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Capítulo Ⅵ



La puerta del ascensor se abrió y Rafa se encontró de frente con Paula. Estaba tan hermosa, tan mujer, pero con la dulzura inocente en sus ojos intacta. Tuvo unas ganas locas de abrazarla y besarla ahí mismo. Y qué todo se fuera a la mierda, que explotara. Pero lo frenó la cara de susto y desconcierto de ella al verlo.

¿Él la asustaba? No parecía contenta por verlo. Intentó balbucear un «hola» pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta. No quería quedar como un tonto, por lo que carraspeó y se lanzó a lo que fuera.

—Hola, petiza —susurró con una sonrisa un poco forzada, no porque no fuera sincera, sino por los nervios que lo atravesaban.

Si supieran sus amigos en el estado en que se encontraba se comería la mar de las gastadas. Era un chico sensible y aunque eso le atrajo varias burlas, no le importaba. Él era así y allá los demás si no lo entendían.

—Hola, Rafa —respondió Paula con la voz entrecortada mientras intentaba subir al ascensor cuando Rafa se adelantó para bajar. Se chocaron una y dos veces.

—¿Bajas? —preguntó él con una sonrisa.

—Sí, ¿vos vas a ver a mi hermano?

—Sí, pero te acompaño hasta abajo y vuelvo a subir.

—No es necesario. Ya estoy grandecita como para poder usar un ascensor sola.

—Uff, me había olvidado de la Paula malhumorada... —respondió Rafa mientras subía de nuevo al ascensor con ella y cerraba la puerta—. Ya veo que estás grandecita, pero aun así quiero acompañarte. ¿Puedo?

—Ya subiste. —Paula se acomodó lo más lejos posible. Casi pegada a una pared del pequeño ascensor mientras Rafa tomaba la de enfrente.

—Veo que algunas cosas no cambian. —Sonrió Rafa. La respuesta de Paula le trajo recuerdos de su infancia. Solo había cambiado un poco su cuerpo, pero en lo demás era la misma mujer que lo volvía loco—. Si querés hablarlo...

—Ya sabes que ahora no quiero.

—Bien, y vos sabes que cuando quieras podés contar conmigo, que siempre voy a estar. —Paula lo fulminó con la mirada.

—No estuviste por tres años —reclamó cruzándose de brazos. Y se sintió la mujer más tonta por hacerle reclamos. No era su lugar y tampoco quería ponerse en el.

—Lo tomo, es verdad, pero sí querías podías llamarme. No me fui a la luna.

—Si intentas hacerte el gracioso te aviso que no surte efecto.

La puerta del ascensor se abrió y Paula salió disparada hacia la salida del edificio con Rafa pisándole los talones. Lo más sensato era dejarla ir, pero ahora que la había visto no podía separarse de ella. Su ausencia le había dolido, tanto como a él.

—¿Vas a trabajar? Me contó Guille que te recibiste de Bióloga. Te felicito.

—Gracias. —Paula miró hacia un lado y otro de la calle buscando un taxi. Necesitaba salir ya de ahí.

—¿Vas en auto?

—No tengo auto, y si lo tuviera tampoco tengo registro —contestó mientras empezaba a caminar hacia algún lugar que ni ella sabía. Rafa la siguió de una corrida.

—¿Tu hermano no te enseño? Muy mal ahí mi amigo.

—Dice que no tiene paciencia para mi inoperancia. —Rafa la freno tomándola de la mano y, al tocarla, sintió la misma electricidad que había sentido la noche de la fiesta en el estudio. Paula se soltó de su agarre como si la hubiera quemado. ¿Habría sentido lo mismo?

—Podemos arreglarlo. Tenés que aprender y yo puedo enseñarte. —Paula soltó una carcajada que le nació de lo más profundo

—No creo que a tu novia le guste. —La incomodidad flotó entre ellos. Tenía razón. No estaba siendo justo. Se comportaba como si nada pasara entre ellos, como si fuera un hombre libre. Algo que en ese momento deseaba en lo profundo—. Me voy a tomar un taxi porque estoy llegando tarde.

—Te llevo —afirmó Rafa acercándose. Sabía que tenía que alejarse, dejarla ir. Pero no podía.

—No es necesario. Puedo tomar un taxi.

—Pau, podés bajar la guardia conmigo. Cuando te escribí era para hablar, no para discutir. —Paula se sonrojó con la mención del mensaje—. No tiene sentido que te tomes un taxi cuando puedo llevarte. ¿Sí?

—Está bien. —Paula bajó la guardia. Verlo con esa cara, de perro mojado y con frío, derribó todas las barreras que había levantado en el ascensor.

—Vamos, mi auto está en la esquina.

Cruzaron la avenida y Rafa la tomó de la cintura. El instinto protector que sintió desde que la conoció se había acrecentado. Ella arqueó la cintura ante el contacto de su mano.

—También puedo cruzar la calle sola —susurró Paula sin soltarse del agarre de Rafa.

—Paula... hablamos de bajar la guardia.

—Perdón. —Paula levantó las manos en signo de rendición—. Lo intento, pero me sale así. Se ve que es nuestra dinámica. —Rafa soltó una sonrisa. Desde que tenía uso de razón, Paula lo trataba del mismo modo, al principio dura, pero siempre se ablandaba. Era como un caramelo relleno de chocolate.

—Estamos a tiempo de cambiarla.

Subieron al auto y Rafa prendió el aire acondicionado. De pronto sentía que hacía demasiado calor en el auto. Paula bajó el espejo del acompañante e intentó peinarse.

—Estoy hecha un desastre. Salí tan apurada que no tuve tiempo ni de peinarme.

Rafa desvió la mirada de la ruta para verla. Estaba tan hermosa como siempre o más así al natural. Estaba acostumbrado a tratar todo el tiempo con mujeres llenas de maquillaje y demasiado formales, gracias a su profesión. La simpleza de Paula, su naturalidad, siempre le había encantado.

—Estás muy linda, como siempre —las palabras se deslizaron de la boca de Rafa sin poder detenerlas. Vio que Paula se sonrojaba mientras cerraba el espejo.

—No mientas. No estoy en mi mejor momento. —Paula se removió nerviosa en el asiento—. ¿Fuiste a ver a mi hermano?

—Sí y a Sebas. Comimos la otra noche juntos, pero el tiempo no nos alcanzó para ponernos al día. Sebastián está muy cambiado. Parece que le hizo bien el casamiento.

—Sí, Tina es muy buena. Están muy enamorados. Y los mellizos son preciosos. ¿Los conociste?

—Todavía no. —Rafa frenó en un semáforo y miró a Paula con un brillo en los ojos. Le costaba horrores apartar la mirada de sus labios, de sus piernas. No había parte de su cuerpo que no lo atrajera—. No me dijiste a donde vamos.

—Ay perdón —respondió Paula con una sonrisa y volviendo a sonrojarse—. Me distraje. Voy a pasar por el laboratorio a buscar algunos elementos para el trabajo. Queda cerca, en Neuquén y Rojas.

Rafa dobló para tomar el camino más largo hasta la dirección que le dio Paula, quería detener el tiempo, alargarlo un poco.

—Se ve que esa chica le hace bien —siguió Rafa, no aguantaba el silencio entre ellos. No después de estar tanto tiempo lejos. Eran dos personas distintas, pero al mismo tiempo los mismos de siempre.

—Sí, al principio fue un poco complicada la relación, pero por suerte salió bien.

—Algo me contó. Muy loco como se conocieron. —Rafa sonrió y negó con la cabeza—. No quiero imaginarme como lo habrá tomado tu tía.

—Mejor no te lo imagines porque fue tremendo. Creo que empezó a aceptar a Tina cuando vio a los mellizos.

—¿Y vos? ¿Estás saliendo con alguien? —Paula se ahogó con su propia saliva al escuchar la pregunta de Rafa y empezó a toser como una loca—. ¿Estás bien? Al costado de la puerta hay una botella de agua.

Paula tomó de la botella y Rafa se perdió en el movimiento de su boca. Por suerte estaba manejando, no sabía como reaccionaria si no estuviera obligado a mantener las manos sobre el volante.

—No tengo tiempo de tener una relación. La carrera me consumió bastante y ahora con el trabajo es complicado encontrar el tiempo para conocer a alguien. Tampoco soy muy sociable que digamos.

—Es cierto, pero eso nunca te impidió salir con chicos.

—No, me lo impedían vos y mi hermano, metiéndose en medio de toda relación que tenía. —Rafa lanzó una carcajada. —No sé qué es gracioso...

—Me acordé de cuando sacamos a patadas al del equipo de fútbol, ¿Cómo se llamaba?

—Joaquín. Fue mi primera vez —La sonrisa de Rafa se borró al instante y sintió como sus músculos se tensaban y la sangre le hervía. De solo imaginar a ese tipo tocándola, haciéndola mujer se le revolvió el estómago—. No sé por qué pones esa cara. ¿Te pensás que iba a ser virgen hasta el matrimonio? —Paula miró hacia la ventanilla rememorando el pasado—. Igual no fue nada memorable. Debut y despedida.

—No puedo creer que perdiste la virginidad con ese idiota. —La voz de Rafa salió tensa de la bronca.

—No era un idiota.

—Por lo que decís era mucho más idiota de lo que yo creía.

—Ahí en la esquina es el laboratorio.

Rafa frenó la camioneta con las manos demasiado apretadas en el volante. Nunca había sido un hombre celoso y sabía muy bien que Paula no era suya, pero tampoco quería que fuera de otro. Era un estúpido y un egoísta porque en menos de un mes se iba a casar con otra mujer.

—¿Rafa... estás bien? Te quedaste como en blanco.

—Sí, perdón —dijo forzando una sonrisa que le salió torcida.

—Gracias por traerme —Paula se acercó y le dio un beso en la mejilla.

Rafa sintió la dulzura de sus labios en su piel y se estremeció por completo. Deseó poder agarrarla del pelo y besarla hasta dejarla sin aliento. Se sentía ridículamente posesivo. Paula abrió la puerta para bajarse del auto, pero él la frenó tomándola del brazo.

—Espera, tengo algo —Abrió la guantera y le ofreció un chocolate. Era un ritual para ellos. Paula sonrió.

—Son mis preferidos, gracias.

—Los míos también.

Se quedaron mirándose fijo, sin poder soltarse y sin atinar, ninguno de los dos a irse.

—Bueno, me voy... —Paula sonrió moviendo los pies dos pasos hacia atrás sin darse vuelta—. Dale, arranca.

—Te espero a que entres. —Paula volvió a sonreír y se dio vuelta para avanzar hacia el laboratorio—. Pau —la llamó

—¿Sí? —Rafa quería decirle tantas cosas, pero ninguna tendría sentido ahora. No podía ser tan mezquino con ella. Ni con su novia, Florencia.

—Suerte en el trabajo. —Paula volvió a sonreír.

—Suerte para vos también —respondió mientras corría al laboratorio. 


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