Había logrado escapar, pero era arrastrada por la corriente. Intentó sin éxito aferrarse a algo. Intentó volar, pero estando en el agua sentía que su cuerpo era muy pesado como para elevarse. Rendida, soltó un fuerte grito que retumbó en el alcantarillado y se perdió en la oscuridad.

Estaba físicamente agotada, pero sobre todo estaba destruida por dentro. Sentía que todo lo que creía que la hacía especial no le había servido para derrotar ni siquiera a un común y malvado hombre.

De repente, sintió que alguien tomó su brazo interrumpiendo sus pensamientos. Alguien se esforzaba por sacar a la joven del agua, pero no parecía tener la fuerza para hacerlo. El sujeto misterioso, miró a la joven y le hizo una seña para que se sostuviera. Amaris dudó pues una parte de ella le decía que se rindiera, pero de todos modos se sostuvo del hombre y este con todas sus fuerzas logró sacarla del canal. Luego la arrojó hacia el suelo junto a él.

- ¿Estás bien niña? – preguntó tendiéndole la mano, pero Amaris solo analizó al sujeto notando que portaba un traje de combate negro acompañado de una máscara con líneas rojas que parecían imitar un yelmo medieval - No debes ser tan dura todo el tiempo – dijo apartando su mano – Caíste, pero nada te impide seguir – agregó.

- ¿Seguro? ¿Nada? – contestó rompiendo el silencio notablemente enfadada, mientras se incorporaba – Mírame, me acaban de dar la peor paliza de mi vida, estoy sola con un sujeto vestido como si fuera una especie de caballero de las alcantarillas y por si eso fuera poco estoy cubierta de quien sabe qué ¿en serio crees que puedo seguir? – dijo mientras unas lágrimas recorrían sus mejillas.

- ¿Crees que eres la única que perdió alguna vez? – dijo mientras le mostraba una prótesis biónica donde debería estar su pierna derecha, la joven quedó en el suelo contemplándolo – Solo tú puedes detenerte.

- ¿Cómo me encontraste? – gritó mientras lo veía alejarse.

- No estás sola, hay gente que se preocupa por ti – dijo y Amaris pensó en aquella científica a la que había salvado – Me pidieron que te ayude y lo hice, pero el resto depende de ti.

- Y eso sería...

- Levantarte, limpiarte esas lágrimas y seguir luchando – dijo perdiéndose en las sombras.

Ella dudó. Tenía la oportunidad de salir volando y nunca más regresar, ya nunca sentiría el fuego amenazándola bajo sus pies ni volvería a ver a esos soldados acechándola como buitres. Pero sabía que si hacía eso no estaría conforme consigo misma. Miró sus manos y recordó que dentro de ella estaba lo que más temía Haber. Pero a diferencia de lo que él pensaba, no era su ADN lo que la hacía especial sino su capacidad de no rendirse. No se había rendido cuando perdió a sus padres, no lo había hecho estando en la isla y tampoco lo haría ahora. Decidida, se levantó, cerró los ojos, apretó sus puños y brilló.