Esperarnos
Los meses siguientes transcurren de manera lenta e incluso un poco asfixiante.
Mi mente se mantiene lejos de mi cuerpo, con trabajo logro entablar una conversación decente con Hanzel, incluso algunos días me he llegado a olvidar de que está presente.
Me disculpo por ello con frecuencia, algunas veces incluso termino llorando. Otras simplemente lo recuesto en mis brazos y acaricio su cabello.
Hanzel deja de preocuparse al cabo de unas semanas, ahora solo se conforma con mi presencia en el sillón mientras me pierdo en mi mente y el mira la televisión o juega con Max.
Desearía darle más, desearía poder hacer más, pero no puedo. Mi cuerpo se niega a moverse y mi mente no quiere hacer el esfuerzo de intentarlo.
Por las noches, cuando Mason está en casa, me abraza y acaricia mi cabello, yo me giro y le doy la espalda, soy incapaz de mirarlo por más de cinco segundos, su aroma me causa náuseas y su tacto hace que mi piel arda.
Me rasco la piel que toca con frecuencia, es como si me causará sarpullido. Algunas veces rasco tan fuerte que mi piel sangra.
Cuando mi estómago empieza a hincharse es cuando todo empeora, mis emociones se desbordan, mi mente parece fracturada y mis acciones ya no parecen mías.
Vómito con frecuencia, me rasco el abdomen como una lunática y lloro de manera histérica.
La verdad es que no me sentí dueña de la decisión. Yo no, no quiero esto. No lo quiero. Tengo miedo. Mucho miedo.
Mason parece saberlo ya que no me deja salir de casa, es como si supiera que ante la más mínima oportunidad lo abortaría sin dudar.
Él también parece fuera de sí. Siempre tiene una sonrisa en el rostro, me da más miedo que cuando está serio. Parece divertido e incluso complacido.
Por primera vez comienzo a verlo como un psicópata.
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