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Defenderlos

Amelia

Unos días después de la llegada de Max, descubro mi parte más perezosa.

Al ver al pequeñín tumbado en el sillón o en la cama no puedo evitar tener ganas de tumbarme también.

Es una sensación de la que ya no me puedo desprender. He notado que incluso Mason también parece más dormilón.

Justo ahora estamos tumbados en la cama, con Max en nuestros pies.

Mason gruñe y me giro a verlo, tiene el cabello negro sobre la frente y su piel parece un poco más pálida de lo habitual. Le toque la frente.

—Mason, estás hirviendo —anuncio preocupada levantándome de la cama.

Mason vuelve a gruñir.

Salí corriendo a la cocina y abrí uno de los estantes donde teníamos medicamentos, tome la botellita que Mason había enmarcado como "fiebre" tome también un topper, lo llene con agua, agarre un trapo y una cuchara, volví a la habitación con cuidado de no derramar el líquido.

Deje el topper en la mesita de noche e hice a Mason acercarse a la orilla.

—Mason, siéntate —le pido y a pesar de que gruñe (por tercera vez) lo hace, coloque un poco de jarabe en la cuchara —, abre —Mason abrió la boca con desdén, incluso aún tenía los ojos cerrados. Deje el jarabe en su lengua y lo trago —, ¿Cuántas cucharadas son?

—¿Mhmm? —alzo un poco el rostro.

—¿Que cuántas cucharadas son?

—Ah, mmm, ¿Tres?

—¿Estás seguro?

—No.

Resople antes de darle un golpecito en la mejilla.

—Esto es enserio.

—Es que enserio no estoy seguro.

Rodé los ojos.

—Bien, si mueres por jarabe para la temperatura no haré nada para evitarlo.

Mason sonrió y se le marco un hoyuelo en la mejilla.

—Ambos sabemos que harías cualquier cosa para intentar salvarme.

Él idiota si que lo sabía.

—Bien, te daré tres.

Le di las dos cucharadas restantes y lo ayude a acostarse de nuevo.

Moje el trapo en el agua y luego lo coloque en su cabeza.

Mason soltó una maldición por lo fría que estaba, pero luego se mantuvo quieto.

Lo arrope con una sábana.

—Descansa cariño, yo cuidare de tí.

Mason se queda en la cama por dos días más, por suerte para el tercero por fin comienza a sentirse mejor.

Solté un suspiro, su temperatura corporal ya era normal.

Me acosté a su lado en la cama.

—¿Cómo te sientes? —le di un beso en la cabeza.

Me abrazo por la cintura y acurrucó su cabeza entre mis pechos. No estaba usando playera, solo un pantalón negro del pijama.

—Ya mejor —murmuro, su voz se escuchaba ronca. Recién se había despertado —, gracias por cuidarme.

Acaricié su cabello.

—No es nada.

Lo olfatee un poco y arrugue la nariz. Mason pareció leerme la mente.

—Deberia darme una ducha.

Me reí.

—Si que deberías. Apestas.

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