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11. Aparición inoportuna.

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Aparición inoportuna.

Kanna.

Estaba en el GYM ejercitándome. Necesitaba estar en forma y ganar resistencia para el partido que se aproximaba.

Y si, se que para ganar resistencia uno tiene que correr mucho, pero ¡tranquilos!

¡Para eso está la caminadora!

Estoy corriendo a una velocidad moderada hace como... diez minutos, creo. Aún no estoy cansada, necesito correr hasta que esté con la lengua afuera y todo. Este día me siento con mucha energía, quizá por la agradable conversación que tuve con mi jefa ayer...

Si. Fue la conversación más agradable que tuve en toda mi vida—que se note el sarcasmo—. Miro el reloj de mi muñeca; son la 9:45 am.

Wao, llevo media hora corriendo sin parar... eso es un récord.

Sigo corriendo porque a pesar de que casi casi me estoy cansando (o más bien, casi casi me estoy muriendo) tengo que llegar a los cuarenta minutos si o si.

—Ey.

Sigo corriendo, a pesar de que reconozco esa voz, no me detengo.

—Ey, oye.

No me interesas lárgate.

No voy a parar mi ejercicios por un imbécil. Una mano, que no se dé donde salió, aterriza en los controles y baja la velocidad a cero.

¿Pero quien se cree este idiota?

Me giro de inmediato para confirmar que es exactamente quien creí que era: El imbécil de Theo. No lo recuerdo muy bien ahora, pero la primera ves que nos vimos fue en un parque de diversiones. Conectamos al instante, se sintió bien, pero el imbécil resultó ser una decepción.

—¿Qué quieres? —espeto bastante disgustada.

Él me sonríe. Fue esa misma sonrisa por la que al principio me había sentido atraída.

—Bueno, linda. Primeramente: hola, ¿cómo estás? Yo estoy muy bien, gracias por preguntar.

Jaja, que chiste.

Ruedo los ojos con fastidio, me bajo de la máquina y me dispongo a recoger mis cosas, no sin antes haber bebido mucha agua.

—¡Ahhh!

—Oh vamos, Kanna. ¿Te vas a poner así?

Lo miro incrédula y molesta a partes iguales.

—¿Qué? ¿Acaso sufres de Alzheimer?

Fue un error haber dicho eso, porque automáticamente me llegó a la mente ese "señor" con el que he estado teniendo sueños extraños.

El frunce el ceño agobiado.

—Por favor... sólo te pido una oportunidad. Una y ya, te lo prometo.

—Pues no es como si te hubiera dado alguna.

Esta ves se muestra más agobiado.

—Kanna... —dice mi nombre suplicante. Este chico casi se estaba arrodillando.

Pero yo simplemente seguía metiendo cosas en mi mochilita, luego fui directamente hacia la salida, no iba hacer un escándalo en público. Y más porque habían unas cuantas personas que ya nos miraban raro, así que solo me fui y lo dejé solo.

Pero el muy imbécil no iba a darse por vencido.

Salió corriendo detrás de mí.

—¡Ey!

¿Y se supone tengo que detenerme y aceptar sus barrabasadas?

Además de imbécil es testarudo e iluso.

—Kanna, detente un segundo —a este punto ya me estaba pisando los talones, pues aunque caminaba lo más rápido que podía ¡el era alto! ¡Media como dos metros ese animal!

Mis pasos pueden ser rápidos, pero los suyos además de rápidos ¡son largos! ¡¿Por qué no soy la persona más alta del mundo?!

Entonces, se me ocurre una idea y me detengo de golpe.

—¡No me voy a parar ni un maldito segundo! ¡Vete! ¡O llamaré a la policía! —grito alto con la pura intención de que alguien me escuche y socorra a esta damisela en apuros.

Y, como yo quería, todos voltearon a ver en nuestra dirección. Algunos hombres se acercaron para saber que estaba pasando.

—¿Qué sucede, señorita? ¿Necesita ayuda? —pregunta mi héroe que no sabe que es mi héroe.

—Él me está acosando —digo sin dudar al primero que preguntó. Al instante se escucharon los murmullos de los que solo querían husmear.

—¿Qué?

—No puede ser...

—Que asqueroso.

—No tiene respeto por las mujeres.

—Pobre chica.

Jeje, justo lo que quería. Pronto nuestro alrededor se llenó de gente fisgona. Y yo aproveché eso para escapar.

Fue fácil escabullirme, porque al pobre lo tenían bien abarrotado con preguntas y regaños de algunos ancianos que también estaban allí.

Me fui perdiendo entre la poca gente que había poco a poco, hasta que estuve lo suficientemente lejos como para que ya no se viera ni mi silueta.

🎍

Cuando conocí a Theo, aún tenía dieciséis.

Se podría decir que el fue mi primer novio, aunque realmente nunca fuimos nada, tampoco tuvimos relaciones sexuales, al menos, no directamente.

Nuestro primer encuentro fue en un parque. Era un parque solitario y era de noche.
Yo me estaba columpiando sola y, sinceramente, tampoco es que esperara que fuera de otra forma.

—Ey, hola.

Así fue como empezó todo.

Yo lo miré un poco espantada, pues... ¿Qué hacía un hombre en un parque a esas horas? De seguro buscando víctimas, pensé yo.

Aunque, en ese momento nunca me imaginé que realmente no estaba tan equivocada...

La conversación entre nosotros fluyó con naturalidad, él me contó de su vida y yo le conté de la mía. Lo normal.

Llegó a un punto en ya no conocíamos súper bien, o ÉL me conocía súper bien, porque pronto descubrí que nada de lo que me había dicho era cierto, todo ese tiempo había estado con un vil mentiroso.

Luego, de haber descubierto toda la verdad de él, cuando estaba decida a cortar lo que sea que teníamos lo sorprendí teniendo relaciones con UNA NIÑA. Y digo teniendo relaciones, porque ella... ella parecía estarlo disfrutando.

Cuando él se dio cuenta de que yo estaba ahí vino rápidamente hacia mí a tratar de explicarme yo salí corriendo de ahí y se lo conté a su madre.

Ella solo sonrío y dijo:

—Esa la es la forma en la que demuestra lo mucho que ama a su primita bella.

Esa era una familia DE LOCOS. Yo pues, no podía hacer nada más que simplemente irme de allí, por suerte esos enfermos viven muy lejos de la ciudad de Tokio.

...

Actualmente son las 11:45 am, normalmente estaría en mi casa haciendo la comida, pero en esa ocasión me encontraba en el Restaurant SFTH, y no, no estaba trabajando, yo estaba como una clienta más en este hermoso restaurante.

Me encontraba en el fondo del local, en el último asiento de atrás mirando por la ventana. Solo se podía a observar el paisaje urbano que era el centro de Tokio; los autos y transportes públicos, algunas aves en el cielo...

Suspiro y vuelvo a mirar mi zumo de naranja; un aperitivo antes de comer.

Hasta que veo a alguien sentarse delante de mí, no puedo ver su rostro, pero puedo notar que llevaba una sudadera negra y un colgante con un dije blanco.

—Hola, chica Alzheimer.

Levanto la cabeza abruptamente y lo veo.

Oh mierda.

No puede ser...

—Necesito hablar contigo.



💕

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