Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1. Problemas

Amelia se encontraba en problemas. Su nave Free, o como ella la llamaba, su "fiel amiga", comenzó a fallar pocas horas después de empezar su exploración.

El cuadro de mandos no atendía a sus indicaciones y no lograba contactar con la Nave Madre. Esto sólo podía indicar problemas, problemas muy serios.

La situación comenzaba a ser crítica, la nave giraba sin control y las luces parpadeaban, mientras sonaba la típica sirena de "esto está muy chungo" ... Y, desde luego que era chungo, pero chungo que te cagas. Perder el control de tu nave en medio de una inhóspita galaxia, sola y sin forma de contactar con tus superiores era una sentencia de muerte. Amelia solo pensaba en que su final había llegado de la única forma que jamás calculó, por culpa de su fiel amiga, que en ese momento se convirtió en la mayor traicionera de la galaxia.

Allí estaba, a punto de morir, con los sistemas de soporte vital fallando mientras la nave continuaba girando sin control. Comenzó a notar que perdía el conocimiento y, justo en el momento de su desmayo, atisbó una luz en la lejanía, fruto quizás de la inconsciencia... y, finalmente, la nada.

Un punzante dolor de cabeza la despertó. Miró a su alrededor sin que nada de lo que la rodeaba le resultase familiar. Se encontraba en una pequeña habitación con una escotilla aún más diminuta, las paredes estaban casi totalmente recubiertas por cables y cajas metálicas dispuestas de forma caótica. Era una nave anticuada y angosta, aunque mucho más grande que la mini cápsula en la que ella solía explorar. Jamás había visto algo parecido. Creyó seguir inconsciente, pero ni en sus sueños más extravagantes habría imaginado un lugar así.

La puerta se abrió dando paso a alguien. Era una mujer de rasgos extraños y algo corpulenta, que se le acercó rápidamente haciendo que Amelia se inquietase y diese un respingo que le provocó otra punzada de dolor en la cabeza.

–¿Estás bien? Has debido pasar por un infierno... –Aquella desconocida le echó una mirada compasiva y siguió hablando. –Detectamos una extraña señal de auxilio en el radar y decidimos modificar nuestro rumbo para aproximarnos. Jamás habíamos visto una nave tan pequeña y encima ¡giraba sin control! Pensamos, que si había alguien dentro ya habría muerto, pero... no podíamos dejarte ahí. Por suerte, nuestra nave cuenta con una gran red desplegable, que usamos para capturar y analizar asteroides. Y, aunque no teníamos tiempo para hacer cálculos, decidimos lanzarla y rezar para que no saliéramos todos por los aires, jajaja. Para nuestra sorpresa, el plan funcionó e interceptamos tu descontrolada nave. ¡Fue increíble que saliera bien esa loca idea! Pero, ¡lo más increíble es que seguías viva! Nunca lo hubiera imaginado, ¡eres realmente fuerte, chica! Vaya, perdona, me he emocionado y no te he dejado contestar.

Amelia estaba totalmente conmocionada, le costaba entender a aquella mujer que se expresaba de forma extraña mientras gesticulaba con grandes aspavientos. Su interlocutora la miraba con expectación y Amelia trató de responderle, pero no lograba articular palabra, cosa rara en ella, por lo que asintió dándole a entender que se encontraba bien

La mujer salió igual de rápido que había entrado, como un auténtico relámpago, prometiéndole que volvería.

Al quedar sola, se incorporó despacio para investigar aquella curiosa nave. Nada de lo que le rodeaba le era familiar, ¿de dónde salía esa mujer? Amelia conocía a todas las mujeres su Nave Madre, ¿cómo se le había podido escapar una? ¿Vivía sola en el espacio? Las preguntas comenzaron a amontonarse en su cabeza cuando, de pronto, se volvió a abrir la puerta. La mujer volvió, pero esta vez iba acompañada por otras dos. Una de ellas era muy alta y la otra un poco más baja pero increíblemente musculosa. Jamás había visto algo parecido, no las conocía de nada.

Amelia se sentía cada vez más confusa. Las mujeres hablaron. La primera en dirigirse a ella fue la más alta. La miró con un gesto duro, casi enfadada.

–Señorita, no tenemos ni idea de qué hacía usted sola en medio de ninguna parte y, además, con una nave tan extraña. Su nave está completamente destrozada y no hay forma de arreglarla con las herramientas de las que disponemos aquí. Nosotros vamos ya de regreso a La Tierra, así que la llevaremos hasta allí. Le informo que el viaje durará seis semanas. Espero que esté entendiendo todo lo que le digo.

– Vamos, capitán, acaba de pasar por un infierno la pobre, no le hables así. –Dijo la mujer musculosa en tono más amable. –No te preocupes, preciosa, yo estoy de tu parte, que no te asuste su mala leche.

Pero nuestra heroína no estaba entendiendo casi nada, esas mujeres tan raras hablaban de ir a un lugar llamado La Tierra, pero ella no conocía ninguna nave con ese nombre.

Además, su vocabulario no era el habitual en su entorno. Muchas palabras no las conocía y otras las pronunciaban de forma extraña, lo que hacía aún más complicado entenderlas.

Consiguió recuperar la compostura y les habló.

–Muchas gracias por rescatarme ahí fuera, no sé qué habría hecho sin vuestra ayuda, os estaré eternamente agradecida. Pero no hará falta que me llevéis a vuestra nave madre, si me dejáis usar un comunicador me pondré en contacto con la mía y vendrán a por mí en poco tiempo.

–¿Cómo dices? ¿vienes de una nave más grande?, no nos aparece ninguna en el radar... –Preguntó la musculosa algo contrariada.

–Ya... como perdí el conocimiento no estoy segura de dónde estamos ahora mismo, pero no debería estar a más de algunos años-luz de distancia, las avisaré y podrán venir a mi encuentro con rapidez...

Se miraron entre ellas perplejas y la más alta volvió a hablar.

–¿De qué demonios estás hablando? ¿años-luz? No es posible recorrer años-luz con esa rapidez, ¿nos estás tomando por estúpidos o realmente te has causado un daño neurológico?

Amelia estaba realmente confusa. Por su cabeza pasaron muchas posibles teorías con respecto a aquellas mujeres y su destartalada nave. Pensó en la posibilidad de haber entrado en algún vórtice espacio-temporal y que, de alguna manera, hubiera viajado en el tiempo. Pero, pensándolo más fríamente, sabía que esa posibilidad era muy remota e improbable. También se le ocurrió que quizás estaban tratando de engañarla, pero eso conllevaba muchas más preguntas, ¿por qué motivo lo harían? ¿qué beneficio podrían obtener de engañarla?

Mientras en la cabeza de Amelia se libraba una batalla épica, las mujeronas comenzaban a impacientarse, no tanto por el silencio de la chica como por las vueltas que estaba dando de un lado para otro mirando al suelo sin dejar de murmurar.

La más alta e impaciente, no aguantó más aquel ir y venir.

–Vamos a ver, ¿puedes dejar de hacer eso? ¡Me vas a volver loco! Las cosas que nos cuentas no tienen sentido, la nave en la que viajas no tiene sentido, incluso tu traje espacial no tiene ningún sentido... Realmente no sé qué pensar sobre ti... y no puedo poner en peligro nuestra misión... Estamos volviendo ya a La Tierra tras meses en el espacio y se me ocurre, incluso, que puedas ser el resultado de una alucinación colectiva. –Dijo mirando a las otras dos que la acompañaban, a lo que ellas respondieron con un alzamiento de hombros en un gesto de incomprensión total.

Amelia se sentó, respiró hondo y, poniendo en práctica su entrenamiento en meditación (al que su madre la obligaba a asistir), intentó relajarse para ver con claridad la situación en la que se encontraba.

Su mini cápsula estaba inutilizada, la nave que la había rescatado resultó ser una antigualla y las mujeres que la habitaban, eran realmente estrafalarias.

Tras unos instantes de deliberación levantó la cabeza y, al fin, les dijo.

–Iré con vosotras a vuestra nave madre, espero que allí pueda conseguir lo que necesito para arreglar mi cápsula o, al menos, pueda encontrar un modo de comunicarme con mis superiores... ¿Os parece bien?

Las mujeres comenzaron a mirarse entre ellas extrañadas. La que parecía ser la capitana volvió a hablar.

–Claro que nos parece bien, señorita, desde el momento en que la rescatamos allá afuera pasó a ser una invitada en esta nave y será un placer para nosotros escoltarla hasta La Tierra. Pero, hay un par de cosas que creo que debería aclararle... La primera es que La Tierra no es ninguna nave, es un planeta, y la segunda es más una petición personal... No sé dónde se habrá criado usted, ni de qué manera, pero agradeceríamos que dejara de tratarnos como si fuéramos mujeres... No es por nada, pero creemos que es bastante evidente que somos hombres.

Amelia estaba atónita, no porque La Tierra fuera un planeta, eso no era algo tan disparatado, sino porque esas mujeres decían llamarse hombres. Esto sólo traía más preguntas a su cabeza y no se pudo resistir a preguntar.

–Lo siento mucho, no conozco la palabra "hombre". No sé a qué tipo de mujer se refiere, si es un tipo de raza o alguna religión...

Los ahora identificados como hombres se miraron entre ellos y no pudieron evitar soltar una carcajada.

–Venga ya, creo que ahora sí que nos estás tomando el pelo. ¿Cómo no vas a saber siquiera lo que es un hombre? ¿no te enseñaron en el colegio la diferencia entre hombres y mujeres? ¿sabes al menos cómo nacen los niños? –Preguntó de forma socarrona la musculosa.

–¡Claro que lo sé! –respondió Amelia enfadada. –Tengo amplios conocimientos en medicina, las niñas nacen por clonación. ¡Todo el mundo sabe eso!

Las risas se detuvieron en seco y un silencio atravesó el ambiente como una bala. Ellos la miraron boquiabiertos, mientras Amelia intentaba recuperar la compostura. El más alto, que llevaba un rato callado, comenzó a hablar visiblemente molesto.

–En serio, no sé si lo que dices es cierto o tienes algún desorden mental. Quizá sí que vienes de alguna nave sectaria que se dedica a clonar mujeres y reniega de la existencia de los hombres, pero... ahora tengo mucho más claro que no podemos fiarnos de ti. De momento te quedarás en un camarote, allí tienes un ordenador en el que se encuentra almacenada una enciclopedia. Si realmente es cierto lo que dices, te animo a buscar todas las dudas que te surjan allí. Nosotros no podemos perder el tiempo respondiendo a tus preguntas –dijo mirándola fríamente. –Espero que no nos estés engañando, chica del espacio, estaré observándote. No hagas cosas raras y todo irá bien. En seis semanas llegaremos a La Tierra, te bajarás de mi nave y serás el problema de otro.

Con esta última frase se dio la vuelta y se fue, detrás de él salió el forzudo, mientras que el tercero se quedó mirándola con curiosidad.

Amelia estaba atónita, no podía articular palabra y notaba un sudor frío cayéndole por la nuca hasta la espalda.

–Querida, sígueme, te mostraré tu camarote y te daré algo de comer –Le dijo con una voz suave y agradable.

Ella le siguió por la nave hasta un camarote, dónde ya habían dejado las cosas que tenía dentro de su mini cápsula... esa maldita chatarra traicionera que la había arrastrado hasta aquel desastre.

El hombre se fue y, al poco tiempo, volvió con algo de comida y bebida, dejándoselas en la mesa. Ella seguía en shock, mirando un punto en el suelo, sin poder reaccionar ni pensar.

El hombre se acercó y se sentó en una silla a su lado, mirándola con una sonrisa amable. Comenzó a hablarle.

–¿Cómo te llamas? Yo me llamo Trian, Tri para los amigos, tú si quieres puedes llamarme así. –Se quedó callado unos segundos, pero al no recibir respuesta siguió. –Por favor, perdona los modales de nuestro capitán, él no es siempre así, pero está algo estresado con la vuelta a La Tierra y lo paga con quien sea... Bueno, se llama Evan, que creo que es diminutivo de Evansiano, pero nunca lo reconocerá y espero que no le digas que te lo he dicho o me matará. –Volvió a mirar a Amelia, que por fin le miraba con una mueca de extrañeza en la cara. –Perdona, era una broma... No te lo tomes en serio, no me estoy riendo de ti. –Se excusó preocupado.

–Sé perfectamente lo que es una broma, de hecho, se me conoce como una bromista sin filtros ni delicadeza... –Respondió algo más tranquila pero aún con reservas.

–¿En serio? ¡Pues entonces creo que vamos a ser buenos amigos! ¡Podemos reírnos de Evan y de Cameron a sus espaldas! ¡No sabes lo bien que me viene una compinche en esta nave! ¡estos dos son unos muermos!, y después de nueve meses con ellos en esta nave, solo quiero abrir la puerta y dejar que el espacio se los lleve... Sería una imagen tan poética... Ver sus cuerpos inertes flotando en el vacío mientras se alejan en silencio...

Amelia no pudo evitar soltar una risita por la sádica broma de aquel extraño hombre.

–¡Por fin! Ahora ya lo veo, tú no estás loca, chica, yo eso lo detecto enseguida, quizás eres la persona más cuerda de esta nave. Puedes preguntarme lo que quieras, puedes contarme lo que quieras, no te voy a forzar a que me digas nada, ¿vale? Sé que lo estás pasando bastante mal ahora, pero no tienes que preocuparte, somos buenas personas, aunque no todos tienen un carácter tan suave y cálido como el mío. Tampoco son tan fáciles de tratar ni tan guapos, pero no son malos en absoluto, créeme, ¿estás más tranquila?

La verdad es que la verborrea de aquel hombre había tranquilizado un poco a Amelia y se sentía menos sola que hacía unos minutos.

–Bueno, me voy que no te quiero molestar. Come algo y descansa, mañana podremos hablar tranquilamente –dijo dirigiéndose hacia la puerta.

Ya se disponía a salir cuando Amelia lo detuvo.

–Muchas gracias... No solo me has salvado la vida, sino que, además, estás siendo amable conmigo. Tengo algunas cosas en las que pensar, pero mañana seguro que me encontraré mejor... Bueno, y como respuesta a la pregunta que me hiciste al principio, me llamo Amelia, mis amigas me llaman Amelia, y si alguien intenta llamarme Am o Ame o algo así, lo liquído. –Le respondió con sorna.

Trían se rio del comentario. –Lo tendré en cuenta entonces, querida Amelia –le guiñó un ojo y salió del camarote, cerrándose la puerta tras él.

La habitación quedó en silencio, un intenso silencio que hizo caer sobre Amelia el peso de la realidad, como si de un yunque se tratase.

Muchos pensamientos se agolpaban en su mente, tantos que no era capaz de razonarlos. Hasta que consiguió dejarla en blanco y pensar. <<Ahora debo utilizar todo el entrenamiento que llevé a cabo estos años. Llevo mucho tiempo preparándome para situaciones así... Bueno, no como esta, pero debo tomar decisiones inteligentes>>. Logró calmarse cerrando los ojos unos segundos y, al abrirlos, lo primero que divisó fue el ordenador, ese que le había mencionado el Capitán Evan, ese que contenía todo el conocimiento de la llamada Tierra.

Se acercó a él, le dio a la tecla de encendido y se sentó.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro