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28. El problema de los dos cuerpos

Un escalofrió la recorrió, necesitaba saber la fecha que era, pero su cápsula estaba sin energía, ya no le quedaba materia para seguir encendida. Con dificultad, empujó la pesada puerta de la cápsula para poder salir. La bodega estaba a oscuras y no se oía ningún ruido. Miró su pulsera, pero estaba inutilizada, suponía que por culpa del viaje en el tiempo.

Recorrió los pasillos de la nave, todo estaba en silencio y siguió caminando hasta llegar a el salón principal de la nave. La decoración que quedaba de la fiesta, aquella que organizó Trian, seguían allí, por lo que suspiró aliviada de que eso ya hubiera pasado.

En ese momento, un pensamiento le vino a la mente y la hizo embriagarse de felicidad. En algún lugar, en ese momento y tiempo, Evan seguía con vida y, la mera idea de ello, la hizo querer llorar, pero no se lo podía permitir, no hasta que todo aquel plan hubiera finalizado.

Fue hasta la puerta de salida de la nave pero no podía abrirla, así que trató de forzarla, lo que propició que sonase una alarma y todo se iluminase con parpadeantes luces rojas.

–Genial, Amelia... que discreta estas siendo –se reprochó a si misma, mientras golpeaba su frente con la palma de la mano.

Unos minutos de insoportable ruido después, se detuvo la sirena y la puerta de la nave se abrió. Pensó crédulamente que sus intentos de hackear el sistema habían funcionado, pero para su desesperanza, alguien apareció tras la puerta. Trian, la miraba sin comprender como había acabado allí, mientras Amelia se sentía una auténtica estúpida. Su abuela le había advertido muchas veces, que cambiar los eventos del pasado acarrearía consecuencias y, lo primero que había hecho nada más llegar, era eso mismo.

–Amelia... pero ¿cómo has entrado en la nave? ¿y qué demonios le ha pasado a tu cápsula? –le preguntó él nada más verla. –Cuando sonó la alarma, lo primero que hice fue mirar las cámaras de seguridad. Dime, ¿qué está pasando?

Amelia estaba entre la espada y la pared, decirle la verdad sería bastante malo, pero dejarle con las dudas quizás fuera peor. Meditó unos minutos sobre las implicaciones de cada una de las opciones mientras Trian la miraba con impaciencia.

–Ya veo... ¿estás pensando en que mentira contarme? –adivinó sonriente. –Venga, salgamos de aquí, princesa, ya he apagado la alarma y avisado de que ha sido un error del dispositivo –añadió mientras salía de la nave.

A Amelia no le quedó otra que seguirle, mortificándose internamente por su metedura de pata.

–Tri... ¿qué hora es? –le preguntó, esperando poder ver el día que era en la pantalla de su móvil.

–Son las cuatro y media de la madrugada –respondió él sin mirar su teléfono.

–¿Estás seguro? –volvió a preguntar con la esperanza de que, ahora sí, mirase el móvil.

–Segurísimo –le volvió a contestar mientras andaban hacia el exterior del espaciopuerto.

–Vale... –murmuró bajando la cabeza, debía pensar en otra opción, no saber qué día era la estaba martirizando.

Subieron al coche de Trian. Amelia miraba a su alrededor, esperando encontrar un dispositivo que le dijera el día en el que se encontraba. Pero no había nada y su pulsera seguía dando fallos.
Trian arrancó el coche.

–¿Cómo has podido venir desde allí sin que yo te viera? –peguntó intrigado. Pero Amelia no sabía si se refería a la casa árbol o a la cabaña.

–Pues... es difícil de explicar –le dijo ella nerviosa. –¿A dónde vamos?

–A casa de mi padre– respondió él en un resoplido. –Creo que es mejor, por ahora, ir allí.

Amelia se preguntaba si se refería a que era mejor porque la perseguía el FMI o por otro motivo. Aún seguí preocupada por cómo salir de aquella situación y, por supuesto, por saber el momento al que había viajado. Miró por la ventana del coche hacia la calle, la noche era oscura y fría, había una gran luna menguante. <<Ojalá me supiera el calendario lunar, así podría saber en qué día estoy...>> pensó afligida. Llegaron a una alejada zona residencial y siguió a Trian hasta un apartamento dentro de uno de los edificios.

Al entrar sintió algo extraño, aquello no era una casa familiar precisamente, la decoración era escueta; no había fotos ni recuerdos, todo daba la sensación de estar allí por necesidad.

–¿Ésta es la casa de tu padre? –preguntó extrañada.

–No... bueno, sí, una de ellas –le dijo Trian mientras se sentaba en el sofá suspirando de cansancio. –Ven siéntate, deberíamos hablar.

Amelia sintió un pellizco en el estómago. Fue hasta el sofá, pero de camino pasó frente a las pantallas donde se observaba lo que los drones estaban vigilando. Se fijó y puedo ver que, en una de ellas, se veía el interior de la casa de James; en otra la cabaña desde el exterior y en la siguiente un coche.

En ese momento, sintió que su ansiedad bajaba de golpe. Había conseguido viajar al momento correcto y, aunque no sabía exactamente qué día de esa semana era, lo sintió como un éxito. Pensando en ello se giró hacia Trian que la miraba atónito y apretando los puños le preguntó.

–¿Qué día es hoy? –mientras una lágrima le caía por el rostro.

Trian la observaba ahora sorprendido.

–Es jueves... ¿qué te pasa?

Y la alegría de aquella revelación, hizo que sintiera como si pesase una tonelada menos.

–Cuéntame lo que está pasando –dijo arqueando una ceja, molesto. –Y quiero la verdad...

Sabía que no tenía más remedio que meter a Trian en aquel problema. Se sentó a su lado y le miró fijamente.

–Lo que te voy a contar suena a ciencia ficción, pero... es totalmente cierto.

–Venga, sorpréndeme –le retó él sonriente.

–Vengo del futuro.

–¿A matarnos a todos? –respondió riendo.

–No... para evitar la muerte de alguien– respondió ella bajando la cabeza decaída.

Trian estaba tomándose todo aquello a broma hasta que vio su gesto de amargura.

–¿Hablas en serio? –le volvió a preguntar cogiéndola por los hombros. –¿Has viajado en el tiempo?

–Sí, lo he hecho... –dijo ella en un susurro.

Trian parecía contrariado, no sabía si creerla, pero era evidente que algo pasaba. Todo aquello era una locura. Ella había aparecido a kilómetros de donde estaba en el interior de la nave y eso era imposible. Además, su cápsula estaba modificada y parecía confusa en cuanto al día y la hora en la que se encontraban.

–Dímelo, Amelia... ¿quién va a morir? –preguntó poniéndose serio.

–No sé si puedo decírtelo... Si te digo más, las cosas que deben pasar podría cambiar y quizás sea incapaz de salvarle... –respondió compungida.

–No... eso no es así– respondió pensativo. –El futuro ya ha cambiado en el momento en que te vi en la cámara de seguridad de la nave... Ahora solo hay una opción para que las cosas se den como deberían darse –la miró con determinación. –Debes contármelo todo, no hay otra forma de hacerlo. Porque tú sabes lo que harás, pero yo no sé lo que tendría que hacer a partir de ahora... la única posibilidad que tenemos es esta; trazar un plan para evitar la muerte de... –la miró esperando que le dijera el nombre de la persona en cuestión.

Amelia seguía debatiéndose, las razones que él le había dado eran más que aceptables y, ahora que su plan se había ido al garete, no le quedaba más remedio que pensar en otro.

–Evan... la persona que morirá mañana, es él... –dijo mirando al suelo, devastada por tener que pronunciar de nuevo esas palabras.

Trian estaba estupefacto, no podía articular palabra y la miraba atónito.

– ¿Cómo? ¿Por qué? –preguntó desconcertado.

–Le matará el inspector Umberto... bueno, realmente no le matará queriendo. El inspector, nos disparará a mi madre y a mí, pero Evan nos salvará la vida a cambio de la suya... –en ese punto del relato, no pudo evitar comenzar a llorar.

–Amelia, no llores, escúchame –le dijo Trian con voz suave. –No permitiremos que pase ¿vale?. Pero me tienes que explicar exactamente qué pasará mañana, cuéntame hasta el más mínimo detalle.

–Vale, hagámoslo así... Pero, te advierto que no pondré la vida de nadie más en peligro. Si alguien debe morir mañana, seré yo. –Aseveró mirándole con una determinación férrea.

Trian suspiró, sabía que llevarle la contraria era inútil.

–Vale, ahora cuéntamelo –la apremió mientras se acomodaba en el sofá.

Amelia le contó todo. Desde el motivo por el cual Evan había salido aquel día enfadado de la cabaña; el momento de su muerte; la manera en que su abuela le había ensañado cómo viajar en el tiempo... todo, a excepción de una cosa, evitó hablarle sobre el beso que le dio ya que había prometido no hacerlo.

–¿Me ataste? –le preguntó una vez Amelia terminó de hablar. –Madre mía... me gustaría acordarme de algo así– dijo con una media sonrisa.

–¿En serio? ¿Eso es con lo que te quedas de todo lo que te acabo de contar? –preguntó ella con sarcasmo.

–Um, sí –dijo él levantándose para ir a la mesa de trabajo donde estaban las pantallas. –Prométeme que me volverás a atar cuando todo esto acabe, eso es algo que quiero guardar en mi memoria– dijo riendo mientras comenzaba a teclear.

–¿Qué haces? –le preguntó ella acercándose a ver las pantallas.

–Siento mucha curiosidad por algo... –dijo mientras movía el dron dando vueltas por el exterior de la cabaña de madera. –Si tu estas aquí conmigo... ¿quién hay en tu cuarto en este momento? ¿Ahora seréis dos, o tal vez...? –El dron llegó hasta la ventana. Las cortinas estaban cerradas y no se podía ver el interior.

–Yo... debería estar ahí durmiendo a esta hora... –Dijo ella pensativa. –No se ve nada con las cortinas cerradas– suspiró intranquila.

–Espera, eso lo arreglo yo –Volvió a teclear y la pantalla se puso en negro, mientras algunas manchar rojizas se iluminaban tenuemente. –Visión nocturna –aclaró sonriente.

Ambos se quedaron mirando la pantalla, donde se podía intuir el interior de la habitación. Se veía la cama de Amelia, que parecía tener una mancha rojiza.

–Dios mío.... sigo ahí –dijo ella tapándose la boca con ambas manos.

–Jajaja. –Comenzó a reír Trian. –Esto no tiene precio, en serio, jajaja.

–¡¿Porque te ríes?! –dijo molesta.

–Mira mejor, anda –la apremió, recuperándose de la risa. –¿No ves que esa mancha roja es solo el calor que ha dejado tu cuerpo? Tú ya no estás ahí. Además, está casi disipada. Pero, te reconozco que habría sido algo realmente inquietante.

–Bueno... deja ya de reírte, Tri... Estoy pasando por mucha presión y ya no sé ni lo que veo– dijo ella haciendo un puchero.

Pero ambos se quedaron mirando la pantalla. Aquella mancha roja planteaba demasiadas dudas. Al final Trian habló.

–Entiendo que... te has debido de desmaterializar...– murmuró y, después, la miró preocupado.

–Supongo que sí– suspiró ella. –Me he teletransportado desde mi habitación en la cabaña, hasta la bodega de la nave... Esa opción es plausible.

–Entonces... la Amelia que estaba durmiendo en su cama ha... ¿muerto?... –dijo él inquieto por esos pensamientos. –Todas las células de su cuerpo se han separado para formarte a ti en otro lugar, Dios...

A Amelia no le gustaba por donde iba esa conversación, no había querido pensar en esa posibilidad, pues le angustiaba la idea.

–Bueno... al menos ha sido mientras dormía. Supongo que es un consuelo– apuntó con una sonrisa inquieta.

–Sin embargo, no sé si se le puede llamar morir, pues tu consciencia está intacta... Aunque tu cuerpo se destruyera y volviera a crear...– meditó Trian.

–Sea lo que sea, estoy segura de que mi otra yo estaría de acuerdo con morir por salvar a Evan –añadió Amelia, zanjando el tema.

Trian la miró arrepentido de haberle planteado aquella posibilidad.

–Tu eres la suma de tus recuerdos, si los conservas, sigues siendo tú. Aunque no estés en el mismo cuerpo.

–Bueno, no tengo forma de saber si conservo todos mis recuerdos, eso está claro. –Suspiró ella, queriendo terminar con conversación cuanto antes. –Así que, darle más vueltas, tampoco soluciona nada. Estoy aquí, siento que soy la misma persona y tengo una misión que llevar a cabo. Dejemos estas dudas transcendentales para cuando tengamos tiempo de planteárnosla.

–Vale, perdona– Trian se giró de nuevo y volvió a poner el dron en su posición inicial, mirando hacia entrada de la casa.– Bueno, ya que el problema de los dos cuerpos está resuelto... – Y, mientras hablaba, cambio el control hacia el dron que vigilaba el coche del inspector Umberto. –Ahora, nos queda éste otro problema.

–Sí... yo debería estar en mi habitación en este momento.... Si amanece y no estoy allí, sospechará –apuntó Amelia tratando de pensar en una forma de entrar en la cabaña. –Maldita sea, ese hombre está vigilando incluso a esta hora... ¿Es que no duerme?

–Lo llevo vigilando todo el día y no le he visto ni parpadear. Creo que está obsesionado con vosotras o algo así. Parecía un tío normal antes... no sé qué le habrá pasado –Trian trataba de pensar en los motivos de Umberto para comportase así, pero no conseguía dar con ellos. –Bueno, creo que tengo una idea.

–Pues dímela... porque yo estoy en blanco.

–Creo que lo mejor será buscar una forma de deshacernos del inspector. Que deje la vigilancia de algún modo –dijo pensativo. –Podríamos llamar al inspector James y que sea él quien se lo ordene...

–Pero eso... cambiaria aún más los acontecimientos. Se volverían imprevisibles –dijo Amelia preocupada. –Creo que lo que deberíamos hacer es evitar que Evan vaya a la casa. No sé los motivos por los cuales fue allí, pero... hay que evitar que lo haga.

–¡Entonces podrías morir tú o tu madre...! ¡o las dos! –replicó molesto. –Esa no es una opción.

–No, yo sé el motivo por el cual Umberto nos dispara. Solo tengo que quitarle su pulsera a mi madre... de esa forma, evitaré que todo esto pase –le dijo mirándole con desesperación. –Trian, ayúdame, por favor, confía en mi... Si tu entretienes a Evan y yo le quito la pulsera a mi madre, evitaremos que pase –los ojos de Amelia estaban muy abiertos, se podía ver la angustia en ellos.

–Amelia... solo hay una opción entonces –dijo Trian muy serio. –Debes dejarme ir contigo, no me quedaré tranquilo si no lo hago.

–Pero, eso hará que todo cambie... no podemos –alegó sabiendo que llevarlo sería demasiado peligroso para él.– Tú debes entretener a Evan.

–¡Me niego! ¡No dejare que vayas sola! –dijo alzando la voz.

–¿¡Porque tienes que ponérmelo tan difícil!? ¿No ves que es la mejor opción? ¡Tenemos que salvarle!¡No volveré a ver como muere!¡No! –Amelia gritaba impotente. No quería que nadie muriese, pero se le hacía insoportable pensar en que Evan tuviera que volverlo a hacer, que tuviera que volver a pasar por todo ese dolor.

Se miraron ambos sabiendo que no se pondrían de cuerdo.

En ese momento, la puerta de una habitación se abrió y el padre de Trian apareció ojeroso.

–¿Que pasa aquí, chicos? No son horas de... –pero se quedó callado a media frase mirando a Amelia como si viera un fantasma. –Tu...

–Papá, es Amelia, la habías visto ya varias veces en la pantalla– le dijo molesto a su padre.

–Sí, sí, perdona –dijo él volviendo en sí. –Bueno ¿quién quiere un café? –se dio la vuelta y fue a la cocina algo nervioso.

Trian y Amelia seguía mirándose enfadados, pero desde la cocina comenzaron a oírse ruidos de cacharros cayendo al suelo.

–Pero... ¿Qué le pasa a mi padre? –murmuró Trian mientras se dirigía a la cocina para ayudarle. –Que torpe te has levantado– le dijo riendo.

–Perdona, hijo, es que me desperté de una forma poco ortodoxa– añadió él también riendo.

Amelia los escuchaba hablar, mientras sentía algo de envidia. Ella no tenía padre, pero aquella conversación absurda le hacía sentir que hubiera sido estupendo tener uno.

Se sentó en la mesa de comedor tratando de buscar una solución a sus problemas, el tiempo seguía pasando y comenzaba a sentir una increíble presión, y fue entonces cuando dio con ella.

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