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Capítulo 2

Amber pensó en la anciana con la que se habían cruzado en el pasillo mientras corrían. Probablemente, todos los Barbarians del Nivel Tres estarían acinándose en sus casas ante la inminente llegada de los terroristas de Settle y la criatura mutante que los acompañaba.

Pero ellos corrían a las escaleras de Nivel.

Quedarse atrapada en el Nivel Tres en medio de un ataque solo llevaría toda la atención de las autoridades hacia ella. Apenas podía creer que nadie hubiera ido a buscarla.

Craig la empujó a través de las callejuelas que formaban el interminable laberinto de pisos y escaleras, parecía saber a dónde se dirigían pese a que todas las ventanas y puertas eran iguales. Tan solo sabía que avanzaban por el Nivel cuando veía los neones y hologramas informativos, a medida que se acercaban a las escaleras, estas tomaban un aspecto más propio del piso inferior; Mujeres ligeras de ropa, robots de servicio, anuncios de centros de tatuajes y carteles de restaurantes de dudosa higiene.

La sirena seguía sonando a su alrededor y todos los hologramas mostraban un aviso de emergencia. Podía escuchar el zumbido de los drones de combate sobre ellos y el paso acelerado de las botas de los militares.

—Craig...

Su compañero gruñó, obligándola a agacharse bajo una escalera metálica. El ambiente comenzaba a volverse pesado y una sensación de electricidad la recorrió junto a un repentino picor en toda la piel. ¿Qué tipo de armas estaban utilizando? Se apretó contra su cuerpo, permitiéndole tomar las decisiones. Él había sobrevivido en las calles, pero Amber nunca había abandonado el Santuario.

—Los militares están sobre nosotros—susurró—. No podremos llegar a la puerta.

El miedo la arrastró, mezclándose con la picazón. Lo observó durante un instante, hasta que suspiró y la miró con una mezcla de vergüenza y arrepentimiento.

—Lo siento, nena. Es tu turno.

Amber sonrió para tranquilizarlo. Había pocas ocasiones que pudieran ser su turno y, tanto su padre como Craig, parecían convencidos en evitar cada una de ellas.

Pero entonces, ¿qué gracia tenían las modificaciones?

Se arrastró por la piedra humeda hasta el escaparate de una tienda de donuts. Aunque las luces estaban apagadas y la persiana bajada, el neón que anunciaba el pequeño establecimiento continuaba encendido como un faro anaranjado en medio de una guerra abierta.

Sería suficiente. Tenía que serlo.

—Te cubro—anunció Craig con disgusto—, date prisa.

Respiró antes de tomar el ardiente cristal. Siseó, pero se obligó a cerrar los dedos alrededor de su extremo. Con un suave toque en su chip cerebral, envió pulsos magnéticos que revirtieron la energía eléctrica que fluía por el rótulo hasta chocarla con toda la red. Las chispas aceleradas la recorrieron, erizando sus cabellos hasta convertirlos en una cortinilla que le impedía ver a su alrededor.

Sumergida en el las hebras oscuras, divisó las chispas que corrieron por todos los cables que los rodeaban, estrellándose y rompiéndose en pedazos antes de caer sobre las aceras. Pronto, la luz que la rodeaba se fundió con la oscuridad, recordándole a una caída de naipes.

Jadeó, notando con el pulso acelerado. Durante un momento, la electricidad estática que todavía la recorría impidió que sus músculos se movieran. Agarrotada en su posición, no tuvo tiempo de prevenir el placaje de Craig.

El sonido, los olores y el tiempo volvieron a su estado normal. Y no parecía que su truco hubiese caído en gracia de nadie.

Apenas pudo ponerse en pie antes de que el abrumador rugido de las explosiones ocupase su cerebro. Los gritos y las maniobras de los militares se extendían mientras los terroristas de Settle caían sobre ellos sin tregua. De dónde surgían tantos era un completo misterio.

También lo era por qué creían que la muerte de Barbarie había sido una invención de los masones cuando estaban utilizando pistolas de magma nuclear.

Pero ese no era el momento de analizar la coherencia interna del grupo, se encontraban en medio del fuego cruzado. Todavía tendrían que correr unos ochenta metros hasta las puertas. El frío recuerdo de que habían noqueado a los guardias la invadió, quizá Settle no hubiera entrado si no hubieran dejado inconscientes a aquellos que debían dar la voz de alarma.

Se obligó a apartar aquella voz incómoda, ¿qué hacían solo cuatro soldados vigilando en peligro de ataque terrorista?

—¿Cuál es el plan? —jadeó.

—No hay plan. Corremos como ratas hasta la salida antes de que venga el Neobarbarian.

El aullido más inhumano que Amber jamás había escuchado rebotó entre los disparos, de alguna manera, logrando que el silencio se extendiera sobre estos. Un escalofrío la recorrió bajo la protección de Craig, quién hundió el rostro en el hueco de su cuello con agotamiento.

—Cambio de planes; nos levantamos y corremos por nuestras vidas.

Recordó las palabras que su padre había escrito sobre aquella criatura. Si no era el fin de la Ciudad Vertical; al menos, lo parecía.

Sin palabras, se pusieron de pie y avanzaron hasta el extremo tras el que se ocultaban. Militares corrían por las callejuelas, agrupándose en divisiones que avanzaban listos para matar. La mirada de Craig fue suficiente para comprender que no era el mejor momento para salir de su escondite, pero su tiempo estaba acabándose.

Otro aullido resonó. Amber no pudo evitar pensar que sonaba como una criatura herida y enfadada, aunque era una máquina de matar capaz de destrozar soldados experimentados sin esfuerzo. Sentir empatía por él no estaba en su lista de cosas por hacer.

Craig tomó su codo para obligarla a correr. No sabía que oportunidad había visto o, siquiera, si había oportunidad; pero dejó que la guiase.

Un militar alzó el blaster hacia ellos, ordenándoles que se detuvieran de inmediato. Craig vaciló. Amber podía ver como su mirada se fijaba en la posición de sus pies y el agarre de sus manos; valorando cuanto tardaría en derribarlo si lograba acercarse lo suficiente.

No hizo falta calcularlo.

La oscuridad no parecía ser un problema para él, el Neobarbarian saltó sobre el soldado que los amenazaba y le cercenó la cabeza de un movimiento seco. Amber jadeó, dando un paso atrás. La criatura parecía humanoide, podía ver la definición de sus brazos y piernas, sin embargo, toda su piel estaba cubierta de un pelaje azulado con motas grises iluminadas. Su rostro parecía una mezcla de criaturas del mundo anterior; la cabeza de un oso con el morro de un perro y las orejas de un suricato eran las características más evidentes. Aunque creía ver una nariz respingona entre el pelaje.

Las tres pupilas que tenía en cada ojo, de un tono perlado brillante, se clavaron en ella. Su morro se alzó, olisqueando el aire hasta que la bestia pareció reconocerla. Sus garras negras estaban cubiertas de sangre, pero no pareció importarle cuando una lengua morada, gruesa e hinchada, comenzó a lamerlas antes de pasarlas por su cabello.

—Es adorable—susurró a Craig.

—¿Adorable? —siseó—. Es un monstruo.

Y Craig también lo había sido; su padre lo había educado con el fin de convertirlo en su protector. Lo había visto matar a cualquier peligro sin siquiera parpadear y eso no lo hacía un monstruo. ¿Verdad?

Prudente, elevó una mano y se acercó con lentitud a la criatura. El Neobarbarian la observó con curiosidad mientras se lamía las patas. Aquello la animó a acercarse un poco más, pese a los siseos contenidos de Craig.

De pronto, los gritos y los disparos crecieron a sus espaldas. Alterándolo hasta colocarlo en posición de combate. Dio un paso atrás, notando como el picor de su piel se extendía, para poner distancia entre el Neobarbarian y ella.

La criatura aulló, erizando la piel de su pelaje e iluminando las marcas de su lomo con mayor fuerza. Notó los brazos que la rodeaban y la alzaban antes de que la criatura se lanzase sobre su cuerpo. Su boca llena de afilados colmillos se hizo visible, pero no fue su carne la que ocupó el lugar.

El grito agónico de Craig se mezcló con el chapoteo de su sangre y el sonido de su carne al desprenderse. El terror se extendió por Amber, quién ya no recordaba el picor de su piel.

El Neobarbarian se retiró después de penetrar la piel, esperando para alimentarse de sus restos. Dio largas vueltas a su alrededor, removiendo una peluda cola en forma de espiral, observándoles con la mirada empañada. Perdida.

Pero Amber no tenía tiempo de analizar más el comportamiento natural de aquella bestia. Desconocía si tenía algún tipo de veneno; necesitaba sacar a Craig.

La sangre estaba por toda su camisa, extendiéndose por su torso. Sus ojos castaños parecieron empañarse al mismo tiempo que su respiración se aceleraba. El Neobarbarian cargó de nuevo, preparándose para saltar encima y desmembrarlos, pero Amber fue más rápida. Alzó el blaster y golpeó el único punto débil que parecían compartir todas las especies en de Ciudad Vertical; la barriga.

Su padre solía decir que era un rasgo evolutivo.

Bramó encogiéndose, con las pupilas resplandeciendo en la oscuridad. Destellos de luz procedentes de los terroristas y el ejército resplandecieron a lo lejos, pero su atención no podía abandonar al Neobarbarian.

Largos caninos surgieron, elevándose sobre sus patas traseras. Su envergadura la sorprendió, al menos, sería el doble de alto y, a juzgar por la longitud de sus extremidades delanteras, también más fuerte y ágil. Sintió el picor extenderse por su piel, llegando hasta su nariz salvajemente, justo cuando el Neobarbarian profirió un alarido

Era una criatura formidable; la bioluminscencia de su pelaje y la clara fuerza de sus músculos lo hacían parecer el descendiente de vivo de la propia Barbarie.

Pero estaba tratando de matarlos.

Su mirada enloquecida brilló cuando comenzó a cargar en su dirección. El miedo le arrancó el aire de los pulmones, impidiéndole acceder a sus modificaciones para defenderse. Le pareció escuchar a Craig gemir algo, pero sus piernas estaban petrificadas mientras observaba a la criatura.

Tenían que salir de aquí.

Lanzando un rápido escaneo a su alrededor volvió a posicionarse en el terreno; si corrían a la dirección que quedaba a sus espaldas encontrarían el muro exterior. Su única posibilidad de escapar.

Se reprendió por no haber prestado más atención a la forma en la que Craig avanzaba. Todo hubiera sido más sencillo si hubiera aprendido.

Alzó el blaster de nuevo, rociando una ráfaga de disparos. Sin mirar atrás, tomó el cuerpo abatido y ensangrentado de su pareja y corrió a uno de los pasos más estrechos que tenía a la vista.

El aullido del Neobarbarian resonó cerca mientras se deslizaba por las estrechas oquedades, no había manera de que una criatura de su tamaño cruzase por ahí. O al menos, eso esperaba. Con el corazón acelerado y la respiración irregular de Craig, los empujó por el camino hasta resguardarse un minúsculo portal.

No llegarían lejos con Craig desangrándose.

Dejó que su cuerpo se desplomase sobre la piedra y extrajo el spray sellador. Con un movimiento rápido de su navaja, dejó la herida irregular a la vista. Sangre salía a borbotones, empapando su pecho, la espalda y parte de su cuello y orejas. Las hebras doradas de su cabello se habían teñido de un tono escarlata que le causaba ganas de vomitar.

—Tranquilo, bebé—susurró, con las manos temblorosas—. Te voy a cuidar y luego iremos a casa.

El chico le dedicó una mirada desenfocada, luciendo agotado y pálido contra el color que lo cubría.

—No te preocupes—. Las lagrimas quemaron su garganta al examinar la gravedad de la herida—. Cerraremos esto e iremos a casa. ¿Quieres que te haga galletas? Te cocinaré lo que me pidas.

Los nanobots comenzaron a tapar las heridas a una velocidad exasperantemente lenta. Se horrorizó al comprender que no sería suficiente. Podía ver una arteria perforada. Y por mucho que trabajasen los minúsculos robots, no podrían detener la hemorragia.

Amber—exhaló a duras penas—. Vete.

—Y un puto cuerno, Craig.

Sin mirarlo, tomó el estuche que su padre le había regalado al cumplir los doce años. De su interior extrajo una pistola quirúrgica y un láser de fundición portátil. Sin anestesia tendría que comportarse como un niño mayor perseguido por un mutante.

—¿Recuerdas lo que acordamos la noche que mi padre murió? —gruñó, incapaz de contener las lágrimas—. Hablamos de tener una familia y una casa. Dijiste que seriamos capaces de subir al Nivel Tres y que tendríamos tantos bebés que nos arrastrarían al Nivel Cuatro a base de subvenciones.

Colocó la pistola quirúrgica sobre la herida abierta, directa sobre la arteria perforada. Los nanobots habían logrado suturar parte de la herida, distribuyéndose sobre ella como una placa perlada, pero la mayoría luchaban por extenderse. Respiró un segundo, encendiendo la pantalla para controlar la posición de los ganchos. Solo tenía un maldito uso, así que más le valía acertar.

—Eres mi familia—replicó, programando la pistola—. No voy a dejarte morir.

Apretó el gatillo y la pistola mostró como los ganchos se hundían en la vena, uniéndola con los ejes metálicos hasta cerrar la herida. Pronto, los nanobots se agruparon sobre esta, formando un apósito impermeable a su alrededor.

Solo quedaba la peor parte.

—Esto va a doler—le avisó, tomando sus mejillas—. El Neobarbarian es demasiado grande como para llegar hasta aquí, pero Settle lo hará; así que no chilles. Te prometo que será rápido, solo necesitaré dos segundos.

Quitándose el cinturón, se lo introdujo entre sus dientes. Le dedicó una mirada agotada, pero los nanobots estaban haciendo efecto y sus mejillas parecían recuperar algo de color.

Tomó el láser portátil y lo dirigió a los ganchos de la pistola, encendiéndolo para quemar y fundir el acero con la carne fresca.

Los hombros de Craig se curvaron en un grito silencioso, ahogado por la presión sobre su cinturón. Un gruñido animal surgió de su interior cuando el metal se fundió sobre la herida, siento suturado por los nanobots.

Apagó el láser y lo sustituyó por unas vendas mientras le daba tiempo para recuperarse. Los jadeos le hicieron encogerse de alivio.

Estaba dolorido, pero estaba vivo.

—En este instante—gruñó, mirándola sobre su hombro—, eres la persona que más odio en toda la Ciudad Vertical.

Le arrancó una sonrisa fugaz, cargada de terror y vulnerabilidad. Había estado demasiado cerca.

—La próxima vez que te pongas delante de una bestia, que sea en nuestra cama.

Con una mirada agotada, pero cargada de amor, asintió.

—Me lo tomaré como una invitación. Pero ahora hay que salir de aquí.

Tomándola como apoyo para levantarse, miró a su alrededor y frunció el ceño. Disparos seguían resonando en la oscuridad, pero no podía ver de dónde venían, a duras penas podría haberse orientado sin sus modificaciones oculares.

—¿Estamos en la pared norte?

—Eso creo.

—Bien hecho—gimió—. Debemos estar a unos cincuenta metros de las puertas, a juzgar por el desvío que hemos tomado tras cruzarnos con el Neobarbarian—. Hizo equilibrios mientras se acomodaba en sus hombros—. Quedaremos cubiertos unos cuarenta metros más, pero los últimos diez; tendrán que ser al descubierto.

Compartieron una mirada antes de comenzar a avanzar. El peso de Craig la estaba aplastando y la escalera parecía lejana, pero no vaciló. Iban a salir de ahí.

Se le hicieron eternos, aunque sabía que apenas habían pasado unos minutos recorriendo el apretado espacio. Craig respiraba con dificultad, tratando de quitarle parte del peso al caminar por sí mismo, pero ambos sabían que debía reservar todas sus fuerzas para su última carrera.

Cuando las puertas se hicieron visibles, notó que ya no quedaban soldados para custodiarlas. Con un poco más de esperanza, cuadró los hombros y apretó a Craig a su alrededor.

—De una sola vez.

Sin esperar su respuesta, Craig se inclinó sobre su cuerpo y asintió.

Amber corrió más fuerte y rápido de lo que jamás había creído posible, arrastrándose por la piedra desigual hasta las puertas metálicas. Logró evitar que ambos cayeran, reduciendo los diez metros a toda velocidad.

Arrancó la estructura metálica y empujó a Craig a través de las puertas. Justo antes de seguirle, el dolor se extendió por su costado, cayendo de bruces. El golpe le sacó el aire de los pulmones y la hizo aullar, pero el Neobarbarian ocupó todo el espacio libre.

El bramido feroz que le propinó hizo que sus oídos reventasen. Sus colmillos se dirigieron directos a su cuello cuando, de pronto, un disparo captó que su atención al otro lado de las escaleras.

Craig jadeaba, esforzándose por mantener la pistola a su altura. Pero el Neobarbarian no parecía interesado en su pareja, su mirada furiosa de dirigió de nuevo a ella. Alimentó las marcas bioluminiscentes al mismo tiempo que su pelaje se erizaba y sus garras se alzaban sobre ella, mostrándole toda su envergadura. Y maldito fuera. Era jodidamente grande.

Sin vacilar, Amber tomó su blaster y le disparó en el estómago, logrando que la criatura diera un paso atrás con las orejas de plegadas. Continuó disparando, esta vez a su rostro, hasta que lo obligó a cubrirse con las garras mientras bufaba.

Caminó hasta las puertas, quedándose sin munición en el preciso instante en el que Craig las cerraba y se desplomaba. El Neobarbarian arañó la superficie de metal, produciendo unos espantosos gemidos que la acompañarían en sus peores pesadillas.

—Creo que ha sido una de nuestras mejores citas románticas—bufó Craig, esforzándose por tomar la barandilla de las escaleras—. ¿Qué puede superar el ataque de un mutante, la aparición de un grupo terrorista, una herida casi letal y una operación quirúrgica improvisada de emergencia?

Amber le tomó del brazo para ayudarlo a descender antes de que las puertas cedieran.

—¿Una noche de pizza y helado?

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Palabras: 2.935 (Esto fue largo🥲)

Palabras totales:5.845

La relación de Craig y Amber me tiene on the top.

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