15. Mentiras de un futuro pasado
Selena miraba con escepticismo las curiosas formas de vida de aquel mundo. No sabía mucho sobre La Tierra actual ya que los informes que había leído databan de hace mucho tiempo. Sospechaba que algo no estaba bien, aquel planeta parecía estancado en el pasado. No podía creer lo arcaico de su tecnología. Ella imaginaba aquel lugar como un mundo parecido al suyo en cuanto a desarrollo científico, pero lo que veía ahora distaba mucho de sus fantasías.
Había salido junto a su madre a reconocer el terreno y abastecerse de algunas cosas que necesitarían durante su estancia allí. Otra cosa que la comía por dentro, era que Rena estaba alargando el momento de hablar ellas dos seriamente. Esto, sumado a que aún no tenía noticias de Amelia, la estaba mortificando.
Salieron de aquellos grandes almacenes cargadas de bolsas con productos de aseo y ropa, puesto que la que llevaban llamaba mucho la atención, además de haber sido robada.
Volvieron al hostal a media mañana y allí encontraron a un apesadumbrado tío Samuel que las esperaba con el ánimo bajo.
–Tenemos que hablar –les dijo, nada más las vio atravesar las puertas del hostal. –Es importante. –Añadió y, acto seguido, empezó a andar hacia su despacho.
Ellas le siguieron intrigadas. Selena comenzó a pensar que algo terrible le había pasado a Amelia y, el corto recorrido hasta el despacho, se le hizo eterno.
–Sentaos, por favor. –Ellas se sentaron obedientemente con el rictus tenso y preocupación en los ojos. Samuel se dio cuenta de eso. –Los chicos no han contactado aún conmigo, no es de eso de lo que quiero hablaros –dijo serio, mientras tomaba asiento. –Esta mañana han venido los federales buscándolos y me han mostrado un vídeo del aeropuerto... En él, se veía como Amelia baja de la nave, pero no aparecía en el vídeo de hace meses cuando embarcaron hacia el espacio.
–¿No saben que ella fue encontrada en el espacio? –Preguntó Selena dudosa. –¿Es que ellos no notificaron que la traían a La Tierra?... ¿Por qué?... No lo entiendo. –Murmuró tratando de encontrar un motivo.
–Son buenos chicos, todos ellos lo son –dijo Samuel. –La ayudaron cuando estaba en apuros y, después, sintieron lástima de ella cuando les contó su situación. Seguramente yo habría obrado de la misma manera. Avisar de algo así... se hubiera formado un gran revuelo a su alrededor y a saber dónde habría acabado la pobrecilla... –Añadió negando con la cabeza.
–Cuando les vea quiero agradecérselo. Lo que han hecho por mi nieta es realmente honorable –dijo Rena sonriendo tiernamente.
Selena estaba confusa y era algo escéptica. Ella había desconfiado de los hombres desde que supo de su existencia. Sus prejuicios la hacían pensar que eran seres egoístas y avariciosos por naturaleza. Pero aquella revelación le estaba haciendo replantearse todas estas creencias.
Aunque estaba claro que aquel no era el momento de hacer examen de conciencia. El hecho de que fueran los federales y no la policía quienes los estaban buscando, parecía ser más grave.
–¿Qué podemos hacer ahora? Tenemos que avisarles –dijo Selena preocupada.
–Llevo horas dándole vueltas al asunto. Ellos no pueden llamarnos, porque seguramente ya intuyen que las líneas están intervenidas. Pero, antes de que se fuera, Evan me dijo que habían quedado con Trian allí. Él es el responsable de la seguridad de su nave y, aunque parezca un necio, no lo es. Lo conozco lo suficiente para saber que es muy capaz –. Hizo entonces una pausa para pensar y luego prosiguió. – Seguramente los ha puesto a salvo. Quizás ahora este buscando la manera de ponerse en contacto conmigo. Por lo que creo que debo quedarme aquí esperando a que, de alguna manera, lo haga. Debo tener paciencia, cualquier movimiento extraño mío podría estropear sus planes... si es que los tiene.
Ellas le escuchaban con interés. Por lo que siguió elucubrando en voz alta.
– El que me preocupa más es Cameron, no es tan listo como Trian, aunque también es un buen chico y muy leal. Estoy seguro que podemos confiar en él.
–Si tú te vas a quedar aquí esperando noticias de ese tal Trian... ¿qué hacemos nosotras? Algo podremos hacer –preguntó Selena inquieta.
–Si que hay algo que podéis hacer. Ya que no puedo ir yo mismo, podríais ir a comprobar si ese chico, Cameron, está bien. – Sacó un papel del cajón de su escritorio. – Aquí os he preparado algunos detalles que he podido recabar sobre él. No es mucho ya que solo he tenido un par de horas... –dijo entregándoles la hoja escrita a mano. – Desde que volvieron a estado muy activo en redes sociales, sin embargo, desde ayer, no ha publicado nada nuevo. También tenéis la dirección actual de su casa y de su gimnasio, espero que podáis dar con él.
–Y si lo encontramos ¿qué hacemos? Traerlo aquí no es una opción –señaló Selena.
–Eso es cierto, no debéis traerlo aquí... –murmuró Samuel pensativo.
–No te preocupes, yo sé dónde llevarlo –intervino Rena. –Deja eso en mis manos.
Él la miró algo desconcertado, pero al ver la determinación en sus ojos decidió no decir nada más. Terminaron la reunión y, mientras Samuel volvía a hacer sus labores cotidianas, Selena y Rena subieron a la habitación.
–Creo que ya he sido más que paciente, mamá. Ha llegado el momento de que me digas la verdad –espetó Selena a su madre.
–Sí, hija, es el momento. Quizás no es el sitio pero... no voy a seguir alargándolo más–. Hizo una pequeña pausa para aclarar sus ideas y comenzó a contarle aquello que llevaba tantos años ocultando. – Hace cerca de treinta y nueve años, cuando tú solo tenías seis, yo... estuve viviendo durante un año en La Tierra –dijo finalmente, notando como aquel peso se le caía de sus hombros.
Selena se había quedado muda. Intentó rememorar aquella época. Aunque era muy pequeña y no lo recordaba con claridad, de algo sí que podía acordarse.
–Me dijiste que te irías a una misión muy importante... era algo de un reconocimiento de terreno... – balbuceó en voz baja.
–Sí, hija, os mentí a todas. Dije que había encontrado un planeta habitable y que iría a investigarlo, a tomar muestras. Pero todo era mentira, estuve aquí, aquí mismo, en una ciudad muy cercana a la que nos encontramos.
–Pero... ¿Cómo? ¿cómo sabías de la existencia de este mundo? Hay un registro de las personas que conocen la verdad y tú no apareces en él... –Selena no entendía nada, comenzó a sentir mucho vértigo.
–Siéntate cariño, te traeré agua.
–No, de eso nada. Tú no vas a salir de este cuarto sin contármelo todo –le amenazó con rencor en los ojos.
–Vale, perdona –suspiró Rena mientras se sentaba a su lado en la cama. Prosiguió entonces con la historia. –Descubrí la existencia de La Tierra por error. Como sabes muy bien, la curiosidad es una de nuestras mayores características. –Dijo mientras sonreía. –Es una buena cualidad en algunas ocasiones, pero, en otras... Un día, mientras estaba tumbada arreglando la placa base de uno de los servidores de la nave, alguien entró en la cámara. Eran dos capitanas. Comenzaron a hablar sobre la existencia de un planeta habitado. Eran totalmente ajenas a que yo estaba allí. A los pocos minutos se marcharon, sin embargo, aquella información se quedó en mi mente durante semanas. No podía sacarlo de mi cabeza. Tú eras muy pequeña, mi niña, y quería estar contigo todo el tiempo, pero... ya sabes, la curiosidad... Así que pirateé el sistema. Lo hice durante meses, hasta que un día logré encontrar lo que andaba buscando, esos mismos informes que pasan de generación en generación a las capitanas de la nave. Los leí frenéticamente, aunque no era capaz de creer lo que veían mis ojos. No podía o no quería, aceptar aquella realidad, la realidad de que había estado viviendo en una mentira. Así que fabriqué una excusa para venir a ver este mundo con mis propios ojos. Y eso hice.
Selena la miraba asombrada y confusa. Todo lo que sabía de su madre estaba cambiando ante sus ojos. Ella misma había reprimido su curiosidad por ver La Tierra, lo había hecho por miedo, por lealtad, por mil motivos. Pero su madre, tuvo el valor de llevarlo a cabo.
–Viniste a La Tierra, vale eso explica muchas cosas, pero... aún no entiendo, ¿por qué te quedaste durante un año entero? ... ¿Por qué me dejaste allí, con la abuela, para pasar tanto tiempo en este mundo extraño?
Rena llevaba esperando aquella pregunta desde hacía mucho tiempo. Esa que le aterrorizaba contestar. Pero había llegado el momento de ser sincera con su hija sin importar las consecuencias que conllevase.
–Selena, cuando vine a La Tierra... todo cambio. Vi su sociedad, con sus cosas buenas y sus cosas malas, viajé explorando este bello mundo lleno de paisajes increíbles y culturas distintas, y... me enamoré. Pero no lo hice solo de este planeta. –Hizo entonces una pausa para suspirar amargamente. –También me enamoré de un hombre... por eso quise quedarme un tiempo, por eso fui tan egoísta y te dejé sola. Jamás lo había sido antes, ni una sola vez en mi vida había pensado solo en mí. Pero aquella vez lo hice y, aunque me arrepentiré siempre de haberte dejado... nunca lo haré de lo que viví aquí. –Rena dejó de hablar en ese momento, mientras las lágrimas comenzaban a caerle por su rostro, lágrimas llenas de un dolor infinito.
–Mamá, yo...– Selena no sabía que sentir o pensar sobre todo aquello. Pero era incapaz de enfadarse con ella al verla llorar de esa forma. Jamás había visto a su madre llorando. En ese momento, le vinieron recuerdos como si fueran flashes a su mente. La imagen de Rena siempre con sonrisas fingidas, siempre tratando se ser fuerte. Pero también, del gesto que tenía cuando creía que estaba sola. Cuando, a escondidas, la observaba mirar tristemente hacia el vacío infinito del espacio, como si buscase algo en ese inmenso mar de estrellas.
Todo aquello cobró sentido ahora para Selena. Se acercó a su madre y la abrazó.
–Lo siento, hija, lo siento...
–No, mamá, soy yo quien lo siente. Me di cuenta de cuánto sufrías, pero no hice nada–. Y, mientas su madre se derrumbaba en sus brazos, sintió de nuevo una ola de determinación. – Ahora es Amelia la que está sufriendo sola y, esta vez, sí voy a hacer algo.
Rena levantó de nuevo la cabeza y limpiándose las lágrimas con rapidez, le dijo.
–Sí, lo haremos juntas. –Añadió mientras cogía la mano de su hija. –Llegaremos hasta ella y la protegeremos, cueste lo que cueste.
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