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Capítulo Ⅴ



Como supuso la noche anterior, Paula no pudo casi dormir. Intentó mirar una serie en Netflix sin éxito. Su mente no lograba concentrarse en nada más que la sesión de magia con Cata y el mensaje de Rafa. Recién a las seis de la mañana los ojos se le cerraron del agotamiento. Y ahora el reloj marcaba las nueve, por lo que no había dormido más de tres horas.

Se levantó e intentó estirar el cuello. Estaba dura por haber pasado la noche en el sillón. Fue al baño y se lavó los dientes y el rostro. Al mirarse en el espejo descubrió unas ojeras violáceas debajo de los ojos. Intentó taparlas con un poco de maquillaje, pero no hubo éxito. Estaba hecha un desastre. Le vendría muy bien una ducha y un café cargado, pero no había tiempo.

 Quería correr lo más rápido posible a la editorial de Cata. Necesitaba hablar con ella, contarle lo que había contestado al mensaje de Rafa. Estaba de los nervios por si la volvía a contactar para concretar el encuentro. Cata tendría que ayudarla. Decirle que hacer, cómo proceder. Ella la había metido en este lío, de alguna u otra manera. Era consciente de que ella la buscó, fue a su casa y aceptó realizar el amarre, pero fue presa de las circunstancias. Del clima y la voz persuasiva de Cata. Sola nunca hubiera hecho tal cosa. Tendría que hacerse cargo y ayudarla de alguna forma. Aunque fuera con apoyo psicológico. Uno que necesitaba demasiado.

Además, necesita hablar con alguien y no tenía amigas íntimas con las que compartir algo como lo que había pasado. Las pocas amigas que frecuentaban eran como ella, adeptas a la ciencia y las cosas tangibles. Iban a pensar que estaba loca.

Pidió un Uber y salió de su casa. Llegó a la editorial sin saber cómo, su cabeza estaba en otra parte. El chófer podría haberla paseado o raptado que ni se enteraba.

Al llegar, eludió el ascensor y subió por las escaleras. En un piso antes de la oficina de la editorial funcionaba el estudio de arquitectura de su hermano y su primo. No tenía ganas de que la vean, saludar y perder el poco tiempo que tenía. Había cambiado el horario del laboratorio, ya que tenía que hacer trabajo de campo y el mejor horario era después del mediodía. Si perdía el tiempo iba a llegar tarde.

Al llegar a la oficina la encontró vacía, pero el mismo olor a palo Santo y Lavanda de la casa de Cata flotaba fresco en el ambiente. Sintió que algo se movía y vio unos pies detrás de una gran planta que decoraba la oficina.

—¿Cata? ¿Estás escondida detrás de un potus? —preguntó despacio tratando de no asustarla.

—No es un potus —la voz de Cata salió en un susurro.

—Lo que sea, mi especialidad no son las plantas. ¿Te estás escondiendo? ¿Se puede saber de quién?

—De tu hermano. —Cata asomó el rostro entre las hojas.

—¿De mi hermano?

—Es una historia larga, quizá si ganamos más confianza algún día te la cuente. Lo único que te puedo adelantar es que es temporada de eclipse y si nos cruzamos puede arder el edificio.

—Entiendo... —siguió Paula acercándose lentamente con una sonrisa—. Ahora, lamento decepcionarte, pero no es un buen escondite.

—Lo suponía, pero no encontré otro —respondió Cata saliendo por fin de la planta—. Es ridículo, ¿no?

—Un poco.

—¿Viniste a ver a tu hermano? —preguntó Cata sentándose en su escritorio y haciendo una seña para que Paula se siente frente a ella.

—No, vine a verte a vos.

—¿Por lo de anoche?

—Por lo de anoche, sí. Cuando llegué a casa contesté el mensaje.

—¿Y?

—Y nada... —Paula se revolvió el pelo nerviosa—. Tengo miedo de que me vuelva a escribir para concretar la cita.

—¿Miedo? —preguntó Cata poniendo las manos sobre el escritorio—. Era lo que querías, que él te buscara.

—No sé si es lo que quería. —Paula se levantó de la silla y comenzó a caminar de un lado a otro nerviosa. Cata la siguió y la tomó de los hombros para tranquilizarla.

—Si es lo que querías y es lo que tenía que pasar. Lo vi en las cartas.

—Unas cartas no pueden saber lo que quiero. —Paula se alejó de las manos de Cata cada vez más nerviosa.

—Te sorprenderías...

—De cualquier forma necesito ayuda. Y vos me vas a ayudar.

—¿Yo? —preguntó Cata volviendo al escritorio.

—Sí. Ya que me metiste en este embrollo.

—No te metí en ningún embrollo, solo ayudé a manifestar lo que deseabas. Igual voy a ayudarte. Eso también lo vi en las cartas.

—¿Viste que me ayudabas? —preguntó Paula acercándose al escritorio. Hablar con Cata la tranquilizaba, aunque pareciera lo contrario.

—No, vi que vamos a ser muy buenas amigas. —Paula sonrió ante las palabras de Cata.

—Eso me gustaría —respondió un poco avergonzada—. No tengo muchas.

—No te preocupes, yo tampoco. Además, somos como familia. Tina es mi hermana del corazón y está casada con tu primo. El único escollo sería tu hermano.

—Me gustaría saber qué pasó entre ustedes.

—No importa, ahora vamos a concentrarnos en lo tuyo —Cata se levantó y sacó un fibron del cajón del escritorio. Luego, se acercó a una pizarra que colgaba en la pared del fondo ante la atenta mirada de Paula.

—Vamos a trazar un plan, algunas pautas. Lo vamos a llamar... «Proyecto Amarre de Amor» —Cata escribió el título en el pizarrón con letras grandes mientras Paula se tapaba el rostro con las manos.

—No, Cata... borra eso. —Corrió a sacarle el fibron de las manos, pero Cata lo alejó para que no lo agarre—. Puede entrar mi primo o mi hermano. Me siento una idiota haciendo esto.

—No seas ridícula. Nadie sabe de lo que hablamos. Puede ser la trama de una novela romántica. Acá en la editorial todo el tiempo analizamos historias para ayudar a los autores. Si te sentís más cómoda podemos tener un código. La nueva novela romántica del momento «Amarre de amor».

—Estás loca de remate, Cata. Pero no tengo opción. Solo no escribas nuestros nombres.

—Muy bien, los llamaremos Raúl y Paola... —Cata garabateó los nombres en el pizarrón con flechas y corazones. Paula lanzó una carcajada nerviosa.

—Dios mío, estoy en manos de Dios.

—Más bien de una bruja.

La puerta de la oficina se abrió y Paula saltó de sorpresa hacia el pizarrón tratando de taparlo con la espalda. Cata le pegó un par de codazos y luego respiró al ver que la que entraba era Tina con dos pequeños arrastrándose de sus dos piernas.

—¡Ia ata! —balbucearon los pequeños corriendo hacia Cata que los alzó y llenó de besos mientras Paula seguía intentando esconder el pizarrón. Se sentía de lo más ridícula. Rafael la ponía tonta, pero nunca creyó que llegara a tanto.

—Hola Pau, —saludó Tina con una sonrisa—. ¡Que bueno que estés acá! ¿En qué andan las dos? —preguntó despatarrándose en la silla del escritorio. Necesitaba descansar de los niños por un rato. La maternidad de mellizos la tenía agotada.

—Trazando un plan para Paula y Rafa —respondió Cata mientras le tiraba de las coletas a la niña.

—¡Cata! —gritó Paula intentando callarla.

—Se llama «Amarre de amor», ¿no es un buen título?

—Creo que no quiero saberlo —resopló Tina—. Te pedí que no metieras a Paula en líos. Lo único que falta es que termine embarazada de mellizos por tu culpa cómo terminé yo. —Tina había donado sus óvulos para salir de un problema económico hace tres años por recomendación de Cata y había terminado inseminada por equivocación. De allí habían salido sus dos mellizos y la historia de amor con Sebastián, el primo de Paula.

—Deberías agradecerme porque fue lo mejor que te pasó en la vida, ¿o no mis bebés? —Cata meció a los pequeños y los dejó en el suelo para que jugaran—. ¿Quieren que vayamos a tomar un café?

—Ya me tengo que ir a trabajar, por suerte —Paula susurró las últimas palabras y Tina soltó una carcajada.

—Veo que ya estás conociendo a Cata —afirmó mientras se levantaba a darle unos juguetes a sus hijos—. Dejamos el café para después. Aunque le voy a pedir a Cata que me cuente todo. —Tina le guiñó un ojo y Paula sonrió.

—Está bien, la autorizo a contarte. Ya sabes bastante, pero que no salga de nosotras tres, por favor. Y menos que se entere mi primo.

—Somos una tumba —siguió Cata sentándose en el suelo con los niños y Tina.

—Labios sellados —respondió Agustina haciendo el movimiento de un cierre en sus labios.

Paula se despidió de las chicas y esta vez decidió tomar el ascensor, ya que estaba apurada por llegar y hacer su trabajo. Pero se llevó una sorpresa que no esperaba. Cuando se abrieron las puertas, los ojos de Rafa se clavaron en los suyos. El aire se le contuvo en el pecho y el corazón le galopó a mil. No había tiempo de prepararse para ningún encuentro porque estaban frente a frente después de años. Y no había escapatoria posible. 


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