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Capítulo III: Miedos del pasado.

Este último tiempo he sentido que estoy atrapada en el juego del gato y el ratón, yo era el gato y ellos el ratón; sin embargo, esta última semana los papeles han cambiado, me persiguen a mí.

Desesperada busco la carpeta que perdí en algún lado, el cual no recuerdo. Reviso mi mochila, las estanterías, debajo del escritorio, reviso cualquier lugar que llega a mi mente, pero nada.

—¿Buscas esto?

Al oír esa voz me doy la vuelta, sintiendo los nervios recorrer mi cuerpo, pero no lo miro, solo observo la carpeta en su mano.

—Dejaré con pestillo desde hoy —digo con molestia—. ¿Dónde estaba?

—¿Borraste de tu mente el día en el campo? —cuestiona Vincent acercándose a mí.

Las imágenes de Whistable llegan a mi mente, pero las ignoro y me limito a arrebatarle la carpeta y guardarla en el cajón, donde debe estar.

—Vete...

—¿Así, sin más? Has estado toda la semana ignorándome. —reclama molesto.

—Claro que no, ahora vete.

—Tenemos que hablar.

Lo miro con rabia, resistiéndome a golpearlo.

—Vete mientras esté calmada.

—No te noto calmada.

Cuando estoy a punto de contestarle, el teléfono de Vincent comienza a sonar, interrumpiéndonos. Un suspiro escapa de sus labios y antes de contestar me lanza una mirada, sin decir nada, para luego salir, dejándome en completo silencio.




Observo como el cielo torna sus colores a grises y las nubes se apoderan de él, dando a entender que lloverá. Luego de abrigarme, agarro mi mochila, reviso que no se me olvide nada y salgo por la puerta en dirección al pasillo.

Con cada paso mis zapatos resuenan a lo largo del pasillo y, a su vez, me adentro más en mis pensamientos. Desde que volvimos de Whistable los recuerdos me atacan día y noche. Recuerdo la primera vez que vi a Vincent, dieciséis años teníamos, me habían hablado de él, pero tenerlo de frente fue diferente, quizás fue amor a primera vista.

Intercambiamos números y no dejamos de conversar, pero nos vimos un mes después, íbamos a parques, cines o simplemente caminábamos por allí conociéndonos más, algo que amábamos. Comenzamos a salir como pareja unos pocos meses después, todo era tierno, alegre, color de rosa, pero aprendí que nada dura para siempre.

Un ruido me aparta de mis pensamientos, haciendo que el miedo me domine, ya que debería de estar sola. Miro hacia la ventana, deseando que fuera un trueno lo que me asusto.

—¡Amelia!

Grito al escuchar una voz a mi lado, pero me tranquilizo cuando me doy cuenta de que es Michelle, mi compañera.

—¿Acaso quieres que me dé un infarto?

—Lo siento, pero te vi demasiado pensativa. —explica riendo.

Doy un largo suspiro y la miro, es una chica que es fácil apreciar.

—Bien, a lo que venía —dice con un tono de emoción—. Connor, Nadine, Jess y yo tenemos planeado ir a mi casa hoy, queremos distraernos un poco ¿Te apetece unirte?

Dudo durante un momento, ya que mis planes eran llegar a casa y descansar, pero relajarme no me hará daño después de todo lo que ha pasado...

—Claro que sí.

—¿Puedo unirme?

No disimulo mi sorpresa ni mi enojo al verlo. Vincent se acerca a nosotras sonriendo mientras nos saluda.

—¿Hablas en serio? —pregunta Michelle emocionada— ¡Claro!

Molesta miro a Michelle decidida a decirle que no iré, pero ella se ve tan emocionada que no logro hacerlo.




Quiero que la tierra me trague.

Las horas pasan entre risas y conversaciones, todo es cómodo o debería serlo, sin embargo, Vincent no aparta sus ojos de mí, consiguiendo incomodarme.

—Puedo decirles una historia que me contaba mi abuelo —dice Nadine con su marcado acento francés.—. Advierto que es de terror.

Todos ríen ante esa advertencia, no es como si a esta edad un cuento lograra asustarnos.

—Como quieran —dice con calma y da un suspiro antes de hablar —. Hace muchos años existió una niña, era pequeña, no superó los ocho años, ya que la alcanzo aquel ser. Era un día tormentoso, sin embargo, sus padres debieron ir a comprar algo cerca, la dejaron sola en su casa, sin esperar lo que sucedio.

"Ella estaba tranquila en su habitación, hasta que la luz sin previo aviso se fue, dejando que la oscuridad la consuma. La pequeña, asustada, agarro una linterna y camino hacia el piso de abajo, pero cuando estaba en las escaleras comenzó a oír estruendos y gritos. Por su mente lo primero que paso era que sus padres volvieron, por lo que corrió hacia abajo, sin embargo, no vio nada más, excepto aquellos ojos del demonio oscuro..."

El silencio domina la habitación un poco, todos se ven algo divertidos por la historia, sin embargo, Jessica no lo parece, sus ojos emanan el miedo.

—¡¿Por qué me haces esto?! ¡Te odio! —grita Jessica repentinamente.

Todos ríen al darse cuenta de la situación. Connor lentamente se puso detrás de ella y la agarró de ambos hombros, asustándola bastante.

Doy un suspiro y me levanto de la silla riendo.

—¿Puedo pasar al baño? —pregunto.

—¡Claro! Está arriba a la derecha.

Asiento sonriendo y rápidamente subo hacia el baño. Realmente deseaba estar un segundo sola, me agobia rodearme de gente durante mucho tiempo.

Unos minutos después salgo con la intención de avisar que iré a casa, sin embargo, apenas salgo, veo a Vincent apoyado en la pared.

—Amelia...

Camino sin pensar siquiera en conversar con él, pero me agarra del brazo obligando a detenerme.

—Por favor, hablemos...

—Suéltame. —ordeno enojada.

Luego de un suspiro me suelta, pero sin dejar de mirarme.

—No podemos ignorar lo que paso en el campo, además...

—Allí no paso nada ¿Entendido? —Lo interrumpo.

Él planea debatirme, claramente enojado, pero el corte de luz repentino lo detiene.

—¿Qué demonios? —murmuro buscando mi teléfono.

Apenas lo encuentro enciendo la linterna y veo la cara espantada de Vincent. Lo observo confundida, pero cuando me doy cuenta de la razón de su miedo no puedo evitar reír.

—¡Odiosa!

—Ven, escapemos del monstruo. —bromeo mientras camino.

Él se aferra a mi brazo, inclusive con lo molesto que está.

Cuidadosamente, caminamos hacia la escalera, pero cuando comenzamos a bajar escuchamos estruendos de abajo, lo que me provoca un miedo sorprendente.

—Amelia...

—Esas cosas no existen. —aseguro.

Da un suspiro y caminamos, pero en ese momento la linterna se apaga, dejándonos a oscuras, provocando que mi adrenalina suba y de un grito. Vincent también lo hace y se aferra a mí, pero cuando estoy a punto de reclamarle oímos un grito, por lo que nos aferramos el uno al otro, dominados por el miedo.

Nuestras respiraciones están agitadas y ambos sudamos frío, también probablemente estemos pálidos, pero cuando intento calmarme una luz nos alumbra, por lo que ambos gritamos y corremos hacia abajo, pero Vincent tropieza y caemos, dándonos un golpe.

—¡Moriremos por tu culpa! —grito con enojo.

—¡Ten piedad en este momento!

Nuestros ojos se encandilan y la verdad lo único que puedo pensar es que moriremos, sin embargo, cuando recuperamos la vista vemos a los chicos alrededor de nosotros, riendo mientras nos miran con algo de pena.

—Esto es tu culpa... —susurro.

—Claro que no, es tu culpa. —reclama Vincent, yo solo suspiro.




Me despido una última vez de Michelle para comenzar a caminar por aquellas vacías calles hacia mi casa. Todo está iluminado por apenas unos pequeños focos, pero no me siento tan insegura como otras veces, quizás todo el miedo lo gaste en las escaleras.

—¡Amelia, detente!

Miro detrás y veo a Vincent correr hacia mí rápidamente.

Suspiro enojada, pero antes de seguir mi camino él extiende algo hacia mí, sin decir nada. Observo detenidamente y cuando me doy cuenta de lo que es siento como si mi corazón se detuviera.

—Por favor, tenemos que hablar.

Lo miro, temerosa, pidiendo que esto sea un mal sueño, sin embargo, parece real, esa pequeña foto que atrapa el azul mar está aquí. Respiro profundamente intentando calmarme, pero mis manos tiemblan.

—Amelia...sé quien eres —asegura—. No te ocultes.

—No sé de que...

—No te hagas la tonta, ambos lo sabemos.

Lo miro con seriedad, pero al ver la misma mirada reflejada en sus ojos me provoca una pequeña emoción, sin embargo, al recordar porque estoy aquí se disipa.

—Bien, supongo que tú ganas. —admito rendida.

—¿Por qué volviste?

—¡¿Acaso es un interrogatorio?!

—Amelia...

—Quita ese tono, tú no tienes derecho a volver hablarme así.

—¿Qué estás diciendo? Pensé que podríamos... No sé...

Suelto una pequeña risa ante su propuesta.

—¿Qué? ¿Después de lo que hicieron?

—¿De qué hablas?

—No te hagas el inocente.

—No entiendo.

—¡¿No?! ¡¿Quieres que refresque tu memoria?! ¡¿Acaso no recuerdas lo que le hicieron a mi familia?!

Él me mira durante un segundo, completamente desconcertado, como si de verdad no entendiera nada de lo que digo.

—Amelia, tus padres...

—Cállate, no hables de ellos. —advierto enojada.

—¡¿Por qué hablas como si fuera el culpable de eso?!

—¡¿Qué?! ¡¿No lo eres?! ¡Tus padres planearon todo eso!

—¡¿Qué dices?!

—¡No lo niegues! ¡Reconocí a uno de tus trabajadores! ¡Giovanni! ¡¿también lo olvidaste?!

Nos mantenemos en silencio, pero no logro calmar mi rabia, al contrario, aumenta cada vez más.

—Am...

—¡No me digas así! —grito acercándome a él— Escúchame bien, no regrese buscándote, regrese buscando la venganza que prometí cumplir.

Él me mira como si estuviera loca, pero no espero que lo haga de otra manera, no espero su comprensión.

—Estas...equivocada.

Suelto una risa y me alejo, ignorando sus gritos, esperando que este error no me cueste caro, caminando por aquellas calles, sintiendo el viento en mi cara mientras veo mi objetivo lucidamente. 

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