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Capítulo ⅼ



Paula entró en el apartamento de Cata con los ojos en compota por las lágrimas y las manos temblando.

—Tenés los chakras bloqueados —susurró Cata mientras le ofrecía pasar—. Sentáte tranquila.

—Perdón por venir así —intentó hablar Paula sorbiéndose los mocos—. Nunca me tiré las cartas. No creo mucho en estas cosas.

—Aha —Sonrió Cata mientras se acercaba a la mesa.

—Pero te agradezco mucho que me recibas. Me dijo Tina que sos muy buena en esto, que no lo haces como trabajo. Es un favor porque soy su amiga. Así que te lo agradezco mucho. No sé... quizá las cartas vean algo... aunque no entiendo cómo.

—Las cartas solo son un medio de canalizar otras energías, a nuestros guías para que nos orienten.

—Eso me da un poco de miedo. —Paula comenzó a morderse las uñas. Cata estiró su brazo y de forma muy suave la tomó de la mano para que no se lastimara—. No me gusta la brujería.

—Somos mujeres, somos brujas. Solo que estamos dormidas. Eso es lo que te hicieron pensar. Que las brujas son malas porque usan la magia del universo a su favor —Cata comenzó a mezclar las cartas. El olor de la vela de Sándalo en el centro de la mesa estaba relajando a Paula y conectándola con lo que se gestaba a su alrededor—. Estamos conectadas con la luna, con los cuatro elementos —siguió Cata—. El aire, el fuego, el agua, la tierra. Nada que sea dañino puede venir de la naturaleza. Pero no les conviene que sepamos de nuestro poder. No hay nada que asuste más que una mujer poderosa.

—Pero hay brujas malas.

—Como en todos lados, hay gente mala, pero la magia no es mala, la humanidad que la utiliza lo es. —Cata separó el mazo de cartas en cuatro pilares—. ¿Estás lista?

— ¿Y si sale algo que no quiero ver de mi futuro?

—Las cartas revelan partes de nuestra naturaleza que desconocemos. En lugar de mostrarnos algo definitivo e inamovible, nos ofrecen una forma nueva y distinta de ver una situación.

—Entiendo... —Cata le ofreció el mazo y Paula lo tomó dubitativa—. Mientras las mezclás, centrate en lo que querés saber y, cuando te sientas preparada, cortá la baraja: dividila en dos y coloca el segundo montón encima del primero.

Paula comenzó a mezclar las cartas mientras cerraba sus ojos. El rostro de Rafa se presentó nítido en su mente, sus ojos color avellana, su olor a cítrico y madera, sus brazos fuertes. Su corazón se estrujó. Lo deseaba tanto... más de lo que había imaginado en todos los años de distancia.

—Bien, ahora dejá el mazo en la mesa en un solo pilón —explicó Cata y Paula siguió sus instrucciones—. Destapá tres cartas y ponélas una al lado de la otra.

Cata se centró en los arcanos que mostraban las cartas, se mordió el labio inferior y luego esbozó una sonrisa mientras negaba con la cabeza.

—¿Se ve algo malo, no?

—Veo deseo, mucho deseo, cariño, pero también culpa. ¿Por qué pensás que va a salir algo malo?

—Porque se va a casar con otra.

—Sí, veo un casamiento, una novia, los preparativos. Pero en esta carta —Cata señaló la última de las tres—. Veo algo que lo frena.

—¿Algo que lo frena?

—Esta tirada de cartas es la que más utilizo —explicó Cata—. Representa el pasado/presente/futuro. La primera carta representa el pasado. Puedo ver que siempre estuvieron muy cerca.

—Éramos vecinos —respondió Paula—. Nos conocemos desde muy chicos. Es el mejor amigo de mi hermano.

—Y es más grande...

—Cuatro años más grande.

—Te desea desde el primer día que te vio. Te le clavaste como un aguijón en el pecho.

—¿Me desea? No lo creo... Siempre me vio y me cuidó como su hermanita menor. No soy más que eso para él.

—Porque sentía culpa. Te veía dulce e inocente. Y su forma de quererte no era para nada inocente. —Cata levantó sus dos cejas en un gesto. Paula se sonrojó en respuesta, sorprendida, buscando en su memoria indicios, recuerdos que le mostraran algo de ese deseo—. También, veo distancia, un quiebre...

—Se fue a estudiar un máster de derecho. Hace tres años. Solo volvía para las fiestas.

—Y cada vez que se veían el deseo era más fuerte. Porque se convirtió en un deseo adulto —susurró Cata analizando las cartas frente suyo.

—Mi deseo, sí. Él no hacía nada más que evitarme. Y volverse a ir lo más pronto que pudiera.

—Hasta ahora. Que volvió para quedarse.

—¿Para quedarse? Volvió para casarse y después se va.

—No se va a ninguna parte. Es lo que las cartas me muestran —sugirió Cata.

—Entonces eso es peor todavía. No estoy preparada psicológicamente para que viva cerca de mí con otra mujer. No podría soportarlo.

—Y si no haces algo es lo que va a pasar. Lo veo en la última carta. Pero no es inamovible. Hay algo que está trabando el casamiento. Él no está seguro. No ama a esa mujer.

—¿Y qué puedo hacer? Haría cualquier cosa porque me vea.

—Él ya te vio, Paula. Solo necesita un empujón.

Cata se levantó y comenzó a caminar por la cocina bajo la mirada curiosa de la chica.

—¿Pensás que estoy a tiempo de hacer algo? —preguntó Paula. Cata se frenó y se acercó a la mesa pensativa.

—Sí, un amarre.

—¿Un qué? No, no quiero hacer brujerías —Paula saltó de la mesa cuando un trueno retumbó en el apartamento iluminando la oscuridad.

—No es brujería, Paula, es un hechizo de magia blanca. Jugamos con las energías que tenemos a disposición, para que nos asistan. Intencionamos nuestros deseos y si esas intenciones son positivas, nada malo puede salir.

—Sí, todo muy lindo en palabras, pero igual tengo miedo.

—¿De la magia o de perderlo para siempre? —Paula se quedó callada y se miraron muy fijo. Cata no quería ser dura, pero necesitaba despertar a la chica.

—¿Qué necesitamos?

—Casi todo ya lo tenemos en la mesa. En el altar que preparé para las cartas. Tenemos el fuego de la vela. —Carla comenzó a señalar los elementos mientras los nombraba—. La tierra con los cristales, el aire con el soplo de nuestras palabras en oración, y el agua nos acompaña con la lluvia. Es el momento perfecto. Solo nos falta una foto de Él y algún objeto que hayan compartido.

—Tengo una foto suya en mi cartera. Y el envoltorio del último chocolate que me regaló cuando vino en Navidad. Siempre me regaló uno, desde chicos.

—Perfecto. Creo que con eso bastará. Cuando el reloj marque la medianoche, nos tomamos de las manos alrededor de los elementos e intencionamos con nuestra oración.

Paula fue a buscar los elementos a su cartera con paso dubitativo, su cabeza no dejaba de dar vueltas ante la locura que estaba por realizar. ¿Y si el hechizo se volvía contra ella? ¿Se estaba volviendo loca por un hombre que amaba a otra? ¿Sería verdad que él la deseaba? No podía saberlo a ciencia cierta, y mucho menos si él se casaba. No tenía nada que perder y quizá algo por ganar. Las cartas estaban echadas.

Carla se deslizó alrededor de la mesa ejecutando un círculo con sal de protección que acrecentaba la magia. Se pararon frente al círculo, tomadas de las manos y, con la luz de la luna iluminando la habitación, el sonido de la lluvia y el crepitar de las velas, comenzaron el hechizo.

Carla entonó un mantra intentando convocar a sus maestros ascendidos y llevar a Paula a una actitud de entrega y tranquilidad. Luego le pidió que repitiera tres veces una frase, que escribió en papel con tinta roja:


«Gran diosa del amor, tú que intercedes en el corazón de los mortales,

Yo Paula, invoco tu luz para que Rafa me vea.

Para que Rafa me ame.

Para que Rafa me busque.

Para que esté siempre a mi lado para disfrutar eternamente juntos.

Así será, Así está hecho».


Finalmente, quemaron el papel con el fuego de la vela y Cata envolvió a Paula con el humo.

Al despedirse, el teléfono de Paula comenzó a llamar. Sus nervios florecieron pensando en quién podría llamar a esas horas de la noche. Buscó el aparato en la cartera y al tomarlo la pantalla se iluminó con un mensaje.

Sé que es raro que te escriba, pero estoy por dar un paso definitivo en mi vida y antes de darlo necesito hablar con vos. Tengo muchas cosas que decirte, Pau. ¿Podemos vernos? Rafa.

Los ojos de Paula se aguaron y el asombro y la incredulidad se reflejó en ellos. Cata sonrió y le indicó que contestara con un gesto de cabeza. ¿El amarre había funcionado? Solo el futuro tendría la respuesta. Pero en Paula creció una fuerte fe en la magia y en el poder de las mujeres brujas. 



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