―apuntó con fingida ternura, queriendo convencer a Dante de estar de su lado por una buena vez.

―Las viejitas también son vulnerables.

―Oh, por favor ―bufó.

―Y ella dio una entrevista. Le salió bastante bien.

Stella soltó un quejido profundo, dejando de balancear su cuchilla de mano en mano para rodar los ojos con dramatismo.

―Eres taaaaan pesado ―expresó lánguidamente, mientras lo empujaba por el hombro sin pensar.

Al sentir el golpe, por más suave que fuera, Dante tensó la mandíbula al momento. Antes de que ella pudiera regresar su mano a su costado, él la tomó por la muñeca con fuerza, atrayéndola hacia él bruscamente.

―No me vuelvas a poner una mano encima, ¿entendiste?

Stella frunció el ceño, mirando a sus oscuros ojos con cierto reclamo ante la desmesurada reacción. No lo quiso mostrar, pero un escalofrío recorrió su columna. De un tirón se zafó de su agarre para masajear la parte de su piel que él había sujetado.

―Solo estaba jugando, ¿sí? ―exclamó con molestia, solo para agregar en un tono más bajo―: Tan nefasto.

―¿Te doy un consejo? Cállate y terminemos con esto.

―¿Y yo te doy un consejo a ti? ―exclamó intentando ver su cara, pues él seguía caminando frente a ella, dándola solo la vista de su ancha espalda―. ¡Ve a terapia!

Se encontraban en una de sus misiones en cubierto con Oracle Enterprises. Para estas ocasiones, a ella se le permitía ser lo más despiadada que quisiera sin necesariamente arruinar la imagen que la empresa había creado con ella para el público. Usaba un traje discreto y práctico, además de que podía cargar con todas las armas que quisiera (no que las necesitara en primer lugar, pero le gustaban).

Lo opuesto ocurría, cuando se presentaba como Pink Patriot, aclamada integrante de Oracle's Defenders.

Pink Patriot era una figura pública que ayudaba a las personas y bajaba a gatitos indefensos de árboles, junto con todo el show acorde a lo que se espera de un héroe. Ella usaba un traje especial para la ocasión, aunque disfraz era un término mucho más adecuado. Dante siempre se burlaba de ella, cuando lo vestía.
            Consistía en unas ceñidas botas rosadas que se extendían por lo largo de sus piernas hasta llegar al inicio de sus rodillas, más unos shorts que ni siquiera alcanzaban a tapar la mitad de sus muslos, y que en conjunto formaban parte de un leotardo azul marino que servía como base para el resto de cosas que le ponían encima. Como el corsé que usaba; de alta resistencia y a prueba de balas del mismo tono azul oscuro. Sobre este habían añadido detalles rosados como estrellas y líneas que contorneaban la parte superior de su busto en el escote. Su clavícula y hombros quedaban al descubierto. En sus antebrazos llevaba unos brazaletes que resultaban ser bastante multiusos, además de un cinturón donde escondía cosillas útiles y un antifaz para proteger su identidad.

Oh, como cereza del pastel llevaba una fabulosa falda, la cual se veía preciosa, cuando volaba.

En fin. Podría sonar ridículo, pero a Stella le gustaba. El look lograba que sus entradas fueran espectaculares y glamurosas. Adjetivos que el amargado Dante Reeves no lograba apreciar. Daba la impresión de que él realmente no apreciaba nada.

Cuando el par logró salir del edificio, Stella contactó con su intercomunicador.

―¿Peyton?

Aquí ―replicó una vocecita femenina perteneciente a su asistente.

―Activa los explosivos que implantamos, por favor.

De inmediato.

El lugar no tardó en convertirse en caos. Las detonaciones volaban cristales y escombro por doquier, causando paulatinamente el derrumbe de la estructura. Stella y Dante corrieron a subirse en la parte trasera de una camioneta negra con vidrios blindados, saliendo disparados de ahí.

La tensión dentro del vehículo era palpable. Mínimo para Stella, a Dante probablemente no le importaba. Siempre pasaba así. El hombre se mostraba insensible e insoportable, ella lo resentía por un tiempo, pero no tardaba en olvidarlo y dejarlo pasar.

Su comunicador se volvió a activar.

¿Señorita Blake? ―la llamó Peyton.

―¿Sí?

La agente Wallace llamó. Dice que requiere de su presencia mañana temprano en las oficinas.

―¿Mencionó para qué?

Me parece que le asignará otra misión.

―¿Sabes de qué es?

Sí, porque es muy común que Alicia divulgue ese tipo de información clasificada conmigo ―respondió con un sarcasmo que inevitablemente logró sacarle una sonrisa a Stella.

Dante no era el único que tenía sus inconvenientes. Parecía que todo el equipo de la castaña era una bola de apáticos acomplejados. A Stella le encantaba por alguna razón, eran como sus pequeña brigada de perturbados.

―Tienes razón. Anota la cita en mi calendario ―ordenó y antes de que se despidieran, añadió―: Oh, por cierto. Dejé unas galletas de nuez especialmente para ti en el salón de empleados. Quiero que te las acabes.

―Soy alérgica a la nuez.

―Lo sé. Nos vemos mañana, Peyton, besos.



PROYECTO DESTRUIR AVENGERS.

Eso rezaba el folder amarillento que tenía entre sus manos, justo por debajo del gigante letrero de "Confidencial" en letras rojas. Alicia Wallace, la agente encargada de supervisarla, había abarcado toda una sala de conferencias para ellas solas, una de las muchas señales que había dado indicando que esto era importante. Muy importante.

En la pantalla se estaban mostrando algunos vídeos de los Vengadores en la batalla de Nueva York, como si ella fuera a necesitar alguna ilustración para ubicar quiénes eran.

Stella los detestaba. O algo así. En realidad, ella tenía una relación amor-odio con todo el mundo, así que algo nuevo no era. Por una parte, le gustaba lo caóticos que eran; el cómo derrumbaban edificios sin pensarlo dos veces y pisaban sobre quién estuviera en sus caminos. Daban un show buenísimo. Por otra parte, odiaba que se retrataran a ellos mismos como santos. Claro, como Pink Patriot hacia exactamente lo mismo, pero mínimo ella sabía que todo lo que hacía era una farsa, mientras que ellos realmente creían que eran los buenos. Le enfermaba.

Alicia pausó el video justo en una toma en la que se mostraba la mayoría del grupo en la imagen y se giró hacia Stella para romper el silencio.

―Ya sabrás de qué se trata esto.

Era tonto que lo dijera, claro que sabía. Algunas de sus compañeras de Oracle's Defenders se les había dado la misión tiempo atrás, pero no a ella. No, a Stella la hicieron de lado. Se había molestado tanto que había horneado cinco bandejas repletas de unas galletas de mantequilla con mermelada de fresa en el centro.

―Queremos que completes la tarea por la que te trajimos en primer lugar ―añadió la pelirroja ante su silencio.

―Pensé que mi trabajo era ser bonita y saludar a las cámaras ―dijo con un deje de burla, dando una sonrisa maliciosa a su supervisora.

Alicia se rio, cruzándose de brazos.

―Oh, bien sabes que ese nunca ha sido tu verdadero trabajo.

Stella sonrió para después suspirar y contemplar la situación.

―Ustedes me dijeron que no estaba lista ―murmuró, queriendo esconder su resentimiento.

―Sí, hace dos años.

―¿Qué camb...?

―Maximilian cree que ya estás lista ―la interrumpió con seriedad.

Stella la miró por unos segundos, queriendo decidir si ella hablaba en serio o no. Le satisfacía pensar que el CEO de Oracle's Enterprises por fin le había prestado de su atención desde que la reclutó. La pelirroja mujer no mostraba indicios de duda en su rostro.

La castaña pasó sus dedos por las esquinas de los papeles con una emoción cosquilleándole el estómago. Alzó una ceja con interés e intentó reprimir una sonrisa.

―Ábrelo ―Alicia le ordenó.

Sin esperar un momento más, dio la vuelta a la tapa del folder. Lo primero que vio fue la información general de su próximo objetivo: Steven Grant Rogers.

―Capitán América ―concluyó con los ojos fijos en la imagen del hombre que acompañaba su archivo―. Tiene sentido.

―El resto de la información la encontraras en ese expediente. Cualquier duda la resolveré cuanto pueda ―anunció, reuniendo sus cosas para irse. Se tomó una pausa para mirarla con una intensidad que no era característica de ella―. Estas son las ligas mayores, Stella. Nada que ver con las misiones que has manejado hasta ahora. La eliminación efectiva del capitán Rogers será tu prioridad de ahora en adelante.

―Sí, lo entiendo.

―Ahora tú estás a cargo, pero cualquier error, estaremos obligados a retomar control de la situación.

Era una amenaza. Llevaba el tiempo suficiente en esa empresa para entender que al primer desliz mandarían a algún agente a matarla. O peor aún, quizás pondrían al resto de las integrantes de Oracle's Defenders en su contra.

―No habrá ningún error ―afirmó con semblante sombrío.

―Te elegí por una razón, Stella. Y sigo advocando por ti. No me decepciones.

Tras decir eso, la mujer pelirroja salió de ahí a paso firme. Stella echó su peso para atrás, recargándose en el respaldo de su asiento, mientras apoyaba su cabeza en una mano. ¿Por qué los agentes tenían que absorber la diversión de absolutamente todo?

―¿Cómo te fue?

Stella alzó la mirada para encontrarse con su rubia asistente.

Peyton Greene se le había asignado justo cuando terminó todas sus experimentaciones biológicas. Ella acababa de cumplir sus 21 años y empezaba su camino a convertirse en agente. Su apariencia había sido muy engañosa. Tenía unos ojos azules que demostraban curiosidad e inocencia, acompañados de una nariz perfilada y pequeña. Su extremadamente pálida piel lograba resaltar el rojo de sus finos labios. Todo en conjunto la hacía ver extremadamente joven e inocente. Stella pensó que su fachada tímida y puritana era todo lo que habría por ver en Peyton.

No fue así.

Peyton era bastante temperamental. Tenía un lado puntiagudo de su personalidad. Ambas habían adoptado una dinámica de bromas pesadas entre ellas que de alguna forma parecía funcionar. Aunque quisiera actuar como que no, Stella sabía que solo ella podría aguantar todos los detalles que acompañaban el trabajar para ella. No podría haber pedido una asistente mejor.

Para contestar su anterior pregunta, Stella deslizó el sobre por la mesa hasta el extremo en el que ella se encontraba. Peyton alzó ambas cejas en sorpresa. Miró a ambos lados, antes de cerrar la puerta del salón de conferencias tras ella para darles privacidad. Tomó el asiento opuesto al de Stella y revisó el contenido a grandes rasgos del archivo.

―Es guapo ―dijo finalmente, cerrando el folder en seco y deslizándolo de regreso a ella. Se cruzó de brazos y la vio encogerse de hombros. Peyton alzó una ceja en su dirección―. ¿No estás conforme?

Stella soltó un suspiro, ladeando su cabeza a la derecha.

―Es solo que... ―estiró una mano para trazar círculos sobre la mesa con sus dedos―. Pensarás que es ridículo.

Peyton la miró de arriba abajo.

―Sí, es lo más probable.

―Es solo que... ―comenzó de nuevo con una mueca, ignorando su comentario―. A Lauren le tocó un billonario con su súper traje tecnológico, su empresa multimillonaria y su... No sé, mansión en Malibú. Mientras que a mí me toca el único vengador que todavía usa mallas.

La rubia la miró durante un par de silenciosos segundos completamente inexpresiva. La mayoría de las veces no podía identificar si Stella decía las cosas que decía en serio o no.

―Tienes razón ―determinó.

―¿En qué?

―Sí me parece ridículo. ―Ella suspiró cansinamente―. Si te hace sentir mejor, El Mandarín destruyó la mansión en Malibú de Tony Stark.

―Uh. De hecho, sí me siento mejor.

―Además, el Capitán América no usa mallas.

―¿Ajá? ¿Cómo sabes?

Ella entreabrió sus labios en busca de una respuesta, hasta rodar los ojos ante la mirada burlona de Stella.

―Bueno, da igual. Tú usas un corsé.

Stella reprimió una risa.

―Me encanta usar ese maldito corsé, Peyton. Además, Rogers viene de la vieja escuela, ¿no? Quizás y hasta le atraiga todo ese rollo de usar corsé ―murmuró con voz seductora, poniendo una cara pensativa.

Peyton la miró con una mueca que claramente se leía como "eres estúpida".

―Steve estuvo en la Segunda Guerra Mundial, cerebro. No en el siglo XVII ―corrigió de mala gana―. Creo que te convendría más limitarte a asesinarlo, porque no te funcionará seducirlo.

―Vaya, vaya ―habló entre risas―. No sabía que estaba hablando con la fan número uno de Steve Rogers, mil disculpas. ―El rostro de la rubia se coloreó rápidamente de un tono carmesí, Stella no sabía si era de bochorno o de molestia―. Nos vamos a divertir mucho, Peyton.

―¿Qué te hace pensar que intentar matar a un Vengador será divertido? Hubiera preferido que nos siguieran mandando a destruir edificios a las afueras de la ciudad ―protestó la rubia―. Es una misión suicida.

Stella ladeó la cabeza y soltó una carcajada.

―Primera lección, Greene. Los hombres son criaturas ególatras y predecibles, sea un Vengador o no. Y no digo que vaya a ser fácil. Si fuera fácil, hubieran mandado a un hombre a hacerlo.

Con esto se puso de pie, ajustó el grueso folder que contenía toda la información sobre su nueva misión bajo el brazo y salió de ahí con pasos firmes.

―Maldición, Stella ―murmuró Peyton entre dientes, yendo tras ella con algo de exasperación―. ¿Quién te hizo tanto daño?

(n/a) HIIII, BESTIEEES <33

algo rápido. el odio hacia los hombres por parte de Stella será parte de su personalidad jahshaja, ojalá no se lo tomen muy a pecho.

btw, todavía no hemos visto las habilidades que el suero Miracle le dio a Stella uuuuuh, ustedes cuáles creen que sean?

no olviden pasarse por el resto de los libros en la saga. en mi perfil tengo una lista de lectura con todos👍🏼✨

les mando un beso,
NIAM ROCA





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