Un nuevo mundo
Por fin sentía un poco de calma en ese mar de emociones que era su mente, por una vez en toda su vida Amaris sentía que era quien dirigía su vida. Tras derrotar a Haber, sobrevoló la ciudad y observó que en las grandes pantallas donde generalmente se proyectaban anuncios comerciales y propagandas políticas ahora aparecía su imagen. No era realmente una nítida foto de su rostro, pero si era la fotografía de un cuerpo brillante que había provocado grandes estragos en la ciudad. Lejos de sentirse preocupada, Amaris solo sonrió al verse reflejada ante los ojos de toda Kratos City, pues sabía que ahora el mundo recordaría que aun existían personas como ellas.
Pasaron varias semanas hasta que las cosas retomaron la "paz" a la que estaban acostumbrados los habitantes, pero Amaris casi no lo había notado. Ella se había concentrado en ayudar a su nueva amiga, aquella científica que tanto le había ofrecido, a realizar una mudanza. Con el pasar de los días, ella y la científica habían logrado acarrear los pocos muebles e instrumentos que había dentro del departamento donde se habían hospedado hasta una alcantarilla. A pesar de la insistencia de la joven, la mujer solo le permitía que dejase las cosas en la entrada de la alcantarilla indicándole que alguien más se encargaría de llevarlas a su destino.
En el último viaje que realizaron la mujer introdujo en la alcantarilla una caja con sus últimas pertenencias. Tras ello volvió a subir y se paró frente a la muchacha.
- Bien eso es todo, gracias – dijo esbozando con una sonrisa.
- Con todo lo que hiciste, es lo menos que podía hacer - contestó – ¿Y ahora qué? – preguntó.
- Eso debes decidirlo tú – respondió – Has logrado cambiar a esta ciudad, le has devuelto esperanza a los de tu especie y ahora tienen algo por lo que luchar – dijo entusiasmada – Si decides irte nadie te lo recriminará.
- Pero y ¿si no quiero irme? – preguntó la joven.
- Pues como te dije, hay otras personas que pueden ayudarte a responder las preguntas que quieras hacer – dijo señalando el collar que la joven portaba.
- ¿Y si ya no tengo ninguna? – la doctora sonrió mientras empezaba a descender a la alcantarilla.
- Nunca pensé que hicieras todo solo para obtener respuestas, lo que te mueve es algo más que simplemente descubrir tu pasado – terminó de descender – Y estoy segura de que les serás de mucha ayuda a esa gente... y hasta podrían ayudarte.
- Solo tengo una pregunta más – indicó desde arriba y la mujer le hizo una seña para que prosiga - Creo que nunca nos presentamos, formalmente – dijo mientras empezaba a descender – Digo, no es justo que tu sepas el mío y yo no conozca el nombre de quien será mi nueva compañera ¿no crees? – cerró la alcantarilla tras de sí.
- Soy Tania Le Veut, un placer – dijo extendiendo su mano.
- El placer es mío – dijo estrechándola – Ah y yo... soy Amaris.
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