19. A veces los problemas se resuelven con un abrazo.
Manjiro Sano
—¿Sabes Ken? Cuando me dijiste que alguien de los míos mi apuñalaría por la espalda en la primera persona que pensé fue en tí. Discúlpame por haber desconfiado de ti a la primera. Pero que conste que de ahora en adelante no vuelvo a confiar ciegamente en NADIE.
No quería sonar brusco, pero no pude evitarlo. Estaba... me sentía presionado.
Tengo que admitir que estos es de los momentos en los que uno quiere que alguien los abrase para que no lo suelte jamás, y no cualquier alguien...
Sí, ese alguien. La necesito.
Es ridículo, pero necesito, (desesperadamente, jodidamente, me asfixio sin ella) que me dé un abraso. Aunque solo dure un segundo.
Bro, pero ¿a quien mierda quieres engañar?
Si, si. Cierto.
Conociéndome, dudo mucho que solo vaya a durar un mísero segundo, o sea, ni que alguien vaya a morir por eso.
—Pero que idiota eres.
—No quise hacerlo, perdón.
Ken suspira, acomodándose en el sitio en donde estaba y poniendo sus codos encima de la mesita que Takemichi tenía en su habitación. No era mucho pero era lo suficientemente grande como para que se sienten como máximo seis personas.
Pero nosotros no respetamos eso, porque aquí estamos los seis capitanes más algunos sub-capitanes de confianza.
Los presentes ya lo sabían todo, o bueno, solo lo más básico. Las otras cosas que no son necesarias ellos aún no lo saben.
Saben lo de ese ente que me quiere hacer no se que.
Saben que mi hermana y su supuesta mejor amiga me quieren matar...
Baaarbaro.
De seguro Kenchin debe sentirse muy mal ahora mismo. De hecho, todos aquí están como anonadados por eso.
Pero es obvio, el único que puede fingir que nada le afecta soy yo.
Hay algo raro aquí.
—Ya quiten esas caras de lástima.
Los muy imbeciles me miraban con lástima. Lástima.
—Mikey, si quieres lo podemos hablar... —tenía que ser Mitsuya.
—No. Y no he llamado a nadie para que me de su pésame ni nada por el estilo.
—Mikey —intentó Baji. Era la primera vez en mi vida que lo veía con expresión preocupada después de lo que pasó con mi hermano—. Tus sentimientos también son importantes. Solo queremos ayudarte. —sonó tan comprensivo.
Entonces pensé en eso. ¿Qué tanta importancia me daba yo a mi? Estaba tan ocupado en andar precavido y cuidadoso, que ni siquiera me detuve a pensar en mi. Estos días han sido una mierda para mí.
—Si quieres hablamos sobre el asunto mañana. —el que habló fue Peyan. El último que pensé que diría algo así—. Ya sabes —hago contacto visual con él a lo que aparta la mirada de inmediato, nervioso—, nadie se recupera de un corazón roto de la noche a la mañana. Si te parece bien; nosotros podemos ir investigando por nuestra cuenta hoy, mientras tú te recuperas.
Bufo incrédulo.
—Corazón roto, eh.
—Claro —apoya Mitsuya que, como siempre, se le veía sereno—, ¿o nos dirás que el hecho de que tu propia hermana ta haya traicionado no te duele ni un poco?
Respiro profundo.
Los demás no quisieron opinar, quizá porque no eran muy buenos en eso de "consolar" o de dar consejos en cuanto a sentimientos. Mejor así.
—A decir verdad, no me duele: me mata. Es... es...
Kenchin que estaba al lado mío, hace algo que para mí es súperestranbosticamnete inesperado:
Sostiene mi cabeza con una mano y me apega a su pecho...
Supongo que es un abrazo.
—Lo sabemos. No es necesario que nos expliques. —Su voz sonó rota. Tan rota, que hasta pude sentir su propio dolor en carne propia.
Me quedé sin aliento. Mi vista empezó a tornarse borrosa y ese maldito nudo en la garganta que me hacía querer gritar y romper todo se hacía cada vez más sólido; más doloroso.
De repente ya no podía respirar por la nariz. Los mocos habían sellado ese conducto. No quería llorar, juro que no lo quise...
... pero no pude evitarlo.
Lloré a gritos esa tarde mientras todos los demás me abrazaban y se dejaban embarrar de mis mocos y lágrimas, algunos incluso lloraron conmigo. Se que esto no me hace menos comandante, pero...
Joder.
Que terrible es ese sentimiento: cuando un líder se derrumba en frente de sus seguidores.
Pero ellos no me hicieron sentir incorrecto, me dieron apoyo en todo momento. Nunca me soltaron.
Al final, si recibí el abrazo que necesitaba.
Mis hermanos, no saben cuanto los amo.
🎋
KANNA
5:30 PM.
¿Saben que ha sido de mi en estos días?
Trabajo. Puro trabajo, más las horas extras que me hacía trabajar la jefa de la cafetería por mi "osadía".
Si, lo sigo pagando por haber atendido a Takemichi esa noche. Porque mi jefa es así de... ay dioscito, mejor llévatela para no entregártela yo.
Me estiro en mi cama para adoptar una posición más cómoda. Me quedo mirando el techo, quieta.
Ahora que lo pienso, nunca pensé en tener una hermana. A sinceridad; me gustaría tener una, o un hermano ¿por qué no?
Estaría bien de todos modos.
Aunque ¿por qué me pongo a pensar en estas cosas? Ni siquiera tengo padres. Jamás podría tener hermanos biológicos por más que quisiera...
Por alguna razón que desconozco totalmente, un pensamiento lascivo atropella mi mente: Mikey y yo, besándonos y tocándonos de la manera más desesperada posible...
Suspirábamos ansiosos de más. Recuerdo que él me sostenía con firmeza y me apretaba para sentirme más cerca. Estábamos en mi cuarto, casi tumbados en la cama. Hasta que él mismo me empujó violentamente y terminó encima de mí.
Él fue directamente hacia mi pantalón para jalarlo y quitármelo de un tirón.
—¿No vas a pedirme permiso para empezar? —Sentí mi voz con ligero temblor.
Él me miró a los ojos mientras subía a mi ropa interior y la tomaba del borde.
—¿Realmente es necesario?
—Obvio. —Estaba nerviosa si, pero esto por alguna razón me salió muy natural.
Él sonrió levemente antes de hacerme la pregunta que me expondría indirectamente:
—¿Acaso no quieres que lo haga?
Me doy en la cabeza repetitivamente con mi almohada.
¿Pero en qué cosas estoy pensando?
Vamos, estoy en mi medio día libre, debo hacer algo productivo y nutritivo para el cerebro, no estar pensando en cosas... picantes.
Me levanto de mi cama decidida para hacer cosas "productivas" cuando sin previo aviso escucho unos fuertes toques en mi puerta.
—¡¿Quién es?! —Vicifero unos pasos antes de estar frente a frente con la puerta.
Pero nadie respondió, seguían tocando, ahora con más insistencia. Por suerte no era de madera.
Pero yo, que ya mis alertas rojas se habían encendido decidí acercarme lentamente a la puerta y poner los otros tres seguros para que quien sea que quiera entrar sin identificarse no lo tenga regalado.
¿Quieren robarme?
Pues tendrán que comer polvo primero, porque yo ni loca dejo que entren así.
Los toques pararon.
—Si no nos abres. Explotaremos la puerta.
—Imaginé que dirían algo así.
No sé si logre mi cometido, espero que si.
Ja. ¿Que les hace pensar que yo no estoy preparada para situaciones como estas?
—No lo volveré a repetir.
—Pues que sepan; que han tocado a la puerta equivocada, vándalos sin estilo.
Mi instinto me dice que retroceda y me ponga a una distancia segura; y eso hice. Agarré unos guantes te tela y me los puse rápidamente luego saqué una pistola de una de las gavetas de la cocina.
Admito que esperaba con ansias el momento en que tenga que poner en práctica mis habilidades de tiro al blanco y defensa personal avanzada.
También me coloco una máscara de gas, por si acaso.
El pitido que estaba sonando desde hace diez segundos se detiene y al instante la puerta se derrumba tras un sonido bien fuerte.
No bromeaban con lo de la bomba ¿eh?
Me mantengo oculta en la cocina esperando a que alguno de ellos se presente. Y como temí: arrojaron dentro una bomba de gas, luego escuché los pasos de esos sujetos ingresando a mi casa.
Al primero que entró en la cocina le disparé en la barbilla, según mis cálculos: le atravesó el cráneo llegando a su cerebro matándolo al instante.
Por los pasos que escuché, debían haber entrado tres tipos, por lo que quedaban dos.
Uno de ellos cometió el error de acercase a su compañero muerto, y también le disparé, mas no lo maté.
Debía dejar a uno de ellos vivo.
—¡Hija de...! —lo noqueé dándole con la pistola en la nuca.
A este punto, el tercero debió darse cuenta de que había una amenaza cerca.
Antes de levantarme y dar el tiro final escuché unos movimientos que me revelaron la ubicación del sujeto.
Me levanté rápidamente y apunté en seguida hacia el espacio donde estaban los muebles. Pero él fue más rápido.
Me apuntó.
Y disparó.
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