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Mirarlo

Conforme los días pasaban el trato de Daniel a Amelia solo empeoraba y está estaba aún paso de caer de un borde del que no podría salir en mucho tiempo.

Solo había una cosa que la detenía de llevar acabo una locura; Hanzel.

Sus deseos de ver los acaramelados ojos de su pequeño hijo la hacían mantener lo pies en la tierra. Incluso en ese momento, cuando estaba desnuda, acostada sobre el frío metal de una mesa con Daniel frente a ella.

Cerro los ojos, el proceso se había repetido unas cuantas veces durante el transcurso de sus veintidos días en esa cabaña.

Daniel la desnudaba, la recostaba en la mesa, la observaba y luego con la punta afilada de una aguja rasgaba la piel de sus muslos. Hasta ahora no la había ultrajado y era algo que Amelia agradecía, prefería mantenerse toda su vida siendo rasgada por esa maldita aguja a ser violada nuevamente.

Mientras repetía su rutina de cortaduras Amelia se encontraba mirando fijamente la luz cegadora en el techo y se pregunto que estaría haciendo Mason.

¿Estaría buscándola?

Sin querer sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, a pesar de todo lo que había pasado ella deseaba más que nada volver a mirar a Mason... Pero también había algo que la atormentaba.

Sus hijas. Se había comenzado a sentir un poco despreciable por no haber podido acariciarlas aunque fuera una vez. Se preguntaba si alguna vez podría hacerlo.

Ni siquiera se había tomado la oportunidad de verlas a los ojos. No sabía concretamente cómo lucían sus caras. Intentaba imaginarias, se preguntaba si habían heredado sus ojos castaños o los ojos bicolor de Mason.

Tenía tantas preguntas, preguntas en las que se perdía en su mente para evitar pensar en lo que estaba sucediendo justo en ese momento.

Era más fácil así. Era más sencillo para su mente ayudarla a perderse en rincones llenos de anheló, en los que volvía a casa y podía estar con su familia.

Suspiro cuando escucho a Daniel alejarse, había logrado distraerse lo suficiente.

Cuando lo sintió acercarse nuevamente frunció el seño ligeramente y alzó la cabeza. Se encontró con el escenario aterrador de Daniel con un cigarrillo.

—Empecemos con las quemaduras.

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