Capitulo 5
Los nobles se hicieron a un lado en el pasillo, observando con sorpresa como Roger Alpheus era casi arrastrado por guardias reales.
Su rostro usualmente inexpresivo ahora estaba sonrosado de la vergüenza, su mirada baja y con el cuerpo tenso mientras se dejaba manejar por aquellos guardias que lo habían tomado a la fuerza de su oficina. arrastrándolo sin decirle absolutamente nada, siendo el mismo quien tuviera una idea de lo que ocurriría al ver a donde iban.
El miedo se instaló en su pecho cuando sus pies tocaron el palacio, temeroso de que aquel profesor que había contratado hubiera soltado algo que lo relacionaran con lo sucedido con la princesa antes de que le cortaran la lengua.
Después de lo que había visto en la plaza sabía que el emperador no se contendría con el si supiera que estuvo involucrado o si supiera que él había planeado todo esto para deshacerse de la princesa Ambrose.
Su rostro perdió todo color cuando llegaron a la sala privada del Emperador. El guardia que lo sostenía por el brazo derecho toco la puerta y cuando estas fueron abiertas fue forzado a ingresar.
Tropezó con sus propios pies cuando los guardias lo lanzaron al frente, cayendo al suelo ante el emperador.
Su mirada tardo en elevarse, mirando el suelo por unos segundos, tratando de buscar algo de calma antes de levantarse del suelo.
-Gloria y Bendiciones al sol de este imperio – saludo con elegancia, volviendo a su rostro inexpresivo, quitando la expresión de miedo que había tenido segundo atras.
Claude fingió una suave sonrisa que logro estremecer al duque de pies a cabeza, sentándose encima de su escritorio con Félix a unos metros de él.
Roger pudo ver como la mano de Robane estaba en el mango de su espada, los ojos del escudero del emperador tampoco eran los más cálidos, teniendo una expresión ensombrecida a comparación de su usual amabilidad.
- ¿Sabes lo que paso hace una semana? – pregunto, ladeando la cabeza observando el cuerpo de Alpheus tensarse ante la pregunta.
-Nuestra estrella fue atacada por su profesor – tardo en responder. Observando como el rostro del emperador se ensombrecía
-Un profesor que mi hija necesito por una charla que tuvo...contigo – La boca de Roger se secó, cuando vio ese brillo peligroso en los ojos enjoyados del emperador – "Una princesa heredera debe tener mejores clases para poder entender mejor cuáles son sus deberes" eso fue lo que TU le dijiste, ¿No es así?
-Yo no...
- ¿Entonces es mi hija la que miente? – Claude forzó una ligera risa que sobresalto al duque – Mi hija, tu futura emperatriz, ¿miente? – volvió a preguntar y Roger sabía que sería la última vez que repetiría la pregunta por la forma en que sus ojos se entrecerraron en su dirección
-No, su majestad
-Lo que yo no logro comprender, es porque TU te acercaste a ella, ¿Qué tendrías que hablar con una niña? ¿Quién eres para dirigirle la palabra a MI hija?
-Su majestad, yo...
- ¿Quién eres, Alpheus? – volvió a preguntar, levantándose de su escritorio, dando un paso hacia el duque, quien inevitablemente retrocedió rompiendo su expresión impasible para dejar ver el miedo en su mirada ante la intimidante postura del emperador
-No soy nadie, su majestad – respondió con un ligero temblor en su voz cuando el emperador dio un paso más hacia su dirección – Solo me preocupaba por la educación de la princesa, siendo aun pequeña no sabe lo que se requiere para ser una buena gobernante. Lo que menos imaginaba es que ese hombre lastimaría a la princesa.
La ira en el cuerpo de Claude se incrementó, dejando ver en su rostro enfurecido que las palabras de Alpheus no le habían agradado para nada.
El solo mencionar lo sucedido le hizo recordar el dolor que su hija tuvo que pasar y el que posiblemente hubiera sido indirectamente culpa de aquel hombre que estaba frente a él.
-Lo único que quiero hacer ahora es desgarrar tu cuello con mis propias manos y colocar tu cabeza en una estaca en medio de la Obelia, Alpheus – el duque se tensó, el terror cubrió su rostro cuando sintió que su cuerpo había sido inmovilizado, observando el mana del emperador rodearlo – Debes agradecer a tu padre que no lo haga en este momento, sino ya mismo estarías en una tarima en recibiendo un castigo como lo hizo aquel profesor
Claude sonrió, girando su muñeca mientras se acercaba, observando con diversión como Roger comenzaba a luchar para conseguir algo de aire.
Su mirada llena de terror y desesperación fue agradable de ver, aunque fuera solo por algunos segundos antes de dejarlo libre.
Roger cayó al suelo de rodillas cuando el mana dejo su cuerpo, luchando por llenar sus pulmones de aire. Jadeando y tosiendo hasta que pudo por fin calmarse. Su cuerpo no dejaba de temblar y fue peor cuando el emperador se agacho para quedar a su altura.
- Tienes un hijo, ¿verdad? – pregunto, ladeando la cabeza con rostro pensativo.
-Si, su majestad -asintió Roger con voz ahogada, jadeando levemente tratando de que el ardor en sus pulmones dejara de ser una molestia
-Entonces deberías pensar en el cada vez que haces alguna acción, Alpheus – Claude sonrió, levantándose para observar a Alpheus en el suelo – Seria una pena que aquel niño pagara por las consecuencias de su padre, ¿No crees?
Roger se sintió impotente cuando fue agarrado del cabello con fuerza, sintiendo dolor en su cuero cabelludo por la fuerza en la que el emperador le había hecho levantar la cabeza.
-Lo que acaba de pasar no será nada a comparación de lo que te haría si vuelvo a saber que te acercaste a mi hija, ¿Entendiste? – Roger Alpheus asintió rápidamente, queriendo salir de ese lugar lo más pronto posible - No juegues con mi paciencia, Alpheus. No querrás conocer mi lado malo
¿Acaso aquel lado era más peligroso que lo que acababa de vivir?
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El camino de vuelta a la mansión Alpheus fue en silencio. Roger se dedico a observar el paisaje a través de la ventana, tranquilizando la ansiedad que se acrecentaba en su pecho.
El carruaje se detuvo y no fue necesario que le abrieran la puerta, pues salió rápidamente, caminando directamente hacia su sala privada. Evitando a cualquier persona que intento interceptarlo en el camino
Cuando llego, ingreso cerrando la puerta detrás de él. Dejo salir un suspiro profundo, recostando su espalda contra la puerta.
- ¿Por qué tan nervioso, Alpheus? – Roger se sobresaltó, levantando la mirada para observar a el Vizconde Patterson o mejor dicho...
Anastacius de Alger Obelia.
Su apariencia había cambiado, teniendo ahora el cabello oscuro que remplazaba el brillante cabello rubio y sus ojos enjoyados habían sido sustituidos por una tonalidad chocolatosa.
El exemperador se encontraba sentado en uno de los sillones al lado de su pequeña biblioteca, bebiendo una copa de vino y observándolo con cierta burla.
-Fui llevado a la fuerza por los guardias reales...enfrentar al emperador no es algo que pueda tomarse a la ligera y menos cuando se trata de un tema delicado – evito preguntar cómo había ingresado, caminando hacia su escritorio para tomar asiento – Tal parece que la princesa hablo con el sobre nuestra conversación, pero, no saben que fui yo quien contrato aquel hombre
Suspiro nuevamente, apretando levemente el puente de su nariz mientras se recostaba en su cómodo sillón.
-Borre lo que te relacionaba con él en la secretaria del consejo, no debes preocuparte de ello – asintió Anastacius, tomando un sorbo de vino para dejar la copa en la mesita de centro – Solo tenemos que esperar el momento adecuado, por ahora dejemos las cosas como están
-Jeannette es aun pequeña para que pueda ser presentada como una compañera de juegos para la princesa, quizás en un par de años la diferencia no sea un problema para que el emperador acepte
-El tiene otra hija, aquella que fue concebida por una de sus concubinas... ¡Diana! – señalo, sirviéndose un poco más de vino – creo que ahora cuenta con la misma edad que Jeannette
-El emperador no la ha visto luego de que nació, dicen que el nombre que tiene fue puesto por su concubina y no por el emperador...esa niña aun vive en el palacio de Rubí, incluso el presupuesto que tiene no es mucho
-Vaya y pensar que hizo todo ese espectáculo por su primogénita – hablo pensativo, algo intrigado por la clara preferencia que su hermano tenía por su primogénita - ¿Cómo se llama la otra niña?
-Athanasia sino me equivoco, aunque el emperador a pedido el cambio en los registros y le a colocado el nombre de Anastasia hace unos días
- ¿Las dos poseían nombres de eternidad? Qué curioso – sonrió divertido – ¿Sabes a que se debe el cambio tan repentino? – Roger negó
- El emperador es muy reservado por lo que solo se hablo de ello en la última sesión con el consejo. Dejo en claro que su heredera era la princesa Ambrose...recuerde que solo el heredero legitimo debe tener el nombre que signifique eternidad
-lo sé perfectamente, Roger – rodo los ojos, bebiendo de golpe el vino que tenia en su copa – Aunque sigue siendo extraño que después de tres años decidiera cambiarle el nombre, ¿no crees?
-El emperador y la princesa se han visto más cercanos últimamente, tengo entendido que ahora incluso la princesa descansa al lado de la habitación del emperador cuando antes vivía en el palacio de zafiro y era el emperador quien frecuentaba a la princesa
- ¿Antes era diferente? – pregunto, interesado por la nueva información que obtenía
-Bueno, el emperador es muy reservado...- medito, frunciendo ligeramente el ceño recordando las diferencias que había observado – ahora se puede ver que es más demostrativo con la princesa cuando antes era un poco más distante, aunque nunca dejo de estar pendiente de ella fue al año de la princesa que el emperador comenzó a tomar participación en su cuidado, ya que antes solo se encargaban la nana y el mismo escudero del emperador
-Tal parece que está en nuestra genética ser malos padres – Anastacius dejo salir un pequeño suspiro, sirviéndose nuevamente el vino – No me sorprende que estemos cometiendo los mismo errores que nuestro padre – murmuro en tono bajo solo para él, bebiendo un sorbo de vino - ¿Sabes como se encuentra Ambrose?
Roger frunció ligeramente su ceño ante la pregunta, confundido de que quisiera saber de su sobrina.
-Está recuperándose, el emperador no deja que nadie la vea a excepción de sus cuidadores principales – respondió, encogiéndose de hombros
Anastacius asintió en silencio, observando el vino en su copa mientras el daba suaves vueltas.
-Esperemos un poco – volvió hablar, esta vez observando directamente a Roger – Jeannette es aun muy pequeña para que sea presentada ante Claude, dejemos que crezca un poco más antes de comenzar a mover nuestras piezas
Roger asintió de acuerdo, después de todo el que Jeannette sea presentada como una integrante más de la familia Alger sería un escándalo y ciertamente dudaba de la paciencia del emperador ante esta situación, especialmente luego de lo que paso con su primogénita.
Aunque Anastacius pensaba completamente distinto. A él no le importaban las habladurías, lo que le impedía seguir con sus planes era la edad de Jeannette, puesto que aun era muy pequeña como para afectar verdaderamente a Claude con su magia negra, debía crecer y fortalecer su cuerpo para que el mana impuro lograra dar el efecto deseado.
-Busca una tutora para Jeannette, no podemos perder tiempo en su enseñanza, debe ser la mejor candidata para el pueblo de obelia cuando sea presentada a la sociedad, así no harán problemas cuando Ambrose desaparezca del mapa
-¿Desaparezca? ¿Qué piensa hacer con la princesa?
-Aun no lo he pensado a profundidad, pero es claro que es uno de los obstáculos que debemos deshacernos, ¿No crees? – Roger asintió inseguro, no queriendo hondar más en el tema
Lucas observo a Jeannette a una distancia prudente, usando un hechizo que lo volvía invisible a la vista de todos.
La pequeña niña se encontraba en medio del jardín con la que supuso debía ser su nana, jugando con unos cuantos peluches que estaban encima de la manta.
Inocente ante los ojos de gente ordinaria, pero peligros para sus ojos.
El mana negro que la rodeaba aun era pequeño, pero servía para que las personas a su alrededor la encontraran demasiado encantadora.
Para el estaba claro el por que Roger Alpheus la protegida con tanto fervor en el pasado. Aunque sus planes no resultaron estaba seguro de que no hubiera dudado en deshacerse de Athanasia si hubiera tenido de la oportunidad, colocando a Jeannette como heredera al ser reconocida como miembro imperial por Claude.
"Los imperiales y sus problemas con el trono"
Volteo los ojos con fastidio, recostándose en el árbol a su lado.
Era un milagro que su Ambrose no hubiera crecido con aquella avaricia por el poder que usualmente tenían los Alger. Pero, era un milagro que agradecía.
¿Debería esperar un poco más o terminar todo de una vez?
Deshacerse de aquella niña era más fácil ahora que hacerlo en un futuro, después de todo los niños son más propensos a morir a esta edad.
Nadie lo encontraría extraño, solo colocar un hechizo que la hiciera enfermar por unos días y finalmente que pereciera luego de una semana de dolor constante.
Pero, estaba seguro de que, si lo hacía, su Ambrose se molestaría con el y ciertamente eso era lo que más quería evitar.
-Seria mejor matarla de una vez, Rose – murmuro por lo bajo, observando a Jeannette caminar con torpeza por el pasto – La compasión no siempre es buena - Suspiro, cruzándose de brazos.
¿Qué estaría haciendo su Ambrose en estos momentos? ¿estaría con su padre o tendría tiempo libre?
-tal vez debería volver – murmuro, pero antes de que tronara los dedos su cuerpo se tensó de repente
Su mirada se desplazó por todo el jardín, sintiendo un mana imperial diferente al de Jeannette. Era imposible que Ambrose o Claude estuvieran presentes, así que, ¿De dónde provenía?
Sus ojos buscaron en toda el área hasta que recayeron en una figura masculina a lo lejos. Sorprendido de que mana imperial que poseía, era poco, pero estaba ahí, en aquel sujeto que no había visto anteriormente. Estaba de espaldas al jardín, hablando con una sirvienta mientras le entregaba un paquete.
Espero pacientemente a que volteara y cuando lo hizo quedo desconcertado al ver a el Vizconde Patterson. Sus ojos se entrecerraron, observando un brillo dorado en su cabellera y cuando por fin lo vio con más claridad pudo ver el azul enjoyado en sus ojos.
No había duda ahora, ese hombre no podía ser nadie más que...
-Anastacius – susurro Lucas sorprendido
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