Salvarnos
Amelia.
Cuando salgo de casa espero encontrarme con cualquier cosa, un lobo, un zorro, un ave, muchas cosas pasan por mi cabeza, pero ninguna de esas me prepara para el pequeño que me mira fijamente.
La mirada azul helada, el cabello rubio Y la piel pálida. Es Heist.
Mi respiracion se atasca en mi garganta y por varios segundos solo estamos los dos mirándonos, hasta que él se gira y hace un ademan de alejarse.
Su casa está a horas de la mía a pie y se que Mason y Fleur jamás lo traerian aquí. Lo que solo me deja dos posibles opciones.
Se escondió en el auto de Mason.
O camino hasta aquí.
La segunda me parece poco tangible por lo que solo la considero por tres segundos.
—Heist —ambos dirigimos nuestra mirada a nuestro lado derecho, Mason estaba asomado desde una ventana, observando.
De un segundo a otro lo ví caminar lejos de la ventana, por la postura de sus hombros pude notar lo furioso que estaba e incluso antes de que saliera ya era capaz de escuchar sus pasos.
Corrí hacia Heist al mismo tiempo que Mason abría la puerta y saltaba hacia el pequeño como un leopardo. Antes de que llegara a él lo coloque detrás de mí y Mason se detuvo.
—Mason —trato de calmarlo.
—¿Que haces aquí? —le ladra a su hijo.
El pequeño ni siquiera se inmuta.
Si que es su hijo, pienso.
—¿Debo repetir la pregunta?
—No —dice Heist mirándolo fijamente —, me quedé dormido en la parte de atrás de tu auto —explica —, pero tú ni siquiera me notaste.
Mason resopla.
—Te llevaré a casa —lo tomo del brazo y lo apartó de mi protección de un tirón.
Antes de Mason pudiera llevarlo demasiado lejos, Heist se giro hacia mí.
—Adios Amelia.
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