Doy un suspiro, algo fastidiada por el bullicio de la gente, el cual no deja ni si quiera que oiga mis propios pensamientos.

Ha pasado una semana desde que llegue a Liverpool, una ciudad conocida entre otras cosas por ser la cuna de Los Beatles. También ha pasado una semana desde que vi a Vincent por última vez y bailamos bajo la luna, única testigo del pacto que hicimos.

—Amelia...

—Dime...

Sin alejarme mucho de él, lo miré hacia arriba, algo curiosa ante su tono, ya que después del beso nos mantuvimos mucho tiempo en silencio, simplemente tumbados en el suelo, mirando al cielo pintado por las estrellas.

—Intentaremos que salga bien ¿Verdad?

—¿A qué viene eso?

—Solo...una promesa.

Di un suspiro y apoyé mi cabeza en su pecho.

—Te escucho. —avise mientras oía los latidos de su corazón.

—Pondremos todo de nuestra parte para que salga bien, entendernos, apoyarnos, todo... —dijo mientras acariciaba mi pelo con cariño— ¿Lo prometes?

Solté una pequeña risa para luego acariciar con delicadeza la punta de su nariz.

—Lo prometo...

Él ante mi respuesta sonrió más tranquilo y aumento la fuerza del abrazo que manteníamos hace bastantes minutos.

La presencia de alguien logra apartarme de los recuerdos de esa noche, por lo que miro a mi lado, algo confundida, pero al instante me doy cuenta del dueño de aquella sensación.

—No esperaba eso de ti, Am. —comenta con una sonrisa juguetona.

Niego algo avergonzada mientras miro el ramo de flores que está en mi mano.

—Logras avergonzarme con solo una frase. —digo sin mirarlo.

—¡¿Qué?! ¡No! ¡Es algo lindo! —exclama cada vez más nervioso.

Lo miro con atención y analizo cada parte de su cuerpo, el cual siento que hace años no veía. Su pelo está igual de desordenado que siempre y sus ojos brillantes como la luz que nos da el sol. Me sorprendo al ver tan solo una maleta acompañarlo.

—Ligero equipaje...

Nos quedamos en silencio durante unos segundos, pero si debo ser honesta, me muero por besarlo una y otra vez, aunque aún resulte algo extraño para mí hacerlo.

Dejando la vergüenza a un lado agarro a Vincent del cuello y junto nuestros labios en un ansiado beso, el cual ambos llevábamos esperando, quizás no tanto tiempo, pero para dos locos enamorados es mucho.

—Me sigues sorprendiendo... —comenta en cuanto nos separamos.

—Venga, menos charla y vamos hacia nuestra casa.

—Creo que esa palabra es la más bonita que he escuchado —dice con una boba sonrisa—. Nuestra...

Niego, rendida a escuchar ese tipo de cosas cada minuto y comienzo a caminar sin soltar la mano de Vincent, el cual se aferra a mí como si temiera que en cualquier momento algo pueda separarnos.

Cuando salimos de la instalación del aeropuerto me detengo a observar el cielo por un segundo, el cual está completamente despejado, quizás dándonos un poco de esperanzas de que esto no es una locura, pero, qué más da, igualmente estamos locamente enamorados.

¿Amor o venganza? Me atrevería a decir que esta vez ganó el amor...