Encarcelarla
Alerta de capitulo más negro que mi alma. Literalmente, este capítulo se trata únicamente de Mason relatando sus encuentros sexuales con Amelia, no toca ningun dato particularmente importante en la trama así que son libres de saltarlo.
Si han decidido continuar, espero que lo disfruten porque créanme, mis fanfics no son famosos precisamente por la trama.
No entiendo el afán de algunos hombres por qué una mujer este apretada.
O tal vez, la vagina de Amelia está hecha exactamente para adaptarse y rodear mi longitud con la presión correcta.
Mientras me deslizó adentro suyo siento como sus paredes me rodean en una fricción deliciosa que me hace estremecer.
Amelia rodeo mi cintura con su piernas y la punta de sus tacones se enterró en mis muslos, se aferró a mi espalda enterrando las uñas y me mordió el lóbulo de la oreja.
Cuando di la segunda estocada ella suspiro ligeramente en mi oído.
—Mason, lo estás haciendo muy lento —murmura con la voz entrecortada.
Sonreí contra su cuello y la mordí antes de salir y volverme a fundir en su interior con fuerza, está vez le arranque un pequeño grito al mismo tiempo que encorvaba su espalda.
Sin detener mis movimientos sujete sus muñecas por encima de su cabeza con una de mis manos y con la otra su cadera para mantenerla quieta.
Sus ojos cafés se encontraron con los míos, solo era capaz de verlos a través de la luz de la luna que se colaba por la ventana.
Deslice mi lengua dentro de su boca y en ese instante un gruñido gutural salió de mi garganta, ahogandose con el sonido de nuestros cuerpos chocando. La senti gemir contra mi lengua y un escalofrío me recorrió el cuerpo.
Aumente la fuerza de mis embestidas y acabe soltando las manos de Amelia, estás rápidamente se dirigieron a mis glúteos, abrió más las piernas y me empujó hacia arriba para aumentar la profundidad.
Ambos soltamos un gemido al sentir mi glande chocar contra su cérvix, dos estocadas después, ambos habíamos logrado alcanzar el climax.
Me deje caer sobre ella aún sin salir de su interior mientras ambos tratamos de regresar nuestras respiraciones a la normalidad. Sentí su aliento cálido contra mi cuello y luego su nariz me acaricio ligeramente.
Las manos de Amelia recorrieron mi cintura hasta llegar a mi espalda y luego comenzó a deslizar sus dedos por las líneas que marcaban que mi cuerpo estaba tonificado.
Dejo un beso cálido sobre mi mandíbula y después en mi clavícula.
Sentí como volvía a ponerme duro.
Amelia sonrió contra mi hombro.
—¿Está vez puedo estar arriba?
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