Adam

La tensión palpa en el ambiente. Aparentemente, a pesar de que Amelia me ha dicho que no sentía correcto solo ceder a su destino, es justo lo que ha hecho. Ceder.

Es obvio lo que a pasado el día anterior, aunque quizá aún ella lo a notado —o aún peor, no le importa— trae los dedos de Masón marcados en el cuello.

Es un maldito salvaje.

Mientras nosotros estamos en la mesa, Amelia está en la cocina, dijo que haría "el desayuno" como una esposa normal que atiende a los amigos metiches de su esposo.

Pierce la ha seguido con la mirada en cada movimiento y de la misma forma Masón lo a observado con molestia cada que su mirada baja más de lo debido.

Nunca me ha parecido del tipo posesivo, más bien de los que disfruta compartir lo que es suyo sabiendo que tiene el poder. Pero justo ahora... Joder justo ahora parece que acuchillara a Pierce con la servilleta de las tortillas.

—¿Solo la has traído para follartela? —Amelia se detiene en medio del pasillo ante las palabras de Pierce. Trae un sartén en la mano, el olor a huevo frito llega a mi naríz. Huele delicioso.

—¿Por que, te quedarás a ver? —Mason sonrió satisfecho al escuchar a Amelia defenderse. Ella dejó el sartén sobre la mesa. Ahora está usando un vestido azul de florecitas color naranja. Parece un mantel.

Pierce aparto su mirada del pelinegro y miro con cierto desprecio a la castaña.

—No hablaba contigo.

—Pues ahora lo estás haciendo.

Se miraron fijamente por varios segundos, después de unos instantes, Pierce cedió. Amelia sonrió satisfecha.

Se retiró de nuevo en dirección a la cocina.

—No me agrada —dijo Pierce. Masón rió un poco.

—Eso hace que me agrade más.

Cuando volvió, traía unos platos y vasos de plástico. Nos dió uno a cada uno.

Sin esperarnos, ella comenzó a comer.

—Como sea, los padres de Adam van a mudarse —Pierce anuncia —, osea que nos mudamos.

Masón intercalo su mirada entre todos, tomó uno de los vasos que Amelia había traído y se sirvió un poco de agua de la jarra.

—¿A dónde? —pregunto por fin.

—De vuelta a casa.