Capítulo 45
Solo hay dolor. La cabeza, el pecho... mi estómago... Un dolor que quema. Las costillas, el brazo. Dolor. Dolor y palabras susurradas en la oscuridad. ¿Dónde estoy? ¿He muerto? ¿Estoy viva? Aunque lo intento, no puedo abrir los ojos. Las palabras antes apenas audibles como ecos en susurros se van volviendo más claras, y veo un pequeño destello.
— Tiene una contusión en las costillas, señor Wells, una fractura craneal también de la muñeca izquierda, sangrado irregular. Debemos dentro de un tiempo volver hacer el chequeo ya que creo que hay indicios de algo más pero sus constantes vitales son estables y fuertes.
— ¿Por qué sigue inconsciente después de tanto? — esa... esa es la voz de Alan... Sí, es Alan.
— La señorita Wood ha sufrido un fuerte golpe en la cabeza, es entendible. Pero su actividad cerebral es normal y no hay inflamación. Se despertará cuando su cuerpo decida que debe ser así. Solo dele un poco de tiempo, además deben entender que ya no solo es ella la que necesita recuperarse.
— ¿Y el bebé? — sus palabras suenan en mi interior dejándome totalmente helada ¿Qué bebé?
— El bebé está bien, señor Brown.
— Oh, gracias a dios. — sus palabras aún me dejan en un estado inimaginable. ¿Estaré soñando? — Oh, gracias a Dios.
Oh, dios mío. Están preocupados por un bebé... ¿Qué bebé? Neil, ¿de qué bebé hablan? Claro ¡A Neil le dispararon! Intento en vano mover la mano hasta mi padre pero nada se mueve. Nada me responde.
¿Y el bebé?
¿Y el bebé?
¿Qué bebé?
Hablan de un bebé. Oh dios mío. Me voy relajando inconscientemente y vuelve la oscuridad alejándome del dolor y llevándome a su lecho.
Todo mi cuerpo pesa, pesa mucho y me duele: las extremidades, la cabeza, los párpados... mis piernas, las manos... los dedos, nada se mueve. Mis ojos y mi boca están totalmente cerrados y no quieren abrirse, son como escarchas o incluso parecen sellados con pegamento, lo que me deja ciega, muda y dolorida.
Según voy cruzando la niebla grisácea y negra hasta la superficie, la luz de la habitación se va acercando pero no me permite ejercer el control debido sobre mi cuerpo. Esto es agotador.
— No la voy a dejar sola.
¡Neil! Está aquí... ¡No le hicieron daño! ¿Es un sueño? Intento con todas mis fuerzas despertarme. Su voz no es más que un susurro en el viento.
— Neil, tienes que descansar. Estuviste al borde de la muerte en esa cirugía, no puedes arriesgarte.
— No, Wells. Quiero estar aquí cuando se despierte. Debido a que ustedes no me quieren contar que pasa, esperaré a que ella abra sus bellos ojos y... nos lo tendrán que decir a ambos.
— Yo me quedaré con ella. Es lo menos que puedo hacer después que me he enterado de que es mi hija.
¡Alan!
— ¿Cómo está Casey?
— Sedada, asustada y algo traumada. Van a pasar unas cuantas horas antes de que se le pase completamente el efecto de los múltiples medicamentos, ella no quería irse del lado de Alondra. Todo lo que vio la dejó horrorizada.
— Dios... pobrecita.
— Lo sé. Me siento un imbécil por no haber investigado que pasó años atrás. Charlotte me lo dijo pero mira que yo era obstinado. Si no fuera por Henry...
— No es tu culpa, estabas muy herido con todo lo de la muerte de Amy, criar a Casey solo. Y la loca de Alondra que tampoco dijo nada... ¿Por qué no te dijo nada Neil? — la voz de la tía Charlotte está llena de angustia.
— Charlotte, cálmate. Alondra es una joven sorpresa. Ha sido increíblemente valiente. Eso me lo juego fue por leer tantas cosas, se creyó la heroína y pues. ¡A la carga! — añadió Wells.
— Valiente, terca, estúpida, ilusa, inocente, ¿a quién se le ocurre actuar con respecto a una obra literaria que se haya leído? — se le quiebra la voz.
— Vamos. — murmura Alan — No seas tan duro con mi pequeña. Ni contigo, Neil. Esa figura literaria salvó a todos en esos momentos, se puso en peligro pero salió de ellos pensando con soluciones literarias y también de su cabecita trauma da. No le puedes pedir que piense claramente después de todo. Son más de las dos de la madrugada, rizos. Deberías intentar dormir un poco, saliste hace poco de recuperación.
La cortina de humo negro vuelve a cerrarse frente a mis narices.
El telón se levanta de nuevo, pero no tengo ni la más mínima noción del tiempo. ¿Cuánto habrá pasado?
— Si tú no le das unos azotes, al más puro estilo Christian Grey, se los daré yo y no le gustarán. — la voz de Jinny invade mis oídos. Oh no, ella también se enojó conmigo. — Pero ¿en qué demonios estaba pensando cuando actuó de esa forma tan... tan...?
— Sí, lo sé. Tal vez se los dé, Jinny. Ella es un desastre.
¡Neil! Está aquí de nuevo. Lucho contra la inconsciencia... lucho a capa y espada... Pero vuelvo a caer en las penumbras... No. ¿Por qué?
— ¿Cómo está mi prima?
Neil está muy enfadado.
— ¿Cómo crees? Debiste haberla cuidado más. Ese era tu papel en el plan.
— Es una mujer muy terca, no se hubiese creído una palabra. No obstante, si la creía, entonces ellos se darían cuenta y... balazos en los cocotes, mío y el de ella.
— Ojalá hubiera matado a ese cabrón.
— Eso habría significado mucho problema porque ella no tiene permiso de armas, joven Neil... Con respecto a las investigaciones que me ordenó, se logró comprobar que su madre y tía internaron a su abuelo en aquel centro por querer apropiarse de sus bienes. Para ello contactaron con la señora Jaqueline, ella era la fuente de todo.
Dios mío que confuso se escucha todo.
— De ahí que William la conozca. Y lo siento mucho por usted pero, su abuelo no murió en la fecha que le proporcionaron. Murió el día dos de febrero de este mismo año exactamente se cree que a las 00:00am, según la enfermera que le cuidaba el susurro algo apenas audible. — podía sentir los sollozos de Neil.
Su abuelo resistió hasta sus veintiún años pensando que podría verle de nuevo. Lo quiso incondicionalmente hasta su último aliento.
La niebla vuelve a rodearme como si de agua se tratase y me estuviese ahogando y sus olas me arrastran más y más hacia las profundidades, cada vez más hondo... ¡No!
— ¿Quieres decir que no os hablabais? — es Haggard.
Suena enfadado, pero ¿qué hace aquí? Intento mover la cabeza hacia su voz, pero mi cuerpo me responde con un silencio angustiante
— ¿Qué le has hecho a mi bisnieta?
— Leonard...
— ¡Neil! ¿Qué le has hecho a Alondra?
— Yo no estaba enfadado. — casi es un sollozo... Oh no — Mucho menos no nos hablábamos, la verdad, estaba todo mejor que nunca.
El mundo se emborrona como si estuviese llorando, se desvanece como polvo en el viento y yo me hundo nuevamente en un océano de incertidumbres.
Oigo voces bajas, confusas y son varias.
— Me dijiste que no volverías a acercarte a ella, que no querías ponerla en riesgo. — es Haggard una vez más el que habla. Su voz es baja y reprobatoria, como su hablase con un niño descarriado.
— Lo sé. — Neil suena básicamente destrozado — Pero verla desde lejos, sufriendo, haciéndose daño, volviéndose cada vez más autodestructiva... como lo fui yo en su momento. Eso acabó conmigo, no puedo vivir lejos de ella. La quiero.
— Más te vale que sea así porque después de como me la dejaste, o te ocupas o te ocupas...
— Haggard ¿a qué te refieres con «como me la dejaste»? ¿Qué le he hecho yo a Alondra? — susurra.
— Siempre que se va a la cama con una mujer se usa protección mocoso, de lo contrario... te toca enfrentarte a las consecuencias ¿Acaso a la hora del calentón no pensaste en ello? Ese es uno de los problemas de la sociedad, los jóvenes de hoy en día solo buscan sexo evadiendo responsabilidades.
— ¡Me estás diciendo que Alondra está... está... em...em...embarazada!
No. No. ¡No! ¿O sí?
— ¿Y qué te creías? ¿Creías que caían de los árboles?
— ¿Eso era entonces lo que Alan y Wells no querían decirme?
— No entiendo porque quieren ocultartelo, en definitivas... eres el padre y no son dos niñitos. Son dos adultos que saben lo que hacen y sabían muy bien lo que hacían en ese momento. Ahora, a ocuparse de lo que viene.
— Se pondrá furiosa conmigo, ¿qué pasará con su carrera?
— Seguro. Yo también estoy furioso contigo ahora mismo por menuda negligencia de parte de ustedes, más tuya que de ella porque tienes más experiencia pero es igual. Su carrera, mientras le ayudes. Ella la consigue perfectamente.
— Oh, Haggard, ¿por qué no se despierta de una maldita vez? — se le quiebra la voz que apenas se escucha — Casi la pierdo. Estuve a esto de perderla.
¡Mi rizitos castaños! Oigo sus sollozos ahogados, estrangulados, dolorosos. No... por favor...
La oscuridad vuelve para acompañarme a su lado a cerrarse en el camino de mi visión. No... otra vez...
— Han hecho falta diecinueve años para descubrirte, para saber que estabas viva mi querida niña.
— Lo siento Alan, no pude descubrirlo a tiempo. Me alegro de que al menos ella, de que Alondra te recuerde a Amy.
— Yo también, cariño. Siempre estará en nuestros corazones y a mi niña pienso recuperar todo el tiempo perdido con ella. No me puedo creer que vaya a ser abuelo tan pronto. ¡Ay Amy!
¡Abuelo! ¡Estoy...!
La dulce cortina de aguas profundas me llama...
Mmm. Su principio de barba me hace ligeras cosquillas suavemente en el dorso de la mano derecha y noto que me aprieta los dedos.
— Oh, nena, por favor, vuelve conmigo. Vuelvan conmigo. Me matarás cuando despiertes pero no importa, te quiero despierta. Despierta del todo. Te echo de menos. Te quiero... no quiero perderte...
Lo intento Neil. Lo intento, te lo juro. Quiero verte, pero mi jodido cuerpo no me obedece, justo ahora, en éstos momentos, vuelvo a dormirme profundamente.
Oigo gritos, creo escuchar a Neil gritándome, ¿qué estará sucediendo?
— ¡Sacadle de aquí!
— ¡Alondra, Alondra mi amor despierta... No me dejes pequeña! ¡No ahora, no después de lo que tenemos juntos! ¡Por favor! — sus gritos llegan como el llanto de un bebé recién nacido a mis oídos.
Oh por dios. Neil está llorando, ¿por qué? ¡Está llorando a gritos descontrolados! Lo siento tomar mi mano dificultosamente pero parece que lo alejasen. Escucho la puerta cerrarse violentamente y a alguien golpeándola.
— Señor Hawk, entienda. La señorita Wood no responde a los estímulos, debemos desconectarla... si ella llegase a respirar por sí sola perfecto, si no, me temo que le doy mi más sentido pésame. — la voz de lo que parece ser el médico me retumba en todo el interior.
Me van a desconectar. ¿Por qué? ¿Cuánto tiempo a pasado?
Siento la urgente necesidad de abrir mis ojos, lo necesito. Tienen que ver que estoy bien, tengo que luchar... luchar por ambos, por lo que hemos conseguido juntos. No quiero perderle después de todo, no quiero perder lo que llevo dentro de mí... algo que también es suyo, es un pedacito de él. Un pedacito nuestro.
De repente no siento el aire llegar a mis pulmones, un extraño pitido se escucha desde lo que debe ser el monitor. Me falta el aire, siento deseos de vomitar. Estoy algo mareada a pesar de estar en cama. El llanto de Neil me da un fuerte dolor en el pecho, mi amor... por favor no llores. Quisiera abrazarte en estos momentos.
Consigo abrir lentamente los ojos. Estoy en un ambiente muy limpio y estéril de lo que parece sea la habitación de un hospital, rodeada de batas, muchas batas azules, blancas, he incluso verdes, ¿qué es esto? ¿Ya he muerto? Está todo muy oscuro excepto por una luz de emergencia que no para de dar la lata.
Todo está en silencio cuando trato de discernir lo que hay a mi alrededor. Me duelen la cabeza y el pecho, pero sobre todo noto la vejiga a punto de estallar. ¿En serio me he despertado por esto? Tal vez en el cielo también hay baño. Necesito hacer pis. Pruebo a mover las extremidades ahora.
Me escuece el brazo izquierdo y veo que tengo una vía puesta en la parte interior del codo, aush, de haber estado consciente no creo que me la hubiesen puesto tan fácil. Cierro los ojos. Giro la cabeza, feliz de que responda a mis órdenes y vuelvo a abrir los ojos de nuevo.
Neil está llorando sentado a mi lado y reclinado sobre la cama, con la cabeza apoyada en los brazos mientras toma mi muñeca derecha. Estiro el brazo, agradecida una vez más de que el cuerpo me responda, lento, perezoso pero me responde.
Entonces le acaricio el pelo suave con los dedos, esos rizos. Oh dios mío, mis rizos favoritos, como quisiera lanzarme sobre el y besar cada centímetro de su piel, no quiero verle llorar.
Me mira sobresaltado y levanta la cabeza tan repentinamente que mi mano choca con esta, dándome un fuerte calambre y cae débilmente de nuevo sobre la cama.
— Hola... de nuevo... playboy... — digo en un leve susurro.
— Oh, ardilla... — su voz suena ahogada, como si a él también las penumbras lo hubiesen zambullido, pero parecía aliviado de que le hablase, aún me costaba un poco respirar pero era soportable.
Me cogió la mano, la apretó con fuerza y se la acercó a la mejilla cubierta con una pequeña capa de barba incipiente.
— Playboy... Necesito ir a hacer shis —susurro.
Me mira con la boca abierta, frunce el ceño un momento y luego sonríe dulcemente con lágrimas en sus bellos ojos esmeralda totalmente nublados.
— Vale enana.
Intento sentarme por mí misma, pero él no me deja. Ya quisiera pegarle con algo.
— Ardilla, no te muevas. Deja que alguna enfermera despierte de su letargo, aún no se creen que hayas despertado. — se pone de pie apresuradamente, alarmado por mi rostro e intento de levantarme a pesar de que él me dijese que no y se acerca a una de las señoras que hay junto a la cama.
— Por favor Neil... Déjame ir... — susurro.
¿Por qué me duele tanto todo?
— Necesito levantarme o me haré shis. — vaya, qué débil estoy. Me siento más inútil que nunca.
— ¿Por qué no haces lo que te digo por una vez en tu vida? Ya hasta me pregunto si serás familia de Anastasia — exclama irritado.
— Necesito hacer pis urgentemente, y no soy la única, Cincuenta Sombras... Obsesionada con ese libro. — le digo sacando la lengua.
Tengo la boca y la garganta muy secas, debe de ser por el aire acondicionado del salón. Pese a haber un clima frío afuera.
Una enfermera entra corriendo en la habitación después de salir en busca de... no tengo ni la menor idea. Debe de tener unos sesenta y algo de años, a pesar de que su pelo es negro como el carbón. Me recuerda a los mechones azabache de Casey y Jinny.
Lleva unos pendientes de rosas colgantes demasiado grandes, que le alargan la piel del lóbulo.
— Bienvenida de vuelta, señorita Wood. Todos estábamos muy asustados con usted, le avisé a los familiares que ya despertó. — se acerca a la cama — Me llamo Carmen. ¿Sabe dónde está ahora mismo?
— Sí. En algún hospital que no identifico. Carmen, necesito hacer shis.
— Tiene puesto un catéter. — oh mierda, porqué estas cosas me tienen que pasar a mí. Aagh.
¿Qué? Oh, madre mía qué vergüenza. Miro nerviosa a mi rizado y después a la enfermera.
— Por favor Carmen, quiero levantarme a ser shis.
— Señorita Wood...
— Por favor, me voy a hacer pis en la camilla.
— Alondra... — me dice Neil nervioso al igual que yo.
Intento sentarme otra vez pero Carmen me detiene.
— Está bien jovencita. Déjeme quitarle el catéter. Joven Hawk, estoy más que segura de que la señorita agradecería que se marchase por unos momentos y le diese privacidad. — mira directamente al motociclista peligroso, esperando que se vaya de una vez sin protestar.
— No voy a ir a ninguna parte, no pretendo salir de aquí. — él le devuelve la mirada irritado.
— Playboy, por favor — le susurro estirando el brazo que no me duele y cogiéndole la mano, tensa, con las venas marcadas.
Él me la aprieta un poco y me mira, exasperado.
— Por favor Cincuenta, Caleb y todos los dominantes posibles. Amén. — le suplico un poco burlona.
— ¡Vale! — exclama y se pasa las manos por los rizos — Tienen menos de un minuto — le dice entre dientes a la enfermera mientras me dedica una sonrisa, oh Hawk, ¿me estás siguiendo el juego?
Se inclina para darme un beso en la frente antes de volverse y salir de la habitación. Carmen se ríe una vez este está fuera y me ayuda a mover la bata.
— Él se preocupa mucho, señorita Wood. — me dice dedicándome una sonrisa.
Neil vuelve a entrar como una flecha en la habitación, entonces me doy cuenta de que estuvo contando exactamente cuanto tiempo nos demorábamos, ¡ay mi motociclista peligroso! Cuando la enfermera Carmen me estaba ayudando a levantarme de la cama es que lo vemos en el umbral de la puerta.
Llevo puesta una fina bata color celeste de hospital. No recuerdo cuando me desnudaron, la verdad solo recuerdo haber caído sobre el pecho de Neil cuando le dispararon.
— Deje Carmen que la lleve yo, no se preocupe — dice y se acerca a nosotras rápidamente.
— Joven Hawk, yo puedo sola. Soy su enfermera — le regaña ella mirándole de arriba a abajo.
Él le dedica una mirada más que fulminante.
— Joder, es mi chica. Yo la llevaré, no tiene de que preocuparse — dice con los labios bien apretados formando una línea perfecta mientras aparta el soporte del gotero de su camino
— ¡Neil Hawk! — protesta la enfermera. — ¡Usted aún está sensible de su herida!
Pero él tan solo la ignora, se agacha para cogerme en brazos y me levanta de la cama con suavidad para no hacerme daño. Yo le rodeo el cuello con las manos y mi cuerpo se queja un poco, mi muñeca izquierda ya no duele tanto, pero duele. Vaya, no solo es eso, me duele todo.
Me lleva por los enormes y blancos pasillos hasta el baño y la enfermera Carmen nos sigue empujando el soporte del gotero, oh dios, pobre mujer.
— Oye ardilla, pesa considerablemente muy poco —murmura con cierta desaprobación y disgusto mientras me baja de sus fuertes brazos y me deposita sobre mis pies.
Me tambaleo un poco pero él me toma de la cintura para equilibrarme. Tengo las piernas como gelatina. Neil enciende la luz luego de ver que podía mantenerme en pie y quedo cegada momentáneamente por una lámpara fluorescente que zumba y parpadea.
Madre mía, esto me recuerda a las enormes luces de los partidos de fútbol, esas que no puedes mirar mucho tiempo, o mejor dicho no puedes ni mirar porque te quedas ciego.
— Siéntate, no quisiera que te cayeses — me dice todavía agarrándome de las caderas.
Con cuidado, me siento en el váter, hasta parece que es mi médico.
— Neil.— hago que me observe.
— Vete. — en un gesto con la mano le indico que quiero que se vaya.
— No me iré. Haz pis, ardilla.
¿Podría ser más vergonzoso esto? Joder de que libro salió este chico.
— No puedo, versión de Christian Grey en la vida real, no contigo parado ahí mirándome.
— Podrías caerte, enana malas pulgas, y ¿qué me has dicho? — por primera vez desde que despierto veo que sonríe divertido.
— ¡Señor Hawk!
Los dos ignoramos a la enfermera, yo porque quiero que se vaya y él que no me hace el maldito caso.
— Por favor Neil, vete. Esto no puede ser más vergonzoso — le suplico agachado la cabeza.
Levanta las manos en un gesto de derrota más que eminente.
— Estaré esperando ahí mismo. Con la puerta abierta. Debes de acostumbrarte a esto Wood, ya te he visto desnuda, ¿qué más da que te vea hacer «shis»?
Se aparta un par de pasos hasta que queda justo al otro lado de la puerta, junto a la enfermera Carmen que le mira fulminante.
— Vuélvete, por favor — le pido.
¿Por qué me siento ridículamente como una niña tímida con este hombre? Si él ya me ha visto todo, sin excepción de nada, creo. Pone los ojos en blanco pero obedece, definitivamente después de esto seré yo la que le dé latigazos.
La sola idea me causa risa. En cuanto me da la espalda, por fin me relajo y puedo liberar a mi pobre vejiga.
Hago un examen interno de mis daños, he pasado de Anastasia Steele, al doctor más experimentado de Residente. Me duele la cabeza, también las costillas donde William me dio la patada, las rodillas sobre las que caí, la mejilla después del golpe, el cuello cuando tiró de mi cabello, además de cuando me levantó en peso por este, la espalda de los numerosos impactos, las piernas con las que me defendí haciéndome bolita, el vientre, me duele, eso creo.
Además tengo sed y hambre, verdad, no es dolor, es hambre. Madre mía, estoy realmente hambrienta. Termino y agradezco que el lavabo esté tan cerca que no necesito levantarme
para lavarme las manos, ventaja que hay en los lavados. No tengo fuerza para ponerme en pie, de casi líquidas pasaron a más o menos plastilina.
— Ya he acabado, playboy — digo, secándome las manos con la toalla blanca de tela tan suave que había a un lado.
El rizado se gira, vuelve a entrar examinando mi cuerpo y antes de darme la más mínima cuenta estoy otra vez en sus fuertes brazos. He echado de menos sus brazos adornados con tatuajes. Se detiene un momento y entierra la nariz en mi pelo, besando luego mi frente.
— Oh, no sabes cuánto te he echado de menos maldita ardilla, casi te pierdo. — susurra.
Me tumba de nuevo suavemente en la cama y me suelta, creo que a regañadientes, siempre con la enfermera Carmen, que no deja de avergonzarlo con el tema de su herida. Está detrás de él.
-Si ya ha acabado con su berrinche de niño pequeño, señor Hawk. Me permite, tengo que revisar a mi paciente y usted, tiene que ir a que le vean la herida.
La enfermera Carmen se ha enfadado con Neil, es que su actitud... La verdad no puedo decir nada, amo que sea así, ese es mi playboy salvaje.
Él se aparta un poquito, no más.
— Toda suya — dice en un tono más moderado y educado — Ella, porque yo no voy a ningún lado, Wells cuando venga que me revise.
Ella le mira enfurruñada y después se centra en mí. Es irritante tener que lidiar con él algunas veces, ¿a que sí? Yo lo aguanto desde niña, ya he creado mi propio sistema de costumbre.
— ¿Cómo se siente pequeña? — me pregunta con una voz llena de compasión y un que otro matiz de irritación, que supongo que será por «los berrinches de Neil».
— Dolorida, principalmente eso y con sed. Tengo mucha sed, la boca la tengo seca Carmen — susurro mirándome los dedos.
— Le traeré un poco de agua cuando haya comprobado sus constantes y la haya examinado el doctor Beaufort.
Coge un aparato para medir la tensión y me lo pone en el brazo, parezco Frankenstein en el momento que planean darle la descarga. Miro extrañada a Neil. Joder. Está horrible, no porque no se vea guapo, sino que está cadavérico casi, como si llevara muchos días sin dormir.
Tiene los rizos castaños alborotados, lleva varios días sin afeitarse, me imagino por la barba incipiente y su camisa está llena de pliegues y arrugas. Frunzo el ceño mientras lo examino.
— ¿Qué tal estás? No pude preguntarte cuando despertaste.
Ignorando a la enfermera Carmen que lo mira atónita, sí señora... él no se cansa, se sienta en la punta de la cama lejos de mi alcance.
— Confundida primeramente, no recuerdo mucho. Dolorida, si quieres te hago la lista. Y tengo hambre, mucha hambre.
— ¿Hambre? — pregunta y parpadea muy sorprendido, como si estuviese confirmando algo.
Asiento más confusa todavía.
— ¿Qué quieres comer?
— Cualquier cosa estaría bien, pero creo que por ahora debería tomar sopa.
— Señor Hawk, necesita la aprobación del doctor antes de darle nada de comer a la joven. Por primera vez en todo este tiempo, déjeme hacer mi trabajo. Su tensión arterial es normal, señorita Wood. Voy a buscar a su médico. — me quita el aparato y sin decir nada más sale de la habitación mirando por última vez a Neil, emanando desaprobación por todos los poros.
— Creo que he hecho enfadar a la enfermera Katia.
— A sí idiota, se llama Carmen, no Katia. Cada día compruebo que tienes un chícharo por cerebro.
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