7
Charlie visitó a la abuela de Ezra esa misma semana con sus padres y Anna. Estaba nerviose pero emocionade y no podía quedarse quiete. La abuela de Ezra era una señora de pelo blanco como la nieve, piel arrugada y lentes sobre la nariz. Sus ojos brillaban con amabilidad y su sonrisa era sincera.
—Hola, Charlie. Ezra me habló mucho sobre ti. Soy Donna.
Donna no se parecía en nada a la abuela de Charlie, que tenía siempre el ceño fruncido y le decía que se comportara.
Le trató con cariño y amabilidad todo el tiempo, tomó sus medidas con paciencia y le dijo que en unos días su ropa estaría lista.
Y así fue.
Esta vez, Ezra acompañó a Charlie y esperó mientras se cambiaba.
Charlie no podía parar de temblar mientras se despojaba de sus pantalones y camisa azules. Los vio en el suelo, arrugados, como si fuera un simple trozo de tela y no una jaula que le había retenido todos esos años.
Se puso la falda amarilla y la camiseta lila, las botas negras y el saquito tejido blanco. Se miró en el espejo y lloró durante largos minutos.
Se sentía entere por primera vez en su vida.
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