Encarcelame
Cuando desperté estaba amarrada a la base de una cama, mi cabeza estaba aún más punzante que antes y mi vista estaba borrosa.
Parpadee adaptándome a la luz que se filtraba por las ventanas, cerré los ojos con fuerza y luego los abrí, en una esquina, había una silla y sobre la silla alguien me observaba, me sente rápidamente haciendo rechinar las cadenas.
Él se levantó, está vez no había sonrisa en su rostro, solo una expresión seria y petrificante.
Entonces lo noté, note que desde la noche anterior no había tenido pesadillas, no las había tenido porque la pesadilla había estado observandome en carne propia.
—Buenos días Amelia —me dijo, con esa voz tan varonil propia suya. No supe cómo, pero en un segundo había logrado remover todo en mi interior.
—¿Que es lo que quieres? —mi voz apenas es un susurro, pero debido a que nuestra distancia no es tan grande él logra escucharme.
Una sonrisa lobuna se extendió por su rostro y eso fue aún peor que verlo serio.
—En este momento una taza de café no me caería mal, la verdad —se burló y mi expresión debió demostrar que a eso no era a lo que me refería, por lo que se apresuró a continuar burlándose de mí y mi miedo —, y por supuesto nunca está de más matar a alguien por la mañana.
—No es divertido.
—Para mí lo es.
—Eso veo.
Hubo un silencio intenso en el que pensé en escaparme corriendo por la puerta, pero era obvio que el me atraparía.
—Ni siquiera pienses en escapar, antes de que des dos pasos ya te abre atrapado —se me adelanta y suelto un largo suspiro.
—Ya lo sé.
Soltó una ligera risa y se aproximó lentamente a mí y yo retrocedi hasta que mi espalda se topo con la pared.
—No voy a hacerte daño.
—Eso no puedo saberlo con certeza.
Él rodo los ojos con fastidio.
—Eh tenido cientos de oportunidades para matarte y no lo e hecho.
—¿La pregunta es el por qué, no?
Soltó un resoplido.
—Se en quienes podemos convertirnos, se lo que puedo hacer contigo, tengo muchas ideas —sonrio ligeramente y me recordó a un niño con un juguete nuevo —. Debo admitir que estoy emocionado.
Mi respiración comenzó a acelerarse.
—¿Que vas a hacer conmigo?
—Haremos muchas travesuras.
Los días siguientes son lo más extraño que me ha pasado. Masón y yo convivimos en el mismo espacio como si el otro no existiera; o al menos eso hace él conmigo porque yo observó cada pequeño movimiento que hace.
Observó cómo su pecho sube y baja en respiraciones calmadas, como sus pestañas tocan sus párpados cada que los abre y cierra, cómo frunce sus labios cuando algo le disgusta, como sus músculos se tensan cuando carga algo pesado y como mueve la nariz como un conejo cuando olfatea la comida que el mismo prepara.
Tengo acceso al interior de toda la cabaña donde estamos, pero tengo prohibido salir. Aún así ya aprendí que es mejor hacer lo que dice, el otro día me llevo a dar un paseo, lo cual solo le sirvió para mostrarme que estábamos literalmente en medio de la nada, rodeados de bosque y por la noche pude escuchar que también hay lobos.
Le tengo mucho miedo a los lobos.
Desde que era pequeña siempre había tenido ideas suicidas, durante un tiempo aumentaron y luego disminuyeron, eh pensado mucho en eso últimamente. Suicidarme suena como algo lógico en estos momentos.
Masón entra a la cocina y dejo de respirar, por primera vez en toda la semana me mira y veo un poco de sorpresa en sus ojos.
—Te ves bien de negro —dice con simpleza.
Observó mi ropa, llevo una camisa negra que encontré en el closet y un pantalón gris. Di un largo respiro.
—Solo hay ropa negra en el closet —le aclaro, porque detesto el color negro, vuelve más notorias las ojeras bajo mis ojos.
—Lo que quise decir es que se te bien mi ropa.
—Se me vé mejor la de mi talla —le digo estirando la camisa para que note lo enorme que me queda.
—Estas secuestrada, no de compras —se acercó a mi y retrocedi hasta que choque con la isla de la cocina, Masón no se detuvo y me encarceló entre sus brazos.
Mire fijamente sus ojos de colores diferentes, con esta cercanía pude analizar lo preciosos que son.
—¿Te gustan mis ojos? —pregunto en un susurro y los bellos de mi piel se erizaron.
—Son fascinantes —me apresuró a responder sin despegar la mirada —, sino estuviera en esta situación podría admirarlos todo el día.
Recargo su pecho sobre el mío y deje de respirar nuevamente.
—¿Que es lo que te lo impide?
Mi mente dejo de funcionar correctamente y me deje envolver por la sensación de control.
—No lo sé —le dije. Él se inclino hacia enfrente y cuando creí que iba a besarme estiró su mano y tomo una manzana del bol sobre la isla, luego se separó y se marchó.
Nota:
Amo tanto lo este fanfic.
¿Que opinan, les gusta como va?
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