Capítulo IX
7 años atrás
Rafa salió de la habitación a buscar tres gaseosas, iban empatados en el FIFA con Sebastián y le tocaba la ronda a Guille. Quería hacer un descanso antes de la jugada final. Pasó por el pasillo que daba a las habitaciones. La de Guille era la última. Si bien era de día estaba todo demasiado tranquilo. Los padres de su amigo estaban trabajando y era la hora de la siesta, el barrio en donde vivía entraba en un remanso.
Se conocía la casa de memoria, ya que pasaba más tiempo ahí que en la suya. No porque se llevara mal con sus padres, sino porque pasaban mucho tiempo en la empresa o viajando por negocios y él prefería estar con sus amigos que solo. Eran su segunda familia.
Bajo las escaleras y sintió risas en la cocina. Creyó reconocer la de Paula e intentó ser lo más sigiloso posible. ¿Con quién estaba? Sabía que a esta hora tendría que estar en los talleres extra programáticos del colegio. No es que se supiera su horario de memoria, pero cómo pasaba más tiempo en esa casa que en la suya, se había aprendido bastante bien sus movimientos.
Se quedó en el rellano de la escalera, no quería ser un mirón, pero le picaba la curiosidad. Quería saber quién la hacía reír de esa manera. Sintió una molestia extraña en el pecho. Hacía tiempo que se preguntaba cuáles eran sus sentimientos hacia Paula. Al principio la había visto como una hermana menor. Guille era muy protector con ella y él había seguido ese rol. Pero ya no era una niña, había crecido y Rafa había dejado de verla como una hermana sin darse cuenta cuando.
La risa de Paula estalló de nuevo y Rafa se acercó un poco más para mejorar su visión. Vio como un chico la tenía arrinconada contra la mesada de la cocina y sintió como la bronca le subía por la sangre. Creyó reconocer a Joaquín, un jugador de fútbol de la escuela. ¿Estaban juntos? Los había visto un par de veces, pero no creía que fueran más que amigos. Le parecía un idiota, y poco compatible con una chica como Paula. No entendía qué hacía con alguien como él.
—Basta, Joaco. Está mi hermano arriba. —Rafa vio como Joaquín le metía mano a Paula dentro de la camisa del uniforme de la escuela.
—Vos misma lo dijiste, está arriba. No nos escucha, nena. Estamos solos acá. —Joaquín intentó levantar la camisa de Paula y ella se alejó riéndose. —Dale, dejáme tocarte un poco esas tetas.
—Basta, Joaquín.
Rafa no aguantó más y carraspeó para llamar la atención de ambos mientras se acercaba a la cocina.
—Me pareció escuchar que te dijo basta —murmuró con la mandíbula apretada y cara de pocos amigos y vio como Paula se ponía roja como una fresa. Le encantaba cuando sus mejillas tomaban ese color, salpicadas por las pecas y contrastando con sus ojos verdes. Parecía una muñeca.
—¿Y vos quién sos? —preguntó Joaquín alejándose de Paula—. Pensé que tu hermano era Guillermo.
—Y no te equivocas. Yo no soy el hermano. Pero si querés conocerlo lo llamo. Vos, ¿no tendrías que estar en la escuela a esta hora? —Rafa miró a Paula que seguía roja de la vergüenza.
—Salimos antes porque la profesora faltó. ¿Ahora te tengo que dar también explicaciones a vos?
—Veo que no desaprovechaste el tiempo libre. —Rafa abrió la heladera y sacó una botella de gaseosa—. Permiso. —Corrió a Joaquín y se puso en el medio de los dos para sacar tres vasos de la alacena. Luego miró al chico. —¿Y vos no tendrías que estar entrenando? —Joaquín lanzó una carcajada y miró a Paula.
—¿Y a vos que te importa lo que tengo que hacer? —Rafa lanzó dardos con la mirada. Y el aire entre ellos se cortó con un cuchillo.
—Tiene razón, Joaco, ya es tarde y tengo examen mañana. —Paula empujó a Joaquín hacia la puerta.
—Está bien nena, te veo mañana. —Joaquín le dio un beso en la mejilla a Paula, muy cerca de su boca. Rafa sintió la necesidad de sacarlo del cuello afuera de la casa, pero se contuvo. Sabía que Paula ya estaba bastante enojada y no quería empeorar la situación. Vio cómo se despedían sin muchas ganas.
—¿Se puede saber que fue eso? —preguntó Paula al cerrar la puerta.
—Te estaba metiendo mano hasta la garganta... dijo que te quería tocar las tetas. Es un imbécil.
—¿Y si yo quería que me las toque? No podés aparecer así de la nada...
—¿Querías que te toque? —Los ojos de Rafa se enredaron con los de ella. Luego, bajaron por su pecho, deteniéndose en los botones desabrochados de su camisa. Sintió como la cremallera de sus pantalones se apretaba y maldijo en su mente. Ahora su cuerpo lo traicionaba. Estaba perdido—. Le estabas pidiendo que pare, Pau.
—Ya estoy grande, Rafa. No necesito que nadie me salve. Y para que sepas ya tengo un hermano. No quiero dos. —Paula se acercó hacia la mesada. Tomó la botella que sostenía Rafa y sirvió la bebida en los tres vasos. Luego, tomó un poco de uno de los vasos y se lo llevó a la boca. Los ojos de Rafa siguieron todo el movimiento como si fuera un autómata.
—No te preocupes. Sé muy bien que no soy tu hermano. —La voz le salió entrecortada—. Y tampoco quiero serlo. —Rafa agarro el vaso que tenía Paula en la mano y tomo de la misma gaseosa. Paula se quedó de piedra mirando el movimiento de su garganta al tragar—. ¿Me ayudas a subirlos?
Paula resopló, tomó los otros vasos y siguió a Rafa por la escalera.
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