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Capítulo 35

— Se apareció en la habitación de William. Habló conmigo, me dijo horrores. Me reprochó por tus actitudes, me culpó por tus descuidos, por el daño que te hacías. ¡Joder Neil! ¡En qué mierdas pensabas! Por tu culpa ella tuvo que soportar todo de parte de William... Él ...él...

— ¡Habla de una maldita vez! — gritó entre sollozos.

— Él la violaba, desde niña. Mientras tú tenías tus andanzas, te emborrachabas, te drogabas, te cortaba. Ella tenía que soportar como él entraba en su habitación cada noche...

Neil parecía haberse quedado sin palabras.

— Me suplicó que no me fuese, que le violaría de nuevo, entonces... Entonces...

— Dilo... — su voz parecía un hilo.

— Le dio... le disparó en la sien... Creo... — mis lágrimas no paraban de rodar por las mejillas, él cayó de rodillas al suelo. Su pobre hermanita menor — Dije creo... no estoy segura...— él alzó su mirada de color esmeralda y se quedó observándome. — Yo aún estaba bajo los efectos de la droga, si me hicieron pensar que tú estabas en la habitación, ¿qué mas da que me hicieran creer que mataban a Jinny?

— Pues que ya llevabas unas cuantas horas desintoxicada Wood... — parecía ausente a todo. Hoy él a perdido parte de su vida.

Me puse entonces a abrir la carpeta referente a Jinny.

Nacida el 24 de septiembre del 2001, es la menor de dos hijos, cuyos padres son Blacke Hawk y Candy Mayer. Nombre completo Ginna Elizabeth Hawk Mayer. Tiene el pelo negro azabache, de una altura promedio por los hombros, los ojos marrones oscuros. Su reputación escolar, la cual trabaja arduamente por mantener implacable, como una de las estudiantes más inteligentes de su año. Sin embargo, toda esta seguridad arrebatadora que Jinny posee con los estudios, es en realidad una gran obsesión y miedo a la vez de ser rechazada por sus compañeros así como fue ignorada por su hermano mayor. Puede ser a veces algo insufrible debido a su actitud constante con los estudios o a su actitud irremediable hacia las normas. Es además una chica algo temerosa, tímida y no suele dejar que nadie se le acerque más de lo que ella pueda soportar. Es una auténtica leoncita. — Neil cambiaba de color mientras comenzábamos a ver las imágenes que traía la carpeta.

Era Jinny, desnuda, llorando, atada, hay incluso múltiples vídeos. Lo peor de todo es que son autorizados por la madre de la misma, hasta que punto pudieron llegar para hacerle daño a él. Wells alejó la mirada de la portátil rojo en rabia, colérico. Neil lloraba, lloraba de impotencia, de rabia, de dolor, de no haber podido evitar eso.

Como esas cosas, cada carpeta traía información de todos, la de Wells incluso venía con imágenes del atropello de su querida esposa, que enojada había partido del hospital en dirección a su hogar pero ya le esperaban para dar un escarmiento a este. John parecía desfallecer.

— James... Por favor Wood abre la carpeta que trae la inscripción de James Mayer Sellers. — las lágrimas de Neil apenas le permitían hablar.

— Neil... no te hagas esto. No quiero que recaigas en lo que me contó Jinny.

— Hazlo por favor...

— Hijo de Benjamín Mayer y Dorotea Sellers, James nació en el seno de una familia de condición humilde. Hermano de Carlos y de Íngrid, James se distinguió por su calma y diplomacia desde muy joven. Su padre, Benjamín, fue encerrado cuando este tan solo tenía ocho años de edad. Debido a que mató a golpes limpios a un señor que trató de abusar de su pequeña hija, por lo que desde muy pequeño tuvo que valerse de sí mismo para sacar adelante a su familia. Su madre Dorotea cayó en una depresión que tras varios meses de cama la llevarían al lecho de muerte, junto a su marido que no soportó las condiciones tan insalubres del encierro. James con tan solo catorce años comenzó a trabajar con un vecino negociante para poder traer comida a su mesa. Su hermana más pequeña Íngrid, a los nueve se enfermó de tuberculosis por lo cual falleció dos semanas después de descubrirlo, su hermano Carlos, tras meterse a la mala vida, endeudarse y todo lo que le siguió en adelante, murió por una pelea entre borrachos en la que se vio envuelto. James, continuó en sus ahorros hasta que pudo por sus propios medios en casa hacer algo similar a un negocio. Con el apoyo de sus vecinos, pudo avanzar en la vida, casándose al poco tiempo con una joven llamada Sasha Bellamy, hija de campesinos franceses, con quien al pasar los años tuvo dos hijas, Leila y Candy Mayer Bellamy. Acaudaló una fortuna multimillonaria a lo largo de su vida.

Reporte medico:
El señor Mayer está en perfectas condiciones para hacer uso de sus facultades mentales.

Inscripción en hospital psiquiátrico:

Hoy 8/1/2013
Se ingresó al paciente con resistencia altamente peligrosa.

Cheque con pago para soborno al director firmado por Candy Mayer autorizando la reclusión del anciano de nombre James Mayer Sellers.

Fallecimiento de este el 2 de febrero del 2020, tras balbucear unas bagas palabras que no fueron claras.

Los ojos de Neil parecieron perder totalmente su brillo, al igual que los de Jinny. Internaron a su abuelo para hacerse con la fortuna del mismo. ¡Cabrones, hijos de put*! James murió el mismo día que Neil cumplía sus veintiún años. Le vi levantarse en dirección a las escaleras, me iba a dirigir a él pero Wells me tomó del brazo.

— Dejale solo, tiene mucho que procesar... — no Wells, no sabes de lo que Neil es capaz.

Wells me observaba mientras apenas conseguía digerir todo lo que habíamos descubierto. Necesitábamos poner a salvo a Casey, Alan y Bertha, ya sabíamos que serían el próximo objetivo luego de que acabasen con el chico pelirrojo.

John comenzó a buscar acerca de él, yo tomé el móvil y decidí llamar a Alan.

Llamada:

Alan Ainsworth ¿qué desea?

Pa... Alan soy yo, Alondra.

Golond... Alondra, dime pequeña.

Necesito que por favor me escuches sin hacer preguntas, están en peligro, Casey y tú, dejé una dirección en tu e-mail, llega allí hoy si así se puede, no esperes a mañana. Les quieren hacer daño, por favor, creeme.

Alondra, ¿cómo sabes de eso? ¿Estás jugando? Pequeña no tengo tiempo para juegos ahora, estoy en medio de una reunión.

¡Qué no estoy jugando! ¡Te digo que corren peligro, una fuente de mi tía Charlotte me lo ha asegurado!

¿Una fuente de Charlotte?

Exacto.

Como digas, llegaremos los tres a esa dirección cuanto antes, llamaré y avisaré a Casey.

¿Los tres?

Claro, Casey, Jaqueline y yo.

Ok, que nada te distraiga, que no te convenzan de hacer lo contrario, me oyes.

pequeña, estaremos allá.

Cuidate mucho Alan.

Tú también pequeña.

Fin de la llamada.

—¡Wood! — la voz de John me sobresaltó.

—¡¿Qué sucede?!

—Mira lo que he encontrado... Henry Wood Cass. Hijo único de padres divorciados, su madre Jaqueline Wood y su padre Jackson Cass tuvieron un romance de adolescentes pero por no tomar las debidas medidas, Jaqueline quedó embarazada de Henry a los quince años de edad. Ocultó este embarazo al mundo por lo cual reconoce al pequeño por fuerza de su hermana Charlotte Wood, pero aún así le deja con su padre, el que fallece poco después mientras el niño tenía una edad de cuatro años y medio. Vivía con sus abuelos en Londres pero por motivos extraños desapareció de casa en la mañana de octubre en que ocurrió el accidente de su querida tía. Es pelirrojo (como todos en su familia paterna y materna), alto y delgado, sus manos y pies son grandes, y tiene la cara cubierta de pecas, los ojos azules y la nariz larga. Es muy optimista y hasta cierto punto despreocupado, aunque a veces le cuesta sobrellevar el hecho de que su familia sea un total desastre. También se caracteriza por ser muy inseguro consigo mismo. Es bueno para el ajedrez, damas e incluso barajas. Es sarcástico y bromista, celoso pero sobre todo un buen amigo de los animales. En sí suele ser muy solitario.

— Entonces es hijo de Jaqueline, ella renegó a su propio hijo. Que mujer, no merece ni que le llamen así.

— Sabes ¿a dónde pudo haber ido el pelirrojo?

— No John... ni la menor... ¡Espera! ¡La tía Charlotte tenía en Essex, Chelmsford una casa muy linda que por detrás tenía un jardín que hacía límite con el parque, era hermoso. Y en mi sueño ella le dice que vaya a aquel jardín que él conoce, que queda en un pueblo un poco lejos de Londres! — le digo mientras este trata de localizarlo, en ello comienzo a sentir como mi pecho se hace cada vez más pequeño, me asfixia, me duele el corazón, Neil tarda mucho.

Subo las escaleras, buscando una habitación donde poder tumbarme para ver si es por el agotamiento. Entonces comienzo a sentir un ruido sumamente extraño. Venía de una de ellas, coloco mi mano en el pomo, asustada de que alguien se hubiese colado y tomando la lámpara del pasillo, me adentré, para quedar petrificada de horror. Neil estaba colgado del techo.

¡Será idiota!

Mis lágrimas comenzaron a fluir a por marejadas mientras corría para zafarle la soga de la cortina. Su cuerpo cayó desplomado con toda fuerza al suelo de madera que rechinaba por el peso del rizado. Me dejé caer a su lado, arrodillada mientras acariciaba aquellos rizos castaños enredados en mis dedos.

— Neil, Neil por favor... No me hagas esto. Te necesito. Me prometiste que no te marcharías de nuevo, estás rompiendo tu promesa. No sé porque mierdas sabía que harías una locura, eres muy predecible. — yo me abrazaba a su pecho mientras lloraba con más y más fuerzas. — Yo te amo, Neil, te amo mucho. Desde que me agrediste en el colegio me di cuenta que nunca antes me había dolido tanto algo que tuviese que ver con un chico como me había dolido tu partida, siempre te he amado sin tener la mínima idea de que lo hacía, no me dejes sola. — lloraba a la vez que tomaba su mano. —Te amo, por favor... No me dejes, aún tengo mucho que decirte, que demostrarte... ¡Neil! Yo me muero sin ti. — susurré en sus labios cuando me acerqué a besarle.

Fue entonces cuando de momento un suspiro calentó los mismos y me hizo mirar ese bello rostro esculpido por los dioses.

— Puedes...volver a... repetirlo... — mis mejillas estaban cada vez más empapadas.

— Sí, sí, sí, te amo, te amo mucho, mucho Neil. — añadí mientras le besaba nuevamente. — Explicame que locura a sido esta.

— Por unos momentos, no tenía las menores ganas de vivir. No te tenía, perdí a Jinny, la lastimé. Permití que ese imbécil y la put* aquella le hicieran todo eso, desistí de investigar lo que le pasó al abuelo, te hice daño. Siempre lo hago todo mal, no merezco vivir... Soy una mierda.

— No, no digas eso, tú eres mi motociclista peligroso playboy. Te amo y no puedes privarme de tus labios con sabor a frambuesas, lo de Jinny fue un poco tu culpa pero... me he dado cuenta que necesitas un psicólogo, de lo contrario seguirás actuando así. Tendrás más y más impulsos suicidas, por lo que del todo no tienes culpa. Lo de tu abuelo, eso no se lo esperaba nadie y a mí, nunca me has hecho daño, yo te lo he causado a ti, labios con sabor a frambuesa. — su leve sonrisa me ha enternecido por completo.

— Wells...

— A ido a seguirle la pista al pelirrojo que hablaba con la tía Charlotte. — le corté antes de que terminase de hablar. Se escuchaba algo ronco.

— ¿Y tú?

— Me quedaré a dormir contigo, haber si así evito que hagas una locura de nuevo, playboy salvaje.

— Has lo que desees, te dije una vez que era todo tuyo, tú mandas sobre mí, eres mi reina... — me dijo mientras sus labios volvían a acoplarse a los míos. Definitivamente le amo.

• • •

Me despierto, tengo demasiado calor y estoy abrazada a Neil, que se encuentra semidesnudo. Aunque está profundamente dormido, me tiene bien sujeta entre sus brazos. La fuerte luz de la mañana se filtra por las cortinas. Tengo la cabeza apoyada en su pecho, las piernas entrelazadas con las suyas y el brazo sobre su vientre.

Levanto un poco la cabeza, temerosa de despertarle, después de lo sucedido merece descansar tranquilo por un rato. Parece tan joven, y duerme tan relajado, como si fuese un niño, tan absolutamente bello. No puedo creer que este dios pagano sea mío, todo mío. Cuerpo, alma y corazón, su existencia completa es mía, él se ofreció.

Mmm... Esa idea me hace sentir aún más acalorada. Alargo la mano y le acaricio desde su perfecto rostro hasta el torso con cuidado de no despertarle, deslizando los dedos sobre sus tatuajes, y él no se mueve. Dios santo. Casi no puedo creerlo. Es realmente mío... desde que me conoció en el jardín de niños.

Me inclino sobre él y beso tiernamente sus exquisitos labios color frambuesa. Él gime bajito, pero no se despierta, y yo sonrío. ¿Con qué estará soñando? Le beso otra vez, captura mis labios, coloca sus manos en mi cadera y en menos de lo que me imagino estoy sentada sobre él, entonces abre sus ojos.

— Hola — digo con una sonrisita.

— Hola — contesta totalmente agitado — ¿Qué estabas haciendo?

— Mirarte, bueno... luego... es que me tentaste, eso no se vale.

Deslizo los dedos siguiendo el rastro de tinta de sus tatuajes. Él atrapa mi mano cuando se inclina al frente y me muerde los dedos, entorna los ojos y luego sonríe con su deslumbrante sonrisa de niño pequeño. Entonces yo le devuelvo también la sonrisa. Ha recuperado el brillo de sus ojos, a medias, junto a ellos parece tener una pizca de venganza, pero realmente no estoy segura.

Neil se encuentra muy confundido. Han sido demasiadas cosas.

Oh... ¿por qué me ha mordido la mano?

De pronto se coloca encima de mí, apoyando mi espalda contra el colchón y sujetándome las manos, en un modo de advertencia juguetona. Me roza la nariz y los labios con los suyos.

— Me parece que ha estado pensando cosas extrañas señorita ardilla pervertida. —me reprende tiernamente, pero sin perder la sonrisa con dientes perfectamente blancos.

— Me encanta imaginar cosas contigo... bueno...en las que estés tú... Emm...

— Ya mejor calla. — se acercó y juntó nuestros labios.

Su mano fue deslizándose a mis caderas, comenzó a levantar la camisa negra suya que llevaba puesta pero en ello tocan a la puerta.

— ¿Estás despierto? — la voz de Wells se hizo presente.

— ¡Y acompañado también! — rió Neil al ver como mi rostro cambiaba de color.

Éste se dio la tarea de pasar a la habitación y por suerte, no llegamos ha hacer nada. Dios mío.

— Bueno chicos. ¿Qué tal si bajan?

— Wells, solo dormí con Neil... no hicimos nada...

— No le digas que he tratado de... tú sabes. — me susurró por lo bajo.

— Como quieras, pero se dará cuenta, él te conoce. No obstante... tienes la media marca en el cuello.

De pronto la puerta de la habitación se abre y John entra con una cara seriamente de preocupación.

— ¿Qué ha sucedido? — le insistí para que hablase.

— Pues, fui en aquella dirección. Una señora, a juzgar por sus ropas era el ama de llaves. Ella me dijo que allí no había ningún joven, tampoco conoció a nadie con esa descripción. Así que, volvemos al punto de partida.

— ¡Señor Wells! — escuchamos la voz de la señora de rizos canosos.

— ¡Digame!

— ¡Hay un joven preguntando por la señorita Wood! — aquellas palabras nos hicieron petrificar a los tres. Neil me tomó la mano, sacó su arma y nos colocó a mí y a John detrás de sí.

• • •

— ¿Qué quieres de ella? — preguntó Neil con el arma aún en la mano. El joven podría jurar que no paraba de temblar.

— ¿U...usted... es el mayor...de los Hawk? — tartamudeo el chico, cuando apenas conseguí moverme un poco del agarre de Neil, comencé a ver aquella melena rojiza.

— ¿Henry... Henry Wood?

— ¿Tú eres Alondra? — decía él observándome con aquellos ojos azules celeste asustadizos.

— Sí, él es Neil Hawk. — dije mientras tomaba la mano de este para que bajase el arma y miraba al doctor — Y este es el doctor John Wells. Vienes de parte de mi tía Charlotte ¿verdad?

Él entró y Neil rápidamente cerró la puerta, mirando a ambos lados.

— ¿No te han seguido?

— No... — susurró él muy tembloroso.

— ¿Dónde has estado? — le interrogué antes de que pudiera decir una mínima palabra más.

— En la casa de mi tía Charlotte, bueno nuestra tía Charlotte. Su casa de Essex.

— Imposible, yo he ido allí y me dijeron que nunca antes habían visto un joven con tales descripciones. — afirmó Wells.

— Lo sé, yo mandé a que dijesen eso los empleados. Pero cuando dejó su tarjeta, me percate de que usted era uno de los caballeros a los que la tía hacía alusión por ello le seguí a una buena distancia para que no se asustase, maestro. — soltó el joven que traía una mochila azul, del mismo tono que sus ojos.

— ¿Y qué era lo que había en el portafolio negro Henry? — preguntó Neil sin escatimar haciendo que el joven enpalidezca.

— ¿Cómo saben del portafolio?



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