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12. Títeres.

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Títeres.

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Yo me quedé en shok.

Él llega, se sienta delante de mí sin mi permiso, luego que quiere hablar conmigo así de repente...

—Emmm..., okay.

Él se me queda viendo fijamente y yo me veo forzada a desviar la mirada.

—¿Quién es Kyoko?

¿Qué?

En ese momento mi cerebro trabajó a la velocidad de la Luz. Me sonaba bastante ese nombre, pero por alguna razón es la primera vez en mi vida que lo escucho. Digo, es algo bastante irónico, ¿no?

Y lo es mucho más, porque siento que ese nombre tiene algo que ver con el mío.

—No conozco a nadie con ese nombre. ¿Por qué lo preguntas? —Mi rostro debió expresar el mismo nivel de confusión que el de él.

¿A qué se debe eso?

A él no se le nota casi nada que está confundido, solo lo sé por su ceño fruncido.

—¿De verdad no lo sabes?

Eso me confunde aún más. ¿Será que la respuesta está debajo de mis narices y no me doy cuenta?

—No..., ¿acaso debo saber algo?

Él suspira y cierra los ojos por un momento.

—No, solo... no estoy entendiendo nada.

El pone sus codos sobre la mesa y apoya su cabeza sobre sus manos.

Fff.

Ahora no. Ahora no. Ahora no.

—Pues, si te hace sentir mejor... yo tampoco estoy entendiendo nada. —Bromeo en un intento de aligerar el ambiente.

Para mí sorpresa, él se ríe suavemente. Algo así como si te hubieran hecho un chiste gracioso, pero no tan gracioso.

—No te imaginas lo estresado que he estado en estos días... —dice mientras se recuesta de la silla lentamente y clava su penetrante mirada en mí—... Por ti.

Un escalofrío me recorre la espalda y se deposita en la parte baja de mi abdomen.

—¿P-por mi?—casi ya no me cabe la confusión en el cuerpo, ¿que fue lo que acabó de decir?— ¿Por qué?

Él seguía mirándome, parecía que me quería atravesar con sus ojos.

—Eres una chica muy extraña. Primero eres una farmacéutica nocturna, luego una camarera que al parecer solo se deja ver en el día, se podría decir que eres una súper chica en la noche y una chica aparentemente normal por el día —pude observar cómo su mirada se suavizada mientras hablaba, pero su intensidad nunca bajó ni un poco, y yo solo lo miraba hipnotizada porque ya no podía apartar mi mirada—. Luego, apareces con una personalidad completamente distinta, llegas con mi hermana, me miras como si fuera el imbecil mas grande del mundo, pateas la puerta de la habitación de mi hermana y te conviertes en la chica con complejos de gorila.

NINGUNO de los dos dice nada por unos largos segundos. No se quien mierda era la "chica con complejos de gorila" . Espero que mi expresión sea capaz de transmitir lo que pienso. Él continúa:

—Pero, ¿sabes que es lo más confuso?

Me limito a negar con la cabeza, pues mi voluntad de hablar se fue de vacaciones.

—Que no tengo ni la más puta idea de quién mierda eres en realidad; La chica Alzheimer o la chica con complejos de gorila. Porque estoy seguro que esas dos no son la misma persona —él inclina su cabeza hacia un lado con los brazos cruzados, como si así pudiera analizarme mejor—. Así que dime: ¿Cuál de las dos eres?

Me quedé en silencio por unos segundos. Él me miraba expectante, y yo no sabía qué responder para sacarme ese peso incómodo de encima. ¿El me está diciendo qué hay alguien aparentemente igual a mí? Porque solo hay una forma de que me haya confundido con esa persona, pero...

¿Cómo puede ser eso posible?

Yo no soy gemela... o... ¿o si?

—¿Se les ofrece algo, chicos? —de inmediato mi mirada se fija en la chica peli negra que nos interrumpió.

Ya deben ser las doce y yo no he comido.

Miro a mi "acompañante", pero él en ningún momento despegó su mirada de mí, lo cual me da a entender que él no pedirá nada.

—A mi deme el primer servicio.

—¿Arroz con curri y un zumo de naranja?

—Si.

La chica estaba apunto de irse pero el chico misterioso habla:

—A mí me da lo de siempre. El número cinco del menú.

—Si, señor.

Sentí una punzada extraña en el estómago al oír eso, fue incómodo. Al parecer, él era conocido en este restaurante por sus frecuentes visitas.

La chica se fue, dejándonos solos nuevamente.

El chico (el cual no había dejado de mirarme en todo el rato) no pierde tiempo para hablar:

—¿Y bien?

Nunca me había sentido tan presionada en mi vida. Llámenme exagerada, pero así me siento.

—Yo... no sé quién es Kyoko y... tampoco tengo ningún tipo de relación con tu hermana, ni siquiera sé quién es.

—¿Tampoco sabes de lo de la estación de tren?

Me está haciendo muchas preguntas y eso me pone nerviosa.

—N-No tengo ni idea.

El asiente lentamente.

—Bien —vuelve a recostarse de la mesa pero con las manos debajo de esta dejando que los codos hagan solos el trabajo—. Entonces ya sé quién eres. Pero necesito...—el desvía la mirada y se frena de golpe dándose cuenta de algo, luego me mira más decidido—, necesitamos averiguar quién es esa chica que es idéntica a ti. Y por qué razón es que no sabes de su existencia...

Dios, este chico puede ser un detective.

—Este... —trato de hablar, pero los nervios no me dejan.

—¿Si?

Tartamudeo un poco antes de decir lo siguiente:

—¿Cuál es tu nombre?

El abre los ojos un poco asombrado.

—Cierto... Con toda esta confusión olvidé decirte mi nombre, discúlpame.

—Ok...

—Mi nombre es Manjiro Sano, pero puedes decirme Mikey.

¿Queeeee?

¿Acaso dijo...? Oh mierda, entonces su hermana es... es...

¡¿Emma Sano?!

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Kyoko.

—¿Cómo le está yendo a Kanna?

Emma y yo estamos en su habitación. Ella está maquillándose y yo jugando con su PC. Hace rato que su hermano había salido.

—¿Cómo? ¿Te refieres a cómo le va en el Basquetbol?

—Ajá.

—¿Por qué quieres saber? O ¿Por qué no mejor le preguntas a ella?

—Te estoy preguntando a tí, pequeña genio. ¿No me puedes decir?

Emma suspira.

—Es que yo no entiendo porqué nunca hablas con ella...

—Emma, cierra la maldita boca. —La interrumpo en seco.

Ella no se inmuta y sigue maquillándose como si nada.

—Solo quiero saber porqué no hablas con ella, digo... es tu hermana, ¿por qué tanto misterio?

Sostengo la respiración por unos segundos, sabiendo muy bien que probablemente ella tiene razón, pero hay algo más. Algo que ella no tiene que saber, y es que yo no decido cuando se van a hacer las cosas, ni siquiera sé si se van a ejecutar o no.

Porque yo solo sigo órdenes.

—Aún no es el momento, Emma. Necesito esperar más.





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