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Capítulo 2

Capítulo 2:

Bufé cansado, tiré el guión en el sillón y me desparrame a su lado. Realmente no deseaba hacer esa escena, no quería besar a esa actriz de nuevo, siempre llevaba los labios pegajosos, un verdadero asco.

Mi teléfono vibró, una notificación de llamada entrante iluminó la pantalla; era Yoon-Gu.

─Heesung, ¿puedes hacerme un favor?

─Dime, Cachorro, ¿qué sucede? 

Respondí de inmediato. Una sonrisa tonta decoraba mi rostro, a medida que recordaba su pequeño y definido cuerpo retorcerse debajo del mío. Esos últimos días habíamos hablado mucho, casi a diario, me tenía ansioso.

─ ¿Viste que te conté que iba a salir con unos amigos? Algo tranqui...

─Sí, ¿y?

─Bueno... necesito un pequeño favor tuyo.

Y así fue que acabé yendo a la comisaría a las tres de la mañana un día sábado.

Me sentía incómodo, mi rodilla no dejaba de moverse al esperar impacientemente, en las sillas de plástico duro, por Yoon-Gu. 

Menudo lío se había montado el niño; largarse a pelear en la vía pública con otro niñato siendo él un aprendiz de boxeador no era broma. Con razón se encontraba encerrado tras las rejas. Menos mal que pensó y me llamó a mí en lugar de otra persona.

─Señor Heesung, está todo listo para firmar y pagar la fianza.

─Oh, de acuerdo. ¿Y Yoon-Gu? 

─Su primo será traído en un instante, no se preocupe. Y... ¿podría darme su autógrafo? Es para mi hija.

─ ¿Eh? Sí, claro, aquí tiene. ─Garabatee sobre una hoja que me tendió.

Tuve que mentir como un descarado para que me permitieran sacarlo de ahí; "Soy el primo de Yoon-Gu, sus papás están en un viaje de negocios, por hoy yo seré responsable de él". Además, firmé autógrafos a diestra y siniestra, pero al menos el comisario me prometió que nadie hablaría del suceso.

Yoon-Gu apareció con la cabeza agachada y aparente vergüenza. Con rapidez me acerqué y le tomé el rostro e inspeccioné posibles golpes; no poseía ni un solo rasguño.

─Oye, ¿no traes abrigo? Aún hace frío por las noches, no andes así, te puedes resfriar. ─Me saqué la chaqueta y se la coloqué pasando por alto sus quejas y torcidos pucheros. Le pasé el brazo por los hombros y me lo llevé hacía el auto.

─ ¿Heesung? 

─ ¿Qué ocurre ahora?

─No puedo regresar a casa a estas horas... mis padres van a matarme.

Retorcía nervioso sus dedos sobre su regazo, mordisqueaba su labio inferior y evitaba hacer contacto visual con todo a su alrededor, incluido yo.

─ ¿Y eso en qué me afecta?

─ ¡Qué me dejes dormir en tu departamento, idiota! ─Lo miré con los ojos muy abiertos, por lo que se retractó: ─Digo, por favor, ¿podrías?

Suspiré profundamente dándome por vencido ante sus peticiones. Sin decirle nada, conduje hasta mi casa, no está de más aclarar que Yoon-Gu me preguntó todo el camino a dónde nos dirigíamos y de vez en cuando me amenazaba por si lo llegaba a entregar ante su papá. Menudo Cachorro.

Yoon-Gu se veía con mayor confianza que la primera vez que ingresó a mi departamento: se sentó en el sofá, tomó mi libreto desparramado y luego se tendió de espaldas. Indagó en un montón de cuestiones banales para la hora, tanto que fracturó mi paciencia.

─Cachorro, son casi las cinco de la mañana, ¿no podrías dejar eso, comer algo e irte a dormir? Ya tuve demasiado.

─Eres un gruñón.

A fin de cuentas comió un sándwich tranquilo,  aunque haciendo pucheros, se dio una ducha y apareció en calzones en mi cuarto, frotándose la cabeza con la toalla.

─Pero, ¿qué haces así? Por Dios, ve a ponerte algo.

─No puedo.

─ ¿Por qué?, si te dejé ropa en el baño. ─Sobaba mis sienes intentando mantener mi paciencia en un rango aceptable para no gritar y espantarlo, después de todo me atraía y, a pesar de ser un chiquillo caprichoso, quería volver a tener sexo con él.

─Me queda grande... se me cae el short. Igual tienes calefacción. ─dijo, y se aventó en mi cama.

No me iba a poner a discutir con él sobre quién le había dado permiso para dormir en mi cama, porque sería demasiado hipócrita de mi parte. Lo que sí hice fue sacar una remera de mi armario y se la tendí.

─Póntela ─Me miró y luego a la prenda. ─. No quiero tentarme, solo ponte esto, así me resistiré un poco.

Por suerte, se la puso. En efecto, le quedaba enorme: sus boxers estaban cubiertos en su totalidad por la tela, y las mangas le llegaban hasta los codos. Me sorprendió, porque es menudo y bajito, pero no pensé que habría tanta diferencia en tallas.

─A dormir, piojoso. 

Me recosté a su lado y nos tapé con un edredón azul.

─Pensé que era tu "Cachorro".

─Lo eres. Sabes que lo eres.


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