XVI
Para la siguiente mañana, utilicé un vestido café con un escote pronunciado en los pechos y sin tanto vuelo para que se pudiera apreciar la forma de mi cuerpo. No lo necesitaba, pero tenía que verse que me esforzaba.
Le escribí una carta a Hugh para que al día siguiente viniera a visitarme para contarle todas las buenas nuevas, estaba ansiosa por ver su cara al saber que estaba a unos pasos de ser su soberana.
Bajé de las escaleras y mi madre estaba ahí en la recepción, pero no se encontraba lista para salir.
-¿No me acompañarás?
-Es tu momento, mi niña.- Me dio un abrazo y me encaminó hacia nuestro coche.- Trae buenas noticias a casa.- Me besó la frente y cerró la puerta, dejándome salir sola por primera vez en mi vida.
Durante el camino iba pensando minuciosamente en todo lo que debía hacer y decir, tenía que parecer una visita en la que no conozco lo suficiente a Antoine ni le tengo tanta confianza. Temía que él nos delatara, ya que no estaba enterado de mi repentina llegada.
Llegué y alcé la vista hacia la ventana de la habitación de Gaela, ahí estaba ella viéndome, esperándome. Sabía que le dolía perder a su esposo, pero era culpa suya por no poder ser una buena mujer.
Me recibió una de las criadas y me pidió que esperara mientras le avisaba a Gaela que había llegado.
-De hecho, estoy aquí para hablar con el marqués Antoine.- Ella había dado unos pasos para subir las escaleras pero se detuvo para verme algo extrañada, pero no dijo nada y se fue en su búsqueda.
A los dos minutos regresó y me pidió que la siguiera al patio trasero, en donde Antoine estaba tomando la merienda. Me abrió la puerta para que pasara y a la distancia lo vi en la mesa con otra criada más joven que no había visto antes.
Caminé con paso decidido, mientras más cerca estaba más la veía y pude distinguir los rasgos finos de su cara, algo que la hacían ligeramente atractiva. No podía asegurar su edad, pero rondaba los veinte años.
Le sonreía y se portaba muy amable mientras se acercaba con el pretexto de servirle más té y preguntar sobre su día.
-Buenos días, excelencia.- Antoine dejó los papeles que tenía en la mano y se levantó con una sonrisa y un encantador brillos en sus ojos.
-¡Beverley! Que dicha tenerle aquí.- Me tomó de ambas manos mientras me recibía con un entusiasmo y sorpresa sin igual.
-Le quise sorprender con una visita, hace mucho que no nos sentamos a platicar.
-Y vaya que me sorprendiste.- Con una sonrisa vi sobre su hombro para poder saber la reacción de la criada. Ella estaba seria intentado acomodar las cosas de la mesa.- Prianka, trae otro platillo y taza para mi invitada.
-Por supuesto, excelencia.- Hizo una reverencia y se fue a toda prisa mientras yo la seguía con la mirada.
-Nunca la había visto.
-Es una chica nueva, la mujer que se encargaba de hacer sus tareas está muy enferma y le di tiempo hasta que se sintiera mejor, ella en agradecimiento envió a su sobrina a cubrirla.
-Pues al parecer ya sabe que estás disponible, porque desde que venía hacía acá, no pude ver más que un descarado coqueteo.- La mujer llegó y me sirvió el té mientras la veía con desconfianza. Al terminar se quedó ahí parada viendo hacia Antoine, que no me quitaba la mirada.- Ya puedes retirarte, Prianka.- Dije tomando un sorbo de té. Ella vio de nuevo a Antoine esperando una respuesta.
-Ya la oíste, Prianka, gracias.- Dijo el marqués con su mirada en mí. Ella dio su reverencia y se fue sin decir nada más.
-Es molesta.
-Sólo hace su trabajo.
-Su trabajo no es sonreírte y verte todo el tiempo, ¿o sí?
-No estés celosa, mi amor. Tranquila, que sólo tengo ojos para ti, amor de mi vida.- Sus palabras me derretían, y agradecía estar tan lejos del resto para que no pudieran escucharnos.- Ahora dime, ¿qué te trae aquí? ¿no crees que Gaela sospechará algo?
-Gaela ya me dijo desde ayer que tengo la tarea de conquistarte para que seamos marido y mujer.
-¿Tan pronto?
-Así es, amor mío. Las cosas están saliendo mucho mejor de lo que podrían.- Tomaba ligeros bocados de mi desayuno mientras veía sus ojos caer en mis labios.
-Te ves tan hermosa. Vamos a dar un paseo, necesitamos celebrar esto.- Le di una sonrisa cómplice y nos levantamos de la mesa mientras me extendía su brazo para caminar.
Durante el paseo decidí preguntarle sobre su día y ocupaciones, al parecer le gusta que le preste atención pues todo el trayecto se la pasó hablando de sus ocupaciones y lo estresante que podían ser, pero siempre con una sonrisa diciendo que yo era la cura para cualquier mal día.
-¿Sabes? Nunca hemos tenido el tiempo para conocernos.
-Conozco todo de ti. No hay rincón de tu ser que no haya visto o probado.- Me dijo muy cerca del oído para al final darme un beso ahí mismo.
-No me refiero a eso, Antoine. Dime, ¿cuál es mi fruta favorita?- Él se quedó viéndome pensando su respuesta.
-No tengo idea.
-Ahí está. Vamos a casarnos, ser esposos. Quiero darte detalles, sorpresas, pero no sabré qué porque no conozco al amor de mi vida.- Hice un puchero digno de mi edad, así que él me tomó de rostro y me dio un rápido beso para después sonreirme.
-¿Qué te parece si hoy vamos al lago y platicamos sobre todo eso que no conocemos? ¿Qué dices, mi Bev?
-Digo que me parece la mejor celebración posible.- Nos tomamos de la mano y caminamos sin importar si alguien nos veía, mientras nos hacíamos preguntas tribales sobre nosotros para conocernos a la perfección y ser la mejor pareja de esposos que pudiera existir.
Al llegar el atardecer ya estábamos de vuelta en el castillo. Antes de irme decidí darle una visita a Gaela, que me llenó de preguntas para saber como me había ido. Le dije que únicamente habíamos dado una caminata y nos habíamos logrado conocer un poco más.
Seguido de esto salí de la habitación, pero antes de darme la vuelta para dirigirme hacia las escaleras e irme, escuché de nuevo la voz de la irritante Prianka. Me acerqué en silencio para poder escuchar mejor sin que pudieran verme.
-¿Necesita algo más? Puedo hacer lo que sea por usted.- Ella estaba en un vestido tan ligero y transparente que pondría nervioso a cualquiera.
-Es mejor que vayas a dormirte, Prianka.- Él se dio la vuelta pero ella lo sujetó del brazo y lo comenzó a besar. La rabia me arrancó y me acerqué rápidamente con un jarrón en mis manos y lo estrellé sobre su cabeza, cayendo ella de inmediato inconsciente.
-Beverley, ¿qué hiciste?
-Vas a despedirla, de inmediato.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro