Capítulo 24
Narra Jackson
Miré a todos lados esperando junto al auto, algunos pasaban junto a mí mirándome y murmurando. Claro que ser hermano del Alpha me hacia interesante...
—Hey...
Una sonrisa de idiota aparece en mi rostro sin que pudiera detenerla cuando la escuché. Me giré viendo que ella traía sus cosas, como siempre, pegadas a su pecho.
—¿Lista? —cuestioné abriendo la puerta del auto para ella.
—Sí... —sonríe apenada—. Lo siento de nuevo por tener que...
—Ah, ah. Nada de eso, entra ya, cariño.
Ella se sonroja pero me da un leve golpe en el brazo mientras sube al auto. Sabía que le avergonzaba que la llamara así, por eso lo hacia. Verla sonrojada era algo que me agradaba por dentro.
—D..Deja de decirme así.
—Hm... No quiero —respondí cerrando la puerta, rodeé el auto y me subí.
—Ni siquiera somos algo para estarme llamando de esa forma.
—Pues yo quisiera, pero tú no me lo permites.
Ella vuelve a sonrojarse aún más pero aparta la vista algo desanimada. Sabía porqué era y eso me hizo suspirar pesado.
—Escucha, Asena... Aún no te has transformado, podemos dejar de lado eso de los Mates y ser algo hasta entonces... —ella hace una mueca.
—¿Podemos... no hablar de esto? Por favor... solo quiero pasar el examen, dijiste que me ibas a ayudar así que... Concentrémonos en eso, ¿sí?
La miré pero ella no se atrevía a hacer lo mismo, me molestaba porque sabía que ella quería estar conmigo tanto como yo lo quería. Pero era ella misma quien se detenía y me detenía. Resoplé ence siendo el auto, apartando la mirada al fin.
—Seguro.
La llevé a su casa, no era la primera ni la segunda vez que venía. Así que cuando su madre me vio entrar sonrió ampliamente.
—Oh, Jackson, bien. He preparado unos brownies, ¿quieres probarlos?
—Por supuesto que sí, Mara. Estoy seguro de que te pediré más, solo es un aviso —respondí haciéndola sonreír.
—Entonces me aseguraré de que tengas suficientes.
—Estaremos arriba —avisa Asena empezando a subir las escaleras.
—Claro, ¿quieres algo de beber, Jackson?
—Por el momento estoy muy bien, gracias —pasé junto a ella saludándola con dos besos en las mejillas.
—Avísame si necesitas algo —sonríe amable y yo asentí.
Seguí a Asena hasta arriba y como ya era costumbre, cuando entré en su habitación me fui directo hasta mi lugar, que era en una de las sillas frente al escritorio. Ella se sienta en la otra y saca sus cosas.
—Entonces... Me dijiste que te complicaba este tema, ¿no? —cuestioné encontrando aquel tema.
—Sí... y otros dos...
Se veía apenada por esto, de nuevo. Dejé el cuaderno sobre la mesa y empecé a explicar de una forma sencilla. En eso consistió nuestra tarde, a las horas llegó su madre con mucho brownie que ella había preparado, y yo feliz. Estaban realmente deliciosos. Hicimos dos pausas en toda la tarde, pero fue porque ella no dejaba de estudiar.
—Se te fundirá el cerebro antes de que logres comprender algo. Mejor detente y repasa esto.
—Pero eso ya lo sé... esto me cuesta aún —se queja ella.
—Es por eso, te concentrarás más en esto que no comprendes y no repasarás lo otro, luego no podrás hacer ni uno de los dos.
Ella se queda en silencio pero deja caer su frente, antes de golpearse, aunque fuera apropósito, puse mi mano.
—Sucedió... se me fundió el cerebro.
—Está bien...
Levanté su cabeza y al instante moví su silla hasta que estuvo frente a frente conmigo. La acorralé con mis brazos a sus lados y ella presionó sus rodillas y sus manos sobre estas mientras me miraba sonrojada y nerviosa.
—¿Q..Qué... Qué haces?
—Tomaremos un descanso, es inútil que sigas tratando de aprenderte las cosas de memoria. Eso no siempre sirve. Y no es lo mejor de todos modos...
—¿Pero qué más puedo hacer? No comprendo y este examen es muy importante —baja la cabeza y se jala del cabello con ambas manos— ¿Por qué no logro entender? ¿Soy tan idio...?
—Si terminas esa frase me voy a enojar.
Le di un golpe leve en la frente con mi dedo. Ella me mira, noté las lágrimas acumuladas en sus ojos por el estrés e impotencia. Odiaba verla así...
—Ven...
Hice que sr levantara de la silla y la llevé a la cama, sé que mal pensaron esto pero no es para eso. Apoyé mi espalda contra la pared y la puse entre mis piernas, acostada sobre mí, con su cabeza en mi pecho.
—¿Escuchas mi corazón? —asiente—. Cuenta mis latidos... No importa si dejas de contar, eso es lo que busco. Empieza otra vez las veces que quieras.
—¿Por qué? —cuestiona.
—Tú hazlo, cariño.
Ella suspira profundo pero se queda en silencio. Yo acaricié sus brazos con la yema de mis dedos, luego pasé mis dedos por su cabello. Entonces, luego de un par de minutos, empecé a tararear una música que sé que a ella le gustaba mucho. Con mi tono bajo quedaba bien, y podía sentir como lentamente su respiración se calmaba hasta hacerme saber que se había quedado dormida.
Me quedé así un tiempo pero luego la dejé acostada en su cama, me levanté y me senté en su lugar frente al escritorio. Me puse a revisar sus notas y finalmente encontré el error que tanto la confundía... No la culpaba, yo también tuve este error muchas veces. La miré tan calmada ahora a comparación como estaba antes.
—No eres idiota, Asena... —murmuré.
La veía dormir y mi corazón se aceleraba completamente. Tuve que apartar la mirada para controlarme, pero la miré de reojo y no puse resistir. Me levanté y me acerqué, apoyando mis manos a los lados de su cuerpo, con la mitad del mío sobre la cama. Aparté su cabello que no me dejaba apreciarla bien y le di un beso en la sien antes de apartarme.
La dejé dormir el tiempo necesario, aunque no sé si fue por su necesidad de estudiar o algo así que en una hora ya se comenzó a despertar. Se sentó tallándose los ojos y mirando a todos lados, se veía como una niña desorientada... estaba muy tierna. Pero lo tierno dura poco porque se dio cuenta de la situación.
—¿Me... Me dormí? —abre los ojos de par en par—. Oh, Diosa mía. Lo siento, yo...
—Asena... —llamé su atención—. Era lo que quería que pasara, no podías seguir así. Ahora, ¿te sientes mejor?
—Pues... sí...
—Bien, ve a lavarte el rostro, come o bebe algo. Luego seguiremos, y no te dejaré acercarte aquí hasta que hagas lo que dije —me crucé de brazos.
—Bien...
Ella se levanta con pereza y se va al baño, la escuché encender el lavamanos. Yo suspiré y miré mi teléfono hasta que ella termina con lo que le había mandado, cuando estuvo mejor la dejé sentarse de nuevo en su lugar.
—Ya estoy, ¿podemos seguir? —insiste.
—Sí... claro. Ya sé en qué estás fallando, un error muy común de hecho.
—¿Ah sí? Dime.
Reí un poco por sus ganas de saber en qué se equivocaba. Mira el cuaderno y yo se lo expliqué, parecía como si la hubieran iluminado.
—¡Diosa, ahora todo tiene sentido!
Ella agarra el lápiz y empieza a corregir lo que había hecho mal antes, ahora haciendo todo a la perfección.
—¿Lo ves? Si tienes en cuenta este error podrás hacer cualquier ejercicio sin equivocarte.
Me sorprendí cuando ella toma la iniciativa por primera vez y salta a abrazarme enredando sus brazos en mi cuello.
—Gracias, de verdad...
La miré de reojo y sonreí antes de sujetarla por la cintura y corresponder al abrazo sonriendo más.
—No es nada...
Nos quedamos así hasta que me di cuenta de que ella estaba oliendo mi cuello, enarqué una ceja.
—¿Qué haces? —pregunté para molestarla.
Ella se separa al instante y yo me arrepentí, me gustó tenerla así... ¡Demonios! ¿Por qué hablé?
—L..Lo siento, yo... am... n..nada. Es que... —agacha la mirada sonrojada—. Me gusta tu perfume.
Abrí los ojos de par en par por escucharla admitir algo como eso. Pero más que nada me hizo sonreír.
—¿Ah sí? —asiente—. Entonces se volverá mi marca de perfume favorito...
Ella se sonroja aún más pero se anima a mirarme a los ojos y sonreírme. ¡Diosa! Es tan hermosa, la forma en que sus ojos brillaban, su sonrisa perfecta, aquellos hoyuelos que me volvían loco... el rojo que teñía sus mejillas le daban un toque más tierno. Simplemente hermosa...
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