Frío cruel que castañea mis dientes,
lugar donde oprimo
las ansias del llanto,
hiela mis venas y mi sangre

y en el helor de tu ser
entuba mi cuerpo
y un deseo concédeme
antes de partir a dulce primavera.

Hazme morir lentamente
en tu amargo témpano de escalofríos
y dame a mí la oportunidad
de culparme por el llanto jamás largado.

Mátame de una vez y líbrame del desgarro
para poder sentirme culpable
por no decirlo, por no haberlo soltado,
y aunque la oportunidad de llorar tuviera,

aunque me doliera
o el alma así lo pidiera,
o incluso si ofrecido el oído ajeno me escuchara,
quiero sentirme culpable por no librarme de él.

Hazme renacer en un ser de garganta fuerte
para que el mundo oiga su risa
y la extrañe, y la quiera
cuando las lágrimas se le avecinen.

Dame otra vida que no esté desgastada
y quítame esta desgracia heredada
de aquel que no quiso terminar de vivirla,
hasta morir en el lecho de su muerte;

por el frío
o por las injusticias palpables,
que habrán corrompido su alma
hasta el punto de esfumarse

de perderse, de matarse
y terminar como terminé yo;
queriendo ir a mi lecho de muerte,
que espero seas tú, témpano mío.