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14. Propuesta indecente (Parte 2) +16

—¿Puedo entrar?

En blanco.

Emm, pues si, claro...—dije como si fuera mi último aliento.

—Mm, no está nada mal. —dice tras haber entrado él solo por su cuenta.

Yo solo estoy parada como estúpida en la puerta de mi apartamento. Él se pasea por el no muy espacioso lugar, curioso.

—Oye, puedes tomar asiento si quier...

Tarde, ya se había sentado en el pequeño sofá de mi pequeña sala. ¿En serio el siempre fue así de... atrevido?

«Bueno, desde que lo conociste siempre se tomó ciertos atrevimientos».

Bueno... sí. El siempre fue así, pero por alguna razón yo no le daba tantas vueltas al asunto.

Yo seguía parada en la entrada del apartamento, sin saber que hacer, mientras que él seguía observando todo a su alrededor.

No entendía como es que yo no había entrado ya para cerrar la puerta y que no se meta ningún ladrón.

Quizá me daba un poquito de miedo estar encerrada con él en un espacio así de pequeño.

—¿Te apetece algo de beber o... comer?

Él parece haber salido de un trance porque pestaña como si lo hubiera interrumpido en algo.

—¿Ah?

Me aclaro la garganta y él centra toda su atención en mí.

Que nervios.

—¿Qué si te apetece algo de comer o de beber?

Él no responde, solo me observa en silencio, y yo, con tal de no parecer una momia avanzo hacia mi mini cocina para lavar algunos platos que no me dio tiempo lavar antes de ir al trabajo. Obviamente no le hago saber al chico que estoy nerviosa, porque siento que sería una completa deshonra para mí. Mi cara permanecía seria y centrada con lo que estaba haciendo.

Y la puerta seguía abierta, que bonito.

Lo único que se escuchaba en la pequeña casa era el característico sonido producido al enjuagar los trastes.

MANJITO SANO (MIKEY)

Luego de haberme dejado entrar me tomo el atrevimiento de observar todo a mi alrededor:

Su casa no es tan grande, pero sí estaba muy bonita y organizada; tenía un juego de muebles grises, una mesa de cristal en medio y una alfombra blanca que ocupaba media sala (de hecho, la simple presencia de lo muebles hacia la sala más pequeña). Había una isla dividiendo la sala de la cocina y esta también se veía impecable, la cocina solo contaba con un lavaplatos, una estufa, una nevera y un gabinete de lo más elegante. A mi izquierda se encontraba una puerta que, supongo, es su habitación... o el baño.

Ella parece haber dicho algo cuando avanzo hacia los muebles y tomo asiento en unos de los sillones laterales. No le tomo importancia y sigo observando el lugar fascinado.

Nunca había visto una casa tan pequeña y tan... Perfecta.

—¿Te apetece algo de beber o... comer? —la escuchó preguntar y rápidamente me espabilo para mirarla a ella.

—¿Ah? —obviamente si escuché lo que dijo, pero su nerviosismo se ve demasiado encantador y me gusta mucho más porque sé que es por mí.

—¿Qué si te apetece algo de beber o de comer? —repite evitando conectar con mis ojos.

Sé que tengo una mirada penetrante, pero no es para tanto.

No respondo. No quiero.

Porque sé que lo que sea que vaya a pedirle tiene que ver con la tentación que estoy sintiendo ahora mismo...

Por tocarla, porque quiero hacerla mía.

Ella, al no saber que hacer, entra y se pone hacer lo que supongo que es lavar los platos. No me fijé si habían trastes en el lavaplatos.

—Solo quiero agua. —respondí con simpleza dentro de algunos dos minutos. Ella ya había terminado de hacer eso que estaba haciendo.

Pasa a la sala con un paño en manos (supongo que las está secando) y avanza lentamente hacia los muebles para sentarse. Me entrega el agua que le pedí. Puedo ver la lucha interna que tiene para decidir si sentarse en frente de mí o solo en el sofá central.

¿Quieres que te dé un empujón, bonita?

—Por favor, te quiero frente a mí.

La escena que veo a continuación, me cautiva profundamente: ella se sobresalta y finalmente me mira a los ojos, me deja ver sus nervios a flor de piel, tanto así que, estoy seguro de que si fuera de piel blanca estuviera de color escarlata. Todo su cuerpo. Sus labios tiemblan intentado decir algo y sus piernas no saben para dónde de ir...

¿Tanto así la intimido?

—¿Sabes? No te voy a morder si te acercas un poco.

Al menos, no te arrancaría un pedazo.

Ella se ríe.

O al menos lo intenta.

—No, es que me estas mirando muy fijo... Deja de hacer eso.

—No quiero.

—Pero...

—¿Qué harás al respecto si lo sigo haciendo?

Silencio total.

Y en ese momento me percato de que la puerta había permanecido abierta todo este tiempo.

¿Por qué no cierras la puerta?

—Ah, yo...

—Ciérrala. —la interrumpo.

Entonces, ella va directo a cierrar la puerta, pero lo hace de forma muy normal y fluido.

Su sentido de obediencia es... satisfactorio y tentador.

Eso me hace pensar en muchas cosas.

—Obediente...—saboreo esa palabra en voz alta, y claramente ella lo escucha.

Por lo que tras cerrar la puerta ella se voltea y dice:

—¿Perdón?

—Dije que me gusta que seas obediente. —digo sin ni una pizca de tacto.

Ella mira hacia otro lado, aún pegada a la puerta.

—Ven aquí.

—No creo que...

—Ven-aquí. —la interrumpo.

Quiero sentir tu calor ¿como es que aún no te das cuenta?

Ella me obedece de la misma forma de hace un momento. Se pone frente a mí a una distancia prudente pero yo la tomo del brazo y la atraigo suavemente hacia mí. Ella se deja llevar sin problemas.

Hasta que la tengo justo en frente y recuesto mi frente sobre su vientre. Ella se estremece.

Su cuerpo es cálido y suave, no puedo evitar meter mis manos por debajo de su suéter crema, acaricio su vientre, su abdomen... hasta que llego a su sujetador. Con cada rose siento como tiembla y suspira.

Deseas esto tanto como yo ¿no?

Muero por decirlo, pero sería muy guarro y grosero de mi parte. Y además, es mujer, siempre suelen tener más tacto que los hombres.

Complicado de entender.

La alejo suavemente para poder levantarme del sillón. Tenerla más cerca y aunque solo le llego hasta la nariz, siento como su sensibilidad aumenta y mi apetito va escalándome más y más.

Carajo.

La apego más a mi y procedo besar lentamente su cuello.

Huele increíble...

Y tiene un sabor exquisito...

No me había dado cuenta de que había aumentado la velocidad de mis besos húmedos sobre su cuello. Hasta había comenzado a hacerle pequeños chupetones y pequeñas mordidas.

—Ah... —se le escapa un pequeño gemido, casi inaudible, pero para mí es suficiente para perder el poquito control que me queda.

Suelto un gruñido.

Y esa es la señal.

KANNA

No puede ser, no puede ser.

¿El me va a coger? ¿Aquí? ¿Ahora?

Trato de controlar esos sonidos que salen de mí, pero no puedo. Él se está volviendo muy impetuoso.

No se porqué estoy permitiendo esto, a mi no me gusta que me toquen pero cuando él lo hace...

Todo mi cuerpo sede a él. A sus manos, a sus caricias y a sus labios...

A este paso vamos a terminar desnudándonos.

Tengo que hacer que pare.

Pero no quiero.

Él tiene que detenerse.

Yo no quiero que él se detenga...

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Meme: 🌚








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