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Capítulo 18

Me encontraba en un lugar que creía no haber visto nunca en mi vida, aunque la sensación de familiaridad me contrariaba, gravemente, ¿dónde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Yo no estaba con Neil? ¿Qué pasó?

¡Alondra! — un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al escuchar como alguien me llamaba entre lo que parecía una densa niebla.

¿Qué ha sido esa voz? ¿Vendría de la niebla? ¿Dónde estoy? ¿Por qué hay tanta niebla? No consigo ver nada.

A mi alrededor, todo era luces y sombras que se entremezclaban como pintura al estilo de las nubes del cielo de Van Gogh, era sumamente extraño e incluso me causaba mucho mareo, parecían una perfecta simulación de ello unido a los remolinos coloridos del universo, aquellos que sólo se ven en las películas acerca del cosmos, dios mío, siento que todo me da vueltas.

De repente comienzo a distinguir entre la nebulosa la luz del sol poniéndose entre las montañas, resultaba bastante fuerte para estar llegando el crepúsculo, podría decirse que era como si me encontrará en una zona elevada, los hermosos violáceos y tonos en un azul prusia invitaban a la noche a que dejara caer su perfecto manto de sombras con cristales relucientes sobre esas extensas tierras, aunque sigo sin entender.

¿Dónde me encuentro? ¿Qué ha podido ser aquella voz? ¿Sería de la tía Charlotte? No creo, ella está en el hospital, sería algo imposible, pero ¿quién más sabría mi nombre? «mi madre» no, eso no puede ser, mi mente está jugando conmigo cruelmente y de forma retorcida.

¡Alondra! ¡Pequeña que se hace de noche y te vas a perder! ¡Vamos!

¡Tía Amy déjame seguir jugando!

Pero mi pequeña golondrina, eso no es posible, a tu tía Charlotte le dará una cosa si no llegamos enseguida. ¿Tú quieres ver a la tía Charlotte triste y preocupada? — susurro una joven de la que apenas podía ver el rostro pero su voz era la dulzura misma, como si estuviese bañada en caramelo, me resultaba tan familiar.

¿Quién será?

Pero... Yo quiero jugar con el conejito, mira que lindo es tía Amy, déjame seguir jugando...

¿Y si nos llevamos al conejito?

¿Podemos tía Amy?

No creo que Charlotte se moleste por un conejito, ven acá mi pequeña golondrina, dale un abrazo fuerte y grande a la tía Amy.

Me encontraba viendo a una pequeña niña, de tez morena, ojos color caramelo, labios de un rojo bronceado, cabellos castaños claros, medio rojizos en algunas zonas, con unos perfectos rizos que se movían bailando en el aire.

Era yo, yo de pequeña, dando vueltas sobre mí misma con los brazos extendidos en dirección a unos árboles de lo que parece un bosque misterioso, como si estuviera esperando a que alguien saliera de entre las sombras que creaba la luna con su luminosa entrada, ya se había hecho de noche, definitivamente la tía Charlotte se iba a molestar mucho.

Alguien querido para mí me hablaba, alguien amado en mi niñez, alguien anhelado y olvidado durante mucho, mucho tiempo... ¿Dónde me encuentro? ¿Quién es ella? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué intención tienen con esto? ¿Por qué no puedo despertar? ¿Estaré soñando o es que todo es real?

Esto me está dando miedo. De repente una silueta oscura, en cierto grado, siniestra, apareció entre la vegetación.

Era un hombre alto y corpulento, tanto que mientras se me acercaba, yo tenía que echar la cabeza totalmente hacia atrás para mirarle, tanto yo como mi versión de pequeña.

No podía verle la cara... La imagen era muy borrosa, la de la joven ya comenzaba a verse más nítida, como cuando vas a fotografíar a alguien y esperas a que el lente se adapte.

Parecía feliz, me sentía feliz, era un sentimiento muy extraño. La tenía enfrente, mientras podía ver toda aquella escena, con su tez tan pálida como la mismísima luna parecía estar algo bronceada, no se porque razón conozco tanto de ella, los mechones de su pelo castaño caían rizados sobre su cara y por detrás de la nuca. Su pecho se alzaba agitadamente como si hubiese corrido un maratón.

Debía ser por todos aquellos efectos que traía consigo la espera por el joven, aquel hombre que se encontraba mirándole fijamente. Ella no puede parar de sonreír, la verdad, yo tampoco, me recuerdan a alguien, esos labios color como zarza moras...

¡Casey! ¡Claro, es la madre de Casey, debe de ser! No puedo creermelo, ¿pero qué hago yo aquí? ¿Cuál es el motivo? ¿Ella no había fallecido?

Espera, ¡Esa soy yo de pequeña! Lo cual quiere decir que esto, sólo son recuerdos, olvidados en algún lugar de mi cabeza.

Me volteo encima de mis propios talones y entonces me quedo petrificada viendo al horizonte. ¡Oh dios mío! ¡Estamos en la cima de una montaña! La antigua casa donde vivía el padre de Casey con su madre podía verse a lo lejos, era hermosa, los muros de enfrente ya no estaban caídos por la remodelación del hogar, al contrario, estaban más firmes que nunca.

El bosque se ve de una forma distinta, ¿cómo decirlo? Más exuberante, las grandes hectáreas arrasadas por los ejecutivos se veían intactas. ¡Estoy en el pasado! Pero ¿por qué? ¿Qué es lo que hago yo aquí?

— Tengo que regresar, pero, ¿cómo? ¿Qué está pasando? Si es un sueño entonces debería poder despertar. ¿Por qué no lo consigo?

—¡Alondra! — era Neil, su voz resonaba en mi cabeza pero por mucho que quisiera no conseguía abrir los ojos, parpadeo varias veces, me pellizco los brazos.

¡Nada! La joven que tenía enfrente no parecía verme. Soy... un fantasma.

Mi pequeña golondrina viajera, ¿te sientes mal? ¿Pasa algo? Te veo pálida — por un momento aquellas palabras que cruzaron por mi mente me trasladaron a la literatura de los escritos de Thomas Hardy, Tess, la de los d'Urberville.

En situaciones como la que estoy enfrentando, me siento justo como Tess, –ésta mujer estuvo en el lugar equivocado y en el momento equivocado del siglo equivocado– al igual que yo.

¿Qué hago en el pasado? ¿Por qué sueño con el pasado? Esto es un tormento. Oh Cincuenta Sombras, cuanto te entiendo en estos momentos.

Buenas noches, mi bella princesa — me decía mientras se acercaba y me cogía en brazos elevándome en peso.

Tan sólo conseguía mirarle, espera, ese, ¡Ese es Alan!

[¿Estás segura Wood?]

Pues claro, tez pálida, así como si fuese piel de plata, cabellos cobrizos, considerablemente algo regados, sin rizo alguno, ojos de un gris divino, profundo, labios en un rosado pastel, dientes perfectamente blancos, no hay duda, es Alan.

El calor humano y el afecto, eran tan reconfortantes en aquella atmósfera, más aún cuando se sentían tan sinceros, lejos de las mentiras, a pesar de no ser mis padres me sentía tan acogida, más bien, parecíamos una familia...

¿Quién era ese hombre? Era nada más y nada menos que Alan Brown, el padre de Casey ¿por qué al principio no podía verle la cara? No tengo ni la menor idea.

Debe ser porque la niebla me dejó algo aturdida, bueno de por , éste sueño ya me tiene aturdida.

No parece ser un hombre tan serio como lo es ahora, se ve, ¿cómo decirlo? Más joven, mucho más joven, relajado, tranquilo, no tiene esa tristeza en la mirada y pues, su apariencia, sin juzgar el rostro, puesto que continúa siendo el mismo, como si los años no hubiesen pasado para él, parece muy galante, divertido. Tiene que ser por ella. Debió amarle mucho.

He estado esperando todo el día por ti — decía con voz melodiosa y coqueta acariciándole la barbilla. — Nuestra pequeña golondrina viajera no ha parado de preguntar en donde estabas. Sabe muy pocas palabras, en español latino pero esa palabra, "papá" ha sido la primera que pude enseñarle, con lo niña que es domina ya un inglés espectacular, yo le dije a Charlotte que le enseñaría algunas cosas, es una pequeña muy curiosa y te adora a más no poder.

Yo también le adoro. Mi pequeña princesa...

Es golondrina viajera, Alan, como en los poemas de Beckett.

Para ti, para mí, es mi princesita.

La mujer se acercó a besarlo. Parecían tan felices juntos. ¿Por qué demonios no puedo verle la cara bien del todo a Alan? ¿Cuándo acabará esto?

Aquella imagen se convirtió en una espiral vertiginosa que no dejaba de dar vueltas a toda velocidad, mezclando colores, formas, palabras, parecía un agujero negro que me absorbía cada vez más, sentía que quería vomitar, los mareos me mataban.

La espiral se paró como si fuese un carrusel y aparecieron otras imágenes que me dejaron muy confusa.

La madre de Casey estaba con una pequeña en el salón de parto. ¡Oh por dios! ¿Es Casey? ¿Esa pequeña es Casey? ¡Se ve divinamente tierna!

Una bebita alegre, sonriente, aunque un poquito llorona en los brazos de su madre, juraría que Alan estaba a punto de convertirse en agua, se volvía tamaño, bata azul y lágrimas, como si fuese una inmensa cascada.

De repente pasan a Casey a los brazos de otra joven muy hermosa, al parecer para limpiarla y todos los otros procedimientos, no la veía claramente, pero la percibía, la sentía como se la llevaba.

Era un día lluvioso pero ellos estaban tan felices con la venida de Casey al mundo que no les importaba en absoluto que lloviese a cántaros, ya se acercaba el crepúsculo, podía divisarse por los cristales del salón. Lo extraño es, que Amy seguía viva.

Todo parecía desvanecerse nuevamente. De pronto me encontraba sumergida en algo similar a un portal, una brecha en el espacio y tiempo ¿A dónde me lleva esto? ¿Cuándo volveré a casa?

Necesito a Neil, quiero despertar, esto no me gusta nada, en lo absoluto, tengo miedo, siento que algo pasará, no quiero ver más nada ¿Por qué me enseñan esto? ¿Acaso están jugando conmigo?

De pronto todo se detiene y parece como si estuviese cayendo en el vacío, tan oscuro, silencioso, incluso de tanta soledad llega a ser perturbador.

Vuelven los colores, de formas extrañas, como si alguien estuviese lanzando pintura, jugueteando con el pincel, realizando figuras abstractas, amorfas, resultaba muy divertido, de momento parecía alejarme de todo lo que sucedía.

Veo entonces una chimenea, calcetines de navidad, un olor delicioso colándose en mi nariz, galletas de gengibre, muchas risas, risas desenfrenadas ¿Dónde estoy ahora?

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