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XXXV

Esperé unos minutos para disfrutar mi logro y entonces decidí proseguir a ir con la reina y el rey a su habitación. Toqué la puerta y ella misma me abrió dándome paso a su privacidad

-¿Qué ocurre? 

-Un hombre ha traído esto.- Extendí mi brazo y puse ante sus ojos la carta.-Son noticias sobre Dior; ha salido del continente.- La reina cambió su semblante por uno de desesperación y tomó la carta rápidamente extendiéndola y leyendo la tinta con su pupilas moviéndose de un lado a otro con velocidad atroz.

-Lo perdimos, ¿no es así?-La reina se puso la mano en la boca y comenzó a llorar mientras asentía en dirección al rey. Él se encontraba sentado con un montón de almohadas en la espalda, pero al escuchar la noticia, su cabeza se echó hacia atrás para soltar unas lágrimas.

-Si me permiten, voy a escribirle a mi esposo para que deje su búsqueda.-Hice una reverencia casi imperceptible y salí de ahí dejándolos con sus lamentos por no poder recuperar al único hijo que les quedaba debido a que los separaba un mar entero.

Escribí una carta corta con palabras sencillas y concretas que daban a entender a la perfección lo que estaba ocurriendo. Sin más demora pedí que la enviaran para que mi marido volviera de inmediato, no soportaba dormir sin su compañía y estar todo el día rodeada de damas sin poder recibir mimos o besos del amor de mi vida.  

Una semana después Antoine estaba de vuelta sano y salvo. Corrí a alcanzarlo en las afueras del enorme castillo, al verme, su rostro se iluminó y una sonrisa apareció en su cansada cara, bajó del caballo de inmediato y extendió sus brazos para darme un dulce abrazo.

-No tienes idea de cuanto te extrañé.-dijo Antoine acariciando mi cabello.

-Si la tengo, ¿qué crees que hice en estas semanas?-Nos besamos y después comenzamos a caminar hacia el interior del castillo para visitar al moribundo rey que se negaba a seguir la luz hacia su descanso eterno asegurando que quería despedirse debidamente de Antoine. Tonterías. 

El anciano se encontraba lo doble de pálido y delgado; sus brazos no eran más que huesos recubiertos de cuero, su rostro era tan calaverico que daba cierto miedo, sus ojos estaban muy rojos, no tenía más que unos mechones de cabello y respiraba con dificultad. 

-Lamento que hayas tenido que ir a realizar un viaje en vano.-La voz del aún rey era tan suave que teníamos que ponernos al pie de su cama para entenderlo.

-Descuida, al menos sé que no me quedé de brazos cruzados.-Antoine puso su mano en la cabeza del rey para reconfortarlo. 

-Sólo quería verte de nuevo, viejo amigo.-Dicho esto, el hombre cerró sus ojos y su respiración se hizo cada vez más esporádica hasta que desapareció por completo. La viuda corrió a echarse en su regazo y le lloró mientras Antoine se hacía a un lado llorando de igual manera. Lo abracé y le dije que el rey ya estaba descansando. 

Los siguientes días fueron un verdadero caos; la gente pedía explicaciones que se tuvieron que dar detalladamente para que no hubiera problemas, exigían que Dior fuera el rey pero cuando contamos lo sucedido, lo odiaron. Al enterarse que personas de fuera iban a ser sus reyes, no estaban muy convencidos, pero al saber que éramos totalmente católicos, decidieron no protestar más al respecto. Se presentaron en el castillo diversos parientes del antiguo rey reclamando su derecho al trono, sin embargo el parlamento sujetó la idea de que las últimas palabras del rey para nombrar un heredero, eran las que debían respetarse. Estallamos en guerra. En el interior de nuestro propio país se estaban aliando para derrocarnos y hacerse ellos con el trono. 

El cortejo fúnebre fue guiado por seis caballos negros sin jinetes en un ataúd rodeado de flores. Se enterró al último rey Toscaine en la parte trasera del castillo junto a sus antiguos parientes. La viuda se retiró de inmediato a una modesta cabaña al este de Valle del Rincón, no se fue muy lejos ya que pidió que de vez en cuando quería visitar a su esposo.

Nos declararon reyes legítimos de Normanda cuatro días después del funeral, sin embargo, aplazamos la ceremonia ocho días más para que los reyes de países vecinos, marqueses, duques, ladys y lords estuvieran presentes en forma de apoyo y alianza. 

Decidimos no organizar ningún banquete excepcional debido a la situación del país, simplemente seguimos un protocolo sobre buenos modales de bienvenida y agradecimiento. Les dimos regalos y decidimos guardar el secreto de mi embarazo para que los rebeldes traidores no lo usaran en nuestra contra.

A partir de ahí mis días consistieron en conseguir alianzas mandando a gente de confianza con mensajes y presentes ya que se nos prohibió viajar por el peligro que representaba. Conseguimos obviamente una alianza con OliveHill ya que se escogió como marqués a Hugh, quien de inmediato contrajo matrimonio con la hija del duque de Kuater, soberana de un par de pueblos herreros del oeste de país, logrando así una unión más.

Lady Catalina quedó muy agusto con la compañía de mi esposo y mía en nuestro viaje a Rosalía, por lo que la ciudad portuaria estaba en nuestras manos. Además, Lady fue comprometida con el Lord de Utonia, otra ciudad barquera al suroeste del país.

Logramos tener de nuestro lado al setenta por ciento del país, sin embargo, los demás comenzaron a hacer alianzas con países vecinos. El ser católicos nos daba una desventaja frente a los protestantes reyes, teníamos que demostrar que no éramos diferentes a ellos, así que buscamos consejo con el parlamento y nos ofrecieron una solución que Antoine y yo nos rehusamos a aceptar.

-No voy a permitir que se repita la historia de Dior.

-Lo educaran mejor. Y si es mujer, pueden someterla muy bien.

-Odio decirlo porque es un insulto a mi género pero temo que debo usarlo a mi favor.-Me la había pasado sentada junto a mi esposo en la larga mesa rodeada de hombres y mis damas de honor, no había dicho palabra alguna pero la discusión se había vuelto turbulenta.-Las mujeres tenemos una edad en la que nuestro sano juicio se ve nublado por los sentimientos, tal y como le pasó a Dior pero con más intensidad. Una cosa es lo que pasó dentro del país, pero sí llegara a pasar, sería romper un compromiso con otro país y para colmo, protestante. 

-Pues es eso o que los enemigos protestantes logren las alianzas. Muchos en Normanda también son de esa religión, sin embargo su patriotismo los une a ustedes, además del hecho de que los tratan por igual. Sin embargo, no dudaran en pasarse al otro bando en cuando vean que tienen la oportunidad de vivir en un país protestante.

-¡No comprometeré a mi hijo con nadie!- Me puse de pie y di un fuerte golpe con ambas manos en la mesa.

-Si lo harás.-Todos giramos a ver a Antoine quien estaba sentado pero con la mirada clavada en la mesa.

-¿Qué?-Caí de golpe en la silla, totalmente dolida.

-Ahora somos reyes de un país, Bev. No podemos anteponer nuestras opiniones o deseos, tenemos que ver por todos los demás. Anunciar este compromiso nos hará más fuertes y se derramará menos sangre.-Sus palabras me dolían, pero tenía razón. Yo misma había estado buscando estos puestos y sabía que no todo sería felicidad. 

-De acuerdo. Busquen a un buen candidato, uno hombre y uno mujer. Quiero un país poderoso, no quiero menos.- Mis ojos se llenaron de lágrimas y la voz se me quebró. Levanté mi rostro hacia Antoine suplicando poder irme y él me entendió así que asintió con la cabeza. Me levanté y todos los hombres que estaban sentados, incluyendo a mi esposo, se pusieron de pie. Salí de la enorme habitación con paso decidido y firme con mis damas detrás arrepentida de haber salido de OliveHill.

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