Esconderlos
Amelia
Mason se marchó por la mañana, al parecer Adam y Pierce estaban preocupados por la salud mental de Fleur.
Ahora estoy en casa, más específicamente en el baño, sufriendo porque me a llegado la regla.
>>Mejor con la regla que con la cinta<<
Asiento, de acuerdo con mi mente. Siempre es mejor la regla que estar embarazada.
Me abrace el estómago, sin importar cuánto tiempo pase nunca me terminó de acostumbrar a los cólicos.
Escuché la puerta de la casa abrirse, Mason había vuelto.
Me levanté del baño de un salto y baje la palanca.
Después de subirme el pantalón salí del baño.
Escuché unos pasitos corriendo en mi dirección.
—¿Mason?
La puerta del cuarto se abrió y un cachorro de color blanco entro moviendo su colita. Sonreí casi al instante y me agache. Incluso se me olvidaron mis cólicos.
El pequeño vino corriendo hasta mis brazos y lo cargue.
—Hola, hola pequeño —en respuesta, el cachorro dió un ladrido.
Le acaricie su suave pelaje y mire fijamente sus tiernos ojos marrones.
—¿Cómo te llamas pequeño? —cuestione como si pudiera responder.
El perro ladro y lamió mi rostro, me reí.
—Me alegra que se lleven bien —alce la mirada, encontrándome con Mason recargado en la pared.
—Es muy lindo —sonrei, en realidad no había dejado de hacerlo.
—Creí que así te sentirías menos sola cuando no esté.
—¿Intentas comprarme con esta pequeña bestia peluda? —esta vez, le estaba hablando al perrito mientras lo alzaba y le daba un beso en su barriga —, porque entonces me conoces muy bien.
El perrito ladro y Mason rió.
—Lo se.
Baje al cachorrito y este salió de la habitación. Supongo que tiene mucho terreno que explorar.
—¿Cómo se llama?
—Como tu quieras.
Suspire.
—Me gusta Max.
Mason asintió.
—Entonces se llamara Max.
Corrí como una niña pequeña hasta él y lo abrace.
—Gracias —lo abrace por el cuello, me pare de puntillas y le dí un beso largo en los labios, Mason deslizó sus manos por mi cintura y me pegó más a él.
Rápidamente el beso tomo otro rumbo, lo detuve separando nuestros labios.
—Estoy en la regla —dije jadeante.
Mason me sonrió y asintió comprensivo antes de apartarse un poco. Sabía que me incomodaba hacerlo cuando estaba en mis días.
—¿Necesitas una pastilla para el dolor? —cuestiono preocupado —, puedo ir a la farmacia.
—¿Lo harías? —el asintió como si la pregunta lo ofendiera —, eres un amor, gracias.
—No es nada —me dió un último beso en los labios —, ahora vuelvo.
Asentí y Mason salió por la puerta, casi al instante Max entro un poco entristecido, soltó un maullido.
—Si, yo tampoco quiero que se vaya.
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