12. Hablemos de libertad
Selena estaba indignada, furiosa. No sólo habían pasado por encima de su cargo si no que, además, la habían encerrado en un camarote sin poder ponerse en contacto con nadie. Y esto no solo le parecía escandaloso a ella, toda su tripulación pedía explicaciones sobre aquella tropelía sin que nadie les diera una respuesta.
–¡Exijo que se la libere de inmediato! Esto no tiene precedentes, ¿cuál es el motivo de su encierro? –Clamaba una desconcertada y enfadada Rena– Soy su madre, merezco una explicación. ¡Esto es inaudito!
–Tranquilícese, Señora Rena, su hija no está presa. Es solo que estaba diciendo disparates y la han tenido que dejar en un camarote hasta que se aclare el caso.
–¿Hasta que se aclare? ¿¡Pero qué dices!? ¿Cuánto tiempo crees que lleva encerrada? Y, ¿qué caso han de aclarar? ¡Déjenme hablar con mi hija! Estáis vulnerando los derechos, no solo de una ciudadana, sino de una capitana, ¡esto es desacato!
–Por favor, deje de gritar... yo no puedo hacer nada en este momento, solo cumplo ordenes –intentaba dialogar la alférez con nerviosismo.
–Pues déjame hablar con tus superiores. Esto no se puede quedar así.
–¿Qué es todo este escándalo? –Apareció una de las capitanas que estuvo en la reunión con Selena.
–Airis, sabía que tú estabas detrás de todo esto... ¡Exijo ver a mi hija y no me moveré de aquí hasta que lo haga! –aseveró Rena mirándola con determinación.
Airis la observó con severidad. Después le hizo un gesto a la alférez para que se retirase. Cuando ésta se hubo marchado, volvió a hablar con Rena.
–Sígueme y, por lo que más quieras, mantente callada –le dijo en tono bajo y áspero.
La siguió hasta su despacho, dándose cuenta que estaba llevando cuidado de no pasar por zonas transitadas. Notaba que estaba algo ansiosa.
–Bueno, dime de una vez que es lo que está pasando con mi hija y llévate mucho cuidado de no tratar de engañarme, sabes que puedo ver a través de tus mentiras –le recriminó con firmeza.
–Ya vale Rena, sabes que pese a nuestras diferencias yo jamás te desearía ningún mal, ni a ti ni a tu familia. Lo que te voy a contar es alto secreto, podrían confinarme a mí también en un camarote por decírtelo, pero... ya estoy harta de este sistema, esto ya no funciona... –Mientras hablaba iba desconectando algunos aparatos de la habitación.
Rena empezó a angustiarse. Nunca había visto así a Airis y la conocía lo suficientemente bien cómo para saber que aquella mujer estaba hecha de acero.
–Ven, siéntate, te voy a contar todo lo que ha pasado con tu hija y, después de hacerlo, te ayudaré a liberarla. Pero lo que vas a descubrir sobre ella pondrá a prueba tu lealtad a esta nave.
Rena se sentó, cruzó las piernas y, mirando fijamente a Airis, le dijo.
–Mi lealtad es inquebrantable, pero no te confundas, esa lealtad está con mi hija.
–De acuerdo, siendo así...– acto seguido comenzó a contarle todo lo que ella sabía sobre La Tierra y sobre los hombres. El motivo por el cual sus antepasadas dejaron aquel planeta, todo. Después pasó a explicarle el por qué sobre el encierro de su hija. Y era, ni más ni menos, porque quería ir a ese planeta y aquella era una petición imposible de aceptar para el resto.
Rena se quedó en silencio meditando durante unos segundos. Airis la miraba sorprendida, no podía entender cómo era posible que no le hubiera impactado nada de lo que le acababa de contar. Parecía haberlo aceptado demasiado fácilmente.
–Rena. ¿Es posible que tú ya supieras cosas sobre La Tierra? –le preguntó intrigada por su reacción. Ésta le sostuvo la mirada unos segundos, contestando a su pregunta sin hablar.
–Airis, tengo que liberar a mi hija.
–Ya lo sé y, aunque esto suponga un problema para mí, he decidido ayudaros.
–¿Por qué? ¿Por qué me ayudarías ahora? Siempre hemos sido rivales –le preguntó incrédula Rena.
–No es por ti, ni por ella... Esto lo hago porque es lo correcto y hace mucho tiempo que decidí que siempre obraría de la manera que me pareciese más correcta. No podemos seguir guardando este secreto, no es justo que unas pocas lo sepamos mientras el resto hacen sus vidas ajenas a la realidad. Pensando que son libres. Pero la libertad reside en el conocimiento, no eres realmente libre si se te oculta la verdad... Nuestras antepasadas lucharon por su libertad y crearon este mundo para que nosotras también lo fuéramos. Sin embargo, lo hemos corrompido con lo que creemos que es lo mejor para el resto. No son libres, no lo son en absoluto. Pasamos nuestras vidas en una jaula, puede que esté hecha de oro, pero es una jaula, al fin y al cabo.
–Ahora me arrepiento de haberte elegido como rival... en vez de como amiga –dijo Rena sonriéndole.
–Somos rivales porque nos parecemos demasiado. Solo existen esas dos opciones cuando dos mujeres se parecen tanto. Pero, aunque haya existido esta rivalidad, yo siempre te he respetado al igual que creo que lo has hecho tú conmigo.
Se quedaron en silencio viendo crecer la complicidad entre ellas.
–Bueno, tracemos un plan. Creo que, uniendo nuestras mentes, esto será imparable –dijo Airis.
–Sí, pero me parece que, quizás, el plan que se me está ocurriendo sea demasiado desafortunado para ti.
–Ya contaba con eso –añadió guiñándole un ojo. –Hay cosas que no cambiarán nunca.
–Siendo así... –Rena se acomodó en su asiento y comenzó a exponerle el plan. –Primero, liberaremos a Selena y escaparé con ella hacia La Tierra. Creo que tiene un buen motivo para ir allí y, como su madre, he de acompañarla.
–¿Estás segura de querer dejarlo todo? No sé si podréis volver... quizás sea un viaje solo de ida –apuntilló Airis preocupada.
–¿Ahora quieres tenerme por aquí? Jajaja –rio amargamente Rena.
–Sí, podríamos tomar té por las tardes y hablar de cosas intranscendentes –apuntilló con ironía Airis.
–Eso no va con nosotras –contestó Rena con una sonrisa de medio lado.
–Tienes razón, aunque hubiera estado bien– añadió algo decaída. –Supongo que la otra parte del plan es la que me atañe a mí– especuló sabiendo la respuesta.
–Sí, ya te imaginaras que no va a ser fácil... –Rena suspiró y la miró con firmeza. –Tienes que quedarte aquí y contarles la verdad a las demás.
–Eso me temía –dijo mientras se echaba hacia atrás en la silla y miraba el techo. –Pero, puedo hacerlo.
–No te lo pediría si pensase que no eres capaz. Si hay alguien en esta nave capaz de tal hazaña esa eres tú, querida rival mía. No conozco a nadie con una voluntad más fuerte que la tuya.
–Yo sí que conozco a alguien, pero se dispone a salir de esta nave para no volver.
Ambas se miraron con determinación y sonrieron.
–¿Vamos? –preguntó Rena.
–Vamos –respondió Airis levantándose.
Selena estaba buscando una forma de escapar de aquel camarote. Había tratado de piratear el sistema, cosa que era imposible; ella misma había ayudado a mejorar aquel sistema para que fuera incorruptible y esto fue gracias a que su hija Amelia se había dedicado a vulnerarlo dejando sus fallos en evidencia.
<< Amelia, hija, no sabías lo que hacías... ¿Ahora cómo voy a poder ayudarte? >> se dijo a sí misma sintiéndose derrotada.
En ese momento escuchó como la puerta del camarote se abría y, detrás de ella, aparecían dos enemigas reconocidas.
–¡Mamá! ¡Airis! ¿Qué hacéis vosotras aquí? –preguntó perpleja ante tal visión.
–No hay tiempo para explicaciones, ven conmigo. Nos vamos a La Tierra –apremió Rena.
Selena echó una mirada a Airis, que le hizo un gesto afirmativo.
–¿Lo sabes todo? –le preguntó a su madre.
–Ay, hija mía, no me infravalores tanto... Venga, no hay mucho tiempo.
Airis las ayudó a salir de allí por los pasadizos que utilizaban normalmente las capitanas.
–Iremos hasta las cápsulas y, desde allí, deberéis arreglároslas vosotras solas. No puedo hacer mucho más –les susurró mientras corrían hacia la bodega de embarque de aquel sector de la nave. –Solo podré apagar el sistema durante unos segundos, en ese tiempo, tendréis que robar la cápsula y meter la ubicación del planeta. Una vez abandonéis la gravedad de la nave, debéis entrar en híper velocidad y atravesar la galaxia lo más rápido posible, ¿queda todo claro?
– Sí, capitana –contestó Rena con sarcasmo.
–No me busques que me encuentras... –le respondió Airis con una sonrisa de complicidad.
–¿Por qué de repente os lleváis tan bien? –Selena estaba más preocupada por esa extraña colaboración que por ninguna otra cosa. –Me pone los pelos de punta.
Llegaron hasta la zona de atraque de las cápsulas. Airis se acercó a un panel de control.
–Cuando os dé la señal, corred hacia una de ellas y largaos cagando leches –les ordenó nerviosa.
–Muchas gracias, esto que estás haciendo, jamás lo olvidaré –dijo Selena agradecida.
–Venga, venga, sin dramas –le respondió sonriendo Airis y comenzó a teclear en la pantalla. Transcurridos unos segundos, se giró hacia ellas –¡Ahora!
Selena y Rena corrieron hacia una cápsula subiendo en ella de un salto.
–¡¿Qué hacéis?! ¡No se ha emitido el permiso para sacar esa cápsula! –Les gritó, desde la otra punta del hangar, una soldado –¡Bajaos inmediatamente!
Pero ellas empezaron a mover la nave.
–¡Os digo que os detengáis! –Volvió a gritar mientras corría hacia el ordenador donde estaba Airis –¡Capitana! ¡Desactive el sistema de abordo de esa cápsula!
–Eso intento, pero... no funciona, no sé qué le habrán hecho... –fingió Airis.
La soldado suspiró airada y pulsó el intercomunicador de su pulsera.
–¡Código rojo! Necesito ayuda en la bodega –Pero su comunicador no funcionaba. Así que lo volvió a pulsar. –Necesito refuerzos, están robando una cápsula, joder, ¡¿por qué no funciona?! Capitana, por favor, apártese intentaré restaurar el sistema –le dijo mientras tomaba los mandos del panel de control.
Airis miró cómo la nave giraba para enfilar la puerta de salida que se estaba abriendo. << No les va a dar tiempo >> pensó preocupada << ¿qué hago? >>. Mientras, observaba cómo la soldado estaba desbloqueando el sistema con bastante maestría. << Me ha tocado una lista...>> así que decidió, muy a su pesar, que tenía que resolver aquello de forma poco ortodoxa.
La puerta dejó de abrirse en ese momento. Selena y Rena se empezaron a inquietar, el plan estaba yéndose al traste y veían impotentes como aquella gran puerta comenzaba a cerrarse de nuevo.
–Ya casi está –suspiró la soldado, aliviada. –Pero ¿quién demoni... –Aquella frase se quedó inconclusa, ya que Airis le había dado una descarga eléctrica con su arma aturdidora.
–Lo siento soldado, mejor descanse. –Volvió a coger los mandos del panel y a reiniciar la apertura de la puerta. << Ahora me tendré que enfrentar a un consejo de guerra... >> pensó mientras veía a aquella soldado inconsciente en el suelo.
Rena miraba por la ventana de la cápsula cómo Airis se llevaba a rastras el cuerpo inconsciente de la soldado. << Madre mía, ¿qué ira a hacer ahora? Bueno, no me queda otra que confiar en ella...>> volvió la cabeza y observó que la puerta estaba ya abierta. Selena estaba al control de los mandos introduciendo la nave en el cañón de expulsión de cápsulas mientras repetía un mantra en voz baja.
–Vamos a salir, vamos a salir...
–Voy poniendo la ubicación de La Tierra en el navegador –dijo Rena.
Selena giró la cabeza con rapidez para mirarla.
–¿También conoces la ubicación? –Estaba bastante confusa sobre lo que sabía su madre pero, sobre todo, estaba preocupada. –Ahora no vamos a tener mucho tiempo para hablar. Pero, en cuanto lleguemos a La Tierra, quiero que me cuentes la verdad. Porque estoy segura de que me ocultas algo, mamá... –le dijo mirándola de reojo mientras dejaban atrás la esclusa.
–Lo haré, hija, tengo muchas ganas de contártelo todo... –se detuvo mientras hablaba. –Pero... creo que nos han pillado, ¡mira!
Selena miró hacia un lado y vio como varias cápsulas venían hacia ellas. Por suerte aún estaban en la zona de gravedad de la Nave Madre, por lo cual, sus perseguidoras no podían ir rápido.
–¿Has introducido ya la ubicación? –le preguntó ansiosa.
–Sí, ya está –respondió Rena mientras terminaba de teclear en el panel.
–Pues solo nos queda decir adiós. –Y, mientras decía esto, aceleró al máximo para conseguir vencer la gravedad.
Las cápsulas las seguían de cerca. De pronto, una señal se encendió en su panel y, acto seguido, apareció la imagen de la capitana Issiris, la cual había estado en contra de las ideas de Selena desde el principio.
–Dad la vuelta en este instante –les ordenó con una mirada llena de ira. Pero viendo que no le hacían caso, continuó en un tono algo más conciliador. –No sé qué quieres ver allí Selena, ¿no ves que estás poniendo en riesgo todo nuestro mundo al ir a La Tierra? Vuelve y podremos hablar de ello, debatirlo, no puedes tomar esta decisión unilateralmente. ¿Es que no te das cuenta?, ¡vivimos en una democracia!
–¿Una democracia? –preguntó con ironía Selena. –¿Una en la que se me encierra por decir lo que pienso? ¿Una en la que se me limita la movilidad? Sin contar con todas las limitaciones que tenemos por motivos de espacio... No Issiris, esto no es una democracia, esto es un escondite y yo no voy a seguir escondiéndome –terminó diciendo. Antes de que Issiris pudiese responderle, pulsó un botón que puso fin a la conversación.
Miró a su madre.
–Creo que ya estamos lo suficientemente lejos... ¿al hiperespacio?
Rena le devolvió la mirada sonriente. –¡Al hiperespacio! –exclamó teatralmente.
Tras pulsar un botón, desaparecieron delante de la nave de aquella capitana que golpeaba con ambos puños el panel de mandos de su cápsula.
–¡Son unas inconscientes! –Gritó amargamente. –¿Es que no se dan cuenta en lo que va a detonar esto...? –Y, mientras pensaba en los posibles resultados derivados de todo aquello, la imagen de su esposa y su hija vinieron a su cabeza. –¿Es que no pueden pensar en lo que nos jugamos las demás? –susurró mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
En el instante en que una de esas lágrimas comenzaba a caerle por la mejilla, Serena y Rena ya se encontraban frente a aquel planeta, apunto de entrar a su órbita.
Serena lo miraba impresionada. Era realmente hermoso, de un color azul claro que transmitía paz. Podía observar una atmósfera transparente con bordes blanquecinos rodeándolo. Tenía bastante agua. Podía atisbar también, zonas congeladas en ambos polos. No sabía por qué ni de dónde venía, pero en su corazón sintió un pellizco de nostalgia. Miró a su madre que, en puesto de estar mirando aquel increíble mundo, la estaba observando a ella con una sonrisa tierna dibujándosele en los labios.
Fue entonces cuando Selena lo supo.
–Tú ya has estado aquí, ¿verdad? –le preguntó, aunque temía la respuesta.
–Sí, hija, yo estuve aquí hace ya mucho tiempo. Y, desde entonces, he venido a observarlo en innumerables ocasiones.
–Entonces... ¿por qué no me lo dijiste, mamá? ¿Por qué me escondiste a mí ese secreto? –le preguntó sintiendo un nudo en la garganta.
–Ahora no es el momento de que te cuente esto. Tenemos una misión más importante, ¿no es así?
Selena le sostuvo la mirada.
–Sí, así es... –dijo finalmente. –Verás, Amelia...
–Está viva –le terminó la frase.
–¿También sabías eso? –le espetó con rencor.
–No, no lo sabía, pero me lo imaginaba. Esa chica, aunque es un clon nuestro, no es como nosotras –añadió mirando al planeta. –Ella tiene un espíritu aún más fuerte y estaba segura de que no había muerto. Esa no es la forma en la que muere alguien así.
–Está en este planeta, en alguna parte, sola... –añadió Selena compungida.
–¿De verdad crees que está sola?
–No, está peor que sola... está con un hombre –dijo mirándola con los ojos llenos de preocupación.
–Jajaja –se rio Rena. –¿Crees que Amelia no podría con cualquier hombre o mujer? Además, no deberías tener miedo de los hombres, espera al menos hasta conocerlos...
–¿También has estado con ellos?... Creo que no te conozco en absoluto –respondió cabizbaja.
–Sí me conoces, hija. Soy la misma de siempre. Pero, eso no es importante ahora. Rastreemos el comunicador de Amelia y reunámonos con ella.
–No funciona.
–¿Cómo que no funciona?
–Pirateó su comunicador de muñeca para que no la tuviéramos localizada.
–Esta chica... –Dijo Rena en un suspiro. –Bueno, busquemos el de su mini cápsula, quizás esté cerca de ella...
Tecleó en su ordenador unos segundos y, al poco, apareció una señal de geolocalización. Miraron en el mapa dónde se encontraba. La señal era algo débil, pero era mejor que nada.
–Bajemos, busquemos a nuestra niña –le dijo dulcemente a Selena.
–Sí, y después, me vas a dar muchas explicaciones –le reprochó Selena.
–Ya lo sé... de hecho lo estoy deseando –le sonrió Rena.
Y la cápsula comenzó a acercarse a La Tierra.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro