Epílogo
Siete meses después:
—Señora Hawk, ya llevamos de parto unas trece horas. Sus contracciones se han ralentizado a pesar de la oxitocina. No dilata, se lo estoy repitiendo por enésima vez, no está dilatando. Tenemos que hacer una cesárea, hay sufrimiento fetal, por dios razone un poco. —la doctora Maddison habla de forma muy firme pero la verdad el dolor me está cegando.
—¡Ya es hora. Joder, Alondra... vas porque vas! —gruñe Neil mirándome fijamente.
La doctora Maddison le ignora totalmente, así como lo estoy tratando de hacer yo... solo que no con el mismo resultado.
—Neil, cállate de una vez. Mierda. —le aprieto la mano fuertemente.
Mi voz es baja, muy débil y todo está borroso a mi alrededor como cuando hace siete meses atrás, cuando trataba de abrir mis ojos pero las cortinas de pura neblina me regresaban a las profundidades de la penumbra negra: las paredes matizadas en azul, las máquinas dando la lata como la del pitido cuando me quisieron desconectar, la gente con bata verde, hay tanta gente y está tan nublado que no distingo a saber en específico el número.
Solo quiero descansar, mi cuerpo me lo pide. Pero tengo que hacer algo primero… Oh, sí, debo preguntarle a papá si yo di tanto trabajo para nacer porque de lo contrario el trabajoso fue Neil.
—Quería que naciera por parto natural. Me van a picotear, no quiero que lo hagan. Eso da miedo.
—Señora Hawk, por favor. Tenemos que hacer una cesárea ya.
—Por favor, ardilla. Estás haciendo que sufran. —suplica Neil al tomar nuevamente mi mano.
—¿Podré descansar un poquito si lo hago? Neil no quiero que me duela y me... me veré fea después de que me... me...
—Sí nena, sí, podrás descansar todo lo que quieras. Olvida lo otro, tú nunca, me escuchas... nunca te verás fea. Recuerda que yo te amo, como sea. Ellas también lo harán. Dolerá un poquito pero pasará. —dice Neil casi en un sollozo y me da un beso en la frente colocando un mechón de pelo tras mi oreja.
—Quiero ver a mis pequeñas. Joder Neil no podía ser solo una, como las personas normales. Siempre tienes que dar la talla.
—Las verás. Oye eso no es mi culpa. Además, tú sabes que no somos normales. Somos provenientes de otro planeta. — trata de hacerme reír y lo consigue.
—Está bien. — le susurro.
—Por fin entró en razón… —murmuró la doctora Maddison.
— Enfermera Carmen, llame al anestesista lo más rápido posible. Doctor Crusoe, ha prepararse para una cesárea. Señora Hawk, vamos a llevarla al quirófano lo más rápido posible.
—¿¡Al quirófano!? —preguntamos alarmados Neil y yo al unísono.
—Sí. Ahora, sin pretextos.
De repente nos movíamos del lugar. Las luces del techo eran manchas borrosas, muy borrosas como si estuviese cerca del cielo y al final se convierten en una larga línea brillante. Es muy bonito y alarmante también, mientras me llevan corriendo por el pasillo mis nervios van en ascendiendo.
Ay mis pequeñas, no podían haber venido una primero y la otra después, no, las dos juntas... para hacerme sufrir más.
—Señor Hawk, tendrá que ponerse un uniforme para entrar al salón. Usted ya sabe eso.
—¿Qué? Claro... pero...
—¡Ahora, señor Hawk o no podrá entrar!
Me aprieta la mano fuerte y luego me suelta, yo temerosa miro en su dirección.
—¡Neil! —le llamo porque siento pánico, terror.
Las piernas se me vuelven gelatina, el corazón lo traigo a mil. La cabeza me da vueltas, ¡por qué mierdas se va y me deja sola!
Cruzamos otro par de puertas blancas con unos cristales y al poco tiempo una enfermera está colocando una pantalla por encima de mi pecho, esto es como ver Atlanta en primera plana. La puerta se abre y se cierra con un fuerte golpe, de repente hay mucha gente en la habitación como aquel día, todos mirándome.
Hay mucho ruido… Quiero irme a casa, quiero estar con Casey. Quiero masajear a Manchita, oh, mi gatita linda. ¿La estarán cuidando?
—¿Neil? —busco entre las caras poco nítidas de la inmensa habitación a mi marido.
Sí, mi marido, que lindo es poder pensar eso.
—Vendrá dentro de un momento señora Hawk, se está preparando para poder entrar.
Unos minutos después está a mi lado con un uniforme quirúrgico azul y me coge de la mano derecha. Estoy temblorosa, mi corazón bombea la sangre de una forma tan rápida y desesperada que la puedo sentir zumbar en mis oídos.
—Estoy asustada Neil, tengo miedo —le susurro con lágrimas en los ojos.
—No, ardilla, no. Estoy aquí. Estoy a tu lado. No tengas miedo. Mi pequeña, mi pequeña es muy fuerte. No debes tener miedo. Ya hemos pasado por mucho juntos, esto es solo algo pasajero.—me dio un beso en la frente y percibí por el tono de su voz que estaba totalmente asustado, tanto como yo.
—¿Qué pasa playboy?
—¿Qué? ¿Me dices playboy en estos momentos? Nada de mi lindo maridito, no, playboy.
—¿Qué tiene? Tú me estás diciendo ardilla desde que entramos. Te doy dos coscorrones.
—Todo está bien. Todo está bien. Ardilla, estás agotada, nerviosa. Nada más. —sus ojos están llenos de miedo, me está mintiendo, ¿por qué?
—Señora Hawk, ha llegado el anestesista. Le va a ajustar la epidural y podremos empezar con la cesárea.
—Va a tener otra contracción.— es lo único que consigo volver a escuchar.
—¡Aagh!
Todo se tensa en mi vientre fuertemente como si me lo estrujaran o tuviese algo parecido a un trozo de pavimento sobre él.
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierdaaa! ¡Aagh!
Le aprieto con mucha fuerza la mano a Neil mientras pasa aquello. Dios mío, no me siento las manos. Esto es lo más agotador: soportar este dolor, no es nada comparado con los golpes de William pero sí son más duraderos.
Estoy tan cansada, agotada, me duele todo… Puedo sentir el líquido de la anestesia extendiéndose como si fuese una vacuna escolar, bajando. Me concentro en los bellos ojos esmeralda de Neil. En el ceño entre sus cejas. Está tenso. Y muy preocupado.
¿Por qué está tan preocupado?
Dios mío, podrían pincharle y no le sacarían ni una gota de sangre. Parece ido.
—¿Siente esto, señora Hawk? —la voz incorpórea de la doctora Maddison me llega desde detrás de una cortina.
—¿El qué me ha dicho?
—¿No lo siente? Esto.
—No.
—Bien. Vamos, doctor Crusoe.
—Lo estás haciendo muy bien pequeña, todo irá bien. Ya lo verás
Neil está pálido, tan pálido que si lo colocas en un fondo blanco se confunde. Veo sudor en su frente, barbilla, por encima de los labios y en el cuello. Está asustado. No te asustes, Neil. No tengas miedo, si tú tienes miedo, ¿qué quedará para mí?
—Te quiero mucho —susurro.
—Madre mía, Alondra... —solloza—. Yo también te quiero, mucho. Pero no me hables así que parece que te estás despidiendo.
Siento un extraño tirón en mi interior, algo que no se parece a nada que haya sentido antes y mira que he pasado por varias cosas, pero no se compara. Neil mira a la pantalla y se queda blanco como si le hubiesen quitado el aliento pero la observa con lágrimas en los ojos.
—¿Qué está ocurriendo? Neil... Dime algo...
—¡Succión! Bien…
De repente se oye un grito penetrante, tras eso. Otro fuerte tirón me provoca la misma sensación.
—Ha tenido unas hermosas mellizas, señora Hawk.
—¿Puedo verlas? — le pido.
Por un momento Neil ya no está a mi lado, desaparece un segundo y vuelve a aparecer con una pequeña envuelta en una tela de un rosado pastel. Tiene la cara del mismo color de la manta y está algo cubierta de sangre. Mi bebé. Una de ellas… Amy Rose Hawk Brown. Mi pequeña estrellita.
Cuando miro a Neil, él tiene los ojos llenos de lágrimas aún... tan rojos que resaltan aún más el verdor tan divino de estos.
—Aquí está una de mis pequeñas, ardilla —me susurra con la voz ahogada y ronca.
—Nuestras pequeñas —digo casi sin aliento— Es preciosa y... ¿y la otra?
—Sí —dice Neil alejado en sus pensamientos y le da un beso en la frente a nuestra preciosa bebé bajo la mata de pelos rizaditos.
Es increíble, tan pequeña y con tanto pelo, hija del padre. Amy está completamente ajena a todos a su alrededor, con los ojitos cerrados, descansando en el regazo de mi rizado. Su grito anterior quedo olvidado. Se ha quedado dormida. Es lo más bonito que he visto en mi vida.
Es tan preciosa que no puedo evitar el llorar. Entonces sale la doctora Maddison con otra pequeña manta del mismo matiz.
—¡Ahí viene mi otra guerrera!— añade Neil emocionado haciendo que Amy vuelva a gritar — Dios mío, ¿te he despertado? No, no, no llores mi amor. Papá está aquí, sí... papá está aquí.— no consigo despegar los ojos de Neil, hablándole a la niña que va calmando su llanto enfadado.
Es tan tierno.
—Aquí está la otra chiquitina. — dijo la doctora dejando a la otra pequeña en mis brazos.
—¿Le puedo poner Anastasia?— le pregunto al rizado que me mira con el ceño fruncido.
—Mientras no se busque un Christian Grey, estamos bien. — añadió causando una carcajada de mi parte. —Como que tú eres más tranquila ¿eh?
La pequeña Anastasia Hawk Brown estaba totalmente dormida, Neil le acariciaba la mejilla y ella solo suspiraba pero para nada se despertaba. Era todo un amor.
• • •
Tres años después:
Me despierto sobresaltada por un chillido agudo de puro enfado de mi pequeña Amy y aunque no veo a la rizada ya sé que Neil a ido a calmar sus zumos, sonrío de felicidad como una tonta. Amy se ha despertado de la siesta por enésima vez y él, mi amor está retozando por allí con la loca esa. Dios mío que salió idéntica a él.
Me quedo tumbada en total silencio, maravillada de la capacidad de aguante que tiene Neil. Su paciencia con Amy es más que extraordinaria… todavía más que la tenía conmigo cuando estábamos en el jardín de niños, también es verdad que yo hacía de todo por alejarme de él... es que era inaguantable a pesar de parecer un niño tranquilo.
Río entre dientes para no carcajearme. Pero así debe ser, debe ser la mejor versión de sí mismo para sus hijas. Y mi preciosa niña, la estrellita de su mamá y la princesa del castillo de papá, con todo y sus dragones... principalmente sus bestias, como le gustan a la muy condenada.
Neil por otro lado, sigue siendo el motociclista peligroso del que me enamoré lo que ahora que es padre, es demasiado sobreprotector con las tres. Mi dulce, bipolar y obsesivo playboy salvaje.
—Vamos a buscar a mamá. Está cerca. Puedo sentirla. Usted, mi señora, ¿Puede sentir su presencia? — escuchaba la voz divertida de Neil.
Oh dios, están jugando de nuevo a los cazadores.
—Sí, mi fiel acompañante, sé que la reina de la perla está cerca. He escuchado su risa hace poco. — la vocesita de Amy me hace arrastrar, no puedo con esa chiquilla.
Reina de la perla, eso es por la panza.
Amy vuelve a decir algo que no oigo y Neil ríe libre y felizmente. Es un sonido mágico, lleno de puro amor paternal. No puedo resistirme. Me incorporo a escondidas sobre los codos y les espío desde «mi escondite»
Neil está haciendo girar a Amy una y otra vez la cabeza para buscarme y la niña cada vez ríe más fuerte, encantada con el juego, maravillada con su padre. Se detiene, lanza a la rizada al aire y le grita «¡La ves por algún lado!» ( al verla tan alto yo dejo de respirar por momento. Joder Neil, ¿y si se te cae?) Vuelve a lanzarla y ella entonces me sonríe.
Amy chilla con una felicidad que me hace relajar cada centímetro de mi cuerpo. Oh, mi guerrera, mi querida estrellita. Siempre feliz.
—¡La vi, papi! ¡Azlo otra vez! —grita.
Neil obedece como todo un buen acompañante real y yo vuelvo a sentir el corazón en la punta de la boca cuando la lanza al aire y después lo coge y la abraza fuerte contra sí, como si no quisiera dejarla ir nunca. Le da un beso en los rizos castaños alborotados, después un beso rápido en la mejilla... muerde su naricita y acaba haciéndole cosquillas.
Amy le da un ataque de risas, se retuerce y empuja el pecho de Neil, sus brazos e incluso su cara para intentar escabullirse de sus amenazas sin piedad alguna. Sonriendo, Neil la devuelve al suelo donde se tambalea un poco antes de salir caminando.
—Vamos a buscar a mamá... Oh verdad. No, me equivoqué, mi error. — Amy le sonríe al ver que se equivoca y rompe nuevamente en risas. — ¿Dónde está escondida la reina de la perla? Mi lady.
Amy vuelve a sonreír, encantada por el juego y mira hacia donde me había visto. Le coge la mano a Neil que anda con un mapa y telescopio y señala el sitio en donde estaba pero me cambié y eso me hace soltar una risita. Vuelvo a tumbarme rápidamente, disfrutando también del juego.
—Amy, he oído a la reina. ¿La has oído tú?
—¡Mami!
Río ante el tono imperioso de la voz de Amy. Vaya ella regañando a Neil y mira lo que hizo, eso me recuerda a alguien que decía, «no puedo estar a tu lado» pero después me decía «no vivo sin ti» se parece tanto a su padre y solo tiene dos años… Dios santo, Neil esto es culpa tuya. Una risa interna me rompe completamente.
—¡Amy! —le llamo mirando mis manos con una sonrisa de niña, así parece que la que tiene dos años soy yo.
—¡Mami!
Muy pronto oigo sus pasos por el prado y nada de uno primero que el otro, Amy no suelta a Neil para nada. Su padre es su vida.
—¡Mami! —chilla de nuevo como si acabara de encontrar una reina de verdad, salta sobre mí y yo le acaricio el pelo.
—¡Hola, mi niña! —le abrazo y le doy un beso en la mejilla, mordiendo esos cachetes tan lindos y rosados que tiene.
Ella ríe y me responde con otro beso. Después se escabulle de mis brazos y corre hacia la playa donde está Ana jugando con la arena.
—Hola, ardilla. —Neil me mira y me sonríe
—Hola, playboy salvaje. —sonrío y él coge a Amy que regresa a querer secuestrarlo hacia la arena y se sienta a mi lado con su peleona en el regazo.
—Hay que tener cuidado con mamá —riñe él a Amy por saltar sobre mí.
Sonrío burlonamente, ella no me hará nada señor cascarrabias. Saca el iPhone de su bolsillo y se lo da a la loca. Eso nos va a dar unos instantes, en lo que se levanta y ve que hacer con aquello. Ella lo estudia con el ceño fruncido. Se pone muy seria, con los enormes ojos esmeralda muy concentrados en lo que hace, igual que su padre cuando lee su correo, lo llaman de la militancia sus antiguas amistades o viene con papeles de su oficina.
Neil le acaricia el pelo con la nariz justo como hace conmigo y se me derrite el corazón a fuego lento al mirarlos, mi hija sentada tranquilamente (por ahora) en el regazo de mi marido. Son tan parecidos… Mis dos amores.
Amy y Ana son las niñas más guapas y listas del mundo mundial como dice Neil pero yo soy su madre y él su padre, así que es imposible que no pensemos así. Y mi Neil es… bueno, es él... Mi motociclista peligroso. Con una camiseta blanca, los vaqueros grises ajustados y las botas color marrón oscuro. Está tan guapo como siempre.
¿Qué he hecho para ganarme un tesoro como este?
—La veo hermosa, como siempre, ardilla.
—Yo a usted también, playboy salvaje.
—¿Está mami muy guapa? —le pregunta él a Amy pero la niña ni atención le presta en ese momento porque ha descubierto la cámara del móvil y está tomando fotos desde el regazo de Neil a su hermana que juega en la arena.
Suelto una risita contagiosa.
—No puedes lidiar con ella, es idéntica a ti.
—Lo sé. —él sonríe nuevamente y le da otro beso en la nuca— No me puedo creer que vayan a cumplir tres años dentro de dos semanas. —su tono de voz es nostálgico, le ha sentado bien la paternidad después de todo.
Me pone una mano sobre el vientre.
— ¿Podemos tener muchos hijos más? —me dice haciendo pucheros.
—Uno más, que tu no eres el que debe traerlos al mundo, soy yo y duele. —le sonrío y él me acaricia el vientre.
—¿Cómo está mi hijo?
—Está bien. Tranquilo, creo que dormido.
—Hola, cuñado. Hola, tata.
Ambos nos giramos ante aquella voz y vemos a Casey que nos mira sonrientes, trae un vestido rosado pálido que favorece su piel, el cabello en un trenzado y unos bonitos zapatos blancos.
—¡Tíaaa! —chilla Ana encantada de verla, deja las cubetitas de arena y corre hacia ella.
Amy se baja del regazo de Neil y deja el iPhone para saludarla, después regresa sonriente y se lanza sobre su papá nuevamente. Ella no se despega de él. Hasta parece más su mujer que yo.
—Papá me ha dado helados —dice Casey tratando de llamar la atención de Amy—. ¿Puedo darle uno a cada una?
—Claro —le digo.
Oh, Dios mío, yo también quiero.
—¡Yooo!
Ana extiende las manos y Casey le da uno. Ya está goteando, ahora hago la malicia del día.
—Trae. Deja que mamá te lo limpie.
Me siento, le cojo el helado y le paso la lengua para evitar que estuviese chorreando mucho. Mmm… manzana, esto es una tortura de tu parte Casey... A mí me las pagarás ja, ja. Está cremoso y delicioso.
—¡Papi! —grita Ana con la voz llena de alegría. —¿Quieres?
—Toma. —le devuelvo el helado que ya gotea un poco menos y ella se lo mete directamente en la boca a Neil.
Sonríe mientras parece que él iba a congelarse.
—Mmm... Muy bueno... — reía mientras ella se lo alejaba y Amy soltaba carcajadas.
—¿Podemos ir Ana y yo a dar un paseo por el parque? —me pregunta mi hermana.
—Claro, por lo visto Amy no quiere ir a ver al abuelo.
—No vayáis sin mí. — dijo Amy besando a Neil, abrazándome y corriendo tras Casey.
—Recuerda Casey que no pueden venir tarde.
—No, cuñado. —los ojos grisáceos de Casey están muy abiertos y muy serios.
Creo que se toma muy en serio cuidar a sus sobrinas. Extiende las manos, Ana toma la derecha y Amy la izquierda, encantadas. Se alejan juntas andando por el prado.
Neil las contempla algo preocupado, es un sobreprotector.
—Estarán bien, playboy salvaje. ¿Qué puede pasarles en casa de papá?
Él frunce el ceño momentáneamente y yo me acerco para acurrucarme en su regazo y besarle esos exquisitos labios color frambuesa.
—Además, las niñas son muy obedientes y estoy segura que entre Charlotte y Alan sabrán que hacer.
Neil ríe entre dientes reprimiendo su carcajada y me acaricia el pelo con la nariz.
—Ni pensar que terminaríamos así. Tú conmigo y Charlotte con Alan.
—Sí, tienes razón y todo empezó en el jardín de niños.
—Oye Neil...
—Dime...
—Por fin ¿qué pasó con las pruebas que le estaban haciendo a quien tú sabes y yo también pero no mencionamos el nombre?— Neil me miró impasible y suspiro para comenzar a hablar.
—Haber nena, el doctor Denson me dijo y cito –No se puede entender a los psicópatas en términos de retroceso o de desarrollo antisocial. Son simplemente individuos depravados moralmente que representan a los "monstruos" en nuestra sociedad. Son depredadores infrenables e imposibles de tratar en quienes la violencia es planeada, decidida y carente de emociones. Esta violencia continúa hasta que alcanza un tope alrededor de los 50 años, y luego disminuye– o sea va para largo, Denson añadió que hay varios subtipos de psicópatas, él se encuentra entre los psicópatas carismáticos que son mentirosos encantadores y atractivos. Por lo general están dotados de uno u otro talento y lo utilizan a su favor para manipular a otros. Son generalmente compradores y poseen una capacidad casi demoníaca de persuadir a otros para que abandonen todo lo que poseen, incluso hasta sus vidas. Los líderes de sectas o de cultos religiosos, por ejemplo, podrían ser psicópatas si conducen a sus seguidores a causar su propia muerte. Este subtipo llega a menudo a creerse sus propias ficciones. Son irresistibles. Los sociópatas han existido siempre en formas diversas y en distinto grado. Se los ha conocido bajo diferentes nombres. Se los ha estudiado utilizando varias técnicas y a través de los años se han encontrado varias causas a su enfermedad. Pero una cosa nunca varía: todos los sociópatas poseen tres características en común: son individuos muy egocéntricos, sin empatía hacia los demás, e incapaces de sentir remordimiento o culpa. De allí que no se arrepiente el muy hijo de put* de nada de lo que hizo. Solo se crea en cada consulta una historia diversa. Él se centró tanto en sus historias que ya no las distingue de la vida real. A Jaqueline me enteré por Charlotte que le descubrieron más crímenes, así que pasará aún más tiempo en la cárcel. Igual mi madre, mis tíos, papá se salvó porque el muy condenado no tenía nada que ver. La hija de put* de mi mamá nunca contó con él para nada. Se salvó. Ahora...
Neil se queda muy quieto y me pone las manos sobre el vientre, luego el oído.
—Haber, haber, mi hombrecito está tranquilo ¿eh? —hay un punto de orgullo en su voz que me vuelve loca quedando olvidado el tema del que hablábamos pero también se que está preocupado. Yo le pongo la mano en la nuca.
—No tienes que preocuparte por tu hijo ¿vale?
Me da un beso detrás de la oreja y me roza el lóbulo con los dientes.
—Lo que usted diga, ardilla malas pulgas. —me da un mordisco y yo dejo escapar un gemido— Me lo pasé muy bien anoche —dice y vuelve a hacer el mismo procedimiento.
—Deberíamos hacerlo más a menudo, extraño mucho tus gemidos.
—Yo también me lo pasé bien pero recuerda que anoche no estaban las niñas.
—Podríamos hacerlo más a menudo si las mandases un tiempo con Alan y Charlotte, además de que dejaras de trabajar…
Pongo los ojos en blanco y él me abraza con más fuerza y sonríe como si supiera en que estoy pensando.
—¿Me estás recordando en estos momentos a...?
—Christian Grey, sí... lo sé pero tú, me has puesto los ojos en blanco. Eso es para que te acuerdes que yo también lo he leído. No obstante un punto que tenemos en común, quiero a mi mujer en casa... Conmigo. —advierto en su voz una amenaza implícita pero sensual.
Este hombre quiere matarme.
—Te he dicho que no, por el embarazo de Amy y Ana me compliqué con los estudios. He conseguido ahora lo que me gusta, no planeo dejarlo por... porque a ti te da la gana.
—Sé de sobra que Amy y Ana no estaban en tus planes... Sé que fueron un error, una negligencia de nuestra parte... pero son una negligencia linda.
—Neil... Que no estuviesen pensadas no significa que no las ame, mucho menos me arrepiento. Son lo mejor que me ha pasado en esta vida, después de conocerte.
—Sé que tu decisión en cuanto a la carrera te fue difícil, cambiaste de opinión casi a última hora pero lo lograste. Solo que no entiendo, si puedes hacerlo en casa ¿por qué vas para allá?—añade él algo confuso. — A mí… me gustaría que estuvieras descalza, no. Eso no porque te enfermas, embarazada ya estás ja, ja y en la cama, acostada conmigo y las niñas. O sin las niñas y gimiendo.
Me echo un poco hacia atrás para poder verle la cara de niño que piensa salirse con la suya. Él me mira a los ojos sabiendo que yo me pierdo en los suyos.
—Eso también me gustaría a mí —murmuro admitiendo mi derrota.
Él me da un beso con la mano todavía sobre mi vientre.
—Oh, ardilla rabiosa, peleona y malas pulgas… ¿Qué voy a hacer contigo?
—Seguro que ya se te ocurrirá algo, siempre se te ocurre. —le digo a carcajadas y luego me escondo en su brazo.
Neil está tumbado a mi lado, acariciándome el vientre con la mano. Me hace muchas cosquillas eso.
—¿Qué tal está mi pequeño?
—Pateándolo todo, ya despertó nuestro campeón. —río.
—¿Pateándolo todo? ¡Oh, sí! Ardilla. Puedo sentirlo. Va a ser como su madre, buenas patadas y buena puntería. —sonríe cuando siente que da golpecitos en mi interior.
—Creo que ya le gustan las motos.
Neil frunce el ceño, yo lo miro divertida.
—¿Ah, sí? —dice con sequedad.
Acerca los labios a mi barriga.
— Pues no habrán bestias para ti hasta que te salgan canas.
Suelto una risita.
—Oh, playboy salvaje, no quieres que tu hijo haga lo mismo que tú.
—No, soy su padre. Tengo que cuidarlo y cuidar mis nervios. —me mira con la frente arrugada, y apretando los labios.
—Eres un padre maravilloso. A ti no hubo ni que avisarte de como ser así, ya tú venías de fábrica. —le acaricio su delicado rostro, luego sus rizos castaños y él me dedica su sonrisa tímida y melosa.
—Me gusta —murmura acariciándome y después besándome el vientre una, otra y otra vez. — Hay frutos nuestros por todos lados.
Me acerco y beso sus labios.
—A mi me gusta que tengamos tantos frutos.
—Además de que es genial hacerlos, y cuando te corres... Es la vida misma...
—¡Playboy!
—Y estoy deseando poder volver a hacerte todas esas cositas que tú y yo sabemos.
—¡Neil! Eres un pervertido.
Se lanza sobre mí de repente, me besa con fuerza, pasa una pierna por encima de mí y se despega de mis labios para besar mi cuello.
—Me encantaría echarle un polvo ahora mismo, señora. Claro educadamente. —me susurra mordiendo el lóbulo de mi oído y me acaricia la nariz con la suya.
Sonrío, contagiada por su sonrisa perversa.
—Sí, a mí también me encantaría que lo hicieras, ahora... aquí. Y te quiero, mucho. No sabes cuanto me alegro de haberme dado cuenta de que no podría vivir sin ti.
—Ni yo sin ti...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro