6
Pasaron dos años antes de que Charlie se animara a hablar con sus padres. Cada vez que intentaba hacerlo, algo le detenía. El miedo a no ser aceptade, a que no le creyeran, a que le vieran como algo inferior. Así que durante esos dos años soportó escuchar sobre el buen hijo que era y lo guapo que se veía con su ropa azul. Cada vez que hablaban era como un puñal en el pecho. Le generaba mucha tristeza no poder ser elle misme.
Hasta que un día los vio en la sala, sonriendo, y se dio cuenta de que no podía seguir ocultandolo. Se acercó a ellos y se aclaró la garganta, intentando dominar la bola de nervios en su estómago.
—Tengo algo que decir —comenzó y sus padres centraron su atención en elle de inmediato, pero Charlie no sabía cómo decirlo—. No soy… soy… —Bufó, frustrade, pero entonces vio a Anna que le sonreía y levantaba los pulgares para animarle. Charlie tomó una gran bocanada de aire y continuó—. Soy no binarie. Eso significa que no soy un chico, jamás me identifiqué como uno, a pesar de no saberlo. Tampoco soy una chica pero sí hay muchas cosas que la sociedad nos dice que son para chicas que me gustan. Pero todo eso es una mentira porque si solo hay cosas para chicas y chicos y yo no soy ninguno entonces ¿qué queda para mí? No soy un él, no me hace sentir bien, así como tampoco soy su hijo, ni el hermano de Anna. Soy elle, su hije y le hermane de Anna. Y no quiero vestir azul, quiero vestir amarillo, blanco, violeta y negro.
Sus padres le miraban con la boca y los ojos muy abiertos, sin procesar lo que acababan de escuchar.
—No… no entiendo —susurró su madre y Charlie tragó saliva. No estaba diciendo que no le aceptaba sino que no lo entendía.
—Hay personas que no nos identificamos con el género que nos asignan al nacer, con el color que no dicen que debemos usar. Ser un chico siempre se sintió como una prisión para mí. No es así para todas las personas no binaries. Algunes no tienen problemas con sus colores asignados, ni con sus físicos, ni con ninguna de las cosas que la sociedad les dice que deben hacer. Y está bien pero hay otres, como yo, que nos sentimos encerrades. Tengo une amigue, Ezra. Su abuela hace ropa de otros colores, colores que no son azul ni rosa. Quiero ir a verla. Quiero dejar de esconderme.
Nuevamente, esas miradas, pero ahora había algo más: miedo. Y Charlie al fin comprendió el por qué de sus reacciones. Tenían miedo por elle. No podía decir que no los entendía. Sabía que el mundo solía reaccionar con odio cuando no entendía algo, sabía que muchas personas no iban a aceptarle. ¿Pero valía la pena ocultarse toda su vida y ser infeliz por miedo? La gente odiaba porque era más fácil y si no fuera no binarie igual encontrarían una forma de hacerlo. Así que Charlie no quería esconderse. Ser una gota colorida en un mar de rosas y azules ya no parecía algo tan malo, no si no estaba sole.
—La gente será tan cruel y tú eres tan pequeño —dijo su padre con lágrimas en los ojos.
Charlie se estremeció y su padre se vio realmente arrepentido.
—Lo siento, lo siento. Pequeñe.
—Tienes razón, la gente es cruel, pero no puedo basar mis acciones en el miedo que siento. No es justo. No le hago daño a nadie existiendo. Solo quiero ser yo.
Su madre asintió y le abrazó.
—Vamos a apoyarte en todo. Vamos a estar aquí para ti. Porque eres… nuestre hije y ninguna etiqueta podría cambiar eso.
Su padre también le abrazó y Charlie no pudo evitarlo: se largó a llorar en los brazos de dos de las personas más importantes en su vida.
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