Formarlos
Unos días después, cuando Mason se marcha, alguien llama a la puerta y Max va corriendo y ladrando alegremente hacia esta.
Lo sigo de cerca y cuando llegó lo encuentro mirando fijamente la puerta, no hay saltos ni ladridos, el solo está mirando la puerta.
Al instante me pongo alerta, su reacción normal ante las llegadas de Mason es brincotear por todo el lugar.
Tomé un cuchillo que siempre dejo en la mesita de las llaves.
Me asomé por el cerrojo, ví a un hombre vestido de amarillo. Frunci el ceño.
—¿Quien es?
—Somos de la compañía postal —anuncia una voz masculina.
Solté el aire que no sabía que contenía y coloque mi mano con el cuchillo detrás de mi espalda. Abrí la puerta.
Un hombre, efectivamente vestido de amarillo y con una gorra me sonrió al instante, le sonreí de vuelta.
—¿Es usted, Amelia Hudson?
En el momento en el que dice mi apellido real es en el mismo segundo que mi sonrisa desaparece.
Nadie que conozca está dirección sabe mi apellido real, ni siquiera Pierce o Adam.
Miro alarmada en todas direcciones.
—Si —titubeo, él hombre se agacha y es en el instante en el que miro el florero con rosas purpuras que estaba en el piso, lo recogió y me lo ofreció. Lo tome con un poco de duda —. Disculpe ¿Que es esto?
Él repartidor me miró como si fuera idiota.
—¿Flores?
—Por supuesto que se que son flores, me refería a quién las envía.
El hombre me entrego un pequeño sobre en el que venía el destinatario, pero no el remitente.
—No lo sé, ¿Podría firmar aquí? —me entrego una hoja y firme dónde me indico, volvió a sonreír —Que disfrute sus flores señorita Hudson.
Salió disparado en dirección a su camioneta amarilla.
Suspire y lleve el jarrón adentro.
Max le ladro a las flores cuando las coloque en la mesa.
—Si hubiera sido Mason él habría puesto su apellido, no podría el mío. No sé arriesgaría a qué me encontrarán —murmure para mí misma. Las mire desde lejos, Max no dejaba de ladrar. Deje la carta en el bolsillo de mi sudadera.
Observé el jarrón detenidamente cuando algo llamo mi atención, el patrón de la decoración. Había un jarrón identifico en mi casa.
Tomé el jarrón con mis manos.
—¿Jeff? No, Jeff no haría el intento de buscarme —negue con la cabeza —, ¿Mi padre adoptivo? No, a él no lo he visto desde que me dejó con ellos —segui mirando el jarrón, una sensación desesperante comenzó a invadirme, era como si supiera quién las había enviado, pero no lo recordara —, ¿Cuál era su nombre? ¿Quien era? ¿Cómo se veía?
—¿Amelia?
Solté el jarrón y este se rompió en pedazos al caer al piso. Las rosas se esparcieron por mis pies.
—Mason, carajo me asustaste.
Se acercó rápidamente y me alejo del desastre para evitar que fuera a hacerme daño.
—¿Que era eso? —miro el piso fijamente, en dónde se encontraban los pedazos del jarrón.
—Un jarrón que llegó hace como diez minutos.
Mason no aparto la mirada de la decoración del jarrón, pude ver la misma expresión que había hecho yo plasmada en su rostro. Él también podía reconocerlo.
—¿Mason habías visto ese jarrón antes?
Me miró y asintió.
—Si.
—¿Dónde?
Aparto la mirada y volvió a mirar el jarrón.
—En tu casa, una noche que logre escabullirme. Fue antes de secuestrarte.
Mi ligera esperanza de que él supiera quién las había enviado se esfumó.
Mason pareció reaccionar y me tomo de las manos.
—Porque no te vas a dar una ducha mientras yo recojo este desastre —me dió un empujoncito en dirección a la habitación y comencé a caminar en automático en esa dirección. Al llegar al baño, me percate de que aún tenía la carta en mi bolsillo.
Entre a la habitación, luego al baño y ahí, finalmente la saqué y la abrí.
ℒ𝒶 𝓁𝓊𝓏 ℯ𝓃 𝓁𝒶 𝓂𝒾𝓇𝒶𝒹𝒶 ℯ𝓈 𝒶𝓁ℊℴ 𝓆𝓊ℯ 𝓈ℯ
ℯ𝓃𝒸𝓊ℯ𝓃𝓉𝓇𝒶 ℯ𝓃 𝓁𝒶 ℊℯ𝓃𝓉ℯ 𝒸ℴ𝓂𝓊𝓃,
ℯ𝓃 𝓉𝓊 𝓂𝒾𝓇𝒶𝒹𝒶 𝓈ℴ𝓁ℴ 𝒻𝓊𝒾 𝒸𝒶𝓅𝒶𝓏 𝒹ℯ 𝒶𝓅𝓇ℯ𝒸𝒾𝒶𝓇
𝓊𝓃 𝓅𝓇ℴ𝒻𝓊𝓃𝒹ℴ 𝒶𝓋𝒾𝓈𝓂ℴ 𝒹ℯ ℴ𝓈𝒸𝓊𝓇𝒾𝒹𝒶𝒹.
ℰ𝓃 𝒸𝓊𝒶𝓃𝓉ℴ 𝓁ℴ 𝓋𝒾, 𝓂ℯ 𝓅𝓇ℯℊ𝓊𝓃𝓉ℯ:
¿𝒞ℴ𝓂ℴ 𝓅𝓊ℯ𝒹ℯ 𝓊𝓃𝒶 𝓃𝒾𝓃̃𝒶 𝓉𝒶𝓃 𝓅ℯ𝓆𝓊ℯ𝓃̃𝒶
𝓉ℯ𝓃ℯ𝓇 𝓊𝓃𝒶 𝓂𝒾𝓇𝒶𝒹𝒶 𝒶𝓈𝒾 𝒹ℯ 𝓈𝒾𝓃𝒾ℯ𝓈𝓉𝓇𝒶?
¿ℒℴ 𝓈𝒶𝒷ℯ𝓈 , 𝒜𝓂ℯ𝓁𝒾𝒶?
ℰ𝓈𝓅ℯ𝓇ℴ 𝓆𝓊ℯ 𝓈𝒾, 𝓅ℴ𝓇𝓆𝓊ℯ 𝒽ℯ ℯ𝓈𝓅ℯ𝓇𝒶𝒹ℴ
𝓅𝒶𝒸𝒾ℯ𝓃𝓉ℯ𝓂ℯ𝓃𝓉ℯ 𝓅ℴ𝓇 𝓁𝒶 𝓇ℯ𝓈𝓅𝓊ℯ𝓈𝓉𝒶.
𝒴 𝒹ℯ𝒷ℯ𝓈 𝓈𝒶𝒷ℯ𝓇, 𝓆𝓊ℯ 𝓃ℴ 𝓈ℴ𝓎 𝓃𝒶𝒹𝒶 𝓅𝒶𝒸𝒾ℯ𝓃𝓉ℯ.
𝒞ℴ𝓃 𝒶𝓃𝓈𝒾𝒶𝓈 𝒹ℯ
𝓋ℯ𝓇𝓉ℯ ℴ𝓉𝓇𝒶 𝓋ℯ𝓏.
𝒟.𝒲
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