Sombras del pasado
Una vez fuera, ambas comenzaron a caminar iluminadas solo por la luz de las llamas del desastre que las rodeaba. Pronto se alejaron de la escena y se escabulleron por un oscuro callejón. Para ver mejor, la joven encendió sus puños, pero al hacerlo reveló más que el camino.
Ante sus ojos apareció un espeluznante sujeto. Amaris se detuvo en seco y lo analizó de pies a cabeza. Era alto, portaba un atuendo negro que se componía por elegantes zapatos y un pantalón que era cubierto casi en su totalidad por un largo abrigo de la misma tonalidad. Casi podía reconocer al sujeto, pero cuando quiso mirarlo al rostro se encontró con una oscura máscara que le cubría toda la cabeza a excepción del cabello gris que sobresalía por la parte superior.
La joven dio un paso al frente y se preparó para combatir contra aquel extraño. Sin embargo, el hombre alzó una mano haciendo que la muchacha se detenga. Aunque algo extrañada avanzó contra el sujeto y este simplemente soltó una tenebrosa carcajada.
- ¿Quién eres? – preguntó enfurecida acercándose al hombre.
- Te agradecería que mantuvieras la distancia – dijo mientras señalaba un pequeño detonador en su mano y abría su abrigo exhibiendo un gran explosivo – Soy el Doctor Hans Haber – dijo esbozando una sonrisa bajo su máscara.
- ¿Qué quiere? – respondió dando un paso hacia atrás.
- Solo busco lo que me pertenece – sentenció, la joven miró de reojo a la científica y el hombre soltó una nueva risa diabólica – ¿Ella? Realmente no sé quién es – dijo mirando a la mujer que la acompañaba – No pensaste que podías huir de tu pasado ¿o sí, Amaris?
- ¿Cómo... - intentó preguntar, pero el hombre se adelantó.
- Como olvidar el nombre que te di, después de todo no eres más que mi experimento – respondió quitándose la máscara.
Al momento, la joven vio aquellos ojos celestes, esos malditos ojos que hasta en sueños la perseguían. Esos ojos pertenecían a quien, durante tantos años, la había torturado. Enfurecida, se abalanzó sobre el hombre y con una mano presionó su cuello con fuerza.
- Veo... veo que no me has olvidado – alcanzó a decir el hombre y volvió a exhibir el detonador, solo entonces la joven lo soltó – Ahora bien, podría neutralizarlas y llevarlas a la isla, pero no lo haré – sorprendió - Por ahora pueden irse.
Las mujeres, confundidas, se miraron y, aunque desconfiaban, avanzaron junto al hombre. Tras esto la joven solo lo miró de reojo una vez más, pero él no hizo nada, solo las dejó avanzar. Entonces ambas, desaparecieron de la escena.
- Señor ¿por qué las dejó ir? – preguntó un soldado a través del comunicador.
- Será más sencillo si ella va hacia nosotros – comunicó.
- ¿Por qué esta tan seguro de que lo hará? – inquirió.
- Porque tengo lo que ella está buscando – dijo mientras se colocaba la máscara.
- ¿Y eso que sería? – preguntó curioso el oficial.
- Respuestas – sentenció – Ahora, vengan por mí, debemos prepararnos.
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