XII
A la mañana siguiente me desperté muy cansada. Lucrecia llegó y abrió las cortinas mientras yo renegaba y desaprobaba sus acciones.
-Señorita, su madre pronto saldrá.
-¿A dónde?
-No lo sé, recibió una carta muy temprano y de inmediato se puso a arreglarse.-Me levanté de la cama rápidamente y me puse algo para cubrirme. Aún seguía en las escaleras cuando vi a mi madre darle indicaciones a una de las criadas.
-¡Madre!
-Ya por fin despertaste, Beverley. Voy con los Rupenauv.
-¿Por?
-Recibí una carta de Gaela para que fuera a visitarla, necesita alguien con quién hablar.
-¿No puedo ir?
-No estás lista, cariño.
-Veinte minutos, madre. Por favor.- Mi madre me vio por unos segundos y rodó los ojos mientras soltaba un suspiro.
-Ni uno más.- Subí las escaleras sonriendo y le pedí a Lucrecia que me ayudara para terminar de alistarme lo más pronto posible. En cuanto estuve abajo, mi madre me sonrió dándose por vencida de tener que llevar compañía.
Llegamos y nos llevaron a la terraza para tomar el desayuno con ella. Gaela ya estaba ahí sentada con una taza de té caliente entre sus manos. En cuanto nos vio, sonrió y se levantó a darnos un abrazo.
-¡Que bueno que pudieron venir! De verdad que me hicieron falta.- Nos sentamos y no tardaron en traernos fruta, manjares y jugos.
-¿Cómo la ha pasado, excelencia?
-Terrible, toda esta situación me está enloqueciendo. Mis padres me visitaron pero no fui capaz de decirles nada para desahogarme, estoy segura de que me hubieran reprendido y desaprobado todo, pidiéndome que hiciera algo urgente para retener a Antoine. No necesito más cosas de ese tipo, necesito comprensión.-Mi madre tomó su mano que se encontraba sobre la mesa.
-Para eso estamos aquí, para escucharte y comprenderte.- Necesitaba puntos así que yo también tomé su mano.
-Ninguna mujer merece pasar por esto, pero si entre nosotras no nos apoyamos, entonces, ¿quién?- Ella nos vio a ambas y nos dedicó una sonrisa con las lágrimas asomándose.
-Apropósito de eso, tengo que pedirle una disculpa.
-¿Por qué?
-La otra vez que la vimos en el parque, nos fuimos de ahí y...
-No digas más, las entiendo perfectamente. Al ser de la nobleza, he tenido que hacer muchos sacrificios, y entre esos ha estado el cortar toda relación con ciertas personas porque "perjudicaban mi imagen".- Hizo énfasis en esto último y rio un poco.- Se que ustedes también temieron por su reputación, no podían verlas con la divorciada, la dejada. Pero no se preocupen, parte de ser marquesa es aprender a comprender y perdonar. No les tengo ningún rencor y ustedes no deben ninguna disculpa.- Todas sonreímos y nos dedicamos a comer con comentarios comunes de unas amigas cualquiera.
Las horas se pasaron rápidamente a pesar de que tenía que fingir sentir pena por su situación y ser su pilar de apoyo.
Dimos un paseo entre sus jardines, visité su biblioteca y hablamos sobre Hugh y yo. Me avergonzaba la idea de que ambas mujeres se pusiera a planear mi vida con el chico, era algo que no pasaría.
Me comía la lengua por preguntar por Antoine, ya que en toda la estadía no había podido ver ni una pista de él; pero no podía preguntar, necesitaba que Gaela dejara de pensar que yo era la amante de su esposo.
-Por cierto, ¿el marqués está en casa? No lo he visto.- Cómo si mi madre leyera mis deseos, lanzó la pregunta pero con un ligero dejo de desprecio en su voz.
-Él...no está, salió muy temprano hoy hacia el pueblo vecino por un asunto que se armó entre campesinos. Están peleándose las tierras y tuvo que intervenir él porque las instituciones encargadas son una basura. Llegará mañana en la tarde.
-No sé cómo puede soportarlo a pesar de todo, y cómo él es capaz de verla a los ojos.
-Es mi deber; desde que acepté ser su esposa me comprometí a servirle a OliveHill, no puedo dejarlo y ya. Soy su consejera, soy la que saca su lado solidario, la que ablanda sus sentencias hacia con los demás. Es una responsabilidad que debo mantener hasta el día de muerte, o hasta que me arrebaten el cargo de la piel.- Gaela soltó unas cuantas lágrimas, no lo decía, pero sabía que sentía desprecio hacia Antoine y todo lo que le había hecho.
Al llegar la noche mi madre empezó a despedirse y yo pedí quedarme para acompañar a la marquesa y no se sintiera tan sola. Ambas mujeres aceptaron sin rechistar y yo me sentí tan satisfecha de que todo saliera como esperaba.
Prepararon la cena y ella pidió que la llevaran a su habitación, en donde ambas nos encontrábamos platicando sobre el ser marquesa y un par de aventuras que había vivido.
-Te debo una disculpa, Beverley. Todo este tiempo pensé que tu y mi marido...- Se detuvo y un rubor cubrió su cara.- Hasta me da vergüenza decirlo, porque es muy tonto; pero pensé que había algo entre Antoine y tú.
-No sería capaz de fallarle. Su esposo es muy apuesto, sí, pero es un hombre casado y mayor.
-Lo sé, es que eres muy amable y atenta y además, hermosa. Me recordaste a mi cuando era joven. Yo también conocí a mi esposo a los catorce años. Pero por fortuna todas esas dudas se disiparon cuando supe que su concubina estaba embarazada, era imposible que fueras tú, no tienes barriga alguna.- Le dio un suave golpe a mi vientre vacío y ambas reímos un poco.
Pasados unos minutos, fingí tener un cólico menstrual y ella de inmediato pregunto sobre mi molestia.
-No se preocupe, es un cólico, es que ando en esos días. No veo la hora en que esto acabe.
-Aún te faltan muchos años, tendrás que vivir con eso, hasta que tu cuerpo ya no quiera.
-¿Quiere decir que esto parará?- De nuevo fingí, la sorpresa era algo que me salía muy bien.
-Por supuesto.
-¿Cuándo?
-Eso es difícil de contestar, no todas las mujeres somos iguales. A partir de los cuarenta ya puedes empezar a relajarte porque no tardará en desaparecer.
-Es un alivio.- Continuamos comiendo mientras esperaba un tiempo prudente para decir mi siguiente pregunta.- Espere, ¿cuántos años tiene?
-Cuarenta y tres. Tres años menos que el marqués.
-¿Eso quiere decir que ya casi se libra del período?-Bajó su mirada y le dio otra cucharada a su pastel de vainilla.
-Yo...ya no sangro desde hace un par de meses.- Pretendí no entender su tristeza.
-¿Eso es malo?
-Para una mujer que no le ha dado hijos a su esposo, sí. Estoy segura de que no tardará en darse cuenta él o las criadas, y ese será mi fin. Ahí tendrá el pretexto perfecto. Es por eso que debo enamorarlo, hacerlo que se quede a mi lado y no me eche a la calle, humillada.
-Eso no pasará, él es un hombre justo y si llega a dejarle, Dios no lo quiera; le dará lo que se merece por haber estado a su lado tantos años.- Nos tomamos de las manos en forma de apoyo, mientras yo le agradecía mentalmente por haberme dado el arma perfecta para acabar con su matrimonio.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro